martes, 28 de octubre de 2014

CeaseToExist.mp3

Sé que es difícil creer en algo cuando no se tienen pruebas, sobre todo si se trata de un asunto en el que los hechos parecen fragmentos de una historia de terror. Sin embargo, debo compartir esto con el mundo; todos deben conocer los peligros que acechan a los cibernautas curiosos y ávidos de nuevas experiencias, todos deben saber las consecuencias de tomar una decisión sin reflexionarla. Hago esto con la finalidad de prevenirlos.

Soy una personas cuya vida ha estado plagada de vicios. Siendo relativamente joven, puedo jactarme de haber probado casi todo, desde alcohol y drogas hasta extrañas prácticas sexuales y experiencias «extracorporales». Pero llega un momento en el que termina el encanto, la novedad de lo desconocido, y por tanto pierde su efecto. Arribar a la cumbre del vicio y darte cuenta de que, aun mezclando sustancias, no existe más que una efímera sensación cuya experimentación se vuelve una aburrida rutina, es lo más decepcionante del mundo. Ahora creo que es mejor quedarse en los límites de lo conocido y no ahondar en cosas que podrían destruir la mente.

Hace dos o tres años, no recuerdo, comencé con los sonidos binaurales. Primero probé lo básico como el I-Doser, después busqué otros que me brindaran experiencias más «fuertes». Fue así como encontré diversos tipos de frecuencias en la web normal y la profunda, todos con una extensa gama de sensaciones las cuales no tardé en agotar. En sólo unos meses había experimentado en su totalidad las sensaciones que esos audios ofrecían.

Hace unas semanas que revisaba mi correo electrónico, encontré en la bandeja de entrada un mensaje de un tal «James Webber» con el asunto «Nueva dosis que debes escuchar». Creyendo que se trataba de spam, eliminé el mensaje sin verificar su contenido. Repentinamente, ese sujeto «James» me envió un mensaje instantáneo (lo cual me sorprendió, pues no lo tenía como contacto) preguntándome si no tenía curiosidad de probar aquella dosis. En otra ocasión hubiera bloqueado a aquel individuo e ignorado su oferta, pero encontré divertido su intento por venderme algo que no era novedad para mí. Le respondí cuestionándolo acerca de «lo nuevo» del audio, y mencioné que ya había escuchado todo tipo de frecuencias. «No como esto», repuso. Al momento, envió un link que dirigía a un servidor ruso de almacenamientos de archivos: «Te ofrezco una dosis gratis para que lo compruebes».

Pensé en terminar con el asunto. Lo más probable era que el archivo fuera un virus y aquel sujeto alguien que buscaba perjudicarme. Pero, como si hubiera leído mis pensamientos, envió otro mensaje, «Puedes confiar en que todo estará bien. Pertenezco a un colectivo que apenas está comenzando y necesitamos apoyo para seguir. Si no te gusta, no volveremos a molestarte». Dudando y con cautela, hice clic. El archivo para descargar estaba comprimido en formato RAR y su nombre era muy extraño, tenía más de veinte letras y números que parecían haber sido elegidos al azar. O quizás no. Terminó de descargarse en menos de un minuto y lo abrí para comprobar que no corriera peligro. En el archivo comprimido había una carpeta de nombre semejante al anterior, y dentro, un audio titulado «CeaseToExist.mp3» con un .txt que decía «Instrucciones». Descomprimí ambos archivos y leí las instrucciones. Al escucharlo, tenía que estar acostado bocabajo con los ojos vendados, el audio a tope, usar audífonos. Aunque la última indicación me llamó especialmente la atención: «Concentrarse en el audio hasta llegar al borde del sueño. Cuando esté a punto de dormir, cambiar su posición a boca arriba». La nota terminaba ahí. Sin más, decidí hacerlo… No tenía realmente nada que perder. Coloqué la pista en el reproductor e hice todo lo que indicaba la nota. Sin ver su duración, presioné play.

En un inicio la pieza no presentaba nada fuera de lo común; abría con un ruido parecido a la estática de un televisor, típico en la mayoría de los audios de este tipo. Luego de unos momentos, el ruido comenzó a disminuir mientras un débil tañido de campanas se apreciaba al fondo. Aquel sonido aumentó gradualmente, y fue alentándose hasta que se convirtió en una sencilla melodía. Distinguí algunos repiques más graves que otros, y prestando más atención me di cuenta de que eran tres notas musicales, do, re, fa, do, re, fa… Ese simple arreglo parecía un trozo de una melodía de cuna, tan agradable que me abstraje en aquellas y dejé de escuchar el molesto ruido del fondo. Los armoniosos acordes provocaron que comenzara a dormitar y estaba por abandonar mi estado de conciencia cuando el recuerdo de las indicaciones me cruzó la mente como un rayo: tenía que cambiar mi posición. Con pesadez, giré lentamente mi cuerpo, desde el torso hasta los pies, de modo que mi cara quedó frente al cielo. Los sonidos continuaban deleitando mi oído, mi respiración era cada vez más pesada y mi corazón latía con igual lentitud; me encontraba relajado como nunca en mi vida. Después de unos segundos comencé a sentir cómo se iba elevando mi cuerpo. Sentí que flotaba en el espacio… un efecto similar produce la dosis Zero Gravity, pero no en la magnitud en que yo percibí aquella levitación. Dejé que las ondas sonoras continuaran haciendo su trabajo sobre mi cerebro mientras los tañidos comenzaban a perder intensidad. Mi respiración apenas era perceptible, mis terminaciones nerviosas disfrutaban de una suavidad incomparable, parecía que mi cuerpo reposaba en una nube tan tersa como ninguna otra. Mis labios se movieron para formar una sonrisa en señal de alegría por tan apacible ambiente. No quería que todo terminara abruptamente, volver a enfrentarme a una vida tan insulsa y carente de sentido… no quería cambiar el Edén por la abyecta Tierra que no tenía nada más para ofrecerme que decepciones y tristeza. Intenté abrir mis ojos, pero fui incapaz de hacerlo —me encontraba tan extremadamente sosegado que, de no haber sido por aquel débil y mecánico golpeteo que se escuchaba en mi pecho, hubiera asegurado que estaba muerto—. Al igual que mis párpados, el resto de mis miembros continuaban sumergidos en el trance, inertes por voluntad propia, inconexos con mi mente y pensamientos. Aspiré profundamente y, mientras exhalaba el poco aire que hizo su camino a mis pulmones, mis piernas comenzaron a tener pequeños episodios de espasmos musculares. De igual manera los músculos de mis brazos se contrajeron involuntariamente a la vez que la temperatura de mi cuerpo empezó a elevarse; al parecer no todo se trataba de armonía y felicidad. Mi frecuencia cardíaca se aceleraba gradualmente, el zumbido se acrecentaba a cada centímetro que descendía. Al cabo de unos momentos se volvió insoportable para mis tímpanos, tan intenso que aún no entiendo por qué éstos no reventaron al percibirlo. Intenté mover mis miembros: no podía siquiera abrir los párpados. Mi cuerpo se encontraba tenso, inerte, totalmente rígido y con un dolor agudo, sobre todo en las muñecas y tobillos, un malestar parecido al que experimenta una persona que padece artritis.

Quería gritar, pero mis labios no respondían a la orden de mi cerebro ni mi garganta producía sonido alguno, como si mis cuerdas bucales hubieran sido arrancadas de su lugar. Me estaba ahogando por la opresión incesante sobre mis pulmones, me estaba literalmente evaporado debido al infernal calor que abrasaba mi piel, mi corazón latía con tal ímpetu que las palpitaciones parecían auténticos puñetazos, como si mi órgano hubiera intentado quebrar el esternón y las costillas para huir del pandemónium en que se había transformado mi cuerpo. Una lágrima se escapó de uno de mis ojos y resbaló lentamente por mi rostro —mi piel ardía intensamente por donde había pasado, como si hubieran vertido una gota de ácido sobre mi cara—. La presión se extendió por todo mi cuerpo, ahincando en mi cabeza, pues mis párpados comenzaban a abrirse debido a que mis globos oculares estaban a punto de salirse de su órbita.

No podía soportar más, había traspasado los límites de la resistencia humana, había cruzado los extremos del sufrimiento, llegado a un punto en el que no sabía si continuaba vivo o me encontraba agonizando en los confines del Infierno. Lo último que escuché, fue el intento de mis pulmones por introducir aire fresco, esforzándose desesperadamente por conseguir un poco de sustento.

Exploté. O al menos, eso creí cuando recobré conciencia de mi ser. Afortunadamente, todo había cesado. La presión, el ardor, el dolor… todo lo que me había atormentado, se había ido. Sí, todo había desaparecido, inclusive mi cuerpo; no sentía mis piernas ni mis brazos, tampoco mis oídos y ojos. No escuchaba mi respiración ni los latidos de mi corazón, en realidad, no sabía si estaba escuchando, viendo, tocando, oliendo, saboreando o haciendo todo eso al mismo tiempo. Es casi imposible describir lo que pasé… lo que pasé ahí, es muy difícil comprender, incluso para mí, cómo yo era absolutamente nada en el infinito vacío… Como si hubieran encerrado a mi mente en una región sin límites ni extensión. Al principio, lo único que, podría decirse, “percibía” eran unas figuras amorfas las cuales seguían a mis pensamientos. Me concentré en una de ellas, era una especie de círculo deformado. Era gris, un gris tan opaco que no soportaba, así que lo imaginé verde. Y verde fue. Las otras figuras aparecían y desaparecían, dependiendo de la atención que les brindaba. Todo lo que existía y estaba era directamente proporcional a la medida en que yo lo creía; podía creer en un círculo rectangular y ante mí surgía la figura impensable e ilógica, en una gama de colores inconcebibles para la imaginación humana. Tuve más de cinco sentidos, inventé sentidos para percibir mis propias creaciones. Hice todo en un momento, el último momento que recuerdo, pues lo que siguió a ese lapso fue tan extraño que mi mente colapsó en medio de la confusión. En ese fragmento, creí haber conocido la esencia de Dios… Lo que prosiguió a este episodio quedará encerrado en mi memoria hasta el día de mi muerte. Me tomó algo de tiempo y mucho esfuerzo rememorar cómo había vuelto del caos. Recuerdo vagamente el sonido de un golpe, como si algo pesado hubiera caído al suelo, lo cual atrajo mi atención en ese instante. Estaba recobrando consciencia de mis sentidos, recuperando la lucidez que había extraviado. Escuché entonces otro sonido similar al anterior y de la misma manera sobrevinieron más, como si alguien hubiera golpeado un tambor repetidas veces para ayudarme a salir de la locura. El golpeteo fue acelerando de manera paulatina hasta formar una especie de ritmo. Mientras aquella salvación auxiliaba a mis sentidos para encontrar algo de coherencia, un intenso resplandor surgido de la nada irrumpió en el escenario, lacerando mi vista y aclarando mi mente. La luminiscencia aumentó al grado que, instintivamente, los bordes de mis labios se separaron para proferir un grito desde el fondo de mi garganta, debido al ardor que me provoca. Mis ojos comenzaron a distinguir una forma borrosa de color negro, que poco a poco fue transformándose en un objeto concreto: una lámpara de techo. Al momento de reconocer aquella figura mi garganta cesó de gritar y aspiré una bocanada de aire, con tanta desesperación, que parecía haber sido la primera vez que respiraba. Me incorporé violentamente; mi corazón, que me había salvado de la locura, latía con frecuencia excesiva, mi cuerpo estaba empapado en sudor y temblaba incontrolablemente. Cerré mis párpados e intenté regular mi frecuencia cardiaca y respiratoria. Después de unos momentos logré apaciguar un poco a mi corazón y pulmones, abrí los ojos y pude discernir mucho mejor los objetos y colores. Con lentitud, bajé mis pies e intenté pararme pero mis lánguidas piernas fueron incapaces de sostener el resto del cuerpo. Caí de bruces y con mucho dolor me arrastré hasta el baño, y apoyándome en el lavamanos, logré ponerme de pie y me recargué en él para evitar otra caída. Aún estaba temblando y jadeando, tuvieron que pasar varios minutos antes de que pudiera ejercer control sobre mis movimientos y horas para recuperar la calma en totalidad. Cuando recobré fuerza, elevé mi vista al espejo y observé detenidamente mi rostro: en mis facciones aún estaba dibujado un gesto de estupor y desconcierto, mi piel estaba pálida, gruesas gotas de sudor corrían por mis pómulos y frente, las pupilas de mis ojos se encontraban dilatadas. En ese momento supe que nunca volvería a ser el mismo de antes, jamás podría vivir en tranquilidad ni tener un momento de paz por lo que me restara de vida. Estuve contemplando mi cara por un tiempo, hasta que mi cuerpo dejó de tambalearse. Me enjuagué el rostro, salí del baño un poco aturdido y fui directamente a la habitación. Mi laptop, la única testigo de la horrible vivencia que acababa de pasar, se encontraba hibernando.

Dormí poco esa noche, no podía conservar la calma, ni siquiera en mis sueños. Lo primero que hice la mañana siguiente fue abrir la laptop. Verifiqué la duración de la pista en el reproductor de multimedia y gran sorpresa me llevé cuando noté que, lo que me había parecido una eternidad, no duraba más de cinco minutos. Cerré la aplicación y eliminé el archivo de audio. El navegador también se encontraba abierto, maximicé la aplicación y estuve a punto de cerrarla cuando vi una notificación de un mensaje instantáneo de la persona que me había proporcionado el audio, preguntando si había disfrutado la experiencia y si estaba dispuesto a probar la versión completa. Me sorprendí al ver tal invitación; respondí que no estaba interesado, que tenía suficiente para toda una vida con lo que había experimentado. Sin embargo, él continuo insistiendo, por lo que yo, enojado, le escribí: “¡No compraré su maldita mierda!”, a lo que repuso: “No queremos venderte nada. Lo que nos interesa es analizar los efectos, estudiarlos. Si aceptas nuestra invitación, te haremos algunas pruebas inocuas como, por ejemplo, resonancias magnéticas, y a cambio tú podrás experimentar toda una galería de sensaciones y estados que ni siquiera imaginas…”. Tal respuesta me hizo enfadar más, pensé que todo eso era o una muy bien elaborada estrategia de mercadotecnia o un simple troll que estaba jugando conmigo. Decidí continuar la conversación, pues era demasiado orgulloso para permitir que “alguien” me humillara de esa manera. Como respuesta a su oferta, respondí: “¿Me creen estúpido, o qué? Ya dejé en claro que no me interesa en absoluto nada que tenga que ver con esa porquería. Si lo que quieren es vender la maldita cosa, busquen a otro que crea en sus pendejadas”. De lo único que me arrepiento en la vida, es no haber cerrado la ventana en ese momento; sabía que tenía que hacerlo, era en vano discutir con un imbécil que sólo escribía estupideces. No obstante, la curiosidad me incitó a ver su respuesta, mi maldita curiosidad momentánea provocó lo que hasta el día de hoy me causa recurrentes pesadillas. La contestación que recibí por parte del sujeto, me dejó tan atónito, que fui incapaz de responder al momento:

“Te conocemos Joel. Sabemos en donde vives, en donde trabajas, tus hábitos, tu historial médico y antecedentes penales. Sabemos de tus adicciones pasadas, los problemas legales que has tenido por el consumo de drogas, la asombrosa capacidad de tu cuerpo para asimilar las sustancias y no mermarse con el tiempo. Te hemos estado observando; conocemos tu inquietud por intentar algo nuevo, la urgencia que tienes por experimentar sensaciones desconocidas, intensas. Tú eres el individuo que necesitamos, tú puedes ayudarnos a dar un paso significativo en la ciencia. Acepta el trato Joel, no te arrepentirás”… Quedé pasmado por unos instantes y cuando reaccioné, no sabía qué escribir. De alguna manera, quien estaba detrás de la pantalla conocía detalles de mi vida que no había revelado ni a mis amigos más cercanos. Estaba metido en un problema serio, muy serio. Lo único que se me ocurrió fue preguntar quiénes eran. “Nosotros no importamos. Lo trascendental es tu respuesta. En treinta minutos tocarán a tu puerta unas personas y te preguntarán si aceptas o no. Si respondes afirmativamente, te llevarán en una camioneta hasta un apartamento y te darán instrucciones”. Al instante, inquirí con un poco de temor: “¿…y si declino la invitación?”. “No volveremos a contactarte, a menos que sea necesario. Pero deberás tener mucho cuidado con lo que hagas de ahora en adelante, cualquier acción estúpida acarreará una consecuencia. No te arriesgues de esa manera, te conviene aceptar la oferta”.

Envié otro mensaje instantáneo, pero la cuenta aparecía como “desconectada”. Nunca recibí otro mensaje. Me senté en un sillón, con mi cabeza reclinada sobre mis manos. Analicé la situación sin encontrar solución; pensé en llamar a la policía y denunciar el acto, pero lo descarté. Era posible que aquellos sujetos tomaran medidas contra mi intento. Tenía miedo de llamar a alguien para contarle los sucesos, no quería que nadie más estuviera involucrado en el asunto ni mucho menos que, por mi culpa, sufriera algún daño. Todo esto rondaba mis pensamientos hasta que un golpeteo en la puerta principal me interrumpió. Fui a la ventana e intenté ver quiénes llamaban a la puerta: había una camioneta negra con vidrios polarizados estacionada frente al jardín, pero ningún pasajero a bordo. Volteé a la derecha y vi a dos hombres vestidos de negro aguardando a que abriera. Con temor, fui hasta la puerta y la abrí lentamente. Efectivamente, había dos sujetos altos y corpulentos, pero además una mujer de mediana estatura entre ellos. Todos llevaban gafas oscuras y vestidura negra. Pregunté con voz entrecortada qué era lo que deseaban, a lo cual la mujer repuso, simplemente: “Sí o no”. Quedé por un instante en shock, no entendía por qué no me llevaban a la fuerza en lugar de preguntarme si deseaba formar parte de aquello. Entonces supe que, para que el asunto funcionara, debía ser por voluntad propia; sin embargo, lo último que deseaba era volver a pasar por todo ese infierno, mucho menos uno con mayor duración, por lo que respondí con firmeza: “No”. Al momento, la mujer y el hombre a su derecha dieron media vuelta y, sin decir palabra, regresaron a la camioneta. El otro individuo me sostuvo con firmeza del cuello, casi asfixiándome y me susurró al oído: “Jamás tuviste una conversación en la que te ofrecieron la prueba, ni tampoco la conoces. Tú no sabes nada de nosotros, ni siquiera existimos. Cualquier acción que pretendas en contra de nosotros es inútil, cualquier intención por informar o probar tu historia será frustrada y traerá una consecuencia. Sabemos todo de ti y podemos hacer lo que nos plazca. Además, existen algunas sustancias que, para funcionar en el sistema de una persona, no se requiere de su voluntad… Quedas advertido”. Me soltó y siguió el mismo camino que sus compañeros. Estaba de rodillas en la puerta, recuperándome de aquel casi estrangulamiento, mientras veía desaparecer a la camioneta en los límites de la calle.

Desde entonces, he pasado días y noches sin una pizca de tranquilidad; casi no duermo debido a las pesadillas que atacan a mi subconsciente a cada momento. He perdido el apetito, me he aislado completamente del mundo por temor a que esos bastardos lastimen a quienes conozco. Los medicamentos son infructuosos; el daño ocasionado a mi mente es incurable e irreversible. Algo se quebró ahí adentro, algo que ninguna terapia, ningún remedio ni médico podrá arreglar. Ir a la policía sería igual de vano que ir con un psiquiatra. He perdido mi salud, mi trabajo, mis amigos, mi vida… he perdido todo por un maldito lapso de cinco minutos, por una decisión mal tomada. Cuando revisé la papelera de reciclaje, encontré el archivo MP3 intacto —la nota, por el otro lado, había desaparecido, como si alguien hubiera hackeado mi laptop—. Supongo que lo dejaron para que recordara mi desgracia, para que supiera que ya no había lugar en el mundo para mí si no era con ellos.

Me observan a cada momento, saben a dónde voy y lo que hago. Incluso siento que, en cierta manera, controlan mis acciones. Aun escondido aquí, saben que estoy escribiendo esto, pero, ¿por qué lo permiten, si es un hecho que voy a hacer todo lo posible para que esto salga a la luz?… Quizá, al estar internet lleno de historias extraordinarias y sobrenaturales, piensan que ésta pasará a ser otra narración falsa, una leyenda sin bases para comprobar su veracidad, una historia más. O tal vez ellos buscan que la historia se difunda, que recorra cada sitio en internet y se popularice, así podrán conseguir personas que estén dispuestas a entregar su cerebro para quien sabe qué fines. Oh Dios, ¿qué he hecho? Cuando lean mi experiencia, la gente creerá que lo que experimenté fue algo divertido, cuando en realidad fue todo lo contrario. ¡Ellos lo saben! Saben que, sobre todo los jóvenes, se sentirán atraídos por las sensaciones que describí, saben que no podrán resistirse a probar algo que les causará efectos mucho más intensos que las drogas convencionales. ¡Ellos tenían planeado que yo escribiera esto! Ya no me queda suficiente tiempo para corregir el daño, lo único que puedo hacer es advertirles: NUNCA descarguen de internet CeasetoExist.mp3, ni en ningún otro formato, aunque creo que será algo difícil encontrarlo. NUNCA prueben dosis de dudosa procedencia, pero más que nada, JAMAS acept

(El texto de bloc de notas termina aquí).

NOTA: el anterior texto me fue facilitado por una persona allegada a mí, cuya identidad no puedo revelar por cuestiones de seguridad. Este individuo asevera ser pariente del protagonista de la historia, quien vive en Estados Unidos y le mandó por correo electrónico su experiencia (originalmente escrita en inglés) junto con un archivo de audio que aparentemente, es la pieza que se menciona en la historia. Yo no traduje la historia, ya que quien me la envió se había encargado de hacerlo, sino que corregí algunas cuestiones ortográficas, gramaticales, de sintaxis y modifiqué algunas palabras para hacer más apacible la lectura.

No poseo el texto original ni la pieza de audio, no sé si es un Hoax (aunque lo dudo, puesto a que conozco personalmente a este sujeto) y desconozco si el audio original se encuentra en algún sitio. Tampoco he podido contactar a quien me pasó el texto, así que no sé si la historia (en inglés) fue compartida en otros sitios ni tampoco si el archivo de audio esté disponible para descargar en algún servidor.

jueves, 23 de octubre de 2014

La solución a los olvidos

Es de humanos perder cosas, hasta incluso momentos ,esto está íntimamente relacionado. Si olvidas el momento en el cuál guardaste algo, no recuerdas dónde lo has puesto . Esto de olvidar en su mayoría de veces se debe a lo distraído que te encontrabas en aquel momento ,volviendo ese instante más propenso a ser olvidado.

Pero explicando la razón de mi olvido, no encontraré lo que busco. A mí me suele pasar, la mayoría de veces desisto y doy por vencida mi búsqueda.

Sin embargo, últimamente he notado algo curioso.

Citaré la última vez que fue dónde este suceso, por así llamarle, se volvió más evidente:

Tenía que justificar mi tardanza en el colegio, pues aquella vez había acudido al hospital para unos exámenes de rutina los cuales se realizan en las mañanas, hora en la que debo estar en el colegio. Terminaba el bimestre y seguía sin encontrar el papel donde el médico explicaba la razón de mi tardanza, mejor dicho era una constancia de haber estado allí. Pero, como ya lo mencioné no lo encontraba. Cierto día, decidí buscarlo por enésima vez pero igual que las veces anteriores, ni rastro.

Mi mamá había salido, y la noche desplazó el ardiente sol que me derretía por las tardes, fue muy repentino. Toda la casa se hallaba oscura, solo mi cuarto estaba alumbrado y el mundo parecía paralizado. Un gran silencio se creó en el cuál pude obligarme a rememorar el momento en el cual guarde ese papel. Arrodillada en el piso observando la oscuridad del exterior de mi cuarto, dije por manía propia:

– Por favor, dime ¿dónde está?¿dónde se encuentra?****************, tú lo sabes **************** bueno tú también lo sabes , tú ves lo que yo veo,**********************, tú sabes lo que yo no sé,********************* me ayudes.

De pronto no sé si habrá sido una mala pasada de mi mente, o un engaño de mis sentidos, o simplemente mi desesperación. Pero vi una sombra pasar corriendo por la tenue luz que llegaba al pasadizo. Inmediatamente, no sé si llamarle reacción, mi cabeza giró al librero, mirando fugazmente mi libro de teclado y regresando la mirada al estímulo de tal reacción pero ya no había nada de que extrañarse. Cualquiera suele seguir a la sombra, pero inexplicablemente saqué mi libro de teclado y sin pensarlo dos veces lo abrí y allí se encontraba.

Sabía que era inútil perseguir una sombra, después de tal tiempo pasado, pero igual seguí su recorrido y como lo esperas no encontré nada inusual.

No sé si fue mi imaginación pero recordando, noto que no ha sido la primera vez. Capaz te pueda servir a ti , no es necesario estar a oscuras, ni solo, sólo usa tu voz interior. Alguien te contestará o algo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Canal de YouTube

Creamos un nuevo canal en Youtube se llama igual que todas las paginas o casi todas "Mitos,leyendas y creepypastas",el canal sera narrado con el programa "loquendo" ya que el administrador no es muy hábil narrando xD, los vídeos serán subidos en algunos semanas mas pueden enviarme sus creepypastas en la pagina de facebook 
¡ACÁ LOS LINKS!

domingo, 12 de octubre de 2014

Descargar Dream Fallen

Un juego que hace unos meses estaba muy de moda en YouTube youtubers como Xodaaa o JuegaGerman jugaron en su momento y un juego bastante bueno el link de descarga funciona aunque no es mio , lo subio un usuario llamado WingGamesDroid que su canal estara abajo
Descargue aqui
Video
Canal del tutorial

Imaginación activa

Cuando yo era un niño, tenía una imaginación muy activa. Me gustaría crear escenarios en mi cabeza, pensar en personajes en el acto, y hacer una historia para mi hermana más joven antes de que se quedara dormida … Sólo presumía que tenía talento para ello. Mis padres sonrieron cuando empecé con mi talento para las piezas creativas de trabajo que me traje a casa desde la escuela. Pinturas, cuentos, canciones presentadas en un disco compacto … y mi madre se mantenía cerca de mí y susurraba en mi oído;

“Has recibido un excelente regalo, Terry.” Y cargué con ese regalo por toda mi vida.

En la escuela primaria yo realmente no tenía muchos amigos, así que me los inventé. En el mismo lugar. Yo tenía uno nuevo todos los días. Entonces yo esbozo de ellos en uno de mis libros. Los niños se reían de mí, pero no me importaba. Yo tenía mi mente, y era mi amigo. Me senté solo, y hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les Caminamos pasado. Me sentaba solo, a hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les pasaba por su lado.

“¿Cómo está tu imaginación?”

“Bueno…” yo respondía “Frank ha jugado conmigo hoy”

“Eso está bien cariño, ahora ve a clases”

Eso es todo lo que, básicamente, recuerdo de aquellos días, aparte de mis aventuras con mi mente. Pero en la escuela secundaria, conocí a una chica. Yo nunca había hecho ningún … amigo real antes, así que era muy tímido. Me acerqué a ella y empecé a hablar.

“Hola, soy Terry.” Le sonreí, haciendo caso omiso de burlas y risas de mis amigos imaginarios detrás de mí. Realmente nunca salía de mi imaginación.

“Bueno, yo soy Janet,” dijo en un tono dulce. “¿Quieres ser mi amigo?”

A partir de ese momento, me pasé la mayor parte de mis días con Janet. Mis amigos imaginarios pronto se fueron, desaparecieron y se perdieron de mi memoria. Pero yo tenía un amigo. No era un amigo falso, era uno de verdad. Un amigo que en realidad podría hablar, con el que realmente podría jugar.

Salimos durante unos años, después de los exámenes de curso de la preparatoria Leaver. Teníamos el mismo trabajo, vivíamos el uno con el otro, tuvimos todo el tiempo que necesitamos uno con otro. Luego, cuando tenía veintiún años, le propuse matrimonio. Como yo esperaba, ella dijo que sí. Durante los próximos seis meses planeamos nuestra boda, y unos días antes de la boda, Janet me habló.

“Después de que nos casamos, ¿podemos ir a alguna parte?” Preguntó ella.

“Sí,” dije alegremente: “Siempre he querido ir a Francia. ¿Quieres ir allí? ”

“Francia es” Ella respondió alegremente. Me abrazaba con fuerza… Pero entonces, las paredes de la habitación que nos  rodeaban, empezaron a volverse blanco. Un tono blanco. ¡Como ningún blanco jamás había visto!

Los muebles comenzaron a disolverse de la nada, las luces desaparecieron, Janet y yo corrimos a la puerta. Como puse mi mano en el mango de la puerta… Eché un vistazo hacia atrás. La habitación estaba vacía, sólo Janet y yo estábamos dentro. Las paredes estaban forradas con almohadas y había una cama en la esquina. Miré a Janet, ella me miró. Entonces ella comenzó a desaparecer, suavemente al principio, pero empezó a ir más rápido y más rápido. Traté de llegar a ella, pero mis brazos se quedaron atrapados en el interior de una chaqueta completamente blanca, al igual que la habitación a mi al rededor. Tiré y tiré, pero no sirvió de nada. La vi desaparecer… Mi amor, mi vida, mi única amiga. Se fue. Dejándome en este cuarto vacío, una prisión. Un … un asilo.

¿Qué puedo decir? Tengo una imaginación muy activa.

Sólo quería salir...

No recuerdo la hora, pasaban de las 3am y un golpe fuerte me despertó, giré a ver y se había roto mi ventana.
piedra
Estaba asustado y por alguna razón,muy desesperado, lo único que sé es que sólo quería salir de mi habitación, y correr. Me levanté con mucho esfuerzo, mi cuerpo pesaba, me costaba respirar.. 

Sentí una presencia extraña detrás de mí, la necesidad de voltearme a ver me invadió junto con la agonía y el pánico que me estremeció al ver mi cuerpo inmóvil en la cama, me paralicé y no pude reaccionar hasta que una carcajada retumbó en toda la casa, sabía que tenía que huir de ahí. 

Esa risa escalofriante me perseguía por todos lados, su eco era ensordecedor.. 

Una extraña luz que provenía de afuera llamó mi atención, tenían un leve parecido a la luces de un automóvil de la policía, sentí alivio y seguridad.. Hasta que abrí la puerta.. 

Las luces cegaron mi vista por un momento, cuando logré ver bien, había una criatura enorme y tan peluda que poco se veía su rostro, sólo sus ojos.. 

Dos hoyos negros que parecían no tener fin con unas pupilas del tamaño de pelotas de béisbol, abarcaban gran parte de su cara y su mirada fría y del infierno me observaba, sus garras largas estaban destrozando al oficial de policía que estaba dentro de el auto, habían viceras por todos lados, escurría sangre de la boca llena de afilados colmillos que formaban una macabra sonrisa que se dirigía hacia mi. 

Quise dar la vuelta para entrar a la casa y huir por la puerta trasera pero una escalofriante cabeza sin ojos riéndose con una voz que parecía provenir del mismísimo infierno se abalanzó sobre mi y me hizo caer, la empujé con todas mis fuerzas, me levanté y corrí lo más rápido que pude. 

Al voltearme a ver detrás de mí, noté que sólo esa repulsiva cabeza me perseguía, no sabía que hacer ni a donde iría, y de golpe recordé que sólo era un espíritu, que mi cuerpo aún estaba en la casa y que la bestia iría por el para devorarlo, decidí regresar e intentar hacerme reaccionar, rodeé la casa con ese ente aún persiguiéndome y logré llegar al costado de la casa que daba a mi habitación, arrojé una gran roca que destrozó la ventana.. 

No recuerdo bien la hora, pasaban de las 3am y un golpe fuerte que quebró mi ventana me despertó. Estaba asustado y, por alguna razón,muy desesperado, lo único que sé es que sólo quería salir de mí habitación, y correr.

El señor Antero

Cuando era niño, me aterraba la oscuridad. Aún hoy me provoca escalofríos, pero cuando tenía seis años, no había una sola noche en que no llamara a mis padres llorando, sólo para buscar al monstruo que se ocultaba bajo la cama o dentro del clóset, esperando la ocasión para devorarme.

Incluso con una lámpara de noche, veía formas oscuras moviéndose por las esquinas de la habitación o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo posible para consolarme, diciéndome que eran sólo pesadillas o efectos raros que producía la luz, pero mi mente infantil creía que en el momento en que me quedara dormido, las cosas malvadas me atraparían.

La mayor parte del tiempo, simplemente me escondía bajo las cobijas y esperaba que el cansancio me venciera. Pero indudablemente perdía el control y corría gritando al cuarto de mis padres, despertando a mis hermanos en el proceso. Después de un episodio de esos, no había manera de que alguien pudiera volver a dormir en toda la noche.

Finalmente, después de una noche particularmente traumatizante, mis padres decidieron que ya habían tenido demasiado. Desafortunadamente para ellos, era inútil discutir con un niño de seis años y terminaron por entender que no podrían ayudarme a superar mis temores infantiles a través de la razón y la lógica. Por eso tuvieron que manejarlo con astucia.

Mi madre tuvo la idea de confeccionarme un compañero para la hora de dormir.

Ella recolectó todo tipo de retazos de tela y con ayuda de su máquina de coser, creó lo que después llamaríamos "Señor Antero". Antero era un monstruo de calcetines, según mi madre, y estaba hecho para mantenerme a salvo mientras dormía, asustando a los otros monstruos.

Honestamente, aún hoy me sigue impresionando el hecho de que mi madre pudiera idear algo tan extraño y darle una apariencia tan inquietante. Antero tenía el aspecto de la mezcla entre un gremlin y Frankenstein, con grandes ojos de botón y orejas de gato caídas. Sus bracitos y piernitas estaban hechos de un par de calcetines con franjas blancas y negras que pertenecieron a mi hermana, y la mitad verde de su cara era en realidad una calceta de soccer de mi hermano. Su cabeza podría describirse como bulbosa, y para hacer su boca, mi madre había cosido un pedazo de tela blanca y sobre él había dibujado un patrón en zigzag, formando una amplia sonrisa con colmillos afilados. Lo amé en cuanto lo vi.

Desde entonces, el señor Antero nunca se apartó de mi lado; después del atardecer, por supuesto, ya que a el no le gustaba el sol y se hubiera molestado de haber tratado de llevarlo conmigo a la escuela. Pero eso estaba bien, pues sólo lo necesitaba en la noche para alejar al coco. Así que cada noche, al llegar la hora de dormir, Antero me decía dónde se escondían los monstruos y así podía colocarlo en la sección de mi cuarto más cercana a los espantos.

Si había algo en el clóset, el señor Antero bloqueaba la puerta; si había una criatura arañando la ventana, el estaría recargado en el cristal; si había una gran bestia peluda bajo la cama, entonces iba a dar bajo la cama. A veces los monstruos ni siquiera estaban en mi habitación, se escondían en mis sueños y Antero tenía que acompañarme en mis pesadillas.

Era divertido llevar a Antero a mis sueños porque así podía pasar horas combatiendo espíritus y demonios. La mejor parte era que, en mis sueños, el podía hablarme de verdad.

Él me preguntaba — ¿Cuánto me quieres? – y yo siempre le respondía –Más que a nada en el mundo.

Una noche en un sueño, después de perder mi primer diente, me pidió un favor.

— ¿Puedes darme tu diente?
— ¿Por qué?
— Para ayudarme a matar las cosas malas

A la mañana siguiente, durante el desayuno, mi madre preguntó a dónde se había ido mi diente. Según me dijo, el ratón de los dientes no pudo encontrarlo bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo había dado al señor Antero, ella sólo se encogió de hombros y regresó a la cocina para darle de comer a mi hermanita. Desde entonces, cada vez que perdía un diente, se lo daba a Antero. Él siempre me lo agradecía, por supuesto, y me decía cuánto me quería.

Como era de esperarse, me quedé sin dientes de leche y me volví demasiado viejo para seguir jugando con muñecos. Así que el señor Antero sólo se sentó en mi librero y fue acumulando polvo a medida que se desvanecía mi interés por él.

Sin embargo, con el tiempo, las pesadillas se volvieron peores que nunca. Eran tan terribles que comenzaban a seguirme al mundo real, volviendo terrorífica cada esquina oscura y cada ruido en los arbustos. Después de una noche particularmente mala, regresé en bicicleta de la casa de un amigo, mientras juraba que me perseguía una jauría de perros rabiosos, sólo para encontrar algo extraño esperándome en mi habitación. Allí, parado sobre mi cama, iluminado por la luz de la luna, estaba Antero. Al principio, pensé que mis ojos me estaban engañando, como lo habían estado haciendo toda la noche, así que traté de encender la luz. Activé el interruptor una y otra vez, pero la oscuridad seguía allí. Fue entonces cuando comencé a ponerme nervioso.

—Dejaste de alimentarme, así que ¿por qué debería protegerte?
— ¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.

En un parpadeo, todo había cambiado. Ya no estaba en mi habitación, estaba en algún otro lugar. No era el infierno, pero la comparación no estaba tan alejada. Era algún tipo de bosque, un lugar horrible y pesadillesco donde partes de fetos abortados colgaban de los árboles y el suelo estaba plagado de insectos carnívoros. Una ráfaga de densa niebla llenó el lugar y con ella, un olor a carne podrida, al tiempo que luces de bengala iluminaban el cielo nocturno. A la distancia, podía escuchar los gritos agonizantes de algo que no era exactamente humano. Mi cabeza palpitaba como si fuera a explotar y el dolor me hizo derramar un río de lágrimas. En mi mente, escuchaba de nuevo su voz.

—Esto es en lo que tu realidad se convertiría sin mí.
—Sentí cómo la tierra se sacudía y escuché pisadas aproximarse rápidamente.
—Soy el único que puede detenerlo.

Ahora estaba detrás de mí, sentí un gigantesco y enojado aliento que me quemó la espalda.

—Dime qué tengo que hacer y lo haré.

Desperté antes de poder darme vuelta.

Al siguiente día, registré el clóset de mis padres, encontré los dientes de leche de mi hermano y se los entregué a el señor Antero. Casi de inmediato los terrores cesaron y pude seguir, más o menos, con mi vida normal. De vez en cuando, tuve que entrar a escondidas en la habitación de mi hermanita y robar lo que debía ser para el ratón de los dientes, otras veces tuve que estrangular alguno de los gatos de mis vecinos y extraer sus puntiagudos incisivos.

Hacía cualquier cosa por mantener alejadas a las visiones, robaba desde un collar de diente de tiburón hasta un premolar cariado. También comencé a notar que Antero se movía por toda mi habitación cada vez que lo dejaba solo, cambiando mis cosas de lugar y poniendo cortinas extra. Cada vez parecía más vivo, sus dientes relucían y su tacto era cálido. Por mucho que me atemorizara, no tuve el coraje para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde me enviaría eso. Así que seguí recolectando dientes para el señor Antero durante toda mi etapa de bachillerato y universidad. Aprendí a temer a más cosas a media que me hacía mayor, y por consiguiente, tenía que darle más dientes a Antero para que me protegiera.

Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio departamento y una dentadura postiza. Ha pasado casi un mes desde la última vez que el señor Antero comió y los horrores están empezando a rodearme de nuevo. Tomé una desviación al salir del trabajo y encontré a un hombre teniendo problemas con las llaves de su auto. Sus dientes estaban amarillos por toda una vida de cigarrillos y café, pero aún así, tuve que usar un martillo para sacarle las muelas.

Cuando regresé a mi departamento, él me estaba esperando en la esquina del techo, con sus ojos blancos y su boca llena de cuchillas.

— ¿Cuánto me quieres? —me pregunta
—Más que a nada en el mundo— respondo, mientras me quito el abrigo.
—Más que a nada en el mundo.


Serie de creepypastas #3: El Señor Antero

sábado, 11 de octubre de 2014

La niña perversa

Esta tarde empujé a Arturo a la fuente. Cayó en ella y se puso a hacer gluglú con la boca, pero también gritaba y fue oído. Papá y mamá llegaron corriendo. Mamá lloraba porque creía que Arturo se había ahogado. Pero no era así. Ha venido el doctor. Arturo está ahora muy bien. Ha pedido pastel de mermelada y mamá se lo ha dado. Sin embargo, eran las siete, casi hora de acostarse. Cuando pidió pastel, y a pesar de eso mamá se lo dio. Arturo estaba muy contento y orgulloso. Todo el mundo le hacía preguntas. Mamá le preguntó cómo había podido caerse, si se había resbalado, y Arturo ha dicho que sí, que se tropezó. Es gentil que haya dicho eso, pero yo sigo detestándolo y volveré a hacerlo en la primera ocasión
Por lo demás. si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá le horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar con mamá diciendo: “Elena me ha hecho esto”, mamá le dio una terrible palmada y le ha dicho: “¡No vuelvas a hacer una cosa así!” Y cuando llegó papá, ella se lo ha contado y papá también se puso furioso. Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió, y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada: se lo he pedido a mamá yo también, tres veces, pero ella ha puesto cara de no oírme. "¿Sospecharía que yo fui la que empujó a Arturo?"

Antes, yo era buena con Arturo, porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes, papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable. Sin parar está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes solo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esta vez no era culpa suya.

Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, han dejado de repente de interesarse en mí. Parece que ya no soy su niñíta. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear, voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que quiera. Les da igual.

Sólo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me ha dicho que era porque mamá no quiere oír hablar de mí. Le dije que no era verdad. Él me dijo que sí, que había oído a mamá decirle eso a papá y que le ha dicho: “No quiero oír hablar nunca de ella.” Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la palmada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.

Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rió y me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.

Ahora duerme y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.

Con esto, se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca en la que me obligan a dormir desde hace un mes.
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