domingo, 8 de junio de 2014

Pendiente de olvidar

Fueron raros sucesos, sucesos que mi mente no ha podido procesar, aunque, sólo quiero olvidar…
Mi nombre es Diego, estoy por entrar al segundo semestre de preparatoria. Les contaré mi situación, con la ayuda de un diario que encontré. Intenten comprender, intenten explicarlo.
Estábamos un amigo y yo, recién pasamos a preparatoria y apenas eran vacaciones de verano (antes de clases). Nos entusiasmaba la idea de entrar a una escuela con gente y profesores nuevos, todo era diferente para nosotros. Todo estuvo bien, en vacaciones nos veíamos, salíamos, jugábamos videojuegos y tocábamos música, ya que él tenía una batería y yo unas guitarras y un bajo, los cuales nos turnábamos para tocar. Fueron de esos días en los cuales no ves el tiempo pasar, sólo te diviertes… a quién no le gusta divertirse así de bien.
El tiempo se acabó, y con su fin, llegó el tiempo de estudiar. Las clases comenzaron más rápido de lo esperado, no nos dimos cuenta, pero nuestro entusiasmo hizo que no nos importara. La noche anterior al primer día de clases nos quedamos en su casa para conversar sobre lo que nos esperaba. La plática empezó conmigo.
—Oye, Alan, ¿qué crees que vaya a pasar?
—¿De qué hablas?
—Pues, entramos a esto, que es como un nivel superior en nuestra vida, creo que tienes algo en mente de lo que nos espera.
—Pues claro que tengo algo en mente.
—Dime qué es.
—No, olvídalo…
—Anda, dime.
—Es que… no quiero hablar de eso.
—¿Por qué no? Habías estado muy emocionado.
—Si, lo sé…
—Entonces, ¿qué ha cambiado?
—Fue…. fue este sueño que tuve ayer.
—¿Qué fue?
—Pues…. no te burles. Verás, yo estaba en un lugar extraño, lleno de gente, apenas se podía caminar. Después me di cuenta de que era… era una iglesia, y todos vestían formal. No conocía a nadie. De ponto, se acerca una persona, no se acerca mucho, sólo lo suficiente para hacerme saber que me estaba viendo, inmóvil, en ese sitio. El sujeto comenzó a reír, era como una risa sarcástica, y yo no entendía por qué. Me aterró demasiado ver y escuchar a esa persona, sentí todo el cuerpo entumecido, fue un terror, como si no fuese un sueño. Luego, se fue alejando, y junto con él la multitud, dejándome completamente solo…
—¿Quién era él?
—No tengo idea, sólo veía su silueta negra y unos ojos blancos mirándome.
—Y… ¿eso cambió tu forma de pensar sobre lo que nos espera?
—Es que no entiendes, no creo que sean buenas señales, eso me inquieta.
—Por favor, no creas en todo lo que ves en los sueños… o en lo que crees que significan.
—Está bien.
—Bueno, vayamos a dormir. Tenemos que levantarnos temprano en la mañana si queremos llegar a tiempo a nuestro primer día de clases.
Al día siguiente, había llegado la hora de ir a clases, pero Alan decía que se sentía mal, por lo que faltaría a las primeras horas. Pensé que quizás fue por lo de su sueño, pero no quise decirle nada y me fui a la escuela.
Cuando por fin llegó a clases, no se veía mejor, un tanto más serio de lo común, no se arregló bien… Me dio la impresión de que sólo iba por compromiso, ya había perdido el entusiasmo del todo, así que me le acerqué y pregunté:
—Oye, ¿estás bien? —Era obvio que no lo estaba.
—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —contestó Alan, con un tono ligeramente nervioso.
—Te ves mal, no parece que estés bien.
—Es sólo que no quiero estar aquí, hay mucha gente.
—Lo sé, es una escuela… Mira, terminando las clases te acompaño a casa, búscame en la salida, ¿de acuerdo?
—Claro, no hay problema. —Sólo que para la salida, no lo vi por ningún lado, nunca me buscó.
Al terminar unos pendientes que tuve, fui a su casa para ver qué le pasaba. Al llegar, pregunté por él, me dijeron que había salido justo después de llegar a la escuela. Supuse en dónde estaría.
Alan y yo teníamos un lugar para relajarnos, platicar un rato, perdernos del mundo. Era una bodega, que tenía tiempo sin uso y estaba algo alejada, en un lugar donde no hay mucho movimiento, sólo algunas otras bodegas alrededor. No usábamos la bodega completa, sólo un espacio, como una oficina, muy espaciosa en la cual habíamos metido unos sillones y un par de escritorios para guardar unos cuantos juegos de mesa y cuadernos de dibujo; estos últimos eran míos, me gusta mucho dibujar. Sobre uno de los escritorios había una televisión vieja, la cual conectábamos a un generador y a veces jugábamos videojuegos en ella, y en las paredes había algunos pósters de bandas musicales pegados, eran dos de Nirvana, uno de Misfits, otro de los Ramones y uno de los Beatles, que era el preferido de Alan.
Como lo imaginé, él estaba sentado en uno de los sillones que teníamos en el lugar. Estaba sentado y parecía que dormía como de costumbre cuando descansamos en ese lugar. Me acerqué a él, pero por un momento, algo me detuvo, un aire denso y la sensación de que alguien más estaba en la habitación; volteé para todos lados y no había nadie. Fue raro para mí, sentí miedo y lo sigo sintiendo al recordar esa sensación. De pronto Alan dio un salto del sillón y gritó muy asustado.
—Alan, calma, soy yo.
—Ya veo… lo siento.
—No, yo lo siento, al parecer te di un buen susto.
—Claro, pero no fue tu intención…
—Oye, no me buscaste al salir de clases, ¿qué pasó?
—Pues, me sentía mal, así que me apresuré y fui a mi casa.
—Es aún por los sueños, ¿cierto?
—Es que, no lo entiendes, me inquietó bastante, sobre todo… Oye, mejor vayámonos de aquí.
—¿Qué ocurre?
—Es… es que ya estuve mucho tiempo aquí dormido y quiero caminar.
—Está bien.
Parecía que el miedo era intenso, no podía verlo ni un segundo sin sentir su inquietud. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué. Al día siguiente lo llevé a un parque, en donde se pudo relajar. Platicamos como siempre, él estuvo un tanto menos inquieto, logré distraerlo un poco, pero después de un rato me dijo que tenía cosas que hacer y se fue muy rápido del lugar.
Pasaron los días, tres semanas para ser precisos, hasta que Alan volvió a tener esos sueños. Ahora se veía más asustado y nervioso que antes, así que le dije que iría a su casa a pasar la noche. Al llegar su tono de voz me inquietó un poco, no se escuchaba para nada bien, pareciera que estaba a punto de romper en llanto, mas nunca lo hizo. Temblaba lo suficiente como para darme cuenta y parecía que no había dormido en algunos días.
—Hola, ¿qué tal?
—Vamos Diego, como si no pudieras notar cómo estoy.
—Lo siento, sí te ves mal.
—Eso dijo mi madre, piensa que estoy enfermo, pero yo sé que no.
—Me puedo imaginar, sÍ lo pareces, pero tenemos que cambiar eso.
—Sólo necesito dormir un poco, llevo tres días sin poder dormir, de verdad estoy cansado.
—Eso se nota, quizás deberías ir con alguien que te ayude con eso.
—¿Hablas de un psiquiatra?
—Eso creo… si esos sueños son la causa.
—No, no creo que sea necesario, se me pasará, como antes.
—Pero ahora parece que tienes más miedo que antes.
—Sí, así es, pero no puedo hacer nada, sólo esperar que el miedo desaparezca. Oye, tengo que hacer algo, espera en mi habitación, enseguida voy.
—Está bien, te espero.
Así que fui a su habitación a esperarlo. Entonces, encontré un cuaderno que se asomaba por debajo de su cama; estaba un poco gastado, pero se veía que lo usaba mucho, entonces me puse a leerlo. Me sorprendió bastante, hablaba sobre sus sueños, sobre cómo se sentía, todos eran apuntes escritos por fechas. Al leerlos, debo admitir que me aterraron un poco sus apuntes, y en unas de las primeras páginas hubo unos que especialmente me alteraron un poco:
“Septiembre 3:
No sé quién o qué era, pero al verlo me sentí aterrado, era una presencia que no quisiera volver a ver, me hizo sentir un terror inimaginable. Desde entonces rezo para que no vuelva a aparecer en mis sueños”.
Supe al instante de qué hablaba, era aquella persona que vio en su primer sueño, sobre el cual me contó antes de nuestro primer día de clases. Unas páginas después hablaba de nuevo de esa persona.
“Septiembre 18:
Aún tengo presente la imagen de ese sujeto, no puedo olvidar su risa tan escalofriante, me hace sentir miedo cada vez que lo recuerdo. Me siento solo, vulnerable, está observándome quizás, pero cómo deseo que no sea así… sólo quiero olvidarme de él”.
Y así fueron algunos de sus apuntes, uno escrito cada vez con más miedo que el anterior. Al leer podía sentir cómo era que se sentía. Es como si guardara todas esas sensaciones en cada palabra del cuaderno. Seguí leyendo, hasta que de nuevo me topé con otro de esos en los que este tipo aparecía, pero era reciente, de hace dos días.
“Noviembre 22:
Lo he vuelto a ver, estoy aterrado, es como si me observara retorciéndome del miedo, es como si disfrutara mi sufrimiento, me tortura, lo disfruta cada vez más. Lo escucho reírse de mí, ahora son carcajadas, con esa misma mirada fija, fría. Cada vez está más cerca, lo siento. Siento que está conmigo en las noches, cada vez que me encuentro solo, siento su presencia, me observa de cerca. Se esconde, pero sabe que siento su presencia y que me atemoriza. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué le es tan placentero aterrarme así? No lo sé, y quizás no lo sepa, sólo sé que no quiero que se acerque más, quiero que se vaya”.
En ese momento sentí cómo se entumeció todo mi cuerpo, no me pude mover y sentí a alguien detrás de mí. “¿Será…? No, no puede ser…”, pensaba con un temor tan grande. Pero por más que quisiera mentirme, sabía quién era. Me armé de valor, solté el cuaderno y volteé tan rápido que me dio vueltas todo. Entonces, ¿qué fue lo que vi?
Al momento no supe exactamente lo que pasaba. Fueron tantas sensaciones y sentimientos en un solo momento. Tanto miedo que no lograba mantenerme firme, no pensaba con claridad. ¿Qué fue lo que vi? Detrás de mí sólo había un espejo. Me dije a mí mismo, “¿que, habrá sido sólo el espejo?”, pero ¿cómo iba a ser el espejo? Aunque no había nada, lo sentí. Entonces fue cuando llegó Alan, muy alterado. Volteó a ver el cuaderno y me dijo:
—No lo has leído, ¿verdad?
¿Cómo decirle que no? Eso era lo que había hecho, y por como me vi en el espejo, no creo que denotara lo contrario.
—Sí, lo he leído, perdona si te ha molestado.
—No tenías que haber leído eso, no tenías que…
—Al leerlo comprendí cómo te sientes, eso es…
—¡No entiendes! ¡No tenías que hacerlo!
—Pero, ¿qué pasa?
—Lo siento, Diego, no llegué a tiempo, no debí dejarte solo en mi habitación…
—¿De qué hablas?
—En serio lo siento.
—Por favor, para de pedir perdón y explícame.
—Ha sido él, me ha hecho escribir desde la primera vez.
—Pero para…
—¡Eso es lo que quería! ¡Quería que alguien lo leyera después, todo ha sido por él!
—¡¿Para qué quería que…?!
—¡Detente! No nos merecemos esto, por favor, ¡para! ¡Deja de reír!
—Oye, ¿a quién le hablas?
Entonces lo vi, mientras Alan se retorcía y se tapaba los oídos, lo vi por mí mismo, parado en una esquina de la habitación, con esos ojos blancos que penetran en tu mente, esa silueta oscura oculta en las sombras. Era él, no había duda. Entonces comencé a escuchar su risa escalofriante. Ya sabía por qué sufría tanto, y lo digo sinceramente, no creo que nadie soporte tal cosa, no es lo mismo hasta que lo ves con tus ojos.
Aquel momento fue la media hora más larga de mi vida. No recuerdo el momento en el que me fui de ahí, pero recuerdo haber llegado a mi casa tanta intranquilidad que mi madre se asombró demasiado.
—Por Dios, ¿estás bien? —me preguntó preocupada.
—Sí madre, sólo… sólo estoy cansado.
—Pues, ve a descansar, que te ves muy mal. Pero primero date un baño.
—Está bien, lo haré enseguida…
Estaba tan trastornado por aquellas imágenes en mi mente que no podía pensar en nada más, sólo en el miedo que seguía presente desde aquel momento, aquel ser tan escalofriante.
Al día siguiente, sin haber superado lo ocurrido, me encaminé a la escuela. A la mitad del camino, mi madre me llamó al celular diciéndome que volviera, que tenía que hablarme de algo. Le pregunté qué era y me dijo que era sobre mi amigo, Alan. Al regresar, mi madre me esperaba en la sala, un tanto desconcertada, esperando que llegara.
—¿De qué quieres hablarme?
—Llamaron antes de que te fueras a la escuela.
—¿Quién era?
—La madre de Alan… resulta que… es duro decirlo, pero, Alan falleció.
—¿De qué hablas? Recién lo vi ayer en la tarde.
—Parece que se ha suicidado… Lo encontraron en su cuarto por la mañana.
—Pero… no puede ser verdad, madre, no bromees así conmigo…
—Lo siento, quisiera que no fuese verdad, pero…
—¡No, madre! ¡No puede ser verdad!
—Espera, su madre ha pasado hace unos minutos y te ha dejado esto. Parece que es una carta de Alan, es para ti.
En ese momento tomé la carta y me fui corriendo de la casa. Fui a la casa de Alan, no lo podía creer, no podía ser verdad que mi amigo estuviera muerto. Al llegar a su casa, vi a la policía estacionada afuera; eso tenía que significar que había ocurrido algo grave. Mi madre decía la verdad, al parecer… Alan estaba muerto.
Me traumatizó bastante haber vivido eso, no lo soporté, entonces huí a nuestro lugar, a la bodega que sólo nosotros visitábamos; tenía que alejarme de los demás. Al llegar, sólo vi cosas, recuerdos, que me daban nostalgia. Mi amigo, mi mejor amigo estaba muerto y no podía hacer nada al respecto. Me senté a llorar en uno de los sillones, no lo soportaba, era un dolor inmenso; pero lo recordé, Alan me dejó una carta, tenía que leerla, entonces lo hice.
“Diciembre 7:
Lo siento Diego, esto es tanto sufrimiento, espero que no te haga lo mismo que a mí, es que es tan terrible, no lo soporto, espero que no te enojes conmigo. No me disculpo por lo que haré, sino por lo que te hice esta tarde, te entregué a él. No fue mi intención, él me hizo hacerlo, no sabes cómo es… aún. Me hizo escribir cada sentimiento, sensación, cada visión que tenía, me hizo plasmar todo en esa estúpida libreta, la cual, un día antes, me dijo que tenías que leer. Por eso te dejé en mi habitación a solas, para darte el tiempo de hacerlo, pero un rato antes de que llegaras me había decidido a no mostrártela, entonces la arrojé al suelo, debajo de mi cama. Pero al llegar el momento no pude, no pude contra él. Ten cuidado, se adentra en lo más profundo de la mente y te hace sentir cosas horribles, nunca te lo hubiera deseado, ni a nadie. Se esconde en las sombras, en el ruido, hasta en tu reflejo del espejo y te observa, te causa un miedo insoportable. Me disculpo por eso, me siento tan arrepentido. No podía irme sin explicártelo, ya es muy tarde como para que pueda hacer algo para evitarlo, está hecho, él quería que lo leyeras para así poder entrar en tu mente, te he condenado, ahora sólo huyo de este horror. Te quiero, en serio… perdóname. —Alan”.
Me destrozó leer eso, no fue su intención, y ese sujeto provocó su muerte. Estaba tan enojado, no me podía contener, pero… de pronto tuve esa sensación, estaba conmigo. Era esa entidad que había llegado por mí, ahora yo sería a quien torturaría. Lo vi ahora más cerca, se estaba acercando a mí y me hacía ver visiones aterradoras, y lo escuchaba reírse de mí; era insoportable, tanto miedo y enojo se juntaban en mí, era terrible.
Pasé semanas enteras de miedo constante, me torturaba cada vez que quería, tuve los mismos sueños horrendos que aterrorizaban por las noches a Alan. Comencé a liberar mis miedos dibujando… creo que no fue lo mejor, ya que los dibujos fueron como aquella libreta.
Temo decir que él me ha obligado a escribir esto. Ahora me toca a mí decir “Lo siento”, porque no me pude negar, lo entenderás, ya has leído lo suficiente como para que él entre en tu mente. Ahora te toca a ti, en serio lo siento, yo tampoco le deseaba esto a nadie, pero no tengo opción. No trates de ocultarte, será en vano; está en las sombras, oculto, está en cada ruido que escuchas, se convierte en tu reflejo del espejo, incluso podría estar justo detrás de ti en este momento. Sólo espero que no sea tan terrible lo que te hará, quizá se canse de hacernos sufrir… esperemos que algún día pase.


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