Permítanme comenzar diciendo que ésta es una historia real de mi infancia, y si visitan la gran biblioteca en el centro de la ciudad de Nottingham, y echan un vistazo a los registros de periódicos, encontrarán información acerca de los eventos que aquí se detallan.
Esta historia tuvo lugar hace unos 15 o 16 años. Sólo tenía siete años de edad en ese entonces, y mi primo Dale nueve. Él se había quedado conmigo mientras su madre estaba de viaje asistiendo a un familiar enfermo. Como era hijo único yo no tenía muchos juguetes, y mi Sega Genesis estaba averiado, así que no teníamos mucho que hacer que fuera entretenido.
Nuestra rutina consistía en ver dibujos animados en nuestra televisión por cable, seguido de Dale contándome historias de terror cuando se hacía de noche. Mi madre, queriendo que hiciéramos algo más activo, decidió comprar un par de walkie-talkies para que jugáramos con ellos. Nos lo pasamos muy bien jugando a ocultarnos en el bosque mientras que uno trataba de encontrar al otro mediante el walkie-talkie. Como estábamos pequeños, sin embargo, no nos daban permiso de estar fuera hasta muy tarde, así que teníamos que regresar a las 6 p.m. Al llegar cenábamos y guardábamos los juguetes, excepto por los walkie-talkies.
Dale dormía en la habitación para huéspedes y yo tenía mi propia habitación, por lo que la idea era hablar por los walkie-talkies hasta quedarnos dormidos. Fue entonces cuando lo escuchamos, alrededor de las once de la noche. Habíamos estado contándonos historias de terror por horas. De repente, mientras Dale me contaba la historia de un monstruo que supuestamente rondaba el mismo bosque en el que habíamos estado jugando, su voz se cortó, y fue sustituida por el sonido de estática que los walkie-talkies usualmente producen cuando la persona que está transmitiendo suelta el botón que se utiliza para hablar. Esperé unos segundos a que Dale reanudara su historia, cuando oí un débil murmullo procedente del pequeño altavoz. «Qué raro», pensé. El altavoz seguía emitiendo estática, pero definitivamente podía escuchar algún tipo de movimiento y una voz.
Luego se pudo oír un llanto entre la estática. Esto era muy escalofriante para mí, así que me bajé de la cama y corrí al cuarto de Dale. Él estaba sentado en la cama, escuchando a su walkie-talkie también. El llanto se hizo más fuerte. «¿Qué es eso?», me preguntó Dale. «Pensé que me estabas jugando una broma». Cuando le dije que no era así, su rostro se puso pálido. Apagó el suyo. El sonido aún era emitido por el walkie-talkie que sostenía en mi mano, por lo que era imposible que mi walkie-talkie estuviera recibiendo el sonido del suyo. «Esto da miedo», dijo Dale. El llanto y los murmullos entre la estática parecieron escucharse más claramente. Apagué el mío también y regresé a mi habitación.
Ideas de todo tipo se me cruzaron por la cabeza. ¿Tal vez estábamos recibiendo sonidos del más allá? ¿Tal vez mi walkie-talkie simplemente se había averiado y produjo sonidos extraños que parecían llantos y murmullos? Traté de no pensar en ello y me fui a dormir.
Fui despertado al día siguiente por un estallido que parecía provenir de la planta baja. Bajé rápido por las escaleras, encontrándome con mi madre y Dale mirando por la ventana de la sala a la casa de la vecina. Una gran camioneta de policía estaba estacionada afuera y nuestra vecina, Jessie, era escoltada por varios oficiales. Iba gritando insultos e incluso trató de escapar en un momento, antes de ser esposada e introducida en la parte trasera de la camioneta. Estábamos impactados por lo que habíamos visto, y en general confundidos. Jessie era nuestra nueva vecina, quien recientemente se había mudado a la casa de a la par con su bebé, luego de que nuestro antiguo vecino muriera por la edad. Había sido muy reservada, y hasta donde sabíamos era muy tranquila, no parecía ser el tipo de persona que sería arrestada por algún motivo.
No fue hasta el día siguiente cuando leímos el periódico que nos enteramos de lo que había pasado. Jessie había asesinado a su bebé luego de que supuestamente fuera víctima de las horribles apariciones de un anciano que la había estado atormentado por semanas, y finalmente había perdido la razón. Sin embargo, ésta no fue la parte inquietante. La parte inquietante fue el hecho de que el monitor de bebés que se encontraba en la sala donde ocurrió el asesinato estuvo encendido.
Mi primo y yo lo escuchamos todo.