sábado, 21 de septiembre de 2013

El Despertar

Te despiertas de un sueño sin sueños, debido a un fuerte ruido que escuchas en el pasillo. Tus ojos se abren rápidamente y se fijan de manera instantánea en la puerta. ¿Qué fue lo que hizo ese ruido? Respirando fuertemente, y con el miedo que empieza a llenar tu mente, te das cuenta con un escalofrío que pateaste tu cobertor en tu sueño. Rápidamente lo agarras, te lo colocas a tu alrededor y de manera inconsciente lo enredas alrededor tuyo fuertemente mientras te acurrucas, dejando ninguna parte expuesta. Te conviertes en una bola cálida y segura:  dejando solamente un pequeño espacio entre el colchón y tu cobertor para que puedas ver. Las almohadas se convierten en escudos entre tu cabeza y la pared. Momentáneamente te acuerdas de tu niñez, escondiéndote del “Coco” u “Hombre de la bolsa” imaginarios. Pero esto se siente más palpable, más… peligroso.



Escuchas otro golpe. Esta vez, parece más fuerte, más profundo, viniendo desde afuera. Tratando de mantener la calma, piensas en todas las cosas que pudieran ser: Las tuberías en la pared, las cuales han sonado desde hace semanas, con un incremento de frecuencia y urgencia (Nunca habían sonado así de profundo o fuerte). La Persiana en el baño, la cual se este azotando por alguna ventana abierta (A pesar de que revisas las puertas y ventanas todas las noches). Quizá es que tus padres llegaron tarde y borrachos (Aunque se supondría que no regresarían del viaje hasta la otra semana). Tu gato, paseando por la casa en la noche (… Lo dejaste fuera por la tarde). A pesar de todas tus apresuradas suposiciones, empiezas a sentir como el miedo se convierte en pánico y colocas el cobertor más pegado hacia ti, reduciendo tu campo de visión a una pequeñez.

Escuchas otro golpe. El más fuerte hasta ahora, a solo centímetros de tu puerta. Tu cerebro revuelto empieza a conjurar imágenes sacadas de las pesadillas de tu niñez – Psicópatas enmascarados, criaturas sin forma: Criaturas de hueso y tendones, arrastrándose por el piso, abriendo con sus retorcidos miembros la perilla de tu puerta, para después barrenar tu cuerpo con horribles garras a tu indefenso cuerpo.

Entonces escuchas otro más. Tu respiración es difícil y profunda. Bocanadas de aire en tu repentino cuello seco, tus pulmones se cierran, y sientes calambres en tu estómago. Tus ojos están totalmente abiertos y fijos. Tu cobija sigue totalmente pegada a tu alrededor, con solo pulgadas de algodón entre ti y sea lo que sea que esta a punto de entrar.

De repente, en un momento de iluminación, recuerdas cual es la fuente del sonido: El librero viejo, que se esta deshaciendo que esta en el pasillo. Una de las patas debió vencerse, y la inclinación esta tirando los libros uno por uno en el piso. Mientras escuchas con cuidado, escuchas el calmado hojeado de las páginas mientras otro libro cae al suelo. Deberá haber otro azotón y… Si. Desciende una vez más el silencio, y con el una gran calma.

Mientras caes nuevamente en el sueño, miras alrededor de tu cuarto, todavía en tu pequeño refugio, viendo las figuras vagas que se definen mientras tu visión mejora. Tu escritorio, tu silla y televisión emergen de la oscuridad, imponiendo un realidad buena y cuerda desde el vacío de la noche. Entonces, justo antes de que cierres tus ojos, ves algo que hace que sientas un horrible vacio desde lo más profundo de tu estómago.



En el piso, tirado, está tu cobertor.

 Tus gritos son silenciados.


Herobrine

Ya todos conocen este creepypasta , pero lo pongo igual para cualquier persona que las quiera leer .
Recientemente "Spawnee" en un nuevo mundo single player de Minecraft. Todo era normal al principio, así que comencé a talar arboles y a crear items en mi cajita para crear items (Workbench). Me di cuenta que algo se movía en la densa niebla (Tengo un computador muy lento, así que tengo que jugar con una pequeña "Render Distance" (Mientras mas baja esta opción, menos ves a tu alrededor, más niebla). Pensé que era una vaca, así que la perseguí, esperando poder tomar algo de cuero para la armadura.

No era una vaca. Mirándome estaba otro personaje con el skin default, pero sus ojos estaban vacíos. No vi pop-up con su nombre (o sea, el nombre que sale arriba de uno cuando juegas en línea), y doble chequee para asegurarme que NO estaba en el modo multiplayer. El no se quedo mucho tiempo, me miro y rápidamente corrió hacia la niebla. Lo perseguí por curiosidad, pero ya se había ido.

Continué con el juego, no seguro de que pensar. Mientras me expandía por el mundo vi algunas cosas fuera de lugar para lo que un "Random Map" (Mapa al azar, el juego te crea mapas al azar en cada partida) pudiese hacer. Túneles de 2x2 en las rocas, pequeñas pirámides perfectas hechas de arena en el océano y arboledas de arboles con todas sus hojas cortadas. Yo constantemente pensaba que había visto al otro "jugador" en la profunda niebla, pero nunca tuve otra buena vista de el. Intenté incrementar mi "render distance" pensando que podría ver, pero fue en vano.

Guarde el mapa y me fui a los foros para ver si alguien más había encontrado a este "Pseudo-jugador". No había nadie. Cree mi propio tema contando sobre el hombre y preguntando si alguien había tenido una experiencia similar. El post fue borrado antes de los cinco minutos. Intente otra vez, y el tema fue borrado aún más rápido. Recibí un PM de un usuario llamado "Herobrine" que contenía una palabra: "Detente". Cuando quise mirar el perfil de "Herobrine", la pagina era 404 (Típico error 404, pagina no encontrada).

Recibi un email de otro usuario del foro. El dijo que los moderadores pueden leer los mensajes de los usuarios en el foro, así que estábamos seguros usando email. Este usuario decía que el había visto al misterioso jugador también, y tenia un pequeño "directorio" de otros usuarios que decían haberlo visto también. Sus mundos estaban llenos con obvias construcciones "hechas por hombres" también, y describían que el misterioso jugador no tenia pupilas.

Cerca de un mes paso hasta que oí noticias de mi informante también. Algunos jugadores que se han encontrado al hombre misterioso echaron una mirada al nombre "Herobrine" y encontraron que ese nombre era usado frecuentemente por un jugador sueco. Después de recopilar más información, descubrimos que era que el hermano de Notch, el desarrollador del juego. Personalmente le envié un mail a Notch, y le pregunte si el tenia un hermano. Tomo un tiempo, pero el me respondió de vuelta con un mensaje muy corto:

"Tenia, pero el ya no está con nosotros"
- Notch.

No he visto al hombre misterioso desde nuestro primer encuentro, y no he notado otro cambio en el mundo mas que los que yo he hecho. Presione la tecla "Print Screen" (Para sacar foto) cuando lo vi por primera vez. Aquí está la única evidencia que tengo de su existencia.
La leyenda de Herobrine el hermano muerto de Notch

El Ascensor

-El Ascensor.

Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las farolas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.

Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante el ordenador, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.

Me calcé unas zapatillas de deporte, me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del cubo y le hice un par de nudos. Tras cerciorarme de que no olvidaba llaves, mechero ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.

Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los cubos, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.

Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España. Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.

Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con un chalet en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.

Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal. Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la vagancia pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el habitáculo.

Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos chismes cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave. El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.

Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?

Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Cabezota de mí, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.

En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1. Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.

Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.

Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.

-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.

A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi mechero y abandoné la protectora luz del ascensor.

Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. Mosqueado, continué avanzando hacia la oscuridad.

El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas. Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.

La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi mechero al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.

Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las farolas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi mechero. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.

Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.

Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del mechero mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el mechero al gran objeto.

El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadaver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Reprimí una arcada mientras permanecía en cuclillas, ante aquella dantesca escena.

De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.

El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por muñones violáceos, y extrañas deformidades y bultos recorrían su tronco, dándole un aspecto monstruoso.

Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.

Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.

Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del mostruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el mechero se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.

Mientras palpaba el suelo en busca del mechero, oí cómo crujían los muelles del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Cejé en mi empeño de hacerme con el mechero y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.

Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la disposición de aquella planta, temiendo tropezar o dar de bruces con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oir cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos. Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.

Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca.

Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía.

De repende, se hizo el silencio. Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se agarrotaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad y una pericia insólitas. Venía hacia mí, mientras gruñia, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, agité mi pierna ante él, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento. En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó su ascenso.

Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, etcétera. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sanguinolenta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar el dorso de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.

Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el váter y vomitar la cena. Me di una ducha más larga de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.

A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos. Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.

Esperé su llamada intranquilo y, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.

-No pienso volver a coger ese ascensor en mi puta vida. Eso fue lo que me dijo. Y la verdad es que su opinión coincidía al cien por cien con la mía.

A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un ajado anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores. El régimen franquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los inmuebles en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).

Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.

Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia. El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.

Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto. Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.

-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.

-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.

Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.

Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.

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Link:http://www.mediafire.com/download/9k3p9ucqb9231b8/10092013AAMFP.rar
Video y fuente :http://www.youtube.com/watch?v=I1je8YILbDU
Mínimos:
OS: Windows Vista
Processor: Intel Core i3 / AMD A6 CPU de gama alta o equivalente.
Memory: 2 GB RAM
Graphics: NVIDIA GeForce 200 / AMD Radeon HD 5000 de gama media. Integrated Intel HD Graphics debería funcionar, pero no se incluye soporte; los problemas se suelen resolver con una actualización del controlador.
Hard Drive: 5 GB available space

Recomendados:
OS: Windows 7
Processor: Intel Core i5 / AMD FX CPU de gama alta o equivalente.
Memory: 4 GB RAM
Graphics: High-range NVIDIA GeForce 400 / AMD Radeon HD 6000. Integrated Intel HD Graphics should work but is not supported; problems are generally solved with a driver update.
Hard Drive: 5 GB available space
Tamaño:2.59GB
Formato: ISO

Descargarse El Lone Survivor (Mediafire)

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(NO SOY RESPONSABLE SI EL LINK SE CAE O OTRA COSA Y DEBE FUNCIONAR A LA PERFECCION)

Requisitos del sistema (PC)  Minimum:  OS: Windows XP Processor: Core2Duo Memory: 2 GB RAM Graphics: Any with hardware 3D acceleration DirectX®: DirectX 7.0 Hard Drive: 150 MB HD space Sound: Soundblaster / equivalent  Recommended:  OS: Windows 7 Processor: Core2Duo or above Memory: 4 GB RAM Graphics: Nvidia 7900 / equivalent DirectX®: DirectX 7.0 Hard Drive: 300 MB HD space Sound: Soundblaster / equivalent Requisitos del sistema (MAC) Minimum:  OS: OSX 10.6.8 Minium:  Processor: Core Duo Memory: 2 GB RAM Graphics: Any with hardware 3D acceleration Hard Drive: 300 MB HD space  Recommended:  OS: OSX 10.6.8 Processor: Core Duo Memory: 2 GB RAM Graphics: Nvidia / AMD GPU with 256 MB or more Hard Drive: 300 MB HD space (C) Copyright 2012 - Superflat Games.
Una guía del juego :
http://www.3djuegos.com/foros/tema/12780527/0/guia-lone-survivor-guia-completa-del-superviviente-actualizada-al-85/

El hombre de aglomerado

James Thomas Fischer siempre había sido un apasionado de la parapsicología. De hecho, su biblioteca cobijaba decenas de colecciones sobre revistas esotéricas que había adquirido a lo largo de su vida. Ahora, con treinta y cuatro años recién cumplidos, echaba la vista atrás y reparaba en que, a pesar del tiempo, algo siempre había prevalecido: James jamás creyó las historias que le contaban, aquellas de apariciones escalofriantes siempre protagonizadas por espectadores inconexos, aquellas que debías creer por el mero hecho de que un conocido te las explicaba. El filósofo David Hume lo dijo una vez, «Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», y James estaba completamente de acuerdo. El mismo efecto lo experimentaba cuando leía todos aquellos artículos sobre fantasmas, demonios y avistamientos. ¿Hasta qué punto se podía corroborar aquella información? ¿Por qué parecía ser el único que no había experimentado ese tipo de sucesos? Por esta y muchas otras cavilaciones llegó a la conclusión de que, por más que buscara, no se encontraría con ningún suceso inexplicable. Debía planteárselo de otra manera, en realidad decidió hacer justo lo contrario.

James se convirtió en un falso médium y se publicitó en distintos medios como un experto del ocultismo capaz de solucionar cualquier problema a un precio muy asequible. De este modo, tan sólo debía esperar sentado en el sofá de su casa a que los casos fuesen llegando. Hubo muchas llamadas y visitas a domicilio; sin embargo, la mitad de las incógnitas podían solucionarse con una simple respuesta racional y la mitad de sus clientes carecían de un saludable estado mental. La frustración por no vislumbrar con sus ojos nada en absoluto acrecentó su escepticismo y sostuvo su argumento sobre que todo era mentira. Tal fue su desengaño que decidió acabar con la estafa y quitarse la máscara. Pero justo cuando estaba empaquetando su librería para dejarla abandonada en el contenedor de basura más cercano, una llamada captó su atención de nuevo.

Su nombre era Ellen Gilbert y vivía en una urbanización en Reidsville, Carolina del Norte. En un principio, dado su inseguro tono de voz, James se adelantó suponiendo que sería un caso más por sugestión mental y que se alejaría de lo que él pretendía encontrar. Sin embargo, a medida que describía los sucesos, la curiosidad crecía en su interior. Se llegó a interesar tanto en su historia que al cabo de unos días se desplazó para hacerle una visita.



El coche abandonó la carretera que comunicaba con Reidsville y entró en un camino de tierra. El territorio era mucho más sombrío, más salvaje que el que había dejado atrás. Los árboles se cernían sobre el sendero entrelazando sus ramas con los del otro lado y formando una cúpula que impedía la filtración de la luz del sol. Al cabo de unos minutos, en tanto el vehículo brincaba a causa de los baches de la tierra, vislumbró el tejado de una casa. Detuvo su coche frente a la residencia de dos plantas y la observó; la parcela donde había sido construida era una pendiente, el terreno que la rodeaba descendía inclinado varios metros detrás de ella y finalizaba en los límites que daban paso al bosque. Antes de que pudiera seguir indagando una mujer apareció por la puerta de entrada y saludó con la mano. Mediante señas le indicó que descendiera por la rampa de hormigón y que aparcara junto a su todo-terreno Cuando lo hizo le dio la bienvenida y lo invitó a entrar en su domicilio.

—No llevo demasiado tiempo viviendo aquí —empezó a explicar Ellen—, por eso no sabría decirte si siempre ha estado sucediendo.

James depositó la taza de té en la mesita que había situada frente al sofá en el que permanecían sentados.

—Por teléfono me explicaste que los vecinos también han sufrido fenómenos parecidos.

—Sí, bueno… Hay otra casa más arriba, hablé con su mujer y me dijo que desapareció uno de sus animales.

—Entonces es posible que se trate de un coyote.

—No en mi caso, señor Thomas. Mis perros han aparecido con cortes por todo el cuerpo, pero no como si un animal los hubiera rasgado, a algunos de ellos les faltaban secciones de piel en el lomo.

James frunció el entrecejo y dio otro sorbo a la taza de té.

—Ningún coyote podría hacer algo así —añadió ella.

—¿Por qué crees que se trata de un suceso paranormal? Detrás de esto podría haber una persona desequilibrada, quizás el responsable sea de esta urbanización.

—Aún no se lo he explicado todo —siguió con una mirada acongojada por la situación.

James se cruzó de brazos y, girándose hacia ella, esperó impaciente.

—Antes dejaba a mis tres perros afuera por la noche porque en el jardín tienen una caseta donde pueden dormir, pero dada la situación decidí meterlos en el sótano.

—¿Tiene un sótano? —preguntó él.

—Bueno, no es del todo un sótano. Si se ha fijado, la casa está nivelada en la pendiente porque debajo hay una especie de planta baja que la sostiene. Dentro de ese hormigón nos quedó un espacio que aprovechamos para instalar la caldera y guardar toda clase de herramientas.

Ellen se detuvo, miró hacia las ventanas que rodeaban el comedor y continuó con su explicación.

—Hace dos noches me desperté a causa de los ladridos. Supuse que los perros habían olido a alguien así que me asomé a una de esas ventanas —señaló Ellen—. Como estaba muy oscuro decidí coger una linterna y desde aquí arriba iluminé el terreno.

Ellen agachó su cabeza con una mirada de absoluto terror y, mientras parecía visualizar lo que estaba explicando, sus manos comenzaron a temblar.

—Tranquila —dijo James, apoyando su mano sobre el hombro de ella—. ¿Qué pasó después?

—Vi algo acercándose a la casa —siguió con un tono de voz frágil.

Segundos después se detuvo de nuevo.

—Ellen, dime, ¿qué viste? —insistió.

—Es muy difícil describirlo.

—Inténtalo.

—Al principio no vi nada, pero al desplazar la luz de la linterna por el terreno descubrí que algo se movía.

Tras decir esto se puso en pie, avanzó unos pasos y se situó junto a las ventanas.

—Estaba ahí —Señaló cuando James se asomó junto a ella—. ¿Ves ese camino de tierra que sale del bosque y llega hasta aquí? Pues lo estaba siguiendo, aproximándose cada vez más.

—¿Quién era? —preguntó impaciente.

—No era nadie, señor Thomas. Cuando lo alumbré vi que algo blanco se había detenido en el camino, era una efigie humana. Aunque ni siquiera podría describirse así, era como pasta blanca, arrugada y alargada.

—¿Cómo si llevara una sábana encima?

—No, no tiene nada que ver. Era más bien como una figura acartonada, como el resultado que se obtiene al secar el papel mojado; rugoso y amorfo —Ellen se llevó la mano a la cabeza a causa de la ansiedad, después se situó un molesto mechón de pelo tras la oreja y finalmente se cruzó de brazos resguardándose del escalofrío que le provocaba aquel recuerdo—. Me quedé paralizada cuando lo vi, intenté asimilar que era aquello que había en mi parcela. Lo miré una y otra vez con la intención de catalogarlo en algún lugar, pero no podía; la figura blanquinosa no tenía extremidades. Por un momento noté algo de humano en él: de sus supuestos hombros, una prolongación ovalada parecía semejarse a una cabeza, sin cuello, sin volumen, era aplanada y arrugada como el resto de su complexión.

—Entonces, fuese lo que fuese… ¿se mantuvo quieto mientras lo iluminabas?

—Sí, pero no por mucho tiempo. Cuando hice un amago para ir a buscar el teléfono y desplacé unos centímetros la linterna de él, comenzó a moverse. Fue horrible, señor Thomas, en cuanto lo hizo intuí un sobrecogedor rostro en aquella cabeza, era una imagen muy difusa, pétrea, como si hubiese impreso el rostro de un retrato antiguo sobre aquello. Dios mío, esa cosa tenía tan poco volumen, era tan delgado, que se balanceaba mientras avanzaba, caminaba torciéndose hacia un lado, lentamente, mientras su cuerpo se contorsionaba con cada pliegue que desplazaba por el suelo.

—Ellen, ¿cómo estás segura de lo que viste? No te ofendas por lo que te digo, pero… ¿no pudo ser una pesadilla?

Tras esas palabras la mujer sonrió con ironía. Cabizbaja se dirigió a la puerta de entrada, y con un «sígueme» lo condujo afuera. Ambos se dirigieron al lateral de la residencia, descendieron unos metros por la pendiente y se situaron frente a una puerta de metal instalada en el muro que nivelaba la casa.

—Aquí es donde escondí a mis perros —dijo, sacando unas llaves de su bolsillo.

Una vez la abrió entraron, y casi al instante un hedor putrefacto asaltó el olfato de James.

—¿Qué es esta peste? —preguntó, llevándose las manos a la boca.

Ellen avanzó unos pasos y presionó un pequeño interruptor instalado en la pared.

—Aún sigues pensando…

Una pequeña bombilla se encendió en el techo alumbrando con luz tenue la enorme caldera que resonaba en toda la habitación, también mostrando una multitud de herramientas de campo, y sobre todo dejando al descubierto los cuerpos despellejados y en carne viva de tres perros muertos.

—¿…que pudo ser un sueño?



El perturbador caso resucitó aquel sentimiento de adrenalina frente a lo desconocido que tantas veces había disfrutado mientras leía todas aquellas revistas. Quizás la causa de su curiosidad se debía a que su imaginación no lograba dibujar en su mente lo que Ellen le había descrito. También resultaba intrigante pensar cómo los perros habían sido asesinados si la puerta estaba cerrada. ¿Acaso se trataba de una presencia fantasmal capaz de atravesar cualquier obstáculo? ¿Por qué cometía esos asesinatos?

A pesar de que su deseo por creer la duda siempre había disipado sus fantasías, necesitaba pruebas, de lo contrario descartaría la existencia de tal suceso. Por esa misma razón decidió visitar a los vecinos de Ellen, aquellos mismos de los que había hablado sin demasiado interés y que parecían haber sufrido un incidente similar. A diferencia de su cliente, la familia Dahmer vivía en una casa destartalada y su jardín se encontraba consumido por las malas hierbas. Una señora mayor, descuidada en cuanto a aspecto y con rostro poco afable, abrió la puerta y preguntó quién era. James se presentó muy cordialmente y para su sorpresa, lo invitó a entrar. Grethel se sentó junto a él en un clásico sofá de estampados granates y le ofreció unas galletas de un tarro de porcelana.

—Cuénteme qué sucedió aquella noche.

—Lo recuerdo como si fuese ayer —dijo la mujer desviando su mirada hacia nada en concreto—. Los gatos pueden ser muy ruidosos cuando están en peligro, ¿sabe? Negrita se había quedado preñada y algunas veces el padre la había acechado a causa de los celos. Los había escuchado pelear en varias ocasiones, pero aquella vez fue distinta.

James asintió con la cabeza, demostrándole que estaba atento a sus palabras.

—Agarré este bastón —dijo, golpeando el extremo contra el suelo— y salí fuera para ahuyentarlo. Busqué a mi gata, pero no la encontré; la llamé por su nombre pero no acudió a mí. Ya no había nadie en el jardín.

La expresión de Grethel decayó aún más, y con ojos tristes observó la fotografía que tenía situada sobre el mueble del comedor.

—La encontré a la mañana siguiente, sin pelo y con el vientre abierto. Habían sacado a todas las crías y las habían despellejado también.

James miró hacia el cuadro que contemplaba y pudo ver a dos personas posando para la cámara junto a ella.

—¿Son su marido y su hijo? —preguntó.

Grethel asintió.

—¿Dónde están? Creía que vivía con ellos.

—Él me dejó hace unas semanas, también se llevó a mi niño.

—Vaya… bueno, se debe sentir un poco sola —supuso James—. Pero se ven de vez en cuando, ¿verdad?

Lamentablemente la señora Dahmer no respondió esta vez, permaneció con la mirada perdida y con su mente en otra parte.



El sol se había ocultado tras las montañas y James decidió pasar la noche vigilando a través de la ventana de la casa de Ellen. En su mano derecha sostenía la linterna que le había prestado, alumbrando con regularidad el exterior mientras permanecía sentado en una incómoda silla. Al principio la demora se hizo amena, ella le daba conversación estirada desde el sofá de la casa mientras observaba los chasquidos de la madera en la chimenea. Sin embargo, al cabo de unas horas se quedó dormida, y James sintió que la noche se desplomaba sobre su espalda. Intentó concentrarse en lo que estaba haciendo y se esforzó por no dejar de alumbrar hacia el oscuro camino de tierra que conducía al bosque; lamentablemente, al cabo de unos minutos de absoluto silencio, el peso de sus párpados pudo con su empeño.

La linterna cayó contra el suelo formando un gran estruendo. James abrió los ojos y, desorientado, descubrió que se había quedado dormido. Inmediatamente la buscó a sus pies y pudo ver que la carcasa se había abierto y que una de las pilas había rodado hasta el sofá. Procurando no formar más escándalo, la recogió con cuidado y, una vez la recompuso, enfocó hacia el exterior de nuevo.

—¡Joder!

De pronto Ellen se desveló a causa del sobresalto.

—¿Qué pasa? —preguntó incorporándose de medio lado.

—He visto algo.

—¿Qué? ¿Qué has visto?

—Había alguien ahí fuera. Acaba de meterse corriendo en el bosque.

—Dios mío, ¿viste lo que era?

—No, estaba demasiado oscuro.

—¿Qué podemos hacer?

—Voy a buscarlo —dijo James, poniéndose en pie.

—¿Qué? ¿Lo dices en serio?

—¿Cómo si no vamos a descubrir lo que está pasando?

—Pero… sabemos que es peligroso, ha matado a mis perros. ¿Estás seguro de lo que haces?

Haciendo caso omiso a su pregunta, James se dirigió con rapidez hacia el dormitorio de invitados en donde había dejado sus pertenencias. De mientras, Ellen, completamente asustada, miró hacia la ventana y se estremeció al presenciar la absoluta negrura que rodeaba la casa. Al cabo de unos segundos James regresó al comedor sosteniendo una videocámara en sus manos.

—¿A dónde vas con eso? —preguntó ella con los nervios a flor de piel.

—Voy a grabarlo todo, necesito demostrar al mundo y a mí mismo que esto realmente está ocurriendo.

—Por favor, llévate algo para protegerte.

—No te preocupes, filmaré y volveré enseguida.

—¿Y yo que tengo que hacer? —preguntó de forma insistente.

—Tú tienes que quedarte aquí hasta que yo vuelva.

Sin nada más que decir, se dirigió a la salida, atravesó la puerta de entrada y con cámara en mano salió al exterior. Una vez fuera el frío de la noche caló sus huesos y el vaho se manifestó en su respiración; en el silencio de la montaña lo primero que pudo escuchar fue el chirrido de los grillos, pero una vez que encendió la linterna también percibió el tétrico canto de un búho lejano. Sin perder un solo segundo más caminó hacia el lateral de la casa, después descendió por la maleza, evitando resbalar a causa de la humedad de la noche, y ya situado en la parte trasera de la residencia echó la vista al primer piso. Como suponía, Ellen se encontraba vigilando a través de la ventana; tan sólo podía vislumbrar su silueta recortada en el fondo del comedor, pero podía intuir la expresión de incertidumbre que debía mostrar su rostro.

James continuó con su trayecto, alcanzó el camino de tierra y descendió hacia la arboleda. Sus pasos se escuchaban en aquel suelo salvaje, sobre la broza se hacían visibles y a medida que se desplazaba temía ser delatado por ellos. La luz de la linterna se plasmaba sobre los troncos de los árboles, deformándose a causa de las protuberancias en la corteza. Podía escuchar el crujir de las ramas, aquellas que no alcanzaba a ver, aquellas que se balanceaban solemnes en la oscuridad. La vegetación desarrollaba con facilidad su imaginación, recreando formas humanas y escalofriantes efigies como la que Ellen le había descrito. Sí, lo asumía, aquel lugar le producía respeto, y los sucesos que le habían explicado durante el día ahora resurgían en su mente sugestionándole.

«Tengo que tranquilizarme», se dijo a sí mismo.

Sin embargo, cuando se dispuso a recobrar la calma, cuando hizo un esfuerzo por no dejarse llevar por el miedo, de repente, un infernal alarido se escuchó desde lo más profundo del bosque. James se detuvo al instante, con los ojos completamente abiertos y con el palpito del corazón resonando en sus oídos. ¿Qué había sido aquello? ¿Acaso también había formado parte de su imaginación?
Un segundo grito respondió a su pregunta, demostrándole de nuevo la seriedad del asunto.
No hubo lugar para más cavilaciones, había decidido que aquel sería el caso definitivo, aquel que determinaría si debía creer en lo desconocido.

James se armó de valor y aceleró sus pasos hacia la fuente de sus temores. Corrió hacia aquellos gritos inhumanos, quejumbrosos chillidos que se repetían una y otra vez encogiéndole el corazón. Necesitaba saber qué era, qué estaba sucediendo, debía descubrir qué de cierto había detrás de aquello. Lo descubrió al alcanzar un pequeño claro en el bosque, un lugar donde un círculo de árboles rodeaba lo que parecía ser los restos de un animal muerto. El cuerpo de un jabalí completamente desangrado y sin pelaje yacía en el suelo, con las patas traseras atadas; junto a él, Grethel permanecía agachada con un machete en su mano.

—¡James! —gritó ella tan sólo al verle.

—¿Grethel? ¿Qué coño está pasando aquí?

Antes de que pudiese recibir una aclaración por su parte, algo cayó sobre la mano con la que sostenía la videocámara, y desconcertado observó que también había salpicado parte del objeto. Acercándoselo a la cara, lo examinó, y completamente horrorizado se percató de que se trataba de sangre.

—¡Salió de mi cabeza! ¡No pude ayudar a mi familia, no pude salvarles!

Alzó sus ojos lentamente, condujo su camino con la luz de la linterna y separó sus labios como un presagio a la sorpresa. El foco de luz se arrastró distorsionándose sobre la costra de los árboles, en dirección a sus copas, perdiendo su intensidad en la lejanía. Fue allí arriba donde la descubrió, bajo un cielo terriblemente estrellado, a unos diez metros de distancia, la brutal escena asaltó todos sus sentidos. Decenas de grotescas pieles se encontraban enrolladas en los troncos de los árboles, extendidas repugnantemente alrededor de la madera y tiñéndola de rojo. La sangre chorreaba aún fresca de uno de ellos, dejándose caer sobre su rostro, derramando por sus labios su vomitiva espesura.

James se deshizo de aquella asquerosidad limpiándose con la manga de la chaqueta, e inmediatamente salió corriendo.

—¡No te vayas, déjame explicártelo!

Con el pulso a cien ascendió por la montaña lo más rápido que pudo. A medida que la linterna bailaba en la oscuridad del bosque, pudo escuchar los amenazantes gritos de Grethel. Podía imaginarla correr tras él, alzando el machete sobre su cabeza, intentando alcanzarle para exponer su piel en aquella perturbadora galería de muerte. Para su suerte, finalmente alcanzó la parcela, y una vez llegó a la puerta, Ellen lo recibió para auxiliarle.

A la mañana siguiente encontraron el cuerpo sin vida de Grethel en su propio domicilio, sobre el sofá de estampados granates, y sosteniendo entre sus brazos la fotografía de su familia. Según les explicaron, se había suicidado seccionándose la garganta con el machete. El detective Fuller también les comentó que en la residencia de la señora Dahmer hallaron todo tipo de material enfermizo relacionado con las ciencias paranormales, lo que confirmaba su desequilibrado estado mental. Las pieles fueron analizadas por el forense y, como supusieron desde un principio, algunas de ellas correspondían a su hijo y marido, desaparecidos desde hacía más de tres semanas.

Por otro lado, James y Ellen decidieron pasar el día alejados lo máximo posible de aquel sitio. Concretamente hicieron un picnic en el parque estatal Haw River, donde también practicaron senderismo y tiro al arco, con el fin de distraerse de lo ocurrido. Aquella sería la última noche que Ellen pasaría en la casa de Reidsville; se lo planteó cuando acontecieron los primeros incidentes, pero después de lo ocurrido decidió llevarlo a cabo. Prefería vivir en una ciudad bulliciosa que aislada de la civilización, donde no necesitaba coger el coche para ir a comprar el pan. «El bosque es un lugar precioso, pero difícil para vivir solo», dijo cuando se lo explicó. Tal era su aversión por aquella casa ahora que le suplicó que se quedase una noche más, no quería volver a estar sola en aquel lugar. James aceptó sin pensárselo dos veces, pero por una razón muy diferente. Su amabilidad se veía justificada por el deseo de confesarle sus sentimientos. James había finiquitado su interés por el mundo de la parapsicología y ahora quería continuar con su vida. En realidad, sentía la necesidad de recuperar el tiempo perdido, un tiempo que tan sólo confirmó lo que desde pequeño había supuesto, que todo era mentira. Ahora quería conducir su existencia a lo común, quería adquirir un trabajo, disfrutar de una relación y formar una familia.



James se despertó de repente en la cama y pestañeó desorientado. Miró a su alrededor y finalmente se situó: se encontraba en el dormitorio de invitados de la casa de Ellen. Con el cabello completamente empapado de sudor, se giró de medio lado e intentó conciliar el sueño; sin embargo, algo lo había desvelado y la razón permanecía en su subconsciente inquietándole. «¿No había sido una pesadilla?», se preguntó desconcertado. ¿Qué lo había despertado?

James miró sobre su cabeza y observó la ventana que daba al exterior. No estaba lloviendo, ni siquiera el viento hacía retumbar el cristal. Entonces, ¿por qué tenía la sensación de que algo había ocurrido? Se detuvo unos segundos más, cerró sus ojos y cuando estuvo a punto de dormirse de nuevo, su cuerpo comenzó a temblar. Lo recordaba, sabía cuál había sido la causa, y cuanto más lo pensaba más real se volvía en sus tímpanos. El sonido de un grito de Ellen había alcanzado su habitación, había retumbado por sus paredes y lo había despertado. Instantáneamente el caso regresó a su mente y puso en duda sus evidencias.

¿Por qué Ellen insistió en que vio algo paranormal? ¿Qué sentido tenía que Grethel cometiera todos aquellos asesinatos?

«¡Salió de mi cabeza! ¡No pude ayudar a mi familia, no pude salvarles!».

James abrió sus ojos con sorpresa al recordar esa frase y en la situación en la que se encontraba cuando la escuchó. Algo no tenía sentido, y la policía lo había pasado por alto. ¿Cómo había logrado Grethel cubrir aquellos troncos con las pieles a más de diez metros de altura? Era prácticamente imposible.

De repente, unos crujidos provenientes del mismo cuarto lo distrajeron de sus pensamientos; eran parecidos al sonido que se obtiene al comprimir una lata de aluminio, pero sin ese eco metálico. James se arrastró entre las sábanas y, asomándose con cuidado, buscó cuál era la causa. El gélido pánico se manifestó en su interior al percibirlo entre la oscuridad: bajo la puerta del dormitorio, en el insignificante espacio que queda entre el suelo y la madera, algo estaba entrando en la habitación. La entidad se filtraba con dificultad mediante convulsiones esporádicas y acompañadas por el escalofriante crepitar que lo había alertado. Podía contemplar cómo, a medida que se deslizaba, también se curvaba, alzándose hacia el techo, adquiriendo aquella forma que Ellen se esforzó en describir. «Así lo había hecho», dedujo él, «así había entrado en el sótano donde escondía a sus perros».

A pesar de sus pensamientos, James se había quedado paralizado, su mente se encontraba demasiado ocupada en asimilar lo que estaba presenciando; resultaba tan surrealista como terriblemente sobrecogedor. Podía ver cómo se formaba, cómo sus pliegues se retorcían sobre sí mismos, contorsionándose y adquiriendo una apariencia semejante a la humana. Sin embargo, lo peor de la situación llegó cuando comenzó a acercarse: fue entonces cuando James reaccionó, incorporándose en la cama. La luz de la luna iluminó su acartonada cabeza cuando se inclinó hacia él, y una vez la dejó al descubierto, James gritó con horror. Lo podía ver con sus ojos, aquello no era un ser etéreo, era completamente palpable, su cuerpo era como el cartón, un aglomerado de todas las pieles que había adquirido durante años, y su rostro era la suma de todas las caras que arrancó de sus víctimas.

«¡James, no te vayas, déjame explicártelo!».

Ahora lo comprendía; mientras cientos de cortes desgarraban la piel de su carne, descifró las palabras de Grethel. Cómo ella misma se había encargado durante semanas de satisfacer al hombre de aglomerado facilitándole animales, con la única intención de alejarlo de la gente y de evitar que sufrieran el mismo destino que su familia.

A pesar del brutal dolor que experimentaba a medida que estaba siendo despellejado, James sintió la satisfacción de finalmente haber encontrado respuestas a su eterna curiosidad, de poder afirmar con seguridad que realmente existía lo paranormal. Lamentablemente nadie jamás lo sabría, porque él ya no viviría el tiempo suficiente para poder explicarlo.

Tres hermanos

Estos hechos acontecieron hace algunos años en un área cercana a un hospital mental. En éste se encontraban personas enfermas de distintos males psíquicos, pero uno de sus pabellones estaba destinado en exclusiva a criminales, pues los jueces en algunos casos habían decidido que lo mejor sería que dichos criminales fuesen institucionalizados en donde se pudieran tratar sus problemas mentales, antes que en la cárcel, donde seguramente lo único que se conseguiría era agravarlos.

A unos 15 kilómetros del psiquiátrico vivían los hermanos García. Eran tres hermanos que se dedicaban al cuidado de unas pequeñas tierras que habían heredado de sus familiares, quienes siempre habían vivido por la zona.

Juan, que era el nombre del menor de los hermanos, siempre iba acompañado de su fiel perra Laika, una pastor alemán preciosa que se habían encontrado perdida en una carretera cercana. Una tarde, después de haber pasado todo el día en el campo, se dispusieron a volver a casa y cocinar unas papas con un poco de carne que habían comprado hace unos días en el pueblo. Una vez en casa, mientras Pedro preparaba la cena para Juan y para Román, el mayor de los hermanos, escucharon por la radio que Ricardo Ruiz Pérez se había fugado del psiquiátrico y podía andar por los alrededores.

Ricardo Ruiz era un peligroso psicópata, al cual encerraron por el asesinato y violación de cinco menores. Tardaron varios meses en descubrir los hechos, pues él solía descuartizar a sus víctimas y echárselas de comer a una jauría de perros. Los asesinatos de Ricardo fueron muy seguidos por el pueblo, ya que entre sus víctimas se encontraban tres hermanas de una misma familia, y esto conmocionó a la opinión pública.

Los tres hermanos se sintieron angustiados por la noticia; ellos, como el resto, habían seguido las fechorías de Ricardo. Durante la cena fue el recuerdo de los asesinatos y la poca seguridad que había en el psiquiátrico, siendo incomprensible que se hubiese podido escapar un asesino como ése.

Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación, Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, su perra, a la que le encantaba que Juan le rascase el lomo antes de dormir, y ella como muestra de cariño siempre le lamía la mano.

Media hora más tarde estaban ya todos acostados y prácticamente dormidos por el cansancio acumulado del día anterior. Pasaron las horas y, de repente, algo sobresaltó a Juan; había escuchado algo como el chirriar de la puerta. Se mantuvo expectante durante unos segundos, y luego introdujo su mano debajo de la cama para acariciar a su fiel amiga; ésta se lo agradeció como de costumbre, con unos lametones en la mano, tranquilizando a Juan y permitiéndole volver a dormir plácidamente.

Pasaron las horas y por la ventana del cuarto comenzaban a entrar los primeros rayos de luz a la diminuta estancia. Pero más que la luz del sol, lo que despertó a Juan fueron unas pequeñas gotas que caían sobre su rostro. Abrió poco a poco los ojos mientras se llevaba las manos al rostro, donde sentía que caían las gotas; cuando finalmente abrió los ojos vio que esas gotas procedían del colchón de Román, y que ese color rojizo que desprendían sólo podía ser sangre.

Se levantó de un salto de la cama y miró a su hermano, paralizándose de terror. Estaba amordazado y con una infinidad de cuchilladas en su cuerpo, y sobre él también caían gotas de sangre, provenientes del colchón superior, en donde un cuchillo atravesaba el cuello de su hermano Pedro.

Juan, incrédulo ante la escena que estaba presenciando, se arrodilló en el suelo llorando, y allí pudo encontrar a su querida perra Laika asesinada de una manera brutal, partida por la mitad. Y encontró una nota ensangrentada, en la cual se podía leer «Los locos también sabemos lamer».

Juan, aterrado, notificó los hechos a la policía diciendo que Ricardo Ruiz había asesinado a sus hermanos y a su perra, pero la policía no le creyó. Juan fue acusado del asesinato de sus hermanos a causa de un desdoblamiento de su personalidad, y encerrado durante veinte años en el psiquiátrico. Allí pudo averiguar que Ricardo había sido detenido dos horas después de su fuga, en una carretera con dirección a Barcelona.

Los retratos

Una pequeña, que se encontraba de vacaciones en un bello bosque de maple, se le escapó de vista a sus hermanos por querer atrapar a un conejito para adoptarlo y llevárselo a casa. Sus hermanos ya iban por la segunda botella de whisky y sus padres se encontraban en una velada romántica en la pequeña cabaña que habían rentado; nadie había notado la desaparición repentina de la niña.

Como era de esperarse, el pequeño mamífero llegó a su madriguera y se escondió del terrible monstruo que lo venía persiguiendo. La pequeña se rindió tras varios intentos de sacar al animalito de su madriguera, y optó por regresar por donde vino, o más bien por donde ella pensó que vino.

Sabía que había pasado un letrero de lámina, un pequeño lago y un camino de rosas rojas que la llevaron al pequeño lago. Pero las cosas no eran como ella recordaba.

Al seguir avanzando, la niña se percató de que no iba a llegar a ningún lado siguiendo ese camino, y decidió tomar un camino alterno.

Y tras varias horas de suspenso en el bosque, llegó a su cabaña. La reconoció porque todo estaba ahí, sus juguetes, la fogata y el auto rojo en el que llegaron.

Corrió rápidamente y, al entrar, notó que en ciertos lugares de la cabaña había retratos que nunca había visto. Retratos de lo que parecía ser gente mirándola fijamente. Pero esto no le importó, corrió y gritó por toda la cabaña buscando a sus padres, sin tener éxito. Pensó que tal vez su familia estaba afuera buscándola en el bosque y que por eso no había nadie.

Al volver a la sala de la cabaña, notó que todos los retratos habían cambiado de expresión. Intentó correr hacia su cuarto, pero al dirigirse a las escaleras, éstas habían desaparecido, y los retratos seguían cambiando.

Corrió y se encerró en la primera puerta que vio. Tomó sus piernas con ambos brazos y cayó en un profundo sueño.



Un hombre regresaba de un exitoso día de cacería. Le había reventado el cráneo a dos pequeños conejos que salían de su madriguera cerca de un camino de rosas rojas. Se disponía a llevar su preciado botín a la cabaña que había rentado, pero una torrencial lluvia lo desvió de su camino.

Corrió sin rumbo fijo por unos minutos y avistó una vieja cabaña a lo lejos. Se dirigió a ella lo más rápido posible, tocó y pidió refugio a la gente que vivía en ese lugar, pero nadie respondió.

Sin pensarlo dos veces, entró. Gritó por unos instantes que había entrado, que no era un ladrón y que sólo buscaba refugio de la lluvia. El sonido de las gotas chocando contra la madera fue la única respuesta que obtuvo.

Poco fue el tiempo que pasó hasta que se cansó de estar en la oscuridad. Tomó su linterna de bolsillo y, en su búsqueda, notó que las paredes estaban llenas de retratos de personas que lo miraban fijamente. A esto no le dio importancia; la decoración de aquella cabaña no era algo que le importara.

Buscó por todos lados un interruptor o la caja de fusibles, pero no encontró nada. Pasaron unas cuantas horas y la lluvia parecía no tener fin. Se encontraba ya exhausto, y decidió tomar una pequeña siesta en la única recámara que había encontrado.

Colocó una nota en el picaporte de la puerta principal, para que el dueño pudiera verla y leyera que él estaba adentro y que le pagaría por su hospitalidad. Esto, claro, en caso de que el dueño llegara.

Tomó todas sus pertenencias y las puso a un lado de la cama, pero en toda la noche le fue imposible conciliar el sueño. Truenos y relámpagos lo perturbaban inquietantemente del mar de sueños en el que se encontraba; y había notado que cada vez que despertaba, el retrato que estaba en la recámara cambiaba constantemente de expresión.

Tomó con ambas mano su escopeta y se dispuso a mandar al infierno aquel retrato si éste volvía a cambiar, sólo que esta vez no necesitó de un trueno para despertar.

La madera rechinante de la cabaña comenzó a sonar al compás de unas pisadas. Pisadas que se iban acercando a la recámara. El hombre apretó con fuerza ambos ojos, con la esperanza de acallar las pisadas, pero éstas no cesaban. Sabía que no estaba solo, y que aquello, fuera lo que fuese, estaba parado a un lado de él, y lo estaba observando fijamente.

Y sin previo aviso la cabaña comenzó a estremecerse. Se levantó sorprendido de la cama y con el rabillo del ojo notó una silueta pequeña parada junto a él. Volteó lentamente la cabeza y vio una pequeña niña.

El hombre entró en shock. Se miraron fijamente uno al otro, y fue la tierna voz de la pequeña al decirle «Hola» lo que lo sacó del trance. Giró velozmente su escopeta y le voló la tapa de los sesos a la niña.

Pegó un grito y salió corriendo de aquel lugar. Al poco tiempo llegó a una carretera en donde fue auxiliado por la policía local. Les contó lo que había sucedido, y lo detuvieron por precaución hasta que aclararan los hechos.

La niña a la que le había volado la tapa de los sesos resultó ser la hija y hermana de una familia que la había reportado como desaparecida hace algunas horas. El hombre no podía creer tal historia, y afirmó que lo que hizo, lo hizo en defensa propia, porque los retratos querían hacerle daño.

La policía no tuvo más opción que llevarlo a la cabaña para que contara ahí su versión de los hechos. Pero al poco tiempo de entrar a la cabaña, se percató de que no había retratos. Sólo había ventanas.

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Comenzó con mi amigo de Japón. Él era un hacker y siempre tenía su computadora encendida, junto con AIM y MSM. Cuando se desconectó de ambos, asumí que su computadora finalmente había colapsado por una sobrecarga. Pero luego descubrí que todas sus publicaciones en nuestros sitios favoritos habían desaparecido. Todas sus cuentas, todas sus entradas, todos sus comentarios.

Lo siento… tiendo a adelantarme a los hechos. Mi nombre es Nathan y vivo encerrado en mi casa. Agorafobia. Soy de Carolina del Norte y programo para ganarme la vida. Mi hermana hace las compras por mí y yo paso en el sótano. No hay ventanas. Hasta donde sé, mi condición podría ser lo único que me mantiene seguro.

Me levanté hace un mes a las tres de la madrugada y me senté en mi escritorio, con la intención de trabajar un poco pero sobre todo chatear. Fue entonces cuando me di cuenta de que KaosSrida se había ido —no sé su nombre real, así que no se molesten en preguntarme—. Fuera de algunos errores gramaticales, hablaba inglés bastante bien y disfrutaba charlando con él. También sabía bastante sobre computadoras, cosas que nunca habría creído posibles.

Por esa razón no estaba preocupado. Sabía bastante que bien que era capaz de hackear esos sitios y borrar todo lo que había publicado. Supuse que se había hartado del internet; se había estado quejando de él por años.

Traté de comentar su desaparición con un amigo en común. Pero parecía confundido, como si hubiese olvidado quién era Kaos. Este amigo era de edad; me preocupé por su estado de salud mental. Decidí dejarlo pasar y hablamos de deportes por un rato.

Para este punto, tres o cuatro personas habían dejado de conectarse. No era la cosa más inusual del mundo, las personas tienen responsabilidad o a veces no tienen ganas de hablar. Sólo que… sus publicaciones también habían desaparecido.

Luego de un par de días de la desaparición de Kaos empecé a sentirme intranquilo, así que apagué la computadora y vi televisión por algunas horas.

Fue en ese momento cuando todo el asunto comenzó a angustiarme.

Uno de los reporteros de un programa de noticias había desaparecido. El otro se volteaba confundido en ocasiones hacia donde su compañero debería de estar, y luego simplemente retomaba lo que estaba diciendo. Un programa local llamado Las tres hermanas o un nombre similar, era ahora Dos hermanas. Y sí, la tercera hermana había desaparecido. Como en el canal de noticias, a veces había momentos en los que la tercera hermana era importante para la trama y, por unos segundos, parecían recordarlo. Pero luego simplemente seguían actuando. Un programa de cocina sólo mostraba el estudio, sin anfitrión.

Soy un hombre racional y soy bueno para encontrarle sentido a todo. El reportero no estaba acostumbrado a trabajar solo, mientras que su compañero estaba enfermo, y en  el programa de las hermanas todo era parte de la historia, no sabría decirlo, no lo veía. El programa de cocina era más difícil de explicar; quizá tuvieron que irse por alguna razón y dejaron la cámara transmitiendo, y los encargados no se dieron cuenta.

Traté de calmarme a mí mismo y decidí ver algo diferente. Tomé la guía de televisión que mi hermana me había dado y empecé a revisarla. Ahí vi la cosa más inquietante hasta el  momento: Los dos chiflados. Me quedé pasmado viendo el título, que estaba entre una vieja comedia británica y uno de esos programas acerca de qué tan buena había sido la década de los cincuenta.

Quedaba poco para que empezara, así que cambié al canal. Ciertamente, el título decía «Los dos chiflados». Pensé que era alguna broma… pero no, comenzó justo como lo recordaba. Sólo que con un chiflado menos.

Me asusté y apagué la televisión.

Y aquí estoy. Ha pasado un mes y cerca de la mitad de mis conocidos han desaparecido. Mi hermana se ha ido también. Estoy publicando esto en cada sitio en el que puedo, con la esperanza de que le llegará a tantas personas como sea posible. Si también han notado que desaparecen personas, mi nombre es Nathan Creek y vivo en una pequeña ciudad en Carolina del Norte. Por favor contáctenme lo antes posible.



—Oye Bob. Bob, ven a ayudarme con esto.

El hombre veía la pantalla, frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres, Jim?

Bob caminó hacia él con una mirada de cansancio en su rostro.

—Uno de los IA presenta un fallo técnico.

—¿Por qué lo dices?

—Eliminé varios IA y un paquete de entretenimiento para que pudiera instalar las nuevas versiones, pero los recuerdos de un IA no se eliminaron y está entrando en pánico.

—¿Qué está haciendo? ¿Trabajando? ¿Escritura creativa?

—Aquí dice que un diario autobiográfico. Creo que no instalamos el módulo en éste.

—Es probable que sea un fallo de algún tipo. Sólo elimínalo y reinicia la instalación de los otros.

Jim suspiró.

—Creo que me agrabada un poco.

—Sólo es un programa, Jim. No es como si estuviera consciente.

Jim observó la representación visual «Nathan_Creek_5 escribe frenéticamente».

—Supongo que tienes razón, Bob.

Jim hizo clic derecho en el IA y escogió eliminar.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las rokurokubi

Este horrendo espectro femenino puede estirar el cuello largamente, y disfruta asustando niños y espiando. Durante el día es una mujer normal, pero por la noche drena la energía vital de sus víctimas o incluso, según cierta versión, les chupa sangre o las devora…

Una rokurokubi es un tipo de monstruoso espectro femenino, originario del folclore japonés y perteneciente a la categoría de los yokai (que engloba apariciones, espíritus, demonios y monstruos). Durante el día su aspecto es como el de una mujer normal, muchas veces muy guapa, casada y con hijos, pero por la noche adquiere la capacidad de estirar su cuello tanto como para ir a otros lugares, donde asustarán (sus rostros pueden volverse demoníacos, horrendos), drenarán energía, o incluso chuparán sangre…

Como ya se dijo, las rokurokubi tienen un aspecto normal y, cuando conocen de su condición (pues no siempre es así), hacen lo posible por mantenerla en secreto. Aún así, suelen ser personas embaucadoras, deshonestas, fisgonas y a menudo egoístas.

En términos generales, las rokurokubi se pueden dividir de dos modos. Según el conocimiento de su propia condición, están las mujeres que saben que son rokurokubi y las que no lo saben; según su naturaleza moral, hay rokurokubis casi inofensivas y que solo asustan (sobre todo a niños, según cierta creencia), molestan, curiosean o drenan un poco de energía, y rokurokubis perversas que gustan de aterrar al punto del trauma y de drenar grandes cantidades de energía o incluso, según una versión, chupan sangre… Lógicamente, cada una de las dos categorías de la primera división, se puede combinar con cualquiera de las dos categorías de la segunda división, y así habrá cuatro tipos por derivación, al menos según la creencia popular dominante; ya que, si nos aferramos a la versión budista, la rokurokubi necesariamente es un ser perverso, que nació así como karma a malas acciones pasadas o como castigo por quebrantar los preceptos budistas. En esta versión budista la rokurokubi puede matar y comer a su víctima, pero afortunadamente suele elegir como presas a hombres de baja moral, como ladrones, asesinos, violadores, adúlteros, borrachos o drogadictos.

Muy distinta de la versión budista sobre el origen de la rokurokubi, en aquella teoría se afirma que la creencia en estos seres se originó a partir de la leyenda de una mujer que tenía la mala costumbre de andar espiando a todo el mundo en sus casas, y que como castigo se la convirtió en alma en pena. Claro que esta explicación se refiere al origen de la creencia en las rokurokubis, mientras que la explicación budista se refiere al origen de las rokurokubis como tales, presuponiendo su existencia.

Con respecto a las rokurokubis se pueden formular las siguientes preguntas: 1) ¿cómo sabemos si hemos sido víctimas de estos seres?, 2) ¿cómo puede darse cuenta de que es una rokurokubi aquella mujer que lo es y no lo sabe?, 3) ¿cómo podemos darnos cuenta de que una mujer es una rokurokubi?.

Con respecto a la primera pregunta, si nos levantamos demasiado cansados y sin razón aparente, podemos suponer que una rokurokubi nos drenó energía; o, suponiendo que chupen sangre, podemos suponer que fuimos víctimas de estos seres si nos levantamos con inexplicables señales de mordidas.

Ahora, una mujer puede saber que es rokurokubi si se levanta y tiene estrías pálidas en el cuello, pues supuestamente eso se debería a que calló dormida con el cuello estirado mientras buscaba víctimas y la piel aún está adaptándose a la longitud normal. También, si se levanta y recuerda sueños en que veía desde ángulos inusuales (que con una longitud de cuello humana son imposibles de alcanzar) partes de su habitación o de otros sitios conocidos o desconocidos pero aparentemente reales, puede suponer que es una rokurokubi.

Por nuestra parte, si la rokurokubi en cuestión convive con nosotros, también lo de las estrías en el cuello nos sirve. Sin embargo, otra cosa a tener en cuenta es ver si nosotros u otros habitantes de la casa amanecen cansados, o incluso si los animales (si tenemos animales) despiertan sin energía, ya que en general una rokurokubi preferirá drenar la energía a quienes tiene cerca. Finalmente, podemos poner una lámpara de aceite y ver si el aceite de ésta aparece inexplicablemente disminuido a la mañana siguiente, pues muchas rokurokubi se beben el aceite de esas lámparas, al menos según cierta versión de la leyenda.

Por último, hay que estar atentos a las siguientes confusiones que se han dado en torno a las rokurokubi:

1. Se las confunde con los nukekubi, cuyas cabezas flotan despegadas del cuerpo. Esta confusión se debe a la historia que en 1903 escribió Lafcadio Hern (escritor extranjero que se inspiraba en temas japoneses), y en la cual usó dicho nombre para las rokurokubi.

2. A veces se confunden con los rokurokubei, que son la versión masculina de las rokurokubi.

3. A diferencia de las dos anteriores que son confusiones nominales, está la confusión ontológica (esto es, que se le confunde con otro ser) en que se piensa que se está ante una rokurokubi cuando se está ante un tanuki, que es un tipo de mapache sobrenatural que puede asumir la forma de la rokurokubi. Lógicamente, esta confusión rige en el marco de ficción (o muy discutible realidad…) de la leyenda.

Explicación de orden parapsicológico-esotérico

Las experiencias fuera del cuerpo, conocidas como “EEC” (Experiencias Extra Corpóreas) en la Parapsicología y “viajes astrales” en el Esoterismo, pueden ser el fondo de realidad que inspiró la leyenda de las rokurokubi. ¿Por qué? Vamos por partes:

Ángulos de visión extraños que las mujeres- rokurokubi suelen recordar al despertar:
En el desdoblamiento astral la persona flota o vuela, y puede ver su propio cuerpo o cualquier parte de su habitación o del lugar que sea como si estuviera en el suelo, en el techo, o en las paredes, ya que no todos los cuerpos astrales se comportan de la misma manera.

Cuello largo de las rokurokubi: El cordón de plata es una especie de cable de energía que solo se rompe al momento de la muerte, y que une al cuerpo astral (donde está la conciencia y por ende la visión de quien tiene el viaje astral) con el cuerpo físico. El grado de conciencia en un viaje astral varía mucho y a veces las visiones objetivas se mezclan con ensoñaciones o imágenes producidas por la sugestión. De ese modo, el condicionamiento cultural, unido a un grado de consciencia no total durante el viaje astral, harían que la mujer desdoblada perciba su cordón de plata como una especie de cuello largo, o que bien no recuerde sino borrosamente la visión del cordón de plata, y la reinterprete como un cuello largo al despertar.

Drenar energía: este comportamiento de la rokurokubi equivaldría al vampirismo astral, y cabe recordar que cada tipo de vampiro astral tiende a drenar las energías astrales correspondientes a sus tendencias dominantes. De ese modo, se esclarece el porqué, en la creencia budista, la rokurokubi prefiere víctimas viciosas o de baja naturaleza, ya que las buenas personas no suelen ejercer el vampirismo astral, sea consciente o inconscientemente, pues de ambas formas se puede ejercer.

Chupar sangre: Esto sería una metáfora del vampirismo astral, producida por la exageración y la imaginación popular, que tiende a deformar todo de manera que se vuelva más impactante, teniendo muchas veces simbolismos de fondo aquellas deformaciones.

Asustar o curiosear: Cuando alguien se desdobla, sea que lo recuerde o no al volver a su cuerpo físico, tiende a experimentar miedo o curiosidad, y si experimenta lo segundo, se moverá a donde pueda, y asustará a quienes tengan algo desarrollado el sexto sentido, pues estas personas le percibirán como un espectro, cuyo rostro puede deformarse en función de las emociones, ya que está hecho de materia astral y ésta es maleable. Ahora bien, hay personas perversas que tienen la capacidad de desdoblarse y gustan de aterrorizar, pero muy pocos de estos casos se corresponderían con mujeres-rokurokubi. Y en cuanto al porqué los niños son quienes más comúnmente resultan asustados por estos seres, es simplemente porque los niños suelen tener menos cerrado el tercer ojo que los adultos, de modo que pueden percibir con mayor facilidad a los fantasmas y cuerpos astrales de personas vivas que se han desdoblado…
Foto: Leyenda Japonesa   
Las rokurokubi
Este horrendo espectro femenino puede estirar el cuello largamente, y disfruta asustando niños y espiando. Durante el día es una mujer normal, pero por la noche drena la energía vital de sus víctimas o incluso, según cierta versión, les chupa sangre o las devora…

Una rokurokubi es un tipo de monstruoso espectro femenino, originario del folclore japonés y perteneciente a la categoría de los yokai (que engloba apariciones, espíritus, demonios y monstruos). Durante el día su aspecto es como el de una mujer normal, muchas veces muy guapa, casada y con hijos, pero por la noche adquiere la capacidad de estirar su cuello tanto como para ir a otros lugares, donde asustarán (sus rostros pueden volverse demoníacos, horrendos), drenarán energía, o incluso chuparán sangre…

Como ya se dijo, las rokurokubi tienen un aspecto normal y, cuando conocen de su condición (pues no siempre es así), hacen lo posible por mantenerla en secreto. Aún así, suelen ser personas embaucadoras, deshonestas, fisgonas y a menudo egoístas.

En términos generales, las rokurokubi se pueden dividir de dos modos. Según el conocimiento de su propia condición, están las mujeres que saben que son rokurokubi y las que no lo saben; según su naturaleza moral, hay rokurokubis casi inofensivas y que solo asustan (sobre todo a niños, según cierta creencia), molestan, curiosean o drenan un poco de energía, y rokurokubis perversas que gustan de aterrar al punto del trauma y de drenar grandes cantidades de energía o incluso, según una versión, chupan sangre… Lógicamente, cada una de las dos categorías de la primera división, se puede combinar con cualquiera de las dos categorías de la segunda división, y así habrá cuatro tipos por derivación, al menos según la creencia popular dominante; ya que, si nos aferramos a la versión budista, la rokurokubi necesariamente es un ser perverso, que nació así como karma a malas acciones pasadas o como castigo por quebrantar los preceptos budistas. En esta versión budista la rokurokubi puede matar y comer a su víctima, pero afortunadamente suele elegir como presas a hombres de baja moral, como ladrones, asesinos, violadores, adúlteros, borrachos o drogadictos.

Muy distinta de la versión budista sobre el origen de la rokurokubi, en aquella teoría se afirma que la creencia en estos seres se originó a partir de la leyenda de una mujer que tenía la mala costumbre de andar espiando a todo el mundo en sus casas, y que como castigo se la convirtió en alma en pena. Claro que esta explicación se refiere al origen de la creencia en las rokurokubis, mientras que la explicación budista se refiere al origen de las rokurokubis como tales, presuponiendo su existencia.

Con respecto a las rokurokubis se pueden formular las siguientes preguntas: 1) ¿cómo sabemos si hemos sido víctimas de estos seres?, 2) ¿cómo puede darse cuenta de que es una rokurokubi aquella mujer que lo es y no lo sabe?, 3) ¿cómo podemos darnos cuenta de que una mujer es una rokurokubi?.

Con respecto a la primera pregunta, si nos levantamos demasiado cansados y sin razón aparente, podemos suponer que una rokurokubi nos drenó energía; o, suponiendo que chupen sangre, podemos suponer que fuimos víctimas de estos seres si nos levantamos con inexplicables señales de mordidas.

Ahora, una mujer puede saber que es rokurokubi si se levanta y tiene estrías pálidas en el cuello, pues supuestamente eso se debería a que calló dormida con el cuello estirado mientras buscaba víctimas y la piel aún está adaptándose a la longitud normal. También, si se levanta y recuerda sueños en que veía desde ángulos inusuales (que con una longitud de cuello humana son imposibles de alcanzar) partes de su habitación o de otros sitios conocidos o desconocidos pero aparentemente reales, puede suponer que es una rokurokubi.

Por nuestra parte, si la rokurokubi en cuestión convive con nosotros, también lo de las estrías en el cuello nos sirve. Sin embargo, otra cosa a tener en cuenta es ver si nosotros u otros habitantes de la casa amanecen cansados, o incluso si los animales (si tenemos animales) despiertan sin energía, ya que en general una rokurokubi preferirá drenar la energía a quienes tiene cerca. Finalmente, podemos poner una lámpara de aceite y ver si el aceite de ésta aparece inexplicablemente disminuido a la mañana siguiente, pues muchas rokurokubi se beben el aceite de esas lámparas, al menos según cierta versión de la leyenda.

Por último, hay que estar atentos a las siguientes confusiones que se han dado en torno a las rokurokubi:

1. Se las confunde con los nukekubi, cuyas cabezas flotan despegadas del cuerpo. Esta confusión se debe a la historia que en 1903 escribió Lafcadio Hern (escritor extranjero que se inspiraba en temas japoneses), y en la cual usó dicho nombre para las rokurokubi.

2. A veces se confunden con los rokurokubei, que son la versión masculina de las rokurokubi.

3. A diferencia de las dos anteriores que son confusiones nominales, está la confusión ontológica (esto es, que se le confunde con otro ser) en que se piensa que se está ante una rokurokubi cuando se está ante un tanuki, que es un tipo de mapache sobrenatural que puede asumir la forma de la rokurokubi. Lógicamente, esta confusión rige en el marco de ficción (o muy discutible realidad…) de la leyenda.

Explicación de orden parapsicológico-esotérico

Las experiencias fuera del cuerpo, conocidas como “EEC” (Experiencias Extra Corpóreas) en la Parapsicología y “viajes astrales” en el Esoterismo, pueden ser el fondo de realidad que inspiró la leyenda de las rokurokubi. ¿Por qué? Vamos por partes:

Ángulos de visión extraños que las mujeres- rokurokubi suelen recordar al despertar:
En el desdoblamiento astral la persona flota o vuela, y puede ver su propio cuerpo o cualquier parte de su habitación o del lugar que sea como si estuviera en el suelo, en el techo, o en las paredes, ya que no todos los cuerpos astrales se comportan de la misma manera.

Cuello largo de las rokurokubi: El cordón de plata es una especie de cable de energía que solo se rompe al momento de la muerte, y que une al cuerpo astral (donde está la conciencia y por ende la visión de quien tiene el viaje astral) con el cuerpo físico. El grado de conciencia en un viaje astral varía mucho y a veces las visiones objetivas se mezclan con ensoñaciones o imágenes producidas por la sugestión. De ese modo, el condicionamiento cultural, unido a un grado de consciencia no total durante el viaje astral, harían que la mujer desdoblada perciba su cordón de plata como una especie de cuello largo, o que bien no recuerde sino borrosamente la visión del cordón de plata, y la reinterprete como un cuello largo al despertar.

Drenar energía: este comportamiento de la rokurokubi equivaldría al vampirismo astral, y cabe recordar que cada tipo de vampiro astral tiende a drenar las energías astrales correspondientes a sus tendencias dominantes. De ese modo, se esclarece el porqué, en la creencia budista, la rokurokubi prefiere víctimas viciosas o de baja naturaleza, ya que las buenas personas no suelen ejercer el vampirismo astral, sea consciente o inconscientemente, pues de ambas formas se puede ejercer.

Chupar sangre: Esto sería una metáfora del vampirismo astral, producida por la exageración y la imaginación popular, que tiende a deformar todo de manera que se vuelva más impactante, teniendo muchas veces simbolismos de fondo aquellas deformaciones.

Asustar o curiosear: Cuando alguien se desdobla, sea que lo recuerde o no al volver a su cuerpo físico, tiende a experimentar miedo o curiosidad, y si experimenta lo segundo, se moverá a donde pueda, y asustará a quienes tengan algo desarrollado el sexto sentido, pues estas personas le percibirán como un espectro, cuyo rostro puede deformarse en función de las emociones, ya que está hecho de materia astral y ésta es maleable. Ahora bien, hay personas perversas que tienen la capacidad de desdoblarse y gustan de aterrorizar, pero muy pocos de estos casos se corresponderían con mujeres-rokurokubi. Y en cuanto al porqué los niños son quienes más comúnmente resultan asustados por estos seres, es simplemente porque los niños suelen tener menos cerrado el tercer ojo que los adultos, de modo que pueden percibir con mayor facilidad a los fantasmas y cuerpos astrales de personas vivas que se han desdoblado…

Muere Antes de Dormir

¿Alguna vez te has preguntado que pasa cuando mueres? Bueno, yo tengo una pequeña idea sobre eso. La gente muere a todas edades, y de todo tipo de causas. A veces es por heridas, otras por enfermedad.

Pero a veces, hombres y mujeres ancianos simplemente mueren al dormir.

En algunas ocasiones, las personas ancianas sólo mueren sin advertencia al dormir. Ellos estaban perfectos de salud, sólo estaban viejos. Realmente no hay explicación de porqué mueren, sólo mueren. Hubo una pequeña prueba hecha en los años 50, para ver si se podía explicar esto. Tomaron 10 sujetos de prueba que tuvieran al menos 80 años de edad, y les preguntaron si ellos se quedarían ahí, en esas instalaciones, hasta que murieran. Estas personas eran particularmente mayores, así que podrías decir que no les quedaba mucho.

A medida que cada uno iba muriendo, algo peculiar pasaba. Justo antes de que su corazón se parara, sus lecturas cerebrales se volvían increíblemente erráticas. Y sin embargo, aún empataban un cierto patrón. Era algo que nunca habían visto. Esas lecturas eran como las de alguien teniendo la peor pesadilla de su vida. Sus rostros permanecían perfectamente calmados, junto con sus cuerpos... pero no lo estaban.

Pero uno de los sujetos de prueba sobrevivió. Parecía un hombre muy resistente. Él tenía las lecturas cerebrales iguales a las de los otros, pero su corazón no se detuvo. En lugar de eso, se despertó con un grito, y se revolvió violentamente. Los científicos corrieron hacia él, y le preguntaron que había pasado en su cabeza. ÉL dijo que fue la cosa más terrorífica que alguien pudiera ver. Él dijo que era la razón por la cual las personas morían mientras dormían. Dijo que morir al dormir no era pacífico, que era la peor experiencia que pudieras tener. Y justo cuando estaba por decirles... sus ojos giraron dentro, hacia su cabeza, y se colapsó en su cama. Había muerto de agotamiento. Su corazón se colapsó completamente.

Los científicos estaban desconcertados. El proyecto se detuvo ahí.Se negaron a poner a más personas a pasar por esta experiencia. Los resultados fueron guardados, y el proyecto fue escondido de los ojos del mundo. Se perdió en los archivos del gobierno, para que el público nunca lo viera. Pero, uno de los científicos no estaba satisfecho con esto. Muchos años después, ese mismo científico tenía la misma edad en que podía morir al dormir. Él recordó el proyecto de años atrás, y decidió que hallaría lo que el viejo estuvo a punto de decirles. Pasó un buen tiempo preparando su viejo corazón para cualquier cosa que pudiera venir. Quería asegurar que sobreviviría a esto. Una noche se fue a dormir, como siempre. Pero ese sueño fue diferente. Él estaba en total oscuridad. Pero había una pequeña luz emanada de lo que parecía ser un cuarto de baño.

Él parecía estar siendo atraído hacia ahí. No podía detenerse a si mismo de caminar hacia ahí. Abrió la puerta. Había una pequeña luz parpadeante, un espejo un tanto sucio, un escusado roto y una bañera, que parecía estar en las mismas condiciones. El piso era frío concreto. Había un lavabo. Se sintió forzado a lavarse la cara con agua. Parecía perfectamente normal. Él miró del lavabo al espejo, y se vio a si mismo. Se veía perfectamente normal, de igual manera. Se secó la cara, volvió a abrir los ojos, y vio su reflejo de nuevo. Pero ahora fue muy, muy diferente.

La persona en el reflejo parecía ser él... pero era diferente. Era como si alguien lo hubiera sacado de su tumba al rededor de seis meses después. La figura estaba podrida, pero aún tenía alguna semejanza con él. El científico estaba paralizado del miedo. Pero no lo suficiente como para evitar llenar una increíble urgencia de acercarse al reflejo. Lentamente movió sus manos hacia el espejo. Pero, en lugar de tener su mano detenida por el cristal, siguió avanzando hacia la figura. Él regresó su mano con increíble asombro y terror. La figura comenzó a hablar, en una versión rasposa, degradada de la voz del científico: "T-todos t-t-tienen su hora. T-t-tú tuviste mucha suerte para sobrevivir hasta ahora. P-pero ya te ha llegado.. p-prepárate..." . La figura se movió hacia él. Él intentó buscar por todos lados una salida. Pero la puerta había desaparecido. Estaba atrapado en ese cuarto. Su miedo lo congeló como para hacer cualquier movimiento. De repente, la figura se abalanzó sobre él, gritando de una manera que no podrías imaginar. Y al momento en que hizo contacto con él, se despertó. Se sentó violentamente, con la respiración muy agitada.

El científico se dio cuenta inmediatamente de lo que acababa de experimentar. El rápidamente tomó un pedazo en blanco de papel de sobre el escritorio a un lado suyo. Había preparado esto con antelación, sólo por si a caso. Él escribió unas palabras tan rápido como pudo, pues sabía que su corazón estaba a punto de colapsar. El papel decía :"MUERE ANTES DE DORMIR". Luego, aventó el papel y lápiz, esperando morir, entonces. Pero no pasó. Miró hacia la salida de su cuarto. Parada ahí, estaba la figura de su pesadilla.

La figura susurró: "N-no pensabas que p-podrías escapar t-t-tan fácil, ¿o si?" Los ojos del científico se dilataron con miedo. Alcanzó a decir: "¿Qué... qué eres?" La figura se movió hacia un lado de la cama, y susurró a su oído "Soy dios...". Y con esas palabras, murió el científico.

El científico era un hombre solitario. Toda su familia estaba muerta, y no tenía más que un sólo amigo. Nadie encontró el cuerpo por meses. Pero un día, su amigo fue a visitarlo, y golpeó la puerta. Sin respuesta. Luego de unos segundos, olió un hedor horrible desde dentro de la casa. Caminó por el rededor a la parte de atrás, y miró por la ventana del cuarto. Dentro, estaba oscuro. Pero lo que pudo ver fue la figura podrida de su amigo, que había estado ahí, muerto por meses. La figura casi empataba con la que le causó la muerte. Después de llamar a la policía, su cuerpo fue levantado. La causa de la muerte fue etiquetada como "por la edad". Pero encontraron el papel a un lado de su cama. Fue puesto con la evidencia, y hubo algunas historias en periódicos locales. Y así todos siguieron pensando que morir de viejo era natural, y que morir al dormir era el método más pacífico para irse...

Bueno....

Bien por ellos...

lunes, 16 de septiembre de 2013

El experimento ruso del sueño

“Investigadores Rusos a finales de los 40´s mantuvieron a 5 personas despiertas por 15 días utilizando un estimulante basado en gas. Los tuvieron encerrados en un ambiente sellado para monitorear cuidadosamente el uso de oxígeno, de manera que el gas no los matase, debido a las altas concentraciones de gas. Esto fue antes de que existiera el circuito cerrado, por lo que tuvieron que usar micrófonos y ventanas con grosor de 5 pulgadas para observar a los sujetos.. El cuarto estaba lleno de libros, cobijas para dormir -pero ninguna cama-, agua corriente, baño y la suficiente cantidad de comida para que los 5 sobrevivieran por un mes.

Los sujetos de prueba eran prisioneros políticos y de guerra declarados enemigos del estado durante la Segunda Guerra Mundial.

Todo estuvo bien por los primeros 5 días; los sujetos rara vez se quejaban después de que (falsamente) se les había prometido su libertad si aceptaban tomar parte de la prueba y no dormir por 30 días. Sus conversaciones y actividades fueron monitoreadas y los científicos notaron que conforme pasaba el tiempo, ellos hablaban sobre incidentes traumáticos de su pasado.

Después de 5 días se empezaron a quejar de las circunstancias y eventos que los llevaron a donde estaban y empezaron a demostrar paranoia severa. Dejaron de hablar entre ellos, y comenzaron a murmurar de manera alterna en los micrófonos. De manera extraña, todos parecían creer que podían ganar la confianza de sus captores si traicionaban a sus camaradas. En un principio se creyó que esto era un efecto del gas.



Después de 9 días, el primero de ellos empezó a gritar. Corría por todo el cuarto gritando repetidamente por 3 horas seguidas. Después, trato de continuar gritando, pero solo podía dar un grito ocasional. Los científicos postularon que físicamente se había destrozado las cuerdas vocales. La parte mas sorprendente de este comportamiento fue como sus compañeros reaccionaron a esto. O mejor dicho, como no reaccionaron… Continuaban murmurando en los micrófonos hasta que el segundo de los prisioneros comenzó a gritar. Dos de los prisioneros que no gritaban, tomaron los libros y llenaron pagina tras pagina de sus propias heces, y de manera calmada, los pusieron sobre las ventanas del cuarto. Los gritos cesaron de repente.

Al igual que los murmullos de los micrófonos.

Pasaron otros 3 días. Los investigadores checaban los micrófonos constantemente para asegurarse de que trabajaban, porque creían que era imposible no escuchar sonidos con 5 personas dentro. El consumo de oxigeno indicaba que los 5 debían seguir vivos. De hecho, el consumo de oxigeno era el necesario para 5 personas que hacían ejercicio extenuante. En la mañana del catorceavo día, los investigadores hicieron algo que no debían hacer para llamar la atención de los prisioneros: Utilizaron el Intercom dentro del cuarto, esperando provocar respuestas de los prisioneros, pues temían que estuviesen muertos, o en estado vegetal.

Anunciaron: “Abriremos el cuarto para probar los micrófonos. Aléjense de las puertas y acuéstense con las manos atrás en el piso o se les disparara. Se le otorgara la libertad a uno de ustedes si obedecen”.

Para su sorpresa, escucharon solo una frase, con voz calmada: “No queremos ser liberados”.

Hubo gran debate entre los investigadores y fuerzas militares que financiaban el proyecto; sin poder provocar mas respuestas utilizando el Intercom, finalmente se decidió abrir el cuarto a la media noche del día numero 15.



Se limpio el gas del cuarto, y se lleno de aire fresco. Inmediatamente, voces de los micrófonos, empezaron a objetar. Tres voces diferentes rogaban por la vida de sus seres queridos, que encendieran el gas nuevamente. Se abrió el cuarto para sacar a los prisioneros. Gritaron mas fuerte que nunca, al igual que los soldados, cuando vieron lo que había dentro: Cuatro de los sujetos seguían “vivos”.

Las raciones de los pasados 5 días no habían sido tocadas. Habían pedazos de carne de las costillas y pantorrillas del sujeto muerto colocados dentro del drenaje del centro del cuarto bloqueándolo, permitiendo que 4 pulgadas de agua se acumulara en el piso. Los cuatro “sobrevivientes” también tenían pedazos de piel y carne arrancada de sus cuerpos. La destrucción de tejidos y la exposición de huesos en la punta de sus dedos indicaba que las heridas fueron infligidas por las manos, y no con los dientes, como era de suponerse. Al examinarlos, se descubrió que la mayoría de las heridas fueron auto infligidas en su mayoría.

Los la piel y los órganos detrás de las costillas fueron removidos; mientras que el corazón, los pulmones y el diafragma seguían en su lugar. El tracto digestivo de los cuatro sujetos podía verse trabajar, digiriendo comida. Rápidamente se hizo aparente estaban digiriendo su propia carne, y que ellos la arrancaron y se la comieron en el transcurso de los días.

La mayoría de los soldados eran fuerzas especiales Rusas en las instalaciones, pero aun así, muchos se negaron a regresar al cuarto para sacar a los prisioneros. Éstos sin embargo, insistían a gritos que los dejaran dentro y de manera alterna rogaron y demandaron que se encendiera el gas nuevamente, para evitar quedarse dormidos.

Para sorpresa de todos, los sujetos pusieron una resistencia feroz durante la extracción. Un soldado Ruso falleció cuando un sujeto le mordió el cuello, otro fue gravemente herido cuando otro de los prisioneros le mordió la arteria femoral y los testículos. Otros 5 soldados perdieron la vida, si se cuentan a aquellos que se quitaron la vida en las semanas consecuentes al incidente.

Durante la lucha, uno de los prisioneros daño su bazo, sangrando de manera casi inmediata. Se intentó sedar al sujeto, pero fue imposible. Se le inyectó más de 10 veces de la dosis humana de Morfina, y aun así lucho como un animal rodeado, rompiendo las costillas y un brazo de un doctor. Se veía latir su corazón al máximo por dos minutos completos, mientras se desangraba, y continuó gritando por mas de 3 minutos, atacando a quien se le acercara, repitiendo la palabra “más” una y otra vez, cada vez mas débil, hasta que cayó en silencio.

Los otros 3 sobrevivientes, fueron inmovilizados fuertemente y llevados hacia instalaciones médicas. Dos de ellos, con cuerdas vocales intactas, demandaban continuamente más gas para permanecer despiertos.



El más herido de los tres, fue llevado al único cuarto de cirugía que había en las instalaciones. En el proceso de su preparación para colocar nuevamente sus órganos en su lugar, se notó que el sujeto era totalmente inmune a los sedantes. Peleó furiosamente cuando el gas anestésico se le estaba colocando. Se necesitó un poco más de anestesia de la normal para sedarlo, pero al momento que sus ojos se cerraron, su corazón se detuvo. En la autopsia, se encontró que en su sangre había 3 veces la cantidad normal de oxígeno. También se rompió 9 huesos en la lucha para no ser controlado.

El segundo sobreviviente, era el que primero gritó del grupo. Con sus cuerdas vocales destruidas, el no pudo objetar la cirugía, y solo reaccionaba agitando violentamente la cabeza en desacuerdo cuando se le administraba el gas anestésico. Afirmó violentamente con la cabeza cuando alguien sugirió hacer la cirugía sin anestesia, y no reaccionó durante la misma, que duro 6 horas en la cual se intentó reemplazar sus órganos abdominales y cubrirlo con lo que quedaba de su piel. El cirujano afirmó que era médicamente imposible que el sujeto siguiera con vida. Una enfermera aterrada que ayudó en la cirugía, comento que la boca del paciente formaba una sonrisa cada vez que sus ojos se encontraban.

Cuando la cirugía termino, el sujeto miró al cirujano y empezó a hacer sonidos fuertemente, como tratando de hablar. Asumiendo que esto era de gran importancia, el cirujano le entrego un papel y una pluma, para que el paciente pudiera comunicarse. “Sigue cortando” escribió…

Se le hizo la misma cirugía sin anestesia a los otros dos sujetos. Se les tuvo que inyectar un paralítico, pues ellos reían constantemente, y le era imposible realizar la operación al cirujano. Una vez paralizados, solo podían interactuar con sus ojos. En el momento en que pudieron hablar nuevamente, exigieron una vez más el gas estimulante. Los investigadores trataron de averiguar porque se lastimaron de esa forma a si mismos, y por qué querían el gas nuevamente.

La única respuesta fue: “Debo permanecer despierto”.

Se reforzó a los 3 sujetos y los devolvieron al cuarto, para espera de su destino. Los investigadores, enfrentando la furia de sus “benefactores” militares por haber fallado las metas del proyecto, consideraron dar eutanasia a los prisioneros. El comandate, un ex-KGB vio potencial en el proyecto, y en su lugar decidió ver que pasaría si ponían el gas nuevamente. Los científicos se negaron rotundamente, pero al final, tuvieron que aceptar.

En preparación para ser sellados nuevamente en el cuarto, los prisioneros, fueron conectados a un monitor EEG. Para sorpresa de todos, los tres dejaron de pelear en el momento que se dieron cuenta que los regresarían al gas. En este momento, era obvio que los tres estaban haciendo un gran esfuerzo por mantenerse despiertos. Uno de los prisioneros estaba murmurando una canción; el sujeto mudo, peleaba con sus ataduras de piel, como si tratara de enfocarse en algo. El último sujeto mantenía su cabeza en la almohada, y parpadeaba rápidamente. Siendo este el primero al que se le puso el EEG, la mayoría de los investigadores monitoreaban sus ondas cerebrales con sorpresa. Eran normales la mayor parte del tiempo, aunque algunas veces aparecía una línea recta de manera inexplicable. Parecía que repetidamente sufrían de muerte cerebral. Mientras analizaban los datos, una enfermera notó que los ojos del sujeto se cerraron. Sus ondas cerebrales cambiaron inmediatamente por las de sueño profundo, luego se pusieron rectas, y de manera simultanea, su corazón se detuvo.

El único sujeto que quedaba que podía hablar comenzó a gritar para que lo encerraran en ese momento. Sus ondas cerebrales mostraba las líneas rectas del sujeto que acababa de morir por quedarse dormido. El comandante dió la orden de sellar el cuarto con los dos prisioneros dentro, junto con 3 de los científicos. Uno de los 3, inmediatamente tomó un arma y abrió fuego contra el comandante, matándolo de un tiro entre los ojos. Después apuntó al prisionero mudo,y le voló el cerebro.

Apunto al prisionero que quedaba vivo, mientras que los demás investigadores escaparon del cuarto. “No me encerraran con estas cosas! No contigo!”, le gritaba al prisionero que estaba atado al camastro. “QUE ERES?!” Demandó. “Necesito saber”!”

El prisionero sonrió

“Tan fácilmente te has olvidado de mi?”, el prisionero preguntó. “Somos ustedes”. “Somos la locura que esta encerrada en todos ustedes, rogando por libertad en cada momento de tu vida, desde lo mas profundo de tu mente animal. Somos aquello de lo que te escondes en tu cama todas las noches. Somos lo que duermes y silencias y paralizas cuando te vas a tu cielo nocturno, donde no te podemos alcanzar”.

El investigador hizo una pausa. Apunto al corazón del prisionero y disparo.

El EEG mostró una línea recta mientras el sujeto débilmente murmuró “Casi… tan… libre…” “