Hace
como siete años me llegó este mail, que la verdad me dejó muy mal,
puesto que las cosas con la inseguridad en el país empezaban a ponerse
peor de lo que estaban antes, y la violencia no ha parado de crecer. En
lo personal, al momento de leerlo lo creí por completo, porque vivo en
México y he escuchado testimonios de personas cercanas que no se alejan
mucho de esta historia. Cuando esto
alcanzó grandes proporciones algunos medios locales realizaron supuestas
investigaciones, descartando la veracidad de los hechos aquí descritos.
Bueno, en su momento causó mucho revuelo y especulación, y al final la
gente no supo si era cierto o no, porque ¿acaso los medios no podían
estar también comprados o amenazados? ¿No tendrán los medios o estas
mafias la capacidad de fabricar o desaparecer evidencia y testigos?
Dejo a su criterio el creerlo o no, pero lo que sí sé es que, si las
cosas no sucedieron tal cual se describen aquí, sucesos como estos sí
pasan todos los días y no sólo en mi país, sino que en muchas partes del
mundo.
¿Por qué decidí publicarlo aquí? Porque para mí cumple
con los puntos necesarios de un creepypasta, y bueno, no estaba
publicado en esta página que pretende archivar los creepypastas más
populares de la web. A continuación lo transcribo tal cual lo copié del
mail.
ALERTA CIUDAD DE PUEBLA!!!
Por medio de este
e-mail queremos contar a todos los poblanos lo que nos sucedió en la
FAYUCA que esta junto a la CAPU (Central de Autobuses de Puebla).
El día 18 de febrero del 2006, Miguel Ángel Montes Peralta, Mariana
González Blok (novia de Miguel Ángel) y (yo) Agustín Montero de la
Fuente fuimos a la fayuca con la intención de comprar un Xbox 360, pues
nos habían dicho que era posible que ahí lo encontráramos mas barato.
Llegamos al primer estacionamiento de la fayuca a las 10:30 am
aproximadamente y estaba lleno por lo cual nos dispusimos a pasar al
segundo que esta más atrás y en un segundo piso. Nos bajamos y
regresamos por un acceso a la fayuca para buscar algún puesto donde
comprar el videojuego.
Mientras buscábamos, un individuo se
acerco a nosotros y pregunto que estábamos buscando, a lo que le
contestamos que un xbox 360, e inmediatamente nos dijo síganme yo se
donde se los dan “mas vara” o sea, mas barato.
Al llegar al
puesto no vimos nada fuera de lo normal (solo muchos individuos con cara
de delincuentes), pero eso es normal ahí. Nos mostraron el Xbox en
cuestión y si nos dieron un descuento con respecto al precio que se
puede encontrar en el Palacio de Hierro, Liverpool, etc. Y Miguel Ángel
cerro el trato sacando su cartera y pagando en efectivo.
Nos
dispusimos a regresar al auto por medio del acceso de escaleras que hay
en la parte de atrás de la fayuca, cuando de pronto 6 individuos armados
nos llevaron a punta de pistola, golpes y amenazas hasta una casa de
esas de tres pisos que hay atrás de la fayuca. Cuando entramos vimos
infinidad de contrabando y lo que parecía ser una narco tiendita pues
tenían muchas bolsitas con polvo blanco y marihuana en lo que se dice
cuetes (son como grandes cigarros pero de periódico).
Me
pusieron en una habitación y me amarraron en una argolla empotrada al
piso (lo que me hizo suponer que lo que estaba pasando ya había pasado
antes), después cerraron la puerta y pude escuchar que agarraron a
Miguel Ángel y le pidieron las llaves de su camioneta, después le
pegaron hasta cansarse, y no escuche mas su voz como en un lapso de 6
horas, me preguntaba, ¿que habrían hecho con Mariana?. Eso solo lo supe
después, pero quiero seguir contando los acontecimientos en el orden que
sucedieron.
Pasó un lapso de tiempo enorme sin saber que sería
de mi y de mis amigos, solo escuchaba que esporádicamente entraba y
salía gente y no se distinguía bien que decían. Había una pequeña
ventana por la que entraba luz, y veía con horror como poco a poco el
haz de luz que entraba por ella se iba poniendo de color azuloso,
indicador de que pronto iba a obscurecer.
Mientras la angustia
se apoderaba de mi, escuche como entraba un grupo de personas, que
cerraba la puerta de un azotea y subían unas escaleras que pasaban por
arriba del cuartito donde estaba yo.
Empecé a oír los gritos de
Mariana, que angustiada decía “no por favor no!” Mezclados con risas y
golpes contra el piso y las paredes. Yo no podía creer lo que nos estaba
pasando, no podía ser real.
Después de aproximadamente una
hora de gritos ahogados de mi amiga y risas sordas de los delincuentes
hubo un lapso como de 10 minutos de silencio, de pronto se escucho como
bajaban las escaleras en tumulto aquellos individuos y se abría la
puerta metálica de mi pequeña prisión, dos de los individuos me
empezaron a golpear en el piso con una saña que jamás había visto hasta
el punto que quede inconsciente. No se cuanto tiempo habré quedado
desmallado, lo único que recuerdo es que abrí los ojos y vi a Miguel
Ángel a mi lado, con la cara bañada en sangre y sin ojos, estaba
semiconsciente y le decía “no te preocupes wey pronto se van a cansar y
nos van a tirar por ahí y vamos a ir a nuestras casas” pero yo sabia que
eso no iba a ser así, Miguel Ángel angustiado me preguntaba porque no
podía ver nada y le decía que el cuarto no tenia ventanas y que no había
luz, yo trataba de tranquilizarlo, el saber que no tenia ojos habría
acabado con su moral en esos momentos.
Pasaron, lo que yo creo,
como 10 horas y no pasaba nada, hasta que escuche el sonido de aquella
puerta abrirse otra vez y el tumultuoso sonido de varias pisadas
acercándose al cuartito donde nos tenían encerrados, se abrió de un
golpe y un individuo moreno pintado de güero me recibió con una patada
en la nariz, la cual me la destrozo por completo, me desamarro y después
me esculco buscando mi cartera, cuando la abrió en sus manos vio mi
tarjeta de debito bital y mis tarjetas de crédito de banamex y de
banorte, me pidió los NIPs, los cuales se los di sin objetar, lo único
que quería era salir de ahí. Después de que le dije los números secretos
me amenazo diciendo que si lo estaba engañando iba a matar a Miguel
Ángel y a Mariana, que sería mi culpa si los mataban.
Le dije
que no estaba jugando que sabia que esto era en serio y que lo unico que
quería es que ya se acabara esta situación. Me dio un zape con la mano
abierta y lanzando una sonrisita burlona y añadiendo “mas te vale
pendejin, mas te vale…”. Paso aproximadamente una hora cuando
regresaron, fueron directamente a buscarme enojados, porque no había
saldo en la tarjeta de Banamex, les dije que no era rico que apenas
tenia saldo de $30 mil pesos entre las dos tarjetas. Me pegaron hasta
quedar inconsciente nuevamente. Al parecer ya era la
madrugada
cuando desperté se escuchaba que había una fiesta en el interior de la
casa, se escuchaba cumbia a todo volumen y risas, me acerque a la
puertita y vi por debajo del quicio de la puerta a mariana amarrada en
una mesa de centro de sala, estaba desnuda y parecía que estaba fuera de
si, con la mirada perdida en el techo.
Todos los hombres
estaban desnudos con un vaso desechable en la mano y fumaban, de ven en
vez se acercaban a ella para violarla, vi a uno de ellos satisfacer sus
deseos torcidos con su cuerpo y lo que se dice vulgarmente “terminar en
su cara” abriéndole la boca y depositando el semen en ella.
Después le daban unas cachetadas para que tragara. Me rompió el corazón
ver la manera en que la trataron. Escuche pasos cerca de la puerta y me
fui a mi rincón temiendo que me descubrieran espiando.
Después
de unas 3 horas regrese la puerta y vi como esos individuos estaban
teniendo sexo entre ellos, al parecer estaban muy ebrios y drogados,
muchos de ellos estaban tirados en el piso tocándose o durmiendo. En ese
momento me di cuenta que no iba a salir de ahí con vida y que me iban a
violar como a Mariana. De pronto un individuo se acerco a la puerta,
corrí al rincón y me hice el dormido, abrió y con un fuete me pego en la
cara (por mas dolor que sentía me hice el inconsciente), después le
pego a Miguel Ángel que estaba dormido, el despertó inmediatamente, al
ver que se movía, el delincuente lo tomo de los pelos, lo llevo a la
sala y lo violaron entre todos, yo no sabía que hacer, no deje de llorar
hasta que me quede dormido.
En la mañana siguiente, me di
cuenta de que no se escuchaba ruido y me acerque de nuevo a la puerta
para ver que sucedía, solo habían 3 individuos dormidos, desnudos en el
piso, Mariana y Miguel Angel no estaban, supuse que ya se los habían
llevado por ahí y los habían matado, tratando de ver en todas
direcciones, me acerque tanto a la puerta que esta se abrio, al parecer
el individuo que se llevo a Miguel Ángel estaba tan drogado que olvido
cerrar la puerta. Tarde como 15 minutos en decidirme cruzar esa puerta,
tenia miedo de ser descubierto y sufrir un impensable castigo, pase
lentamente esquivando a los delincuentes dormidos, percatándome de la
sucia escena del crimen mas atroz que ni en películas ha sido descrito.
La mesa de centro donde estaba Mariana estaba llena de sangre y
excremento, había toda clase de manchas producto de la orgia, se me
lleno en corazón de desolación, pensando que forma tan vil y estúpida de
perder la vida.
Seguí caminando sigilosamente hasta llegar a
la puerta, estaba abierta, no tenia llave y me sentí aliviado, la abrí
rápidamente y salí corriendo, lo primero con lo que me tope fue con el
mercadito que esta atrás de la fayuca en el que tiene el estacionamiento
(donde nos habíamos estacionado) en la parte de arriba. Corrí hacia la
derecha con rumbo a la fayuca, pase por la tienda Sony y me introduje al
primer puesto que vi, ya en el interior de la fayuca, les dije que
había que llamar a la policía. Eran un hombre y una mujer, se quedaron
viendo entre ellos y se dijeron, “como se salió este wey”. Me di cuenta
de que esto era más grande de lo que imaginaba. Salí corriendo hasta la
calle y pare un taxi de la CAPU, le dije que me llevara pero al verme
ensangrentado no me quiso subir, yo sabia que era cuestión de tiempo
para que me agarraran de nuevo, así que me subí en un microbús y avance
dos calles, me baje coarriendo y me interne en una colonia, al ver que
no me seguían, llame a mi casa con 5 pesos que tenia guardados en la
bolsita del jeans, les dije que no había tiempo para explicar, les dije
la calle, en la cual había un baldío y que ahí los esperaba. Pasado un
rato, llegaron mi papa y mi mama por mí.
Les conté brevemente
lo sucedido y fuimos directamente al MP del Blvd. Norte. Ahí, se
tardaron en tomar mi declaración 3 hrs y 4 mas en que la rindiera, como
no llevaba la credencial del IFE (que se había quedado el delincuente
con mi cartera y tarjetas) hubo que hacer un oficio de testigos que
avalaran mi personalidad. Les dije que los podía llevar en ese instante
al lugar de los hechos, y me dijeron que había que seguir el orden de la
averiguación, le hablamos a mi tío que es abogado y nos dijo que había
que darle dinero a los judiciales para que se tomaran la molestia de ir
en ese instante, así lo hicimos, pero nos dijeron que no podían que
tenían diligencias que hacer en esos momentos. Nos sentimos con las
manos atadas.
Posteriormente, al otro día, fuimos con el
abogado amigo de mi tío a ver como iba lo de la averiguación previa pero
al parecer se había extraviado el expediente. El abogado me dijo que
esto es más grande de lo que nos podemos imagina.
Levantamos otra declaración y al paso de una semana esta se volvió a extraviar.
En ese lapso de una semana aparecieron los cuerpos de mis amigos, a
Mariana la habían violado tantas veces que tenia desgarrados los
músculos de la vagina, le habían cortado los pezones (trofeos de los
narco satánicos) y también le habían sacado los ojos, murió desangrada
por las lesiones de la violación. A Miguel Ángel lo habían violado de
igual manera, los músculos del recto estaban desgarrados, solo que el
murió por asfixia, se cree que fue provocada por uno de los delincuentes
que lo violaba con el fin de hacer mas placentero el orgasmo. El
forense descubrió que varias horas después de muerto lo habían picado
156 veces con un desarmador, quizás con el fin de encubrir la muerte.
Hasta hoy 5 de junio del 2006, nadie ha ido a investigar esa casa, ni
todo lo sucedido en la fayuca, al parecer son bandas bien organizadas,
amafiadas con la policía estatal y con los judiciales.
Desgraciadamente así es nuestro país, no hay solución y nunca la habrá.
Lo único que les pido es que sean conscientes a donde se van a meter,
que esos lugares son muy peligrosos y que la mayoría que trabaja o se
mueve en esos ambientes son delincuentes ex convictos y reincidentes.
Sean conscientes que esos lugares no son Disneylandia, que la porquería
de la sociedad se mueve en esos medios.
Nota: ¿Saben por que
nos eligieron? Primero porque pensaron que teníamos dinero, mucho antes
de que Miguel Ángel sacara el dinero para comprar el Xbox, nos eligieron
desde el estacionamiento. La camioneta en la que íbamos es una Ford
Explorer 2000, ni siquiera es un carro de lujo, ya es un carro algo
viejo, pero en su mentalidad pensaron que teníamos dinero, otra de las
cosas por las que nos eligieron es porque salimos de los estándares del
mexicano promedio, los tres éramos de tez blanca y Mariana era rubia.
¿Saben cuanto se ahorro Miguel Ángel por comprar su Xbox ahí? 450 pesos.
A la siguiente semana bajaron el precio del Xbox en Sears, podría haberle salido igual.
Mi recomendación, compren donde quieran pero fíjense que sea un lugar
seguro, una empresa establecida, ¿nunca se han puesto a pensar porque en
la fayuca se permite la piratería a tan gran escala?
Es porque ni la policía se atreve, no quiere, no le conviene entrar ahí.
Si les ha pasado algo en la fayuca u otro mercado sigan esta cadena
alimentándola con sus experiencias. LO QUE LE HICIERON A MIS AMIGOS Y A
MI, NO TIENE NOMBRE, Y NO DEBE QUEDARSE EN LA IMPUNIDAD.
(Reenvíen este mail para que cosas como estas no sigan sucediendo, el próximo podrías ser tu o un ser querido)
ATTE:
AGUSTIN MONTERO DE LA FUENTE
LIC. AGUSTIN MONTERO ROCHA
SRA. FERNANDA DE LA FUENTE DE MONTERO
LILIANA MONTERO DE LA FUENTE
MIGUEL ANGEL MONTES PERALTA (QED)
DR. MIGUEL ANGEL MONTES PRIETO
SRA. ADORACION PERALTA DE PRIETO
AURORA JIMENA MONTES PERALTA
DANIEL MONTES PERALTA
MARIANA GONZALEZ BLOK (QED)
C.P. IGNACIO GONZALEZ MARTINEZ
C.P. LUCIA BLOK DE GONZALEZ
ADRIANA GONZALEZ BLOK
domingo, 16 de noviembre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
CeaseToExist.mp3
Sé que es difícil creer en algo cuando no se tienen pruebas, sobre todo si se trata de un asunto en el que los hechos parecen fragmentos de una historia de terror. Sin embargo, debo compartir esto con el mundo; todos deben conocer los peligros que acechan a los cibernautas curiosos y ávidos de nuevas experiencias, todos deben saber las consecuencias de tomar una decisión sin reflexionarla. Hago esto con la finalidad de prevenirlos.
Soy una personas cuya vida ha estado plagada de vicios. Siendo relativamente joven, puedo jactarme de haber probado casi todo, desde alcohol y drogas hasta extrañas prácticas sexuales y experiencias «extracorporales». Pero llega un momento en el que termina el encanto, la novedad de lo desconocido, y por tanto pierde su efecto. Arribar a la cumbre del vicio y darte cuenta de que, aun mezclando sustancias, no existe más que una efímera sensación cuya experimentación se vuelve una aburrida rutina, es lo más decepcionante del mundo. Ahora creo que es mejor quedarse en los límites de lo conocido y no ahondar en cosas que podrían destruir la mente.
Hace dos o tres años, no recuerdo, comencé con los sonidos binaurales. Primero probé lo básico como el I-Doser, después busqué otros que me brindaran experiencias más «fuertes». Fue así como encontré diversos tipos de frecuencias en la web normal y la profunda, todos con una extensa gama de sensaciones las cuales no tardé en agotar. En sólo unos meses había experimentado en su totalidad las sensaciones que esos audios ofrecían.
Hace unas semanas que revisaba mi correo electrónico, encontré en la bandeja de entrada un mensaje de un tal «James Webber» con el asunto «Nueva dosis que debes escuchar». Creyendo que se trataba de spam, eliminé el mensaje sin verificar su contenido. Repentinamente, ese sujeto «James» me envió un mensaje instantáneo (lo cual me sorprendió, pues no lo tenía como contacto) preguntándome si no tenía curiosidad de probar aquella dosis. En otra ocasión hubiera bloqueado a aquel individuo e ignorado su oferta, pero encontré divertido su intento por venderme algo que no era novedad para mí. Le respondí cuestionándolo acerca de «lo nuevo» del audio, y mencioné que ya había escuchado todo tipo de frecuencias. «No como esto», repuso. Al momento, envió un link que dirigía a un servidor ruso de almacenamientos de archivos: «Te ofrezco una dosis gratis para que lo compruebes».
Pensé en terminar con el asunto. Lo más probable era que el archivo fuera un virus y aquel sujeto alguien que buscaba perjudicarme. Pero, como si hubiera leído mis pensamientos, envió otro mensaje, «Puedes confiar en que todo estará bien. Pertenezco a un colectivo que apenas está comenzando y necesitamos apoyo para seguir. Si no te gusta, no volveremos a molestarte». Dudando y con cautela, hice clic. El archivo para descargar estaba comprimido en formato RAR y su nombre era muy extraño, tenía más de veinte letras y números que parecían haber sido elegidos al azar. O quizás no. Terminó de descargarse en menos de un minuto y lo abrí para comprobar que no corriera peligro. En el archivo comprimido había una carpeta de nombre semejante al anterior, y dentro, un audio titulado «CeaseToExist.mp3» con un .txt que decía «Instrucciones». Descomprimí ambos archivos y leí las instrucciones. Al escucharlo, tenía que estar acostado bocabajo con los ojos vendados, el audio a tope, usar audífonos. Aunque la última indicación me llamó especialmente la atención: «Concentrarse en el audio hasta llegar al borde del sueño. Cuando esté a punto de dormir, cambiar su posición a boca arriba». La nota terminaba ahí. Sin más, decidí hacerlo… No tenía realmente nada que perder. Coloqué la pista en el reproductor e hice todo lo que indicaba la nota. Sin ver su duración, presioné play.
En un inicio la pieza no presentaba nada fuera de lo común; abría con un ruido parecido a la estática de un televisor, típico en la mayoría de los audios de este tipo. Luego de unos momentos, el ruido comenzó a disminuir mientras un débil tañido de campanas se apreciaba al fondo. Aquel sonido aumentó gradualmente, y fue alentándose hasta que se convirtió en una sencilla melodía. Distinguí algunos repiques más graves que otros, y prestando más atención me di cuenta de que eran tres notas musicales, do, re, fa, do, re, fa… Ese simple arreglo parecía un trozo de una melodía de cuna, tan agradable que me abstraje en aquellas y dejé de escuchar el molesto ruido del fondo. Los armoniosos acordes provocaron que comenzara a dormitar y estaba por abandonar mi estado de conciencia cuando el recuerdo de las indicaciones me cruzó la mente como un rayo: tenía que cambiar mi posición. Con pesadez, giré lentamente mi cuerpo, desde el torso hasta los pies, de modo que mi cara quedó frente al cielo. Los sonidos continuaban deleitando mi oído, mi respiración era cada vez más pesada y mi corazón latía con igual lentitud; me encontraba relajado como nunca en mi vida. Después de unos segundos comencé a sentir cómo se iba elevando mi cuerpo. Sentí que flotaba en el espacio… un efecto similar produce la dosis Zero Gravity, pero no en la magnitud en que yo percibí aquella levitación. Dejé que las ondas sonoras continuaran haciendo su trabajo sobre mi cerebro mientras los tañidos comenzaban a perder intensidad. Mi respiración apenas era perceptible, mis terminaciones nerviosas disfrutaban de una suavidad incomparable, parecía que mi cuerpo reposaba en una nube tan tersa como ninguna otra. Mis labios se movieron para formar una sonrisa en señal de alegría por tan apacible ambiente. No quería que todo terminara abruptamente, volver a enfrentarme a una vida tan insulsa y carente de sentido… no quería cambiar el Edén por la abyecta Tierra que no tenía nada más para ofrecerme que decepciones y tristeza. Intenté abrir mis ojos, pero fui incapaz de hacerlo —me encontraba tan extremadamente sosegado que, de no haber sido por aquel débil y mecánico golpeteo que se escuchaba en mi pecho, hubiera asegurado que estaba muerto—. Al igual que mis párpados, el resto de mis miembros continuaban sumergidos en el trance, inertes por voluntad propia, inconexos con mi mente y pensamientos. Aspiré profundamente y, mientras exhalaba el poco aire que hizo su camino a mis pulmones, mis piernas comenzaron a tener pequeños episodios de espasmos musculares. De igual manera los músculos de mis brazos se contrajeron involuntariamente a la vez que la temperatura de mi cuerpo empezó a elevarse; al parecer no todo se trataba de armonía y felicidad. Mi frecuencia cardíaca se aceleraba gradualmente, el zumbido se acrecentaba a cada centímetro que descendía. Al cabo de unos momentos se volvió insoportable para mis tímpanos, tan intenso que aún no entiendo por qué éstos no reventaron al percibirlo. Intenté mover mis miembros: no podía siquiera abrir los párpados. Mi cuerpo se encontraba tenso, inerte, totalmente rígido y con un dolor agudo, sobre todo en las muñecas y tobillos, un malestar parecido al que experimenta una persona que padece artritis.
Quería gritar, pero mis labios no respondían a la orden de mi cerebro ni mi garganta producía sonido alguno, como si mis cuerdas bucales hubieran sido arrancadas de su lugar. Me estaba ahogando por la opresión incesante sobre mis pulmones, me estaba literalmente evaporado debido al infernal calor que abrasaba mi piel, mi corazón latía con tal ímpetu que las palpitaciones parecían auténticos puñetazos, como si mi órgano hubiera intentado quebrar el esternón y las costillas para huir del pandemónium en que se había transformado mi cuerpo. Una lágrima se escapó de uno de mis ojos y resbaló lentamente por mi rostro —mi piel ardía intensamente por donde había pasado, como si hubieran vertido una gota de ácido sobre mi cara—. La presión se extendió por todo mi cuerpo, ahincando en mi cabeza, pues mis párpados comenzaban a abrirse debido a que mis globos oculares estaban a punto de salirse de su órbita.
No podía soportar más, había traspasado los límites de la resistencia humana, había cruzado los extremos del sufrimiento, llegado a un punto en el que no sabía si continuaba vivo o me encontraba agonizando en los confines del Infierno. Lo último que escuché, fue el intento de mis pulmones por introducir aire fresco, esforzándose desesperadamente por conseguir un poco de sustento.
Exploté. O al menos, eso creí cuando recobré conciencia de mi ser. Afortunadamente, todo había cesado. La presión, el ardor, el dolor… todo lo que me había atormentado, se había ido. Sí, todo había desaparecido, inclusive mi cuerpo; no sentía mis piernas ni mis brazos, tampoco mis oídos y ojos. No escuchaba mi respiración ni los latidos de mi corazón, en realidad, no sabía si estaba escuchando, viendo, tocando, oliendo, saboreando o haciendo todo eso al mismo tiempo. Es casi imposible describir lo que pasé… lo que pasé ahí, es muy difícil comprender, incluso para mí, cómo yo era absolutamente nada en el infinito vacío… Como si hubieran encerrado a mi mente en una región sin límites ni extensión. Al principio, lo único que, podría decirse, “percibía” eran unas figuras amorfas las cuales seguían a mis pensamientos. Me concentré en una de ellas, era una especie de círculo deformado. Era gris, un gris tan opaco que no soportaba, así que lo imaginé verde. Y verde fue. Las otras figuras aparecían y desaparecían, dependiendo de la atención que les brindaba. Todo lo que existía y estaba era directamente proporcional a la medida en que yo lo creía; podía creer en un círculo rectangular y ante mí surgía la figura impensable e ilógica, en una gama de colores inconcebibles para la imaginación humana. Tuve más de cinco sentidos, inventé sentidos para percibir mis propias creaciones. Hice todo en un momento, el último momento que recuerdo, pues lo que siguió a ese lapso fue tan extraño que mi mente colapsó en medio de la confusión. En ese fragmento, creí haber conocido la esencia de Dios… Lo que prosiguió a este episodio quedará encerrado en mi memoria hasta el día de mi muerte. Me tomó algo de tiempo y mucho esfuerzo rememorar cómo había vuelto del caos. Recuerdo vagamente el sonido de un golpe, como si algo pesado hubiera caído al suelo, lo cual atrajo mi atención en ese instante. Estaba recobrando consciencia de mis sentidos, recuperando la lucidez que había extraviado. Escuché entonces otro sonido similar al anterior y de la misma manera sobrevinieron más, como si alguien hubiera golpeado un tambor repetidas veces para ayudarme a salir de la locura. El golpeteo fue acelerando de manera paulatina hasta formar una especie de ritmo. Mientras aquella salvación auxiliaba a mis sentidos para encontrar algo de coherencia, un intenso resplandor surgido de la nada irrumpió en el escenario, lacerando mi vista y aclarando mi mente. La luminiscencia aumentó al grado que, instintivamente, los bordes de mis labios se separaron para proferir un grito desde el fondo de mi garganta, debido al ardor que me provoca. Mis ojos comenzaron a distinguir una forma borrosa de color negro, que poco a poco fue transformándose en un objeto concreto: una lámpara de techo. Al momento de reconocer aquella figura mi garganta cesó de gritar y aspiré una bocanada de aire, con tanta desesperación, que parecía haber sido la primera vez que respiraba. Me incorporé violentamente; mi corazón, que me había salvado de la locura, latía con frecuencia excesiva, mi cuerpo estaba empapado en sudor y temblaba incontrolablemente. Cerré mis párpados e intenté regular mi frecuencia cardiaca y respiratoria. Después de unos momentos logré apaciguar un poco a mi corazón y pulmones, abrí los ojos y pude discernir mucho mejor los objetos y colores. Con lentitud, bajé mis pies e intenté pararme pero mis lánguidas piernas fueron incapaces de sostener el resto del cuerpo. Caí de bruces y con mucho dolor me arrastré hasta el baño, y apoyándome en el lavamanos, logré ponerme de pie y me recargué en él para evitar otra caída. Aún estaba temblando y jadeando, tuvieron que pasar varios minutos antes de que pudiera ejercer control sobre mis movimientos y horas para recuperar la calma en totalidad. Cuando recobré fuerza, elevé mi vista al espejo y observé detenidamente mi rostro: en mis facciones aún estaba dibujado un gesto de estupor y desconcierto, mi piel estaba pálida, gruesas gotas de sudor corrían por mis pómulos y frente, las pupilas de mis ojos se encontraban dilatadas. En ese momento supe que nunca volvería a ser el mismo de antes, jamás podría vivir en tranquilidad ni tener un momento de paz por lo que me restara de vida. Estuve contemplando mi cara por un tiempo, hasta que mi cuerpo dejó de tambalearse. Me enjuagué el rostro, salí del baño un poco aturdido y fui directamente a la habitación. Mi laptop, la única testigo de la horrible vivencia que acababa de pasar, se encontraba hibernando.
Dormí poco esa noche, no podía conservar la calma, ni siquiera en mis sueños. Lo primero que hice la mañana siguiente fue abrir la laptop. Verifiqué la duración de la pista en el reproductor de multimedia y gran sorpresa me llevé cuando noté que, lo que me había parecido una eternidad, no duraba más de cinco minutos. Cerré la aplicación y eliminé el archivo de audio. El navegador también se encontraba abierto, maximicé la aplicación y estuve a punto de cerrarla cuando vi una notificación de un mensaje instantáneo de la persona que me había proporcionado el audio, preguntando si había disfrutado la experiencia y si estaba dispuesto a probar la versión completa. Me sorprendí al ver tal invitación; respondí que no estaba interesado, que tenía suficiente para toda una vida con lo que había experimentado. Sin embargo, él continuo insistiendo, por lo que yo, enojado, le escribí: “¡No compraré su maldita mierda!”, a lo que repuso: “No queremos venderte nada. Lo que nos interesa es analizar los efectos, estudiarlos. Si aceptas nuestra invitación, te haremos algunas pruebas inocuas como, por ejemplo, resonancias magnéticas, y a cambio tú podrás experimentar toda una galería de sensaciones y estados que ni siquiera imaginas…”. Tal respuesta me hizo enfadar más, pensé que todo eso era o una muy bien elaborada estrategia de mercadotecnia o un simple troll que estaba jugando conmigo. Decidí continuar la conversación, pues era demasiado orgulloso para permitir que “alguien” me humillara de esa manera. Como respuesta a su oferta, respondí: “¿Me creen estúpido, o qué? Ya dejé en claro que no me interesa en absoluto nada que tenga que ver con esa porquería. Si lo que quieren es vender la maldita cosa, busquen a otro que crea en sus pendejadas”. De lo único que me arrepiento en la vida, es no haber cerrado la ventana en ese momento; sabía que tenía que hacerlo, era en vano discutir con un imbécil que sólo escribía estupideces. No obstante, la curiosidad me incitó a ver su respuesta, mi maldita curiosidad momentánea provocó lo que hasta el día de hoy me causa recurrentes pesadillas. La contestación que recibí por parte del sujeto, me dejó tan atónito, que fui incapaz de responder al momento:
“Te conocemos Joel. Sabemos en donde vives, en donde trabajas, tus hábitos, tu historial médico y antecedentes penales. Sabemos de tus adicciones pasadas, los problemas legales que has tenido por el consumo de drogas, la asombrosa capacidad de tu cuerpo para asimilar las sustancias y no mermarse con el tiempo. Te hemos estado observando; conocemos tu inquietud por intentar algo nuevo, la urgencia que tienes por experimentar sensaciones desconocidas, intensas. Tú eres el individuo que necesitamos, tú puedes ayudarnos a dar un paso significativo en la ciencia. Acepta el trato Joel, no te arrepentirás”… Quedé pasmado por unos instantes y cuando reaccioné, no sabía qué escribir. De alguna manera, quien estaba detrás de la pantalla conocía detalles de mi vida que no había revelado ni a mis amigos más cercanos. Estaba metido en un problema serio, muy serio. Lo único que se me ocurrió fue preguntar quiénes eran. “Nosotros no importamos. Lo trascendental es tu respuesta. En treinta minutos tocarán a tu puerta unas personas y te preguntarán si aceptas o no. Si respondes afirmativamente, te llevarán en una camioneta hasta un apartamento y te darán instrucciones”. Al instante, inquirí con un poco de temor: “¿…y si declino la invitación?”. “No volveremos a contactarte, a menos que sea necesario. Pero deberás tener mucho cuidado con lo que hagas de ahora en adelante, cualquier acción estúpida acarreará una consecuencia. No te arriesgues de esa manera, te conviene aceptar la oferta”.
Envié otro mensaje instantáneo, pero la cuenta aparecía como “desconectada”. Nunca recibí otro mensaje. Me senté en un sillón, con mi cabeza reclinada sobre mis manos. Analicé la situación sin encontrar solución; pensé en llamar a la policía y denunciar el acto, pero lo descarté. Era posible que aquellos sujetos tomaran medidas contra mi intento. Tenía miedo de llamar a alguien para contarle los sucesos, no quería que nadie más estuviera involucrado en el asunto ni mucho menos que, por mi culpa, sufriera algún daño. Todo esto rondaba mis pensamientos hasta que un golpeteo en la puerta principal me interrumpió. Fui a la ventana e intenté ver quiénes llamaban a la puerta: había una camioneta negra con vidrios polarizados estacionada frente al jardín, pero ningún pasajero a bordo. Volteé a la derecha y vi a dos hombres vestidos de negro aguardando a que abriera. Con temor, fui hasta la puerta y la abrí lentamente. Efectivamente, había dos sujetos altos y corpulentos, pero además una mujer de mediana estatura entre ellos. Todos llevaban gafas oscuras y vestidura negra. Pregunté con voz entrecortada qué era lo que deseaban, a lo cual la mujer repuso, simplemente: “Sí o no”. Quedé por un instante en shock, no entendía por qué no me llevaban a la fuerza en lugar de preguntarme si deseaba formar parte de aquello. Entonces supe que, para que el asunto funcionara, debía ser por voluntad propia; sin embargo, lo último que deseaba era volver a pasar por todo ese infierno, mucho menos uno con mayor duración, por lo que respondí con firmeza: “No”. Al momento, la mujer y el hombre a su derecha dieron media vuelta y, sin decir palabra, regresaron a la camioneta. El otro individuo me sostuvo con firmeza del cuello, casi asfixiándome y me susurró al oído: “Jamás tuviste una conversación en la que te ofrecieron la prueba, ni tampoco la conoces. Tú no sabes nada de nosotros, ni siquiera existimos. Cualquier acción que pretendas en contra de nosotros es inútil, cualquier intención por informar o probar tu historia será frustrada y traerá una consecuencia. Sabemos todo de ti y podemos hacer lo que nos plazca. Además, existen algunas sustancias que, para funcionar en el sistema de una persona, no se requiere de su voluntad… Quedas advertido”. Me soltó y siguió el mismo camino que sus compañeros. Estaba de rodillas en la puerta, recuperándome de aquel casi estrangulamiento, mientras veía desaparecer a la camioneta en los límites de la calle.
Desde entonces, he pasado días y noches sin una pizca de tranquilidad; casi no duermo debido a las pesadillas que atacan a mi subconsciente a cada momento. He perdido el apetito, me he aislado completamente del mundo por temor a que esos bastardos lastimen a quienes conozco. Los medicamentos son infructuosos; el daño ocasionado a mi mente es incurable e irreversible. Algo se quebró ahí adentro, algo que ninguna terapia, ningún remedio ni médico podrá arreglar. Ir a la policía sería igual de vano que ir con un psiquiatra. He perdido mi salud, mi trabajo, mis amigos, mi vida… he perdido todo por un maldito lapso de cinco minutos, por una decisión mal tomada. Cuando revisé la papelera de reciclaje, encontré el archivo MP3 intacto —la nota, por el otro lado, había desaparecido, como si alguien hubiera hackeado mi laptop—. Supongo que lo dejaron para que recordara mi desgracia, para que supiera que ya no había lugar en el mundo para mí si no era con ellos.
Me observan a cada momento, saben a dónde voy y lo que hago. Incluso siento que, en cierta manera, controlan mis acciones. Aun escondido aquí, saben que estoy escribiendo esto, pero, ¿por qué lo permiten, si es un hecho que voy a hacer todo lo posible para que esto salga a la luz?… Quizá, al estar internet lleno de historias extraordinarias y sobrenaturales, piensan que ésta pasará a ser otra narración falsa, una leyenda sin bases para comprobar su veracidad, una historia más. O tal vez ellos buscan que la historia se difunda, que recorra cada sitio en internet y se popularice, así podrán conseguir personas que estén dispuestas a entregar su cerebro para quien sabe qué fines. Oh Dios, ¿qué he hecho? Cuando lean mi experiencia, la gente creerá que lo que experimenté fue algo divertido, cuando en realidad fue todo lo contrario. ¡Ellos lo saben! Saben que, sobre todo los jóvenes, se sentirán atraídos por las sensaciones que describí, saben que no podrán resistirse a probar algo que les causará efectos mucho más intensos que las drogas convencionales. ¡Ellos tenían planeado que yo escribiera esto! Ya no me queda suficiente tiempo para corregir el daño, lo único que puedo hacer es advertirles: NUNCA descarguen de internet CeasetoExist.mp3, ni en ningún otro formato, aunque creo que será algo difícil encontrarlo. NUNCA prueben dosis de dudosa procedencia, pero más que nada, JAMAS acept
(El texto de bloc de notas termina aquí).
NOTA: el anterior texto me fue facilitado por una persona allegada a mí, cuya identidad no puedo revelar por cuestiones de seguridad. Este individuo asevera ser pariente del protagonista de la historia, quien vive en Estados Unidos y le mandó por correo electrónico su experiencia (originalmente escrita en inglés) junto con un archivo de audio que aparentemente, es la pieza que se menciona en la historia. Yo no traduje la historia, ya que quien me la envió se había encargado de hacerlo, sino que corregí algunas cuestiones ortográficas, gramaticales, de sintaxis y modifiqué algunas palabras para hacer más apacible la lectura.
No poseo el texto original ni la pieza de audio, no sé si es un Hoax (aunque lo dudo, puesto a que conozco personalmente a este sujeto) y desconozco si el audio original se encuentra en algún sitio. Tampoco he podido contactar a quien me pasó el texto, así que no sé si la historia (en inglés) fue compartida en otros sitios ni tampoco si el archivo de audio esté disponible para descargar en algún servidor.
Soy una personas cuya vida ha estado plagada de vicios. Siendo relativamente joven, puedo jactarme de haber probado casi todo, desde alcohol y drogas hasta extrañas prácticas sexuales y experiencias «extracorporales». Pero llega un momento en el que termina el encanto, la novedad de lo desconocido, y por tanto pierde su efecto. Arribar a la cumbre del vicio y darte cuenta de que, aun mezclando sustancias, no existe más que una efímera sensación cuya experimentación se vuelve una aburrida rutina, es lo más decepcionante del mundo. Ahora creo que es mejor quedarse en los límites de lo conocido y no ahondar en cosas que podrían destruir la mente.
Hace dos o tres años, no recuerdo, comencé con los sonidos binaurales. Primero probé lo básico como el I-Doser, después busqué otros que me brindaran experiencias más «fuertes». Fue así como encontré diversos tipos de frecuencias en la web normal y la profunda, todos con una extensa gama de sensaciones las cuales no tardé en agotar. En sólo unos meses había experimentado en su totalidad las sensaciones que esos audios ofrecían.
Hace unas semanas que revisaba mi correo electrónico, encontré en la bandeja de entrada un mensaje de un tal «James Webber» con el asunto «Nueva dosis que debes escuchar». Creyendo que se trataba de spam, eliminé el mensaje sin verificar su contenido. Repentinamente, ese sujeto «James» me envió un mensaje instantáneo (lo cual me sorprendió, pues no lo tenía como contacto) preguntándome si no tenía curiosidad de probar aquella dosis. En otra ocasión hubiera bloqueado a aquel individuo e ignorado su oferta, pero encontré divertido su intento por venderme algo que no era novedad para mí. Le respondí cuestionándolo acerca de «lo nuevo» del audio, y mencioné que ya había escuchado todo tipo de frecuencias. «No como esto», repuso. Al momento, envió un link que dirigía a un servidor ruso de almacenamientos de archivos: «Te ofrezco una dosis gratis para que lo compruebes».
Pensé en terminar con el asunto. Lo más probable era que el archivo fuera un virus y aquel sujeto alguien que buscaba perjudicarme. Pero, como si hubiera leído mis pensamientos, envió otro mensaje, «Puedes confiar en que todo estará bien. Pertenezco a un colectivo que apenas está comenzando y necesitamos apoyo para seguir. Si no te gusta, no volveremos a molestarte». Dudando y con cautela, hice clic. El archivo para descargar estaba comprimido en formato RAR y su nombre era muy extraño, tenía más de veinte letras y números que parecían haber sido elegidos al azar. O quizás no. Terminó de descargarse en menos de un minuto y lo abrí para comprobar que no corriera peligro. En el archivo comprimido había una carpeta de nombre semejante al anterior, y dentro, un audio titulado «CeaseToExist.mp3» con un .txt que decía «Instrucciones». Descomprimí ambos archivos y leí las instrucciones. Al escucharlo, tenía que estar acostado bocabajo con los ojos vendados, el audio a tope, usar audífonos. Aunque la última indicación me llamó especialmente la atención: «Concentrarse en el audio hasta llegar al borde del sueño. Cuando esté a punto de dormir, cambiar su posición a boca arriba». La nota terminaba ahí. Sin más, decidí hacerlo… No tenía realmente nada que perder. Coloqué la pista en el reproductor e hice todo lo que indicaba la nota. Sin ver su duración, presioné play.
En un inicio la pieza no presentaba nada fuera de lo común; abría con un ruido parecido a la estática de un televisor, típico en la mayoría de los audios de este tipo. Luego de unos momentos, el ruido comenzó a disminuir mientras un débil tañido de campanas se apreciaba al fondo. Aquel sonido aumentó gradualmente, y fue alentándose hasta que se convirtió en una sencilla melodía. Distinguí algunos repiques más graves que otros, y prestando más atención me di cuenta de que eran tres notas musicales, do, re, fa, do, re, fa… Ese simple arreglo parecía un trozo de una melodía de cuna, tan agradable que me abstraje en aquellas y dejé de escuchar el molesto ruido del fondo. Los armoniosos acordes provocaron que comenzara a dormitar y estaba por abandonar mi estado de conciencia cuando el recuerdo de las indicaciones me cruzó la mente como un rayo: tenía que cambiar mi posición. Con pesadez, giré lentamente mi cuerpo, desde el torso hasta los pies, de modo que mi cara quedó frente al cielo. Los sonidos continuaban deleitando mi oído, mi respiración era cada vez más pesada y mi corazón latía con igual lentitud; me encontraba relajado como nunca en mi vida. Después de unos segundos comencé a sentir cómo se iba elevando mi cuerpo. Sentí que flotaba en el espacio… un efecto similar produce la dosis Zero Gravity, pero no en la magnitud en que yo percibí aquella levitación. Dejé que las ondas sonoras continuaran haciendo su trabajo sobre mi cerebro mientras los tañidos comenzaban a perder intensidad. Mi respiración apenas era perceptible, mis terminaciones nerviosas disfrutaban de una suavidad incomparable, parecía que mi cuerpo reposaba en una nube tan tersa como ninguna otra. Mis labios se movieron para formar una sonrisa en señal de alegría por tan apacible ambiente. No quería que todo terminara abruptamente, volver a enfrentarme a una vida tan insulsa y carente de sentido… no quería cambiar el Edén por la abyecta Tierra que no tenía nada más para ofrecerme que decepciones y tristeza. Intenté abrir mis ojos, pero fui incapaz de hacerlo —me encontraba tan extremadamente sosegado que, de no haber sido por aquel débil y mecánico golpeteo que se escuchaba en mi pecho, hubiera asegurado que estaba muerto—. Al igual que mis párpados, el resto de mis miembros continuaban sumergidos en el trance, inertes por voluntad propia, inconexos con mi mente y pensamientos. Aspiré profundamente y, mientras exhalaba el poco aire que hizo su camino a mis pulmones, mis piernas comenzaron a tener pequeños episodios de espasmos musculares. De igual manera los músculos de mis brazos se contrajeron involuntariamente a la vez que la temperatura de mi cuerpo empezó a elevarse; al parecer no todo se trataba de armonía y felicidad. Mi frecuencia cardíaca se aceleraba gradualmente, el zumbido se acrecentaba a cada centímetro que descendía. Al cabo de unos momentos se volvió insoportable para mis tímpanos, tan intenso que aún no entiendo por qué éstos no reventaron al percibirlo. Intenté mover mis miembros: no podía siquiera abrir los párpados. Mi cuerpo se encontraba tenso, inerte, totalmente rígido y con un dolor agudo, sobre todo en las muñecas y tobillos, un malestar parecido al que experimenta una persona que padece artritis.
Quería gritar, pero mis labios no respondían a la orden de mi cerebro ni mi garganta producía sonido alguno, como si mis cuerdas bucales hubieran sido arrancadas de su lugar. Me estaba ahogando por la opresión incesante sobre mis pulmones, me estaba literalmente evaporado debido al infernal calor que abrasaba mi piel, mi corazón latía con tal ímpetu que las palpitaciones parecían auténticos puñetazos, como si mi órgano hubiera intentado quebrar el esternón y las costillas para huir del pandemónium en que se había transformado mi cuerpo. Una lágrima se escapó de uno de mis ojos y resbaló lentamente por mi rostro —mi piel ardía intensamente por donde había pasado, como si hubieran vertido una gota de ácido sobre mi cara—. La presión se extendió por todo mi cuerpo, ahincando en mi cabeza, pues mis párpados comenzaban a abrirse debido a que mis globos oculares estaban a punto de salirse de su órbita.
No podía soportar más, había traspasado los límites de la resistencia humana, había cruzado los extremos del sufrimiento, llegado a un punto en el que no sabía si continuaba vivo o me encontraba agonizando en los confines del Infierno. Lo último que escuché, fue el intento de mis pulmones por introducir aire fresco, esforzándose desesperadamente por conseguir un poco de sustento.
Exploté. O al menos, eso creí cuando recobré conciencia de mi ser. Afortunadamente, todo había cesado. La presión, el ardor, el dolor… todo lo que me había atormentado, se había ido. Sí, todo había desaparecido, inclusive mi cuerpo; no sentía mis piernas ni mis brazos, tampoco mis oídos y ojos. No escuchaba mi respiración ni los latidos de mi corazón, en realidad, no sabía si estaba escuchando, viendo, tocando, oliendo, saboreando o haciendo todo eso al mismo tiempo. Es casi imposible describir lo que pasé… lo que pasé ahí, es muy difícil comprender, incluso para mí, cómo yo era absolutamente nada en el infinito vacío… Como si hubieran encerrado a mi mente en una región sin límites ni extensión. Al principio, lo único que, podría decirse, “percibía” eran unas figuras amorfas las cuales seguían a mis pensamientos. Me concentré en una de ellas, era una especie de círculo deformado. Era gris, un gris tan opaco que no soportaba, así que lo imaginé verde. Y verde fue. Las otras figuras aparecían y desaparecían, dependiendo de la atención que les brindaba. Todo lo que existía y estaba era directamente proporcional a la medida en que yo lo creía; podía creer en un círculo rectangular y ante mí surgía la figura impensable e ilógica, en una gama de colores inconcebibles para la imaginación humana. Tuve más de cinco sentidos, inventé sentidos para percibir mis propias creaciones. Hice todo en un momento, el último momento que recuerdo, pues lo que siguió a ese lapso fue tan extraño que mi mente colapsó en medio de la confusión. En ese fragmento, creí haber conocido la esencia de Dios… Lo que prosiguió a este episodio quedará encerrado en mi memoria hasta el día de mi muerte. Me tomó algo de tiempo y mucho esfuerzo rememorar cómo había vuelto del caos. Recuerdo vagamente el sonido de un golpe, como si algo pesado hubiera caído al suelo, lo cual atrajo mi atención en ese instante. Estaba recobrando consciencia de mis sentidos, recuperando la lucidez que había extraviado. Escuché entonces otro sonido similar al anterior y de la misma manera sobrevinieron más, como si alguien hubiera golpeado un tambor repetidas veces para ayudarme a salir de la locura. El golpeteo fue acelerando de manera paulatina hasta formar una especie de ritmo. Mientras aquella salvación auxiliaba a mis sentidos para encontrar algo de coherencia, un intenso resplandor surgido de la nada irrumpió en el escenario, lacerando mi vista y aclarando mi mente. La luminiscencia aumentó al grado que, instintivamente, los bordes de mis labios se separaron para proferir un grito desde el fondo de mi garganta, debido al ardor que me provoca. Mis ojos comenzaron a distinguir una forma borrosa de color negro, que poco a poco fue transformándose en un objeto concreto: una lámpara de techo. Al momento de reconocer aquella figura mi garganta cesó de gritar y aspiré una bocanada de aire, con tanta desesperación, que parecía haber sido la primera vez que respiraba. Me incorporé violentamente; mi corazón, que me había salvado de la locura, latía con frecuencia excesiva, mi cuerpo estaba empapado en sudor y temblaba incontrolablemente. Cerré mis párpados e intenté regular mi frecuencia cardiaca y respiratoria. Después de unos momentos logré apaciguar un poco a mi corazón y pulmones, abrí los ojos y pude discernir mucho mejor los objetos y colores. Con lentitud, bajé mis pies e intenté pararme pero mis lánguidas piernas fueron incapaces de sostener el resto del cuerpo. Caí de bruces y con mucho dolor me arrastré hasta el baño, y apoyándome en el lavamanos, logré ponerme de pie y me recargué en él para evitar otra caída. Aún estaba temblando y jadeando, tuvieron que pasar varios minutos antes de que pudiera ejercer control sobre mis movimientos y horas para recuperar la calma en totalidad. Cuando recobré fuerza, elevé mi vista al espejo y observé detenidamente mi rostro: en mis facciones aún estaba dibujado un gesto de estupor y desconcierto, mi piel estaba pálida, gruesas gotas de sudor corrían por mis pómulos y frente, las pupilas de mis ojos se encontraban dilatadas. En ese momento supe que nunca volvería a ser el mismo de antes, jamás podría vivir en tranquilidad ni tener un momento de paz por lo que me restara de vida. Estuve contemplando mi cara por un tiempo, hasta que mi cuerpo dejó de tambalearse. Me enjuagué el rostro, salí del baño un poco aturdido y fui directamente a la habitación. Mi laptop, la única testigo de la horrible vivencia que acababa de pasar, se encontraba hibernando.
Dormí poco esa noche, no podía conservar la calma, ni siquiera en mis sueños. Lo primero que hice la mañana siguiente fue abrir la laptop. Verifiqué la duración de la pista en el reproductor de multimedia y gran sorpresa me llevé cuando noté que, lo que me había parecido una eternidad, no duraba más de cinco minutos. Cerré la aplicación y eliminé el archivo de audio. El navegador también se encontraba abierto, maximicé la aplicación y estuve a punto de cerrarla cuando vi una notificación de un mensaje instantáneo de la persona que me había proporcionado el audio, preguntando si había disfrutado la experiencia y si estaba dispuesto a probar la versión completa. Me sorprendí al ver tal invitación; respondí que no estaba interesado, que tenía suficiente para toda una vida con lo que había experimentado. Sin embargo, él continuo insistiendo, por lo que yo, enojado, le escribí: “¡No compraré su maldita mierda!”, a lo que repuso: “No queremos venderte nada. Lo que nos interesa es analizar los efectos, estudiarlos. Si aceptas nuestra invitación, te haremos algunas pruebas inocuas como, por ejemplo, resonancias magnéticas, y a cambio tú podrás experimentar toda una galería de sensaciones y estados que ni siquiera imaginas…”. Tal respuesta me hizo enfadar más, pensé que todo eso era o una muy bien elaborada estrategia de mercadotecnia o un simple troll que estaba jugando conmigo. Decidí continuar la conversación, pues era demasiado orgulloso para permitir que “alguien” me humillara de esa manera. Como respuesta a su oferta, respondí: “¿Me creen estúpido, o qué? Ya dejé en claro que no me interesa en absoluto nada que tenga que ver con esa porquería. Si lo que quieren es vender la maldita cosa, busquen a otro que crea en sus pendejadas”. De lo único que me arrepiento en la vida, es no haber cerrado la ventana en ese momento; sabía que tenía que hacerlo, era en vano discutir con un imbécil que sólo escribía estupideces. No obstante, la curiosidad me incitó a ver su respuesta, mi maldita curiosidad momentánea provocó lo que hasta el día de hoy me causa recurrentes pesadillas. La contestación que recibí por parte del sujeto, me dejó tan atónito, que fui incapaz de responder al momento:
“Te conocemos Joel. Sabemos en donde vives, en donde trabajas, tus hábitos, tu historial médico y antecedentes penales. Sabemos de tus adicciones pasadas, los problemas legales que has tenido por el consumo de drogas, la asombrosa capacidad de tu cuerpo para asimilar las sustancias y no mermarse con el tiempo. Te hemos estado observando; conocemos tu inquietud por intentar algo nuevo, la urgencia que tienes por experimentar sensaciones desconocidas, intensas. Tú eres el individuo que necesitamos, tú puedes ayudarnos a dar un paso significativo en la ciencia. Acepta el trato Joel, no te arrepentirás”… Quedé pasmado por unos instantes y cuando reaccioné, no sabía qué escribir. De alguna manera, quien estaba detrás de la pantalla conocía detalles de mi vida que no había revelado ni a mis amigos más cercanos. Estaba metido en un problema serio, muy serio. Lo único que se me ocurrió fue preguntar quiénes eran. “Nosotros no importamos. Lo trascendental es tu respuesta. En treinta minutos tocarán a tu puerta unas personas y te preguntarán si aceptas o no. Si respondes afirmativamente, te llevarán en una camioneta hasta un apartamento y te darán instrucciones”. Al instante, inquirí con un poco de temor: “¿…y si declino la invitación?”. “No volveremos a contactarte, a menos que sea necesario. Pero deberás tener mucho cuidado con lo que hagas de ahora en adelante, cualquier acción estúpida acarreará una consecuencia. No te arriesgues de esa manera, te conviene aceptar la oferta”.
Envié otro mensaje instantáneo, pero la cuenta aparecía como “desconectada”. Nunca recibí otro mensaje. Me senté en un sillón, con mi cabeza reclinada sobre mis manos. Analicé la situación sin encontrar solución; pensé en llamar a la policía y denunciar el acto, pero lo descarté. Era posible que aquellos sujetos tomaran medidas contra mi intento. Tenía miedo de llamar a alguien para contarle los sucesos, no quería que nadie más estuviera involucrado en el asunto ni mucho menos que, por mi culpa, sufriera algún daño. Todo esto rondaba mis pensamientos hasta que un golpeteo en la puerta principal me interrumpió. Fui a la ventana e intenté ver quiénes llamaban a la puerta: había una camioneta negra con vidrios polarizados estacionada frente al jardín, pero ningún pasajero a bordo. Volteé a la derecha y vi a dos hombres vestidos de negro aguardando a que abriera. Con temor, fui hasta la puerta y la abrí lentamente. Efectivamente, había dos sujetos altos y corpulentos, pero además una mujer de mediana estatura entre ellos. Todos llevaban gafas oscuras y vestidura negra. Pregunté con voz entrecortada qué era lo que deseaban, a lo cual la mujer repuso, simplemente: “Sí o no”. Quedé por un instante en shock, no entendía por qué no me llevaban a la fuerza en lugar de preguntarme si deseaba formar parte de aquello. Entonces supe que, para que el asunto funcionara, debía ser por voluntad propia; sin embargo, lo último que deseaba era volver a pasar por todo ese infierno, mucho menos uno con mayor duración, por lo que respondí con firmeza: “No”. Al momento, la mujer y el hombre a su derecha dieron media vuelta y, sin decir palabra, regresaron a la camioneta. El otro individuo me sostuvo con firmeza del cuello, casi asfixiándome y me susurró al oído: “Jamás tuviste una conversación en la que te ofrecieron la prueba, ni tampoco la conoces. Tú no sabes nada de nosotros, ni siquiera existimos. Cualquier acción que pretendas en contra de nosotros es inútil, cualquier intención por informar o probar tu historia será frustrada y traerá una consecuencia. Sabemos todo de ti y podemos hacer lo que nos plazca. Además, existen algunas sustancias que, para funcionar en el sistema de una persona, no se requiere de su voluntad… Quedas advertido”. Me soltó y siguió el mismo camino que sus compañeros. Estaba de rodillas en la puerta, recuperándome de aquel casi estrangulamiento, mientras veía desaparecer a la camioneta en los límites de la calle.
Desde entonces, he pasado días y noches sin una pizca de tranquilidad; casi no duermo debido a las pesadillas que atacan a mi subconsciente a cada momento. He perdido el apetito, me he aislado completamente del mundo por temor a que esos bastardos lastimen a quienes conozco. Los medicamentos son infructuosos; el daño ocasionado a mi mente es incurable e irreversible. Algo se quebró ahí adentro, algo que ninguna terapia, ningún remedio ni médico podrá arreglar. Ir a la policía sería igual de vano que ir con un psiquiatra. He perdido mi salud, mi trabajo, mis amigos, mi vida… he perdido todo por un maldito lapso de cinco minutos, por una decisión mal tomada. Cuando revisé la papelera de reciclaje, encontré el archivo MP3 intacto —la nota, por el otro lado, había desaparecido, como si alguien hubiera hackeado mi laptop—. Supongo que lo dejaron para que recordara mi desgracia, para que supiera que ya no había lugar en el mundo para mí si no era con ellos.
Me observan a cada momento, saben a dónde voy y lo que hago. Incluso siento que, en cierta manera, controlan mis acciones. Aun escondido aquí, saben que estoy escribiendo esto, pero, ¿por qué lo permiten, si es un hecho que voy a hacer todo lo posible para que esto salga a la luz?… Quizá, al estar internet lleno de historias extraordinarias y sobrenaturales, piensan que ésta pasará a ser otra narración falsa, una leyenda sin bases para comprobar su veracidad, una historia más. O tal vez ellos buscan que la historia se difunda, que recorra cada sitio en internet y se popularice, así podrán conseguir personas que estén dispuestas a entregar su cerebro para quien sabe qué fines. Oh Dios, ¿qué he hecho? Cuando lean mi experiencia, la gente creerá que lo que experimenté fue algo divertido, cuando en realidad fue todo lo contrario. ¡Ellos lo saben! Saben que, sobre todo los jóvenes, se sentirán atraídos por las sensaciones que describí, saben que no podrán resistirse a probar algo que les causará efectos mucho más intensos que las drogas convencionales. ¡Ellos tenían planeado que yo escribiera esto! Ya no me queda suficiente tiempo para corregir el daño, lo único que puedo hacer es advertirles: NUNCA descarguen de internet CeasetoExist.mp3, ni en ningún otro formato, aunque creo que será algo difícil encontrarlo. NUNCA prueben dosis de dudosa procedencia, pero más que nada, JAMAS acept
(El texto de bloc de notas termina aquí).
NOTA: el anterior texto me fue facilitado por una persona allegada a mí, cuya identidad no puedo revelar por cuestiones de seguridad. Este individuo asevera ser pariente del protagonista de la historia, quien vive en Estados Unidos y le mandó por correo electrónico su experiencia (originalmente escrita en inglés) junto con un archivo de audio que aparentemente, es la pieza que se menciona en la historia. Yo no traduje la historia, ya que quien me la envió se había encargado de hacerlo, sino que corregí algunas cuestiones ortográficas, gramaticales, de sintaxis y modifiqué algunas palabras para hacer más apacible la lectura.
No poseo el texto original ni la pieza de audio, no sé si es un Hoax (aunque lo dudo, puesto a que conozco personalmente a este sujeto) y desconozco si el audio original se encuentra en algún sitio. Tampoco he podido contactar a quien me pasó el texto, así que no sé si la historia (en inglés) fue compartida en otros sitios ni tampoco si el archivo de audio esté disponible para descargar en algún servidor.
jueves, 23 de octubre de 2014
La solución a los olvidos
Es de humanos perder cosas, hasta incluso momentos ,esto está íntimamente relacionado. Si olvidas el momento en el cuál guardaste algo, no recuerdas dónde lo has puesto . Esto de olvidar en su mayoría de veces se debe a lo distraído que te encontrabas en aquel momento ,volviendo ese instante más propenso a ser olvidado.
Pero explicando la razón de mi olvido, no encontraré lo que busco. A mí me suele pasar, la mayoría de veces desisto y doy por vencida mi búsqueda.
Sin embargo, últimamente he notado algo curioso.
Citaré la última vez que fue dónde este suceso, por así llamarle, se volvió más evidente:
Tenía que justificar mi tardanza en el colegio, pues aquella vez había acudido al hospital para unos exámenes de rutina los cuales se realizan en las mañanas, hora en la que debo estar en el colegio. Terminaba el bimestre y seguía sin encontrar el papel donde el médico explicaba la razón de mi tardanza, mejor dicho era una constancia de haber estado allí. Pero, como ya lo mencioné no lo encontraba. Cierto día, decidí buscarlo por enésima vez pero igual que las veces anteriores, ni rastro.
Mi mamá había salido, y la noche desplazó el ardiente sol que me derretía por las tardes, fue muy repentino. Toda la casa se hallaba oscura, solo mi cuarto estaba alumbrado y el mundo parecía paralizado. Un gran silencio se creó en el cuál pude obligarme a rememorar el momento en el cual guarde ese papel. Arrodillada en el piso observando la oscuridad del exterior de mi cuarto, dije por manía propia:
– Por favor, dime ¿dónde está?¿dónde se encuentra?****************, tú lo sabes **************** bueno tú también lo sabes , tú ves lo que yo veo,**********************, tú sabes lo que yo no sé,********************* me ayudes.
De pronto no sé si habrá sido una mala pasada de mi mente, o un engaño de mis sentidos, o simplemente mi desesperación. Pero vi una sombra pasar corriendo por la tenue luz que llegaba al pasadizo. Inmediatamente, no sé si llamarle reacción, mi cabeza giró al librero, mirando fugazmente mi libro de teclado y regresando la mirada al estímulo de tal reacción pero ya no había nada de que extrañarse. Cualquiera suele seguir a la sombra, pero inexplicablemente saqué mi libro de teclado y sin pensarlo dos veces lo abrí y allí se encontraba.
Sabía que era inútil perseguir una sombra, después de tal tiempo pasado, pero igual seguí su recorrido y como lo esperas no encontré nada inusual.
No sé si fue mi imaginación pero recordando, noto que no ha sido la primera vez. Capaz te pueda servir a ti , no es necesario estar a oscuras, ni solo, sólo usa tu voz interior. Alguien te contestará o algo.
Pero explicando la razón de mi olvido, no encontraré lo que busco. A mí me suele pasar, la mayoría de veces desisto y doy por vencida mi búsqueda.
Sin embargo, últimamente he notado algo curioso.
Citaré la última vez que fue dónde este suceso, por así llamarle, se volvió más evidente:
Tenía que justificar mi tardanza en el colegio, pues aquella vez había acudido al hospital para unos exámenes de rutina los cuales se realizan en las mañanas, hora en la que debo estar en el colegio. Terminaba el bimestre y seguía sin encontrar el papel donde el médico explicaba la razón de mi tardanza, mejor dicho era una constancia de haber estado allí. Pero, como ya lo mencioné no lo encontraba. Cierto día, decidí buscarlo por enésima vez pero igual que las veces anteriores, ni rastro.
Mi mamá había salido, y la noche desplazó el ardiente sol que me derretía por las tardes, fue muy repentino. Toda la casa se hallaba oscura, solo mi cuarto estaba alumbrado y el mundo parecía paralizado. Un gran silencio se creó en el cuál pude obligarme a rememorar el momento en el cual guarde ese papel. Arrodillada en el piso observando la oscuridad del exterior de mi cuarto, dije por manía propia:
– Por favor, dime ¿dónde está?¿dónde se encuentra?****************, tú lo sabes **************** bueno tú también lo sabes , tú ves lo que yo veo,**********************, tú sabes lo que yo no sé,********************* me ayudes.
De pronto no sé si habrá sido una mala pasada de mi mente, o un engaño de mis sentidos, o simplemente mi desesperación. Pero vi una sombra pasar corriendo por la tenue luz que llegaba al pasadizo. Inmediatamente, no sé si llamarle reacción, mi cabeza giró al librero, mirando fugazmente mi libro de teclado y regresando la mirada al estímulo de tal reacción pero ya no había nada de que extrañarse. Cualquiera suele seguir a la sombra, pero inexplicablemente saqué mi libro de teclado y sin pensarlo dos veces lo abrí y allí se encontraba.
Sabía que era inútil perseguir una sombra, después de tal tiempo pasado, pero igual seguí su recorrido y como lo esperas no encontré nada inusual.
No sé si fue mi imaginación pero recordando, noto que no ha sido la primera vez. Capaz te pueda servir a ti , no es necesario estar a oscuras, ni solo, sólo usa tu voz interior. Alguien te contestará o algo.
miércoles, 15 de octubre de 2014
Canal de YouTube
Creamos un nuevo canal en Youtube se llama igual que todas las paginas o casi todas "Mitos,leyendas y creepypastas",el canal sera narrado con el programa "loquendo" ya que el administrador no es muy hábil narrando xD, los vídeos serán subidos en algunos semanas mas pueden enviarme sus creepypastas en la pagina de facebook
¡ACÁ LOS LINKS!
domingo, 12 de octubre de 2014
Descargar Dream Fallen
Un juego que hace unos meses estaba muy de moda en YouTube youtubers como Xodaaa o JuegaGerman jugaron en su momento y un juego bastante bueno el link de descarga funciona aunque no es mio , lo subio un usuario llamado WingGamesDroid que su canal estara abajo
Descargue aqui
Video
Canal del tutorial
Descargue aqui
Video
Canal del tutorial
Imaginación activa
Cuando yo era un niño, tenía una imaginación muy activa. Me gustaría crear escenarios en mi cabeza, pensar en personajes en el acto, y hacer una historia para mi hermana más joven antes de que se quedara dormida … Sólo presumía que tenía talento para ello. Mis padres sonrieron cuando empecé con mi talento para las piezas creativas de trabajo que me traje a casa desde la escuela. Pinturas, cuentos, canciones presentadas en un disco compacto … y mi madre se mantenía cerca de mí y susurraba en mi oído;
“Has recibido un excelente regalo, Terry.” Y cargué con ese regalo por toda mi vida.
En la escuela primaria yo realmente no tenía muchos amigos, así que me los inventé. En el mismo lugar. Yo tenía uno nuevo todos los días. Entonces yo esbozo de ellos en uno de mis libros. Los niños se reían de mí, pero no me importaba. Yo tenía mi mente, y era mi amigo. Me senté solo, y hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les Caminamos pasado. Me sentaba solo, a hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les pasaba por su lado.
“¿Cómo está tu imaginación?”
“Bueno…” yo respondía “Frank ha jugado conmigo hoy”
“Eso está bien cariño, ahora ve a clases”
Eso es todo lo que, básicamente, recuerdo de aquellos días, aparte de mis aventuras con mi mente. Pero en la escuela secundaria, conocí a una chica. Yo nunca había hecho ningún … amigo real antes, así que era muy tímido. Me acerqué a ella y empecé a hablar.
“Hola, soy Terry.” Le sonreí, haciendo caso omiso de burlas y risas de mis amigos imaginarios detrás de mí. Realmente nunca salía de mi imaginación.
“Bueno, yo soy Janet,” dijo en un tono dulce. “¿Quieres ser mi amigo?”
A partir de ese momento, me pasé la mayor parte de mis días con Janet. Mis amigos imaginarios pronto se fueron, desaparecieron y se perdieron de mi memoria. Pero yo tenía un amigo. No era un amigo falso, era uno de verdad. Un amigo que en realidad podría hablar, con el que realmente podría jugar.
Salimos durante unos años, después de los exámenes de curso de la preparatoria Leaver. Teníamos el mismo trabajo, vivíamos el uno con el otro, tuvimos todo el tiempo que necesitamos uno con otro. Luego, cuando tenía veintiún años, le propuse matrimonio. Como yo esperaba, ella dijo que sí. Durante los próximos seis meses planeamos nuestra boda, y unos días antes de la boda, Janet me habló.
“Después de que nos casamos, ¿podemos ir a alguna parte?” Preguntó ella.
“Sí,” dije alegremente: “Siempre he querido ir a Francia. ¿Quieres ir allí? ”
“Francia es” Ella respondió alegremente. Me abrazaba con fuerza… Pero entonces, las paredes de la habitación que nos rodeaban, empezaron a volverse blanco. Un tono blanco. ¡Como ningún blanco jamás había visto!
Los muebles comenzaron a disolverse de la nada, las luces desaparecieron, Janet y yo corrimos a la puerta. Como puse mi mano en el mango de la puerta… Eché un vistazo hacia atrás. La habitación estaba vacía, sólo Janet y yo estábamos dentro. Las paredes estaban forradas con almohadas y había una cama en la esquina. Miré a Janet, ella me miró. Entonces ella comenzó a desaparecer, suavemente al principio, pero empezó a ir más rápido y más rápido. Traté de llegar a ella, pero mis brazos se quedaron atrapados en el interior de una chaqueta completamente blanca, al igual que la habitación a mi al rededor. Tiré y tiré, pero no sirvió de nada. La vi desaparecer… Mi amor, mi vida, mi única amiga. Se fue. Dejándome en este cuarto vacío, una prisión. Un … un asilo.
¿Qué puedo decir? Tengo una imaginación muy activa.
“Has recibido un excelente regalo, Terry.” Y cargué con ese regalo por toda mi vida.
En la escuela primaria yo realmente no tenía muchos amigos, así que me los inventé. En el mismo lugar. Yo tenía uno nuevo todos los días. Entonces yo esbozo de ellos en uno de mis libros. Los niños se reían de mí, pero no me importaba. Yo tenía mi mente, y era mi amigo. Me senté solo, y hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les Caminamos pasado. Me sentaba solo, a hablar con los personajes que yo había imaginado de la nada. Tenían también diferentes personalidades. Los profesores sonreían cuando les pasaba por su lado.
“¿Cómo está tu imaginación?”
“Bueno…” yo respondía “Frank ha jugado conmigo hoy”
“Eso está bien cariño, ahora ve a clases”
Eso es todo lo que, básicamente, recuerdo de aquellos días, aparte de mis aventuras con mi mente. Pero en la escuela secundaria, conocí a una chica. Yo nunca había hecho ningún … amigo real antes, así que era muy tímido. Me acerqué a ella y empecé a hablar.
“Hola, soy Terry.” Le sonreí, haciendo caso omiso de burlas y risas de mis amigos imaginarios detrás de mí. Realmente nunca salía de mi imaginación.
“Bueno, yo soy Janet,” dijo en un tono dulce. “¿Quieres ser mi amigo?”
A partir de ese momento, me pasé la mayor parte de mis días con Janet. Mis amigos imaginarios pronto se fueron, desaparecieron y se perdieron de mi memoria. Pero yo tenía un amigo. No era un amigo falso, era uno de verdad. Un amigo que en realidad podría hablar, con el que realmente podría jugar.
Salimos durante unos años, después de los exámenes de curso de la preparatoria Leaver. Teníamos el mismo trabajo, vivíamos el uno con el otro, tuvimos todo el tiempo que necesitamos uno con otro. Luego, cuando tenía veintiún años, le propuse matrimonio. Como yo esperaba, ella dijo que sí. Durante los próximos seis meses planeamos nuestra boda, y unos días antes de la boda, Janet me habló.
“Después de que nos casamos, ¿podemos ir a alguna parte?” Preguntó ella.
“Sí,” dije alegremente: “Siempre he querido ir a Francia. ¿Quieres ir allí? ”
“Francia es” Ella respondió alegremente. Me abrazaba con fuerza… Pero entonces, las paredes de la habitación que nos rodeaban, empezaron a volverse blanco. Un tono blanco. ¡Como ningún blanco jamás había visto!
Los muebles comenzaron a disolverse de la nada, las luces desaparecieron, Janet y yo corrimos a la puerta. Como puse mi mano en el mango de la puerta… Eché un vistazo hacia atrás. La habitación estaba vacía, sólo Janet y yo estábamos dentro. Las paredes estaban forradas con almohadas y había una cama en la esquina. Miré a Janet, ella me miró. Entonces ella comenzó a desaparecer, suavemente al principio, pero empezó a ir más rápido y más rápido. Traté de llegar a ella, pero mis brazos se quedaron atrapados en el interior de una chaqueta completamente blanca, al igual que la habitación a mi al rededor. Tiré y tiré, pero no sirvió de nada. La vi desaparecer… Mi amor, mi vida, mi única amiga. Se fue. Dejándome en este cuarto vacío, una prisión. Un … un asilo.
¿Qué puedo decir? Tengo una imaginación muy activa.
Sólo quería salir...
No recuerdo la hora, pasaban de las 3am y un golpe fuerte me despertó, giré a ver y se había roto mi ventana.
Estaba asustado y por alguna razón,muy desesperado, lo único que sé es que sólo quería salir de mi habitación, y correr. Me levanté con mucho esfuerzo, mi cuerpo pesaba, me costaba respirar..
Sentí una presencia extraña detrás de mí, la necesidad de voltearme a ver me invadió junto con la agonía y el pánico que me estremeció al ver mi cuerpo inmóvil en la cama, me paralicé y no pude reaccionar hasta que una carcajada retumbó en toda la casa, sabía que tenía que huir de ahí.
Esa risa escalofriante me perseguía por todos lados, su eco era ensordecedor..
Una extraña luz que provenía de afuera llamó mi atención, tenían un leve parecido a la luces de un automóvil de la policía, sentí alivio y seguridad.. Hasta que abrí la puerta..
Las luces cegaron mi vista por un momento, cuando logré ver bien, había una criatura enorme y tan peluda que poco se veía su rostro, sólo sus ojos..
Dos hoyos negros que parecían no tener fin con unas pupilas del tamaño de pelotas de béisbol, abarcaban gran parte de su cara y su mirada fría y del infierno me observaba, sus garras largas estaban destrozando al oficial de policía que estaba dentro de el auto, habían viceras por todos lados, escurría sangre de la boca llena de afilados colmillos que formaban una macabra sonrisa que se dirigía hacia mi.
Quise dar la vuelta para entrar a la casa y huir por la puerta trasera pero una escalofriante cabeza sin ojos riéndose con una voz que parecía provenir del mismísimo infierno se abalanzó sobre mi y me hizo caer, la empujé con todas mis fuerzas, me levanté y corrí lo más rápido que pude.
Al voltearme a ver detrás de mí, noté que sólo esa repulsiva cabeza me perseguía, no sabía que hacer ni a donde iría, y de golpe recordé que sólo era un espíritu, que mi cuerpo aún estaba en la casa y que la bestia iría por el para devorarlo, decidí regresar e intentar hacerme reaccionar, rodeé la casa con ese ente aún persiguiéndome y logré llegar al costado de la casa que daba a mi habitación, arrojé una gran roca que destrozó la ventana..
No recuerdo bien la hora, pasaban de las 3am y un golpe fuerte que quebró mi ventana me despertó. Estaba asustado y, por alguna razón,muy desesperado, lo único que sé es que sólo quería salir de mí habitación, y correr.
El señor Antero
Cuando era niño, me aterraba la oscuridad. Aún hoy me provoca escalofríos, pero cuando tenía seis años, no había una sola noche en que no llamara a mis padres llorando, sólo para buscar al monstruo que se ocultaba bajo la cama o dentro del clóset, esperando la ocasión para devorarme.
Incluso con una lámpara de noche, veía formas oscuras moviéndose por las esquinas de la habitación o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo posible para consolarme, diciéndome que eran sólo pesadillas o efectos raros que producía la luz, pero mi mente infantil creía que en el momento en que me quedara dormido, las cosas malvadas me atraparían.
La mayor parte del tiempo, simplemente me escondía bajo las cobijas y esperaba que el cansancio me venciera. Pero indudablemente perdía el control y corría gritando al cuarto de mis padres, despertando a mis hermanos en el proceso. Después de un episodio de esos, no había manera de que alguien pudiera volver a dormir en toda la noche.
Finalmente, después de una noche particularmente traumatizante, mis padres decidieron que ya habían tenido demasiado. Desafortunadamente para ellos, era inútil discutir con un niño de seis años y terminaron por entender que no podrían ayudarme a superar mis temores infantiles a través de la razón y la lógica. Por eso tuvieron que manejarlo con astucia.
Mi madre tuvo la idea de confeccionarme un compañero para la hora de dormir.
Ella recolectó todo tipo de retazos de tela y con ayuda de su máquina de coser, creó lo que después llamaríamos "Señor Antero". Antero era un monstruo de calcetines, según mi madre, y estaba hecho para mantenerme a salvo mientras dormía, asustando a los otros monstruos.
Honestamente, aún hoy me sigue impresionando el hecho de que mi madre pudiera idear algo tan extraño y darle una apariencia tan inquietante. Antero tenía el aspecto de la mezcla entre un gremlin y Frankenstein, con grandes ojos de botón y orejas de gato caídas. Sus bracitos y piernitas estaban hechos de un par de calcetines con franjas blancas y negras que pertenecieron a mi hermana, y la mitad verde de su cara era en realidad una calceta de soccer de mi hermano. Su cabeza podría describirse como bulbosa, y para hacer su boca, mi madre había cosido un pedazo de tela blanca y sobre él había dibujado un patrón en zigzag, formando una amplia sonrisa con colmillos afilados. Lo amé en cuanto lo vi.
Desde entonces, el señor Antero nunca se apartó de mi lado; después del atardecer, por supuesto, ya que a el no le gustaba el sol y se hubiera molestado de haber tratado de llevarlo conmigo a la escuela. Pero eso estaba bien, pues sólo lo necesitaba en la noche para alejar al coco. Así que cada noche, al llegar la hora de dormir, Antero me decía dónde se escondían los monstruos y así podía colocarlo en la sección de mi cuarto más cercana a los espantos.
Si había algo en el clóset, el señor Antero bloqueaba la puerta; si había una criatura arañando la ventana, el estaría recargado en el cristal; si había una gran bestia peluda bajo la cama, entonces iba a dar bajo la cama. A veces los monstruos ni siquiera estaban en mi habitación, se escondían en mis sueños y Antero tenía que acompañarme en mis pesadillas.
Era divertido llevar a Antero a mis sueños porque así podía pasar horas combatiendo espíritus y demonios. La mejor parte era que, en mis sueños, el podía hablarme de verdad.
Él me preguntaba — ¿Cuánto me quieres? – y yo siempre le respondía –Más que a nada en el mundo.
Una noche en un sueño, después de perder mi primer diente, me pidió un favor.
— ¿Puedes darme tu diente?
— ¿Por qué?
— Para ayudarme a matar las cosas malas
A la mañana siguiente, durante el desayuno, mi madre preguntó a dónde se había ido mi diente. Según me dijo, el ratón de los dientes no pudo encontrarlo bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo había dado al señor Antero, ella sólo se encogió de hombros y regresó a la cocina para darle de comer a mi hermanita. Desde entonces, cada vez que perdía un diente, se lo daba a Antero. Él siempre me lo agradecía, por supuesto, y me decía cuánto me quería.
Como era de esperarse, me quedé sin dientes de leche y me volví demasiado viejo para seguir jugando con muñecos. Así que el señor Antero sólo se sentó en mi librero y fue acumulando polvo a medida que se desvanecía mi interés por él.
Sin embargo, con el tiempo, las pesadillas se volvieron peores que nunca. Eran tan terribles que comenzaban a seguirme al mundo real, volviendo terrorífica cada esquina oscura y cada ruido en los arbustos. Después de una noche particularmente mala, regresé en bicicleta de la casa de un amigo, mientras juraba que me perseguía una jauría de perros rabiosos, sólo para encontrar algo extraño esperándome en mi habitación. Allí, parado sobre mi cama, iluminado por la luz de la luna, estaba Antero. Al principio, pensé que mis ojos me estaban engañando, como lo habían estado haciendo toda la noche, así que traté de encender la luz. Activé el interruptor una y otra vez, pero la oscuridad seguía allí. Fue entonces cuando comencé a ponerme nervioso.
—Dejaste de alimentarme, así que ¿por qué debería protegerte?
— ¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.
En un parpadeo, todo había cambiado. Ya no estaba en mi habitación, estaba en algún otro lugar. No era el infierno, pero la comparación no estaba tan alejada. Era algún tipo de bosque, un lugar horrible y pesadillesco donde partes de fetos abortados colgaban de los árboles y el suelo estaba plagado de insectos carnívoros. Una ráfaga de densa niebla llenó el lugar y con ella, un olor a carne podrida, al tiempo que luces de bengala iluminaban el cielo nocturno. A la distancia, podía escuchar los gritos agonizantes de algo que no era exactamente humano. Mi cabeza palpitaba como si fuera a explotar y el dolor me hizo derramar un río de lágrimas. En mi mente, escuchaba de nuevo su voz.
—Esto es en lo que tu realidad se convertiría sin mí.
—Sentí cómo la tierra se sacudía y escuché pisadas aproximarse rápidamente.
—Soy el único que puede detenerlo.
Ahora estaba detrás de mí, sentí un gigantesco y enojado aliento que me quemó la espalda.
—Dime qué tengo que hacer y lo haré.
Desperté antes de poder darme vuelta.
Al siguiente día, registré el clóset de mis padres, encontré los dientes de leche de mi hermano y se los entregué a el señor Antero. Casi de inmediato los terrores cesaron y pude seguir, más o menos, con mi vida normal. De vez en cuando, tuve que entrar a escondidas en la habitación de mi hermanita y robar lo que debía ser para el ratón de los dientes, otras veces tuve que estrangular alguno de los gatos de mis vecinos y extraer sus puntiagudos incisivos.
Hacía cualquier cosa por mantener alejadas a las visiones, robaba desde un collar de diente de tiburón hasta un premolar cariado. También comencé a notar que Antero se movía por toda mi habitación cada vez que lo dejaba solo, cambiando mis cosas de lugar y poniendo cortinas extra. Cada vez parecía más vivo, sus dientes relucían y su tacto era cálido. Por mucho que me atemorizara, no tuve el coraje para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde me enviaría eso. Así que seguí recolectando dientes para el señor Antero durante toda mi etapa de bachillerato y universidad. Aprendí a temer a más cosas a media que me hacía mayor, y por consiguiente, tenía que darle más dientes a Antero para que me protegiera.
Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio departamento y una dentadura postiza. Ha pasado casi un mes desde la última vez que el señor Antero comió y los horrores están empezando a rodearme de nuevo. Tomé una desviación al salir del trabajo y encontré a un hombre teniendo problemas con las llaves de su auto. Sus dientes estaban amarillos por toda una vida de cigarrillos y café, pero aún así, tuve que usar un martillo para sacarle las muelas.
Cuando regresé a mi departamento, él me estaba esperando en la esquina del techo, con sus ojos blancos y su boca llena de cuchillas.
— ¿Cuánto me quieres? —me pregunta
—Más que a nada en el mundo— respondo, mientras me quito el abrigo.
—Más que a nada en el mundo.
Incluso con una lámpara de noche, veía formas oscuras moviéndose por las esquinas de la habitación o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo posible para consolarme, diciéndome que eran sólo pesadillas o efectos raros que producía la luz, pero mi mente infantil creía que en el momento en que me quedara dormido, las cosas malvadas me atraparían.
La mayor parte del tiempo, simplemente me escondía bajo las cobijas y esperaba que el cansancio me venciera. Pero indudablemente perdía el control y corría gritando al cuarto de mis padres, despertando a mis hermanos en el proceso. Después de un episodio de esos, no había manera de que alguien pudiera volver a dormir en toda la noche.
Finalmente, después de una noche particularmente traumatizante, mis padres decidieron que ya habían tenido demasiado. Desafortunadamente para ellos, era inútil discutir con un niño de seis años y terminaron por entender que no podrían ayudarme a superar mis temores infantiles a través de la razón y la lógica. Por eso tuvieron que manejarlo con astucia.
Mi madre tuvo la idea de confeccionarme un compañero para la hora de dormir.
Ella recolectó todo tipo de retazos de tela y con ayuda de su máquina de coser, creó lo que después llamaríamos "Señor Antero". Antero era un monstruo de calcetines, según mi madre, y estaba hecho para mantenerme a salvo mientras dormía, asustando a los otros monstruos.
Honestamente, aún hoy me sigue impresionando el hecho de que mi madre pudiera idear algo tan extraño y darle una apariencia tan inquietante. Antero tenía el aspecto de la mezcla entre un gremlin y Frankenstein, con grandes ojos de botón y orejas de gato caídas. Sus bracitos y piernitas estaban hechos de un par de calcetines con franjas blancas y negras que pertenecieron a mi hermana, y la mitad verde de su cara era en realidad una calceta de soccer de mi hermano. Su cabeza podría describirse como bulbosa, y para hacer su boca, mi madre había cosido un pedazo de tela blanca y sobre él había dibujado un patrón en zigzag, formando una amplia sonrisa con colmillos afilados. Lo amé en cuanto lo vi.
Desde entonces, el señor Antero nunca se apartó de mi lado; después del atardecer, por supuesto, ya que a el no le gustaba el sol y se hubiera molestado de haber tratado de llevarlo conmigo a la escuela. Pero eso estaba bien, pues sólo lo necesitaba en la noche para alejar al coco. Así que cada noche, al llegar la hora de dormir, Antero me decía dónde se escondían los monstruos y así podía colocarlo en la sección de mi cuarto más cercana a los espantos.
Si había algo en el clóset, el señor Antero bloqueaba la puerta; si había una criatura arañando la ventana, el estaría recargado en el cristal; si había una gran bestia peluda bajo la cama, entonces iba a dar bajo la cama. A veces los monstruos ni siquiera estaban en mi habitación, se escondían en mis sueños y Antero tenía que acompañarme en mis pesadillas.
Era divertido llevar a Antero a mis sueños porque así podía pasar horas combatiendo espíritus y demonios. La mejor parte era que, en mis sueños, el podía hablarme de verdad.
Él me preguntaba — ¿Cuánto me quieres? – y yo siempre le respondía –Más que a nada en el mundo.
Una noche en un sueño, después de perder mi primer diente, me pidió un favor.
— ¿Puedes darme tu diente?
— ¿Por qué?
— Para ayudarme a matar las cosas malas
A la mañana siguiente, durante el desayuno, mi madre preguntó a dónde se había ido mi diente. Según me dijo, el ratón de los dientes no pudo encontrarlo bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo había dado al señor Antero, ella sólo se encogió de hombros y regresó a la cocina para darle de comer a mi hermanita. Desde entonces, cada vez que perdía un diente, se lo daba a Antero. Él siempre me lo agradecía, por supuesto, y me decía cuánto me quería.
Como era de esperarse, me quedé sin dientes de leche y me volví demasiado viejo para seguir jugando con muñecos. Así que el señor Antero sólo se sentó en mi librero y fue acumulando polvo a medida que se desvanecía mi interés por él.
Sin embargo, con el tiempo, las pesadillas se volvieron peores que nunca. Eran tan terribles que comenzaban a seguirme al mundo real, volviendo terrorífica cada esquina oscura y cada ruido en los arbustos. Después de una noche particularmente mala, regresé en bicicleta de la casa de un amigo, mientras juraba que me perseguía una jauría de perros rabiosos, sólo para encontrar algo extraño esperándome en mi habitación. Allí, parado sobre mi cama, iluminado por la luz de la luna, estaba Antero. Al principio, pensé que mis ojos me estaban engañando, como lo habían estado haciendo toda la noche, así que traté de encender la luz. Activé el interruptor una y otra vez, pero la oscuridad seguía allí. Fue entonces cuando comencé a ponerme nervioso.
—Dejaste de alimentarme, así que ¿por qué debería protegerte?
— ¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.
En un parpadeo, todo había cambiado. Ya no estaba en mi habitación, estaba en algún otro lugar. No era el infierno, pero la comparación no estaba tan alejada. Era algún tipo de bosque, un lugar horrible y pesadillesco donde partes de fetos abortados colgaban de los árboles y el suelo estaba plagado de insectos carnívoros. Una ráfaga de densa niebla llenó el lugar y con ella, un olor a carne podrida, al tiempo que luces de bengala iluminaban el cielo nocturno. A la distancia, podía escuchar los gritos agonizantes de algo que no era exactamente humano. Mi cabeza palpitaba como si fuera a explotar y el dolor me hizo derramar un río de lágrimas. En mi mente, escuchaba de nuevo su voz.
—Esto es en lo que tu realidad se convertiría sin mí.
—Sentí cómo la tierra se sacudía y escuché pisadas aproximarse rápidamente.
—Soy el único que puede detenerlo.
Ahora estaba detrás de mí, sentí un gigantesco y enojado aliento que me quemó la espalda.
—Dime qué tengo que hacer y lo haré.
Desperté antes de poder darme vuelta.
Al siguiente día, registré el clóset de mis padres, encontré los dientes de leche de mi hermano y se los entregué a el señor Antero. Casi de inmediato los terrores cesaron y pude seguir, más o menos, con mi vida normal. De vez en cuando, tuve que entrar a escondidas en la habitación de mi hermanita y robar lo que debía ser para el ratón de los dientes, otras veces tuve que estrangular alguno de los gatos de mis vecinos y extraer sus puntiagudos incisivos.
Hacía cualquier cosa por mantener alejadas a las visiones, robaba desde un collar de diente de tiburón hasta un premolar cariado. También comencé a notar que Antero se movía por toda mi habitación cada vez que lo dejaba solo, cambiando mis cosas de lugar y poniendo cortinas extra. Cada vez parecía más vivo, sus dientes relucían y su tacto era cálido. Por mucho que me atemorizara, no tuve el coraje para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde me enviaría eso. Así que seguí recolectando dientes para el señor Antero durante toda mi etapa de bachillerato y universidad. Aprendí a temer a más cosas a media que me hacía mayor, y por consiguiente, tenía que darle más dientes a Antero para que me protegiera.
Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio departamento y una dentadura postiza. Ha pasado casi un mes desde la última vez que el señor Antero comió y los horrores están empezando a rodearme de nuevo. Tomé una desviación al salir del trabajo y encontré a un hombre teniendo problemas con las llaves de su auto. Sus dientes estaban amarillos por toda una vida de cigarrillos y café, pero aún así, tuve que usar un martillo para sacarle las muelas.
Cuando regresé a mi departamento, él me estaba esperando en la esquina del techo, con sus ojos blancos y su boca llena de cuchillas.
— ¿Cuánto me quieres? —me pregunta
—Más que a nada en el mundo— respondo, mientras me quito el abrigo.
—Más que a nada en el mundo.
sábado, 11 de octubre de 2014
La niña perversa
Esta tarde empujé a Arturo a la fuente. Cayó en ella y se puso a hacer gluglú con la boca, pero también gritaba y fue oído. Papá y mamá llegaron corriendo. Mamá lloraba porque creía que Arturo se había ahogado. Pero no era así. Ha venido el doctor. Arturo está ahora muy bien. Ha pedido pastel de mermelada y mamá se lo ha dado. Sin embargo, eran las siete, casi hora de acostarse. Cuando pidió pastel, y a pesar de eso mamá se lo dio. Arturo estaba muy contento y orgulloso. Todo el mundo le hacía preguntas. Mamá le preguntó cómo había podido caerse, si se había resbalado, y Arturo ha dicho que sí, que se tropezó. Es gentil que haya dicho eso, pero yo sigo detestándolo y volveré a hacerlo en la primera ocasión
Por lo demás. si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá le horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar con mamá diciendo: “Elena me ha hecho esto”, mamá le dio una terrible palmada y le ha dicho: “¡No vuelvas a hacer una cosa así!” Y cuando llegó papá, ella se lo ha contado y papá también se puso furioso. Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió, y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada: se lo he pedido a mamá yo también, tres veces, pero ella ha puesto cara de no oírme. "¿Sospecharía que yo fui la que empujó a Arturo?"
Antes, yo era buena con Arturo, porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes, papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable. Sin parar está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes solo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esta vez no era culpa suya.
Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, han dejado de repente de interesarse en mí. Parece que ya no soy su niñíta. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear, voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que quiera. Les da igual.
Sólo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me ha dicho que era porque mamá no quiere oír hablar de mí. Le dije que no era verdad. Él me dijo que sí, que había oído a mamá decirle eso a papá y que le ha dicho: “No quiero oír hablar nunca de ella.” Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la palmada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rió y me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.
Ahora duerme y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.
Con esto, se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca en la que me obligan a dormir desde hace un mes.
Por lo demás. si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá le horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar con mamá diciendo: “Elena me ha hecho esto”, mamá le dio una terrible palmada y le ha dicho: “¡No vuelvas a hacer una cosa así!” Y cuando llegó papá, ella se lo ha contado y papá también se puso furioso. Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió, y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada: se lo he pedido a mamá yo también, tres veces, pero ella ha puesto cara de no oírme. "¿Sospecharía que yo fui la que empujó a Arturo?"
Antes, yo era buena con Arturo, porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes, papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable. Sin parar está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes solo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esta vez no era culpa suya.
Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, han dejado de repente de interesarse en mí. Parece que ya no soy su niñíta. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear, voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que quiera. Les da igual.
Sólo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me ha dicho que era porque mamá no quiere oír hablar de mí. Le dije que no era verdad. Él me dijo que sí, que había oído a mamá decirle eso a papá y que le ha dicho: “No quiero oír hablar nunca de ella.” Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la palmada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rió y me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.
Ahora duerme y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.
Con esto, se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca en la que me obligan a dormir desde hace un mes.
jueves, 11 de septiembre de 2014
Interferencia
Permítanme comenzar diciendo que ésta es una historia real de mi infancia, y si visitan la gran biblioteca en el centro de la ciudad de Nottingham, y echan un vistazo a los registros de periódicos, encontrarán información acerca de los eventos que aquí se detallan.
Esta historia tuvo lugar hace unos 15 o 16 años. Sólo tenía siete años de edad en ese entonces, y mi primo Dale nueve. Él se había quedado conmigo mientras su madre estaba de viaje asistiendo a un familiar enfermo. Como era hijo único yo no tenía muchos juguetes, y mi Sega Genesis estaba averiado, así que no teníamos mucho que hacer que fuera entretenido.
Nuestra rutina consistía en ver dibujos animados en nuestra televisión por cable, seguido de Dale contándome historias de terror cuando se hacía de noche. Mi madre, queriendo que hiciéramos algo más activo, decidió comprar un par de walkie-talkies para que jugáramos con ellos. Nos lo pasamos muy bien jugando a ocultarnos en el bosque mientras que uno trataba de encontrar al otro mediante el walkie-talkie. Como estábamos pequeños, sin embargo, no nos daban permiso de estar fuera hasta muy tarde, así que teníamos que regresar a las 6 p.m. Al llegar cenábamos y guardábamos los juguetes, excepto por los walkie-talkies.
Dale dormía en la habitación para huéspedes y yo tenía mi propia habitación, por lo que la idea era hablar por los walkie-talkies hasta quedarnos dormidos. Fue entonces cuando lo escuchamos, alrededor de las once de la noche. Habíamos estado contándonos historias de terror por horas. De repente, mientras Dale me contaba la historia de un monstruo que supuestamente rondaba el mismo bosque en el que habíamos estado jugando, su voz se cortó, y fue sustituida por el sonido de estática que los walkie-talkies usualmente producen cuando la persona que está transmitiendo suelta el botón que se utiliza para hablar. Esperé unos segundos a que Dale reanudara su historia, cuando oí un débil murmullo procedente del pequeño altavoz. «Qué raro», pensé. El altavoz seguía emitiendo estática, pero definitivamente podía escuchar algún tipo de movimiento y una voz.
Luego se pudo oír un llanto entre la estática. Esto era muy escalofriante para mí, así que me bajé de la cama y corrí al cuarto de Dale. Él estaba sentado en la cama, escuchando a su walkie-talkie también. El llanto se hizo más fuerte. «¿Qué es eso?», me preguntó Dale. «Pensé que me estabas jugando una broma». Cuando le dije que no era así, su rostro se puso pálido. Apagó el suyo. El sonido aún era emitido por el walkie-talkie que sostenía en mi mano, por lo que era imposible que mi walkie-talkie estuviera recibiendo el sonido del suyo. «Esto da miedo», dijo Dale. El llanto y los murmullos entre la estática parecieron escucharse más claramente. Apagué el mío también y regresé a mi habitación.
Ideas de todo tipo se me cruzaron por la cabeza. ¿Tal vez estábamos recibiendo sonidos del más allá? ¿Tal vez mi walkie-talkie simplemente se había averiado y produjo sonidos extraños que parecían llantos y murmullos? Traté de no pensar en ello y me fui a dormir.
Fui despertado al día siguiente por un estallido que parecía provenir de la planta baja. Bajé rápido por las escaleras, encontrándome con mi madre y Dale mirando por la ventana de la sala a la casa de la vecina. Una gran camioneta de policía estaba estacionada afuera y nuestra vecina, Jessie, era escoltada por varios oficiales. Iba gritando insultos e incluso trató de escapar en un momento, antes de ser esposada e introducida en la parte trasera de la camioneta. Estábamos impactados por lo que habíamos visto, y en general confundidos. Jessie era nuestra nueva vecina, quien recientemente se había mudado a la casa de a la par con su bebé, luego de que nuestro antiguo vecino muriera por la edad. Había sido muy reservada, y hasta donde sabíamos era muy tranquila, no parecía ser el tipo de persona que sería arrestada por algún motivo.
No fue hasta el día siguiente cuando leímos el periódico que nos enteramos de lo que había pasado. Jessie había asesinado a su bebé luego de que supuestamente fuera víctima de las horribles apariciones de un anciano que la había estado atormentado por semanas, y finalmente había perdido la razón. Sin embargo, ésta no fue la parte inquietante. La parte inquietante fue el hecho de que el monitor de bebés que se encontraba en la sala donde ocurrió el asesinato estuvo encendido.
Mi primo y yo lo escuchamos todo.
Esta historia tuvo lugar hace unos 15 o 16 años. Sólo tenía siete años de edad en ese entonces, y mi primo Dale nueve. Él se había quedado conmigo mientras su madre estaba de viaje asistiendo a un familiar enfermo. Como era hijo único yo no tenía muchos juguetes, y mi Sega Genesis estaba averiado, así que no teníamos mucho que hacer que fuera entretenido.
Nuestra rutina consistía en ver dibujos animados en nuestra televisión por cable, seguido de Dale contándome historias de terror cuando se hacía de noche. Mi madre, queriendo que hiciéramos algo más activo, decidió comprar un par de walkie-talkies para que jugáramos con ellos. Nos lo pasamos muy bien jugando a ocultarnos en el bosque mientras que uno trataba de encontrar al otro mediante el walkie-talkie. Como estábamos pequeños, sin embargo, no nos daban permiso de estar fuera hasta muy tarde, así que teníamos que regresar a las 6 p.m. Al llegar cenábamos y guardábamos los juguetes, excepto por los walkie-talkies.
Dale dormía en la habitación para huéspedes y yo tenía mi propia habitación, por lo que la idea era hablar por los walkie-talkies hasta quedarnos dormidos. Fue entonces cuando lo escuchamos, alrededor de las once de la noche. Habíamos estado contándonos historias de terror por horas. De repente, mientras Dale me contaba la historia de un monstruo que supuestamente rondaba el mismo bosque en el que habíamos estado jugando, su voz se cortó, y fue sustituida por el sonido de estática que los walkie-talkies usualmente producen cuando la persona que está transmitiendo suelta el botón que se utiliza para hablar. Esperé unos segundos a que Dale reanudara su historia, cuando oí un débil murmullo procedente del pequeño altavoz. «Qué raro», pensé. El altavoz seguía emitiendo estática, pero definitivamente podía escuchar algún tipo de movimiento y una voz.
Luego se pudo oír un llanto entre la estática. Esto era muy escalofriante para mí, así que me bajé de la cama y corrí al cuarto de Dale. Él estaba sentado en la cama, escuchando a su walkie-talkie también. El llanto se hizo más fuerte. «¿Qué es eso?», me preguntó Dale. «Pensé que me estabas jugando una broma». Cuando le dije que no era así, su rostro se puso pálido. Apagó el suyo. El sonido aún era emitido por el walkie-talkie que sostenía en mi mano, por lo que era imposible que mi walkie-talkie estuviera recibiendo el sonido del suyo. «Esto da miedo», dijo Dale. El llanto y los murmullos entre la estática parecieron escucharse más claramente. Apagué el mío también y regresé a mi habitación.
Ideas de todo tipo se me cruzaron por la cabeza. ¿Tal vez estábamos recibiendo sonidos del más allá? ¿Tal vez mi walkie-talkie simplemente se había averiado y produjo sonidos extraños que parecían llantos y murmullos? Traté de no pensar en ello y me fui a dormir.
Fui despertado al día siguiente por un estallido que parecía provenir de la planta baja. Bajé rápido por las escaleras, encontrándome con mi madre y Dale mirando por la ventana de la sala a la casa de la vecina. Una gran camioneta de policía estaba estacionada afuera y nuestra vecina, Jessie, era escoltada por varios oficiales. Iba gritando insultos e incluso trató de escapar en un momento, antes de ser esposada e introducida en la parte trasera de la camioneta. Estábamos impactados por lo que habíamos visto, y en general confundidos. Jessie era nuestra nueva vecina, quien recientemente se había mudado a la casa de a la par con su bebé, luego de que nuestro antiguo vecino muriera por la edad. Había sido muy reservada, y hasta donde sabíamos era muy tranquila, no parecía ser el tipo de persona que sería arrestada por algún motivo.
No fue hasta el día siguiente cuando leímos el periódico que nos enteramos de lo que había pasado. Jessie había asesinado a su bebé luego de que supuestamente fuera víctima de las horribles apariciones de un anciano que la había estado atormentado por semanas, y finalmente había perdido la razón. Sin embargo, ésta no fue la parte inquietante. La parte inquietante fue el hecho de que el monitor de bebés que se encontraba en la sala donde ocurrió el asesinato estuvo encendido.
Mi primo y yo lo escuchamos todo.
jueves, 28 de agosto de 2014
El Hombre que sonríe
Hace unos cinco años solía vivir en el centro de una metrópolis en los Estados Unidos. Siempre fui una persona nocturna, por lo que de vez en cuando me encontraba en total aburrimiento después de que mi compañero de habitación, que definitivamente no era una persona nocturna, iba a dormir. Para pasar el tiempo, acostumbraba a dar largas caminatas mientras reflexionaba.El Hombre que sonríe
Pasaba unas cuantas horas así, andando a solas por la noche, y en ninguna ocasión tuve motivos para sentirme con miedo o amenazada. Solía bromear con mi compañero de cuarto diciendo que, cuando menos los traficantes de la ciudad eran educados. Pero todo eso cambió en unos cuantos minutos de una noche particular.
Era un jueves, en algún momento entre las dos de la mañana, caminaba cerca de un parque que es patrullado por la policía, a unas cuadras de mi departamento. Era una noche bastante silenciosa, incluso para este día de la semana, con poco tráfico y casi ningún transeúnte. El parque, como la mayoría de las veces, estaba vacío. Di media vuelta en una calle con la intención de volver al departamento cuando lo vi por primera vez. Lejos, al final de la calzada y en el mismo lado de la acera que yo, estaba la silueta de un hombre bailando. Era un baile extraño, casi como un vals, pero terminaba cada paso del baile avanzando un poco hacia delante. Se puede decir que bailaba y caminaba hacia mí al mismo tiempo.
Creyendo que probablemente estaba borracho, me acerqué al lado de la calle para darle espacio y que pudiera pasar por la acera. Cuanto más se acercaba, más podía notar lo gracioso que era su baile. Era bastante alto y delgado, y vestía un traje muy viejo. Bailó más cerca hacia mí, hasta que pude ver su rostro. Sus ojos estaban abiertos y casi salían de sus orbitas, tenía la cabeza hacia atrás y miraba al cielo. Su boca estaba abierta en una sonrisa dolorosa, como si fuera una caricatura. Al ver aquello, decidí cruzar la calle antes de que el bailarín se acercara más.
Le quité la vista para poder atravesar la calle vacía. Cuando llegué al otro lado, volví a ver… me quedé paralizada en el lugar. Había dejado de bailar y estaba sobre un solo pie en la calle, con dirección hacía mí, pero todavía miraba hacia el cielo. La sonrisa en su rostro parecía haberse hecho más grande.El Hombre que sonríe
Quedé completamente horrorizada a causa de eso. Comencé a caminar nuevamente, de espaldas, sin quitarle la vista. No se movía. Cuando ya estaba a más de media cuadra de él, voltee para ver el pedazo de acera que tenía delante. Todavía conmocionada, volví a ver hacía donde estaba el bailarín pero ya se había ido. Por un instante me sentí aliviada hasta que lo vi de nuevo. Había atravesado a la misma acera que yo y estaba en cuclillas. No tuve la certeza en ese momento, debido a la oscuridad y a la distancia, pero estoy casi segura de que me estaba mirando. No había apartado los ojos de él más que unos pocos segundos, por lo que estaba claro que se había movido rápidamente. Estaba bloqueada y me quedé allí, parada, mirando hacia él. Entonces comenzó a moverse en mi dirección nuevamente. Daba pasos exagerados sobre la punta de sus pies, como si fuera un personaje de alguna caricatura. A excepción de que se movía muy, muy rápido.
Me gustaría decir que en ese punto comencé a correr, que tomé mi spray de pimienta o mi celular, pero no hice nada de eso. Sólo me quede de pie, completamente congelada mientras aquel hombre sonriente se arrastraba hacía mí. Entonces se volvió a detener, más o menos a unos dos metros de distancia, aun con aquella sonrisa larga, aun mirando hacia el cielo. Cuando finalmente recuperé mi voz, le dije lo primero que se me vino a la mente. Pretendía preguntarle “¿Qué diablos quieres?” con un todo autoritario. Pero la única cosa que salió de mi boca fue un “¿Qué diaaablo…?” bastante inaudible. No sé si los seres humanos son capaces de oler el miedo, pero al menos pude escucharlo. Escuché el miedo en mi propia voz, y eso sólo me hizo empeorar. Pero él no reaccionó. Se mantuvo allí de pie, sonriendo.
Y después de lo que parecía una eternidad, se volteó, lentamente, y comenzó a bailar y a caminar lejos. Sin más. Sin querer voltear para volver a darle la espalda, me mantuve viéndolo hasta que casi no lo distinguía. Entonces me di cuenta de algo. No se alejaba, ya no bailaba. Observé con horror cómo la distancia entre nosotros disminuyó rápidamente. Y ahora él estaba corriendo. Yo también corrí. Corrí hasta que logre llegar a otra calle más iluminada y con más tráfico. Miré hacia atrás pero ya no pude verlo en ningún sitio. Durante todo el camino de regreso a mi departamento, me mantuve mirando por encima de mi hombro, siempre con el temor de volver a ver su estúpida sonrisa, pero él no apareció más. Viví seis meses en aquella ciudad, y nunca más volví a caminar en la noche. Había algo sobre su rostro que siempre me asustará. No parecía borracho, ni parecía drogado. Él parecía completamente loco. Y eso es algo muy aterrorizante de ver.
Pasaba unas cuantas horas así, andando a solas por la noche, y en ninguna ocasión tuve motivos para sentirme con miedo o amenazada. Solía bromear con mi compañero de cuarto diciendo que, cuando menos los traficantes de la ciudad eran educados. Pero todo eso cambió en unos cuantos minutos de una noche particular.
Era un jueves, en algún momento entre las dos de la mañana, caminaba cerca de un parque que es patrullado por la policía, a unas cuadras de mi departamento. Era una noche bastante silenciosa, incluso para este día de la semana, con poco tráfico y casi ningún transeúnte. El parque, como la mayoría de las veces, estaba vacío. Di media vuelta en una calle con la intención de volver al departamento cuando lo vi por primera vez. Lejos, al final de la calzada y en el mismo lado de la acera que yo, estaba la silueta de un hombre bailando. Era un baile extraño, casi como un vals, pero terminaba cada paso del baile avanzando un poco hacia delante. Se puede decir que bailaba y caminaba hacia mí al mismo tiempo.
Creyendo que probablemente estaba borracho, me acerqué al lado de la calle para darle espacio y que pudiera pasar por la acera. Cuanto más se acercaba, más podía notar lo gracioso que era su baile. Era bastante alto y delgado, y vestía un traje muy viejo. Bailó más cerca hacia mí, hasta que pude ver su rostro. Sus ojos estaban abiertos y casi salían de sus orbitas, tenía la cabeza hacia atrás y miraba al cielo. Su boca estaba abierta en una sonrisa dolorosa, como si fuera una caricatura. Al ver aquello, decidí cruzar la calle antes de que el bailarín se acercara más.
Le quité la vista para poder atravesar la calle vacía. Cuando llegué al otro lado, volví a ver… me quedé paralizada en el lugar. Había dejado de bailar y estaba sobre un solo pie en la calle, con dirección hacía mí, pero todavía miraba hacia el cielo. La sonrisa en su rostro parecía haberse hecho más grande.El Hombre que sonríe
Quedé completamente horrorizada a causa de eso. Comencé a caminar nuevamente, de espaldas, sin quitarle la vista. No se movía. Cuando ya estaba a más de media cuadra de él, voltee para ver el pedazo de acera que tenía delante. Todavía conmocionada, volví a ver hacía donde estaba el bailarín pero ya se había ido. Por un instante me sentí aliviada hasta que lo vi de nuevo. Había atravesado a la misma acera que yo y estaba en cuclillas. No tuve la certeza en ese momento, debido a la oscuridad y a la distancia, pero estoy casi segura de que me estaba mirando. No había apartado los ojos de él más que unos pocos segundos, por lo que estaba claro que se había movido rápidamente. Estaba bloqueada y me quedé allí, parada, mirando hacia él. Entonces comenzó a moverse en mi dirección nuevamente. Daba pasos exagerados sobre la punta de sus pies, como si fuera un personaje de alguna caricatura. A excepción de que se movía muy, muy rápido.
Me gustaría decir que en ese punto comencé a correr, que tomé mi spray de pimienta o mi celular, pero no hice nada de eso. Sólo me quede de pie, completamente congelada mientras aquel hombre sonriente se arrastraba hacía mí. Entonces se volvió a detener, más o menos a unos dos metros de distancia, aun con aquella sonrisa larga, aun mirando hacia el cielo. Cuando finalmente recuperé mi voz, le dije lo primero que se me vino a la mente. Pretendía preguntarle “¿Qué diablos quieres?” con un todo autoritario. Pero la única cosa que salió de mi boca fue un “¿Qué diaaablo…?” bastante inaudible. No sé si los seres humanos son capaces de oler el miedo, pero al menos pude escucharlo. Escuché el miedo en mi propia voz, y eso sólo me hizo empeorar. Pero él no reaccionó. Se mantuvo allí de pie, sonriendo.
Y después de lo que parecía una eternidad, se volteó, lentamente, y comenzó a bailar y a caminar lejos. Sin más. Sin querer voltear para volver a darle la espalda, me mantuve viéndolo hasta que casi no lo distinguía. Entonces me di cuenta de algo. No se alejaba, ya no bailaba. Observé con horror cómo la distancia entre nosotros disminuyó rápidamente. Y ahora él estaba corriendo. Yo también corrí. Corrí hasta que logre llegar a otra calle más iluminada y con más tráfico. Miré hacia atrás pero ya no pude verlo en ningún sitio. Durante todo el camino de regreso a mi departamento, me mantuve mirando por encima de mi hombro, siempre con el temor de volver a ver su estúpida sonrisa, pero él no apareció más. Viví seis meses en aquella ciudad, y nunca más volví a caminar en la noche. Había algo sobre su rostro que siempre me asustará. No parecía borracho, ni parecía drogado. Él parecía completamente loco. Y eso es algo muy aterrorizante de ver.
viernes, 15 de agosto de 2014
El niño que nunca lloró
Hay mucha gente ese día. Gran cantidad de personas van y vienen.
Aquella mujer, a pesar de su nerviosismo, no sobresale de la multitud.
Sostiene un bebé dormido de pocos días de nacido en sus brazos.
La mujer parece cansada y se altera por cualquier cosa.
Cuando llega al aeropuerto se da cuenta que su vuelo se ha retrasado. La mujer va de aquí para allá con desesperación, pero por suerte su bebé no se da cuenta, sigue durmiendo plácidamente.
Los minutos pasan como si fueran horas. La mujer no está del todo consciente de su alrededor, y tropieza con un guardia de seguridad. Es un golpe fuerte, pero el bebé sigue durmiendo como si nada. La mujer trata de mantener la calma, pero a leguas se nota su intranquilidad.
“¿Está bien, señora?” Pregunta el oficial.
La mujer, titubeando, responde que sí. Y se aleja velozmente.
Ella se sienta a esperar a que salga su vuelo. Una mujer a su lado intenta sacarle conversación. Ella se limita a contestar con pocas palabras.
“Su niño debe estar muy cansado… ¡A dormido todo este rato sin siquiera arrugar los ojos!”
Ella contesta con una leve y cansada sonrisa.
Al fin anuncian que su vuelo está por despegar. Ella se levanta apresurada y se dirige a su respectiva plataforma velozmente, casi corriendo.
Uno de los guardias asignados a ese andén era el mismo con el cual se había tropezado antes. Cuando a la mujer le toca pasar, el guardia, después de revisar sus cosas, le pregunta por su bebé. Ella responde nerviosamente que está bien.
“¿Puedo verlo un momento? No nos gustaría que su bebé viajara estando enfermo ¿no lo cree?”
Pero la mujer insistía en que su niño estaba completamente bien.
“Por favor, solo será un momento. No le haré daño”
La mujer quedó pensativa unos instantes.
De pronto ella le lanza el bebé al guardia y sale corriendo. Y aunque el oficial trató de atajar al pequeño con cuidado, por culpa de los trapos que lo cubrían, lo terminó atrapando por la pequeña cabeza. Pero el bebé no lloró ni una sola vez.
Las mantas cayeron al suelo, dejando desnuda a la criatura, la cual tenía una tosca costura desde su entrepierna hasta casi llegar a su pequeño cuello.
Pocos segundos sostuvo el oficial al niño, pero estos bastaron para que su cuello cediera ante el tremendo peso que su cuerpo representaba. No hubo sangre cuando se desprendió, solo pequeñas bolsas de látex rellenas de drogas.
Y aunque el niño nunca lloró, hubo muchas personas que lloraron en su lugar.
jueves, 31 de julio de 2014
Ahora la sabe
Solo soy una persona con conocimientos en sistemas. Realmente trabajo para una empresa de tecnología y no soy especialmente creyente en nada paranormal, de hecho soy poco religioso.
La razón por la que paso por aquí es precisamente porque me ha entrado cierta curiosidad en estos asuntos desde que un familiar que vive en el campo vino a mi a contarme una historia bastante particular, por supuesto es la primera vez que veo un sitio en el cual esta historia podría ser contada.
Javier y María son prácticamente dos campesinos, criados a la vieja usanza en una pequeña choza situada a unos 30 minutos a paso de caballo del pueblo más cercano. Javier es un primo lejano del lado de la familia de mi padre. Mi padre, a pesar de actualmente ser médico, viene de una familia muy humilde en el campo y él logró completar sus estudios de medicina con su propio esfuerzo, por esta misma razón aún tenemos bastantes familiares en zonas rurales que nunca han salido del campo.
La historia me la contó mi primo una temporada que hicimos el viaje hasta ese pueblo y decidimos de paso ir hasta donde el buen primo ya que le vemos prácticamente una vez al año en temporada de vacaciones. Usualmente nos genera pereza ir hasta donde el vive porque a pesar de ser muy bonito el campo y muy acogedora la choza, la vía para llegar no es precisamente apta para un vehículo moderno, aunque sea una camioneta como en la que vamos. De hecho, no es un carretera como tal, es solo un camino que se ha formado por el pasar de los animales y carretas o algunas motos y que en invierno es inaccesible a menos que sea en vehículo de tracción animal de 4 patas. También es posible que si dos carros se encuentran, alguno de los dos tenga que regresarse en reversa, por supuesto nunca ha pasado porque es muy poco transitado.
La última vez que lo visitamos, el buen primo tenía la espalda llena de cicatrices, por supuesto nuestra primera reacción fue preguntarle que había pasado. Su respuesta me ha dejado atónito ya que no es la primera vez que escucho algo similar.
“No se si en el pueblo les contaron que me caí del caballo, todo el mundo dice eso pero María sabe lo que realmente paso, no quisiera contarles porque están de visita y no quiero que vayan a pasar una mala noche”.
Más que la razón por la cual nos lo decía, yo podía notar que tenía miedo de contar la historia, sus ojos trataban de apartar la mirada y buscar otro tema de conversación, sin embargo yo insistí diciéndole que solo era una historia y que no me podía dejar con la intriga.
“Bueno siéntate aquí” – me dijo al rato cuando los demás estaban haciendo otras cosas. – “No quiero que tu pae se ponga nervioso manejando cuando estén de regreso.”
“Hace dos meses, como era de costumbre, yo tenía que ir al pueblo a comprar algunas cosas de la casa, yo nunca lo hago muy entrada la tarde para que no me agarre la noche en el camino. Nunca le he tenido miedo a la noche, hasta ese día le tenía más miedo a los vivos que a los muertos y ya me habían robado antes por andar por el camino tan tarde. Parece que los ladrones no duermen” -Eso es cierto afirmé, mientras en mi cabeza quedo el eco de la frase: Hasta esa noche.
“Sin embargo tenía varios animales enfermos” -continúo. “Ya eran 2 vacas que estaban bastante mal y no podía darme el lujo de que se murieran, así que tomé el caballo y comencé a ensillarlo. María inmediatamente de dijo: Javier, para donde vas que no ves que ya es tarde y me da miedo que vayas solo, te va a coger la noche, tengo un mal presentimiento, espera hasta mañana.”
“Yo la ignoré por la misma razón que ya te comenté, no podía darme el lujo de un animal muerto, así que tomé una linterna para alumbrar, aunque yo sabía que era noche de luna llena por lo tanto sería una noche bastante iluminada y posiblemente no la usaría para no mostrarle mi posición a nadie.”
“Fui al pueblo lo más rápido que pude, compré en el mercado lo necesario, en el camino me encontré con un par de amigos que me ofrecieron 2 tragos de Ron, y luego, seguí, y tal como estaba previsto, una cortina negra cayó sobre el campo. Apenas había comenzado la vía.”
“Por supuesto, el caballo ve mejor que yo así que yo solo me incline y traté de ir lo más rápido posible con la luz apagada para no mostrarle mi posición a ningún bandido. Llevaba muy buen ritmo, estimo que debía ir al menos ya por la mitad del camino y me iba sintiendo más tranquilo en cuanto más avanzaba, sin embargo cuando llegue a la curvita por donde se llega al arroyo, algo extraño llamo mi atención” -hizo una pausa, como tomando fuerzas para poder explicarme lo que seguía, mientras hacía eso su miedo me invadía a mi también.
“Cuando pase por la curva vi una silueta, estaba casi seguro de que era una niña. Para este punto ya mi vista se había adaptado un poco a la oscuridad por tanto podía distinguir cosas, pero como pasé tan rápido por aquel punto no podía estar seguro si era correcto lo que vi o no.”
“Por supuesto la duda me estaba matando, ¿Y si era una niña que se había perdido? ¿Qué tal si la muerde una víbora?… Tal vez la pobre no se atrevía a caminar del miedo. En estas tierras tan alejadas es posible que hasta sea violada y nadie escucharía nada…”
“Tantos pensamientos invadieron mi mente que decidí dar la vuelta y asegurarme. Pare en seco el caballo y di la vuelta, encendí mi linterna y comencé a buscar. En menos de un minuto ya la podía ver, a pesar que estaba seguro que había andado bastante mientras decidía si regresar o no. En ese momento no le di gran importancia pues pensé que tal vez ella había caminado un poco o habría intentado perseguirme y por eso había avanzado.”
“Era una pequeña niña, tendrá a lo mucho unos 7 años, pensé. Estaba vestida completamente de blanco, su rostro parecía angelical aunque tenía una parte tapada por el cabello y la verdad aún no recuerdo si podía ver sus pies, tal vez estaban confundidos con el pasto, y además, al encender la linterna perdí nuevamente la poca visibilidad que ya tenía y solo podía ver lo que alumbraba directamente.” – ¿y que pasó? pregunte, aunque el corazón me palpitaba rápidamente no podía dejar de escuchar.
“Le pregunte ¿Estas perdida?. Ella solo asintió con la cabeza sin mencionar una palabra. ¿Vives cerca?. Nuevamente solo movió su cabeza hacía los lados.”
“Le dije, si quieres te llevo a mi casa y mañana buscamos a tus papas porque no te quiero dejar sola aquí. Ella asintió, de igual forma solo moviendo su cabeza.”
“Gire el caballo y le dije que si sabía como subirse, no había terminado de hablar cuando ya la sentí detrás mío. Me agarró fuerte de la cintura, por supuesto pensé que debía estar aterrada así que no le dije nada más y reanude mi carrera hacía mi hogar que anhelaba ver mucho más en este momento. Sentía como si de repente la temperatura hubiera descendido y pensé: Creo que ya ha entrado mucho la noche, debe ser muy tarde.”
“Acelere nuevamente hasta lo que el pobre animal era capaz, me daba aún más miedo encontrar algún bandido llevando esta acompañante, ya no era solo mi seguridad, también la de esta niña.” – El pauso nuevamente, sus manos comenzaron a temblar y su mirada estaba perdida en el recuerdo, como si lo estuviera viviendo de nuevo.
“Yo noté que algo no estaba bien, el caballo empezaba a bajar la velocidad y por más que yo intentaba no conseguía hacerlo regresar al ritmo que traía. Le dije a la niña: no te asustes ya casi llegamos”. Ese fue el primer momento en que la escuche hablar, aún esa voz resuena en mis sueños y en mis pesadillas, no sonaba como ninguna persona, niño, adulto o anciano que hubiese escuchado antes, y me dijo: Tu no vas para ninguna parte, tu te vas conmigo.”
“Impactado por sus palabras, mire hacía atrás, no podía ver su rostro ya que estaba apoyado sobre mi espalda, pero sus piernas… sus piernas eran tan largas que arrastraban contra el suelo, era eso lo que no dejaba avanzar al caballo, lo estaba frenando.”
“Enseguida me di cuenta de que el frío que sentía no era normal, estaba temblando, mis manos estaban moradas, sin embargo mi espalda estaba muy caliente, sentía un olor a azufre que no desaparecía aunque estaba avanzando aunque fuera lento. De pronto… me habló de nuevo.”
“Reza lo que te sepas si quieres, pero tu te vas conmigo”
“A mi mente vinieron muchas oraciones, las que había escuchado en la iglesia, las decía así no creyera en nada de eso. Las que había escuchado cuando enterraban a la gente, las que había escuchado rara vez de algún religioso o en el colegio, el caballo cada vez iba más lento, casi que se detenía, y cada vez que terminaba alguna oración ella reía y solo decía: Esa ya me la se, tu te vas conmigo.”
El hizo una última pausa… esta vez el tono de su voz cambio, parece que había más tranquilidad en su rostro…
“En ese momento me recordé a la bisabuela, ella siempre hacía una oración cuando alguien se sentía triste o estaba enfermo, no se como la recordé en ese momento puesto que yo estaba aún pequeño cuando ella falleció. Tampoco recuerdo que sea algo que yo haya escuchado en una iglesia convencional, era algo como un pedazo de una canción o algo muy muy viejo.”
“Espere que ella se riera aún más, pero solo había silencio. En un tono de disgusto me dijo: Te salvas, porque esa no me la se.”
“De inmediato desapareció la presión del caballo y comenzó a andar un poco más rápido aunque se escuchaba en su respiración que estaba muy agotado, la presión en mi espalda desapareció aunque aún me dolía un poco, estoy seguro que por el miedo sentía menos el dolor. Cuando llegue a la casa dejé el caballo afuera sin pensarlo y entre donde María. Le di un beso y le conté lo que me había pasado, ambos estábamos petrificados. Ella miró mi espalda y me dijo que estaba quemado pero parecía como si me hubiera quemado hace tiempo, solo eran cicatrices.”
“Habremos dormido un par de horas esa noche, en la mañana cuando salí de la puerta, ahí yacía mi caballo muerto, sus patas traseras estaban calcinadas y el olor a azufre permanecía aún fresco.”
Allí terminó la historia, solo se levanto y me dejo allí, yo no sabía que decir ni que pensar.
Por supuesto también nos agarró la noche cuando íbamos de regreso, por supuesto que no sentía tanto miedo porque íbamos en carro, la radio estaba encendida e iba con toda mi familia, aún así, no me atrevía a mirar por la ventana, hacía afuera solo se veía oscuridad, las luces solo alumbraban por donde estábamos andando. Yo pensaba: ¿Serían solo inventos? ¿Alguna historia colorida que inventó por había tomado algunos tragos esa noche?
Mire hacia el cielo nocturno, en el campo puedes ver muchas estrellas, era noche de luna llena de esas en la que la luna por alguna razón luce un poco roja. Cuando volví la mirada hacía abajo, no pude evitarlo, eche un vistazo por la ventana y vi una silueta en la oscuridad… íbamos bastante rápido y evidentemente no había razón para regresar aunque sentí el horrible escalofrío al recordar la historia. En ese momento recordé lo que le había preguntado al buen primo antes de marcharnos: ¿Y cual era la oración?
El respondió “De nada sirve que te la diga… Esa ya se la sabe”.
La razón por la que paso por aquí es precisamente porque me ha entrado cierta curiosidad en estos asuntos desde que un familiar que vive en el campo vino a mi a contarme una historia bastante particular, por supuesto es la primera vez que veo un sitio en el cual esta historia podría ser contada.
Javier y María son prácticamente dos campesinos, criados a la vieja usanza en una pequeña choza situada a unos 30 minutos a paso de caballo del pueblo más cercano. Javier es un primo lejano del lado de la familia de mi padre. Mi padre, a pesar de actualmente ser médico, viene de una familia muy humilde en el campo y él logró completar sus estudios de medicina con su propio esfuerzo, por esta misma razón aún tenemos bastantes familiares en zonas rurales que nunca han salido del campo.
La historia me la contó mi primo una temporada que hicimos el viaje hasta ese pueblo y decidimos de paso ir hasta donde el buen primo ya que le vemos prácticamente una vez al año en temporada de vacaciones. Usualmente nos genera pereza ir hasta donde el vive porque a pesar de ser muy bonito el campo y muy acogedora la choza, la vía para llegar no es precisamente apta para un vehículo moderno, aunque sea una camioneta como en la que vamos. De hecho, no es un carretera como tal, es solo un camino que se ha formado por el pasar de los animales y carretas o algunas motos y que en invierno es inaccesible a menos que sea en vehículo de tracción animal de 4 patas. También es posible que si dos carros se encuentran, alguno de los dos tenga que regresarse en reversa, por supuesto nunca ha pasado porque es muy poco transitado.
La última vez que lo visitamos, el buen primo tenía la espalda llena de cicatrices, por supuesto nuestra primera reacción fue preguntarle que había pasado. Su respuesta me ha dejado atónito ya que no es la primera vez que escucho algo similar.
“No se si en el pueblo les contaron que me caí del caballo, todo el mundo dice eso pero María sabe lo que realmente paso, no quisiera contarles porque están de visita y no quiero que vayan a pasar una mala noche”.
Más que la razón por la cual nos lo decía, yo podía notar que tenía miedo de contar la historia, sus ojos trataban de apartar la mirada y buscar otro tema de conversación, sin embargo yo insistí diciéndole que solo era una historia y que no me podía dejar con la intriga.
“Bueno siéntate aquí” – me dijo al rato cuando los demás estaban haciendo otras cosas. – “No quiero que tu pae se ponga nervioso manejando cuando estén de regreso.”
“Hace dos meses, como era de costumbre, yo tenía que ir al pueblo a comprar algunas cosas de la casa, yo nunca lo hago muy entrada la tarde para que no me agarre la noche en el camino. Nunca le he tenido miedo a la noche, hasta ese día le tenía más miedo a los vivos que a los muertos y ya me habían robado antes por andar por el camino tan tarde. Parece que los ladrones no duermen” -Eso es cierto afirmé, mientras en mi cabeza quedo el eco de la frase: Hasta esa noche.
“Sin embargo tenía varios animales enfermos” -continúo. “Ya eran 2 vacas que estaban bastante mal y no podía darme el lujo de que se murieran, así que tomé el caballo y comencé a ensillarlo. María inmediatamente de dijo: Javier, para donde vas que no ves que ya es tarde y me da miedo que vayas solo, te va a coger la noche, tengo un mal presentimiento, espera hasta mañana.”
“Yo la ignoré por la misma razón que ya te comenté, no podía darme el lujo de un animal muerto, así que tomé una linterna para alumbrar, aunque yo sabía que era noche de luna llena por lo tanto sería una noche bastante iluminada y posiblemente no la usaría para no mostrarle mi posición a nadie.”
“Fui al pueblo lo más rápido que pude, compré en el mercado lo necesario, en el camino me encontré con un par de amigos que me ofrecieron 2 tragos de Ron, y luego, seguí, y tal como estaba previsto, una cortina negra cayó sobre el campo. Apenas había comenzado la vía.”
“Por supuesto, el caballo ve mejor que yo así que yo solo me incline y traté de ir lo más rápido posible con la luz apagada para no mostrarle mi posición a ningún bandido. Llevaba muy buen ritmo, estimo que debía ir al menos ya por la mitad del camino y me iba sintiendo más tranquilo en cuanto más avanzaba, sin embargo cuando llegue a la curvita por donde se llega al arroyo, algo extraño llamo mi atención” -hizo una pausa, como tomando fuerzas para poder explicarme lo que seguía, mientras hacía eso su miedo me invadía a mi también.
“Cuando pase por la curva vi una silueta, estaba casi seguro de que era una niña. Para este punto ya mi vista se había adaptado un poco a la oscuridad por tanto podía distinguir cosas, pero como pasé tan rápido por aquel punto no podía estar seguro si era correcto lo que vi o no.”
“Por supuesto la duda me estaba matando, ¿Y si era una niña que se había perdido? ¿Qué tal si la muerde una víbora?… Tal vez la pobre no se atrevía a caminar del miedo. En estas tierras tan alejadas es posible que hasta sea violada y nadie escucharía nada…”
“Tantos pensamientos invadieron mi mente que decidí dar la vuelta y asegurarme. Pare en seco el caballo y di la vuelta, encendí mi linterna y comencé a buscar. En menos de un minuto ya la podía ver, a pesar que estaba seguro que había andado bastante mientras decidía si regresar o no. En ese momento no le di gran importancia pues pensé que tal vez ella había caminado un poco o habría intentado perseguirme y por eso había avanzado.”
“Era una pequeña niña, tendrá a lo mucho unos 7 años, pensé. Estaba vestida completamente de blanco, su rostro parecía angelical aunque tenía una parte tapada por el cabello y la verdad aún no recuerdo si podía ver sus pies, tal vez estaban confundidos con el pasto, y además, al encender la linterna perdí nuevamente la poca visibilidad que ya tenía y solo podía ver lo que alumbraba directamente.” – ¿y que pasó? pregunte, aunque el corazón me palpitaba rápidamente no podía dejar de escuchar.
“Le pregunte ¿Estas perdida?. Ella solo asintió con la cabeza sin mencionar una palabra. ¿Vives cerca?. Nuevamente solo movió su cabeza hacía los lados.”
“Le dije, si quieres te llevo a mi casa y mañana buscamos a tus papas porque no te quiero dejar sola aquí. Ella asintió, de igual forma solo moviendo su cabeza.”
“Gire el caballo y le dije que si sabía como subirse, no había terminado de hablar cuando ya la sentí detrás mío. Me agarró fuerte de la cintura, por supuesto pensé que debía estar aterrada así que no le dije nada más y reanude mi carrera hacía mi hogar que anhelaba ver mucho más en este momento. Sentía como si de repente la temperatura hubiera descendido y pensé: Creo que ya ha entrado mucho la noche, debe ser muy tarde.”
“Acelere nuevamente hasta lo que el pobre animal era capaz, me daba aún más miedo encontrar algún bandido llevando esta acompañante, ya no era solo mi seguridad, también la de esta niña.” – El pauso nuevamente, sus manos comenzaron a temblar y su mirada estaba perdida en el recuerdo, como si lo estuviera viviendo de nuevo.
“Yo noté que algo no estaba bien, el caballo empezaba a bajar la velocidad y por más que yo intentaba no conseguía hacerlo regresar al ritmo que traía. Le dije a la niña: no te asustes ya casi llegamos”. Ese fue el primer momento en que la escuche hablar, aún esa voz resuena en mis sueños y en mis pesadillas, no sonaba como ninguna persona, niño, adulto o anciano que hubiese escuchado antes, y me dijo: Tu no vas para ninguna parte, tu te vas conmigo.”
“Impactado por sus palabras, mire hacía atrás, no podía ver su rostro ya que estaba apoyado sobre mi espalda, pero sus piernas… sus piernas eran tan largas que arrastraban contra el suelo, era eso lo que no dejaba avanzar al caballo, lo estaba frenando.”
“Enseguida me di cuenta de que el frío que sentía no era normal, estaba temblando, mis manos estaban moradas, sin embargo mi espalda estaba muy caliente, sentía un olor a azufre que no desaparecía aunque estaba avanzando aunque fuera lento. De pronto… me habló de nuevo.”
“Reza lo que te sepas si quieres, pero tu te vas conmigo”
“A mi mente vinieron muchas oraciones, las que había escuchado en la iglesia, las decía así no creyera en nada de eso. Las que había escuchado cuando enterraban a la gente, las que había escuchado rara vez de algún religioso o en el colegio, el caballo cada vez iba más lento, casi que se detenía, y cada vez que terminaba alguna oración ella reía y solo decía: Esa ya me la se, tu te vas conmigo.”
El hizo una última pausa… esta vez el tono de su voz cambio, parece que había más tranquilidad en su rostro…
“En ese momento me recordé a la bisabuela, ella siempre hacía una oración cuando alguien se sentía triste o estaba enfermo, no se como la recordé en ese momento puesto que yo estaba aún pequeño cuando ella falleció. Tampoco recuerdo que sea algo que yo haya escuchado en una iglesia convencional, era algo como un pedazo de una canción o algo muy muy viejo.”
“Espere que ella se riera aún más, pero solo había silencio. En un tono de disgusto me dijo: Te salvas, porque esa no me la se.”
“De inmediato desapareció la presión del caballo y comenzó a andar un poco más rápido aunque se escuchaba en su respiración que estaba muy agotado, la presión en mi espalda desapareció aunque aún me dolía un poco, estoy seguro que por el miedo sentía menos el dolor. Cuando llegue a la casa dejé el caballo afuera sin pensarlo y entre donde María. Le di un beso y le conté lo que me había pasado, ambos estábamos petrificados. Ella miró mi espalda y me dijo que estaba quemado pero parecía como si me hubiera quemado hace tiempo, solo eran cicatrices.”
“Habremos dormido un par de horas esa noche, en la mañana cuando salí de la puerta, ahí yacía mi caballo muerto, sus patas traseras estaban calcinadas y el olor a azufre permanecía aún fresco.”
Allí terminó la historia, solo se levanto y me dejo allí, yo no sabía que decir ni que pensar.
Por supuesto también nos agarró la noche cuando íbamos de regreso, por supuesto que no sentía tanto miedo porque íbamos en carro, la radio estaba encendida e iba con toda mi familia, aún así, no me atrevía a mirar por la ventana, hacía afuera solo se veía oscuridad, las luces solo alumbraban por donde estábamos andando. Yo pensaba: ¿Serían solo inventos? ¿Alguna historia colorida que inventó por había tomado algunos tragos esa noche?
Mire hacia el cielo nocturno, en el campo puedes ver muchas estrellas, era noche de luna llena de esas en la que la luna por alguna razón luce un poco roja. Cuando volví la mirada hacía abajo, no pude evitarlo, eche un vistazo por la ventana y vi una silueta en la oscuridad… íbamos bastante rápido y evidentemente no había razón para regresar aunque sentí el horrible escalofrío al recordar la historia. En ese momento recordé lo que le había preguntado al buen primo antes de marcharnos: ¿Y cual era la oración?
El respondió “De nada sirve que te la diga… Esa ya se la sabe”.
Por favor , abre la puerta
Han pasado tres años desde aquella noche.
Yo no debí haber estado ahí, ellos lo sabían. Ese día salí muy temprano a la casa de un amigo, sus padres no estarían y tenía un nuevo videojuego de terror; pasaríamos toda la noche jugando.
Ellos lo sabían, yo no debí haber estado ahí esa noche, mi amigo debió estar solo. Ellos lo habían observado por días como hacen siempre y sabían que esa noche estaría solo. Desde el momento en que lo eligieron, no había marcha atrás.
Pero tal vez quieras saber quiénes son ellos. Bueno, la verdad… aún no estoy seguro, sigo sin asimilar lo que pasó aquella noche; pero te contaré lo que hasta ahora sé, para que tengas cuidado.
Ellos se encuentran en todas partes, en ningún lugar estás exento de ser su víctima. Eligen a una persona, no sé bien cómo o en qué características se basan, pero una vez que te eligen no cambiarán de opinión: te vigilan, te estudian y estudian a todas las personas que conoces. Día tras día te observan cuidadosamente sin que tú te percates de su presencia.
Y esperan la noche en que su víctima esté sola, es en ese momento cuando todo empieza.
Aquel día llegué alrededor de las 8:00 p.m. a su casa. Sus padres habían salido desde temprano y él había preparado todo lo necesario para pasar jugando toda la noche. Al día siguiente no habría clases, así que yo regresaría a mi casa por la mañana. Pasamos un buen rato jugando, el tiempo pasó tan pronto que cuando nos dimos cuenta ya era la una de la madrugada. Nos habíamos llevado algunos sustos con el juego, así que comenzamos a hacer bromas con la situación; ahí fue cuando todo se puso raro. Empezamos a escuchar ruidos extraños afuera de la habitación, que al principio pensábamos que no era nada importante, e hicimos algunos chistes en relación a lo que jugábamos. «Deben ser los zombis», nosotros sólo reíamos. Pero nos comenzamos a poner tensos cuando el sonido se oía más claro: eran pisadas, se escuchaban pisadas por todo el pasillo de afuera.
—¿Crees que tus padres hayan regresado? —le pregunté, a lo que él respondió que sus padres regresarían hasta el día siguiente, por la tarde. Además, el número de pasos que se escuchaban eran demasiados como para ser sólo sus padres.
De pronto, luego de oír todos esos pasos acercándose cada vez más a la puerta, hubo un profundo silencio.
—¿Hay alguien afuera?… ¿Quién está ahí? —comenzamos a preguntar, nerviosos. Estábamos seguros de que había alguien afuera, pero esos sonidos… ¿quién podría ser? En la habitación en la que estábamos había una computadora que mi amigo había encendido desde que comenzamos a jugar, era una costumbre suya. Se escuchó un sonido que provenía de ella, un sonido familiar, pero que por el miedo que teníamos en ese momento nos provocó una reacción de sobresalto a ambos. Era sólo un correo electrónico que le había llegado, pues también había dejado la ventana de su correo abierta. Ver esto nos dio algo de sosiego, y hasta reímos un poco; sin embargo, la tensión volvió a nosotros al notar que la dirección de quien lo enviaba era irreconocible, una combinación aleatoria de números y letras. Dudamos abrirlo, pero mi amigo decidió hacerlo. Quedamos completamente paralizados tras leer lo que decía el correo:
«Pase lo que pase, no abras la puerta».
Con tan sólo leer esas palabras, una sensación completamente rara invadió mi corazón. En ese momento realmente sentía pánico, pero el mensaje decía más.
«Ellos están afuera. Por favor, hagas lo que hagas, escuches lo que escuches, no abras la puerta. Intentarán convencerte de que lo hagas, tienen muchos métodos; pueden fingir ser alguien que conoces, un familiar, un amigo, y sus voces sonarán igual. Tal vez te pidan ayuda, te dirán que están lastimados, te suplicarán que abras la puerta. Pero escuches lo que escuches esta noche, no abras. Trata de ignorarlos, trata de dormir, mañana todo estará bien. Ellos jugarán con tu mente; no lo permitas. Por favor, créeme, ¡no abras la puerta!».
Cuando terminamos de leer yo no sabía qué pensar. Tal vez era una broma tonta de alguien, tal vez incluso era mi amigo quien me jugaba una broma… pero él tenia esa expresión, estaba tan asustado como yo, lo pude sentir. Ahora sabíamos que había alguien ahí afuera, tras la puerta. De pronto, llegó el momento más aterrador que nos pudimos esperar; en ese instante un escalofrió recorrió todo mi cuerpo y me dejó paralizado. Una voz se escuchó, provenía de atrás de la puerta. Mi amigo estaba seguro y yo lo puedo corroborar: la voz era la de su madre.
—Hijo por favor ábreme, tu padre y yo tuvimos un accidente en el auto, estamos muy lastimados… por favor, abre, ayúdanos. —Al escuchar esto mi amigo sólo retrocedió un paso. Aún puedo recordar esa expresión en su rostro, estaba en shock. Estoy seguro de que ninguno de los dos lo creíamos ni sabíamos qué hacer.
—Hijo por favor, abre, ¿qué esperas? Necesitamos tu ayuda… —Sin lugar a dudas, ésa era la voz de su padre. Eran las voces moribundas de sus padres tras la puerta, clamando por ayuda. Mi amigo y yo permanecimos sin reacción por algunos segundos, después él se volteó lentamente, y me dijo:
—Esos realmente son mis padres. Necesitan ayuda, abriré la puerta.
Se propuso dirigirse hacia la puerta, pero lo detuve.
—Recuerda el correo, lo que nos dijo que pasaría, ¿no se te hace extraño?, ¿qué tal si es verdad y ellos no son tus padres? —Él lo único que hizo fue hacer que lo soltara. «No digas tonterías», me dijo. «Tú los escuchaste, ésas eran las voces de mis padres. El correo debe de ser una estúpida coincidencia». Se dirigió a la puerta sin que pudiera hacer nada.
La verdad, no sé qué me hizo hacerlo, pudo ser el miedo que me invadía… pero al verlo dirigirse a la puerta, lo único que pensé fue correr hacia el armario en donde mi amigo guardaba algunas de sus cosas y esconderme ahí. No sabía lo que pasaría, pero en verdad tenía miedo.
Lo que escuché a continuación aún no lo olvido, y hasta el día de hoy tengo pesadillas con ello. Él abrió la puerta, y después sólo pude escuchar sus gritos. Eran unos gritos desgarrantes, llenos de dolor y terror; yo no pude hacer nada más que permanecer inmóvil, hasta que después de unas horas me quedé dormido.
Al despertar por la mañana, me extrañó ver el lugar en que me encontraba, y luego lo recordé todo. Salí del armario y en la habitación no había nadie. Noté de inmediato que ya era de día y que la puerta estaba abierta, así que decidí salir. Busqué por toda la casa esperando encontrarlo y que me dijera que todo había sido una broma, pero mi amigo no estaba. En la tarde llegaron sus padres y les conté lo sucedido, llamaron a la policía y lo buscaron por días, pero él nunca apareció. El correo que le había llegado esa noche también desapareció, y para ser honesto creo que nadie creyó nada de lo que les había contado.
Aunque… no importa que nadie me creyera, yo sé lo que pasó esa noche y sé que ellos estaban ahí afuera. También sé que no debí haber estado ahí, que no debería saber que ellos existen.
Aún no sé por qué lo hacen, creo que sólo tratan de divertirse con las personas, con su pánico… alguna especie de juego. Cada día lo analizo y trato de aprender más de ellos; sé que sólo llegan en la noche y que pueden imitar cualquier voz, que si no abres la puerta se irán y también creo que siempre recibirás ese extraño mensaje de advertencia, debe ser parte de su macabro juego.
No debí estar ahí ese día, y no debería saber que ellos existen. Sé que algún día regresaran por mí, pero pase lo que pase, no abriré la puerta.
Yo no debí haber estado ahí, ellos lo sabían. Ese día salí muy temprano a la casa de un amigo, sus padres no estarían y tenía un nuevo videojuego de terror; pasaríamos toda la noche jugando.
Ellos lo sabían, yo no debí haber estado ahí esa noche, mi amigo debió estar solo. Ellos lo habían observado por días como hacen siempre y sabían que esa noche estaría solo. Desde el momento en que lo eligieron, no había marcha atrás.
Pero tal vez quieras saber quiénes son ellos. Bueno, la verdad… aún no estoy seguro, sigo sin asimilar lo que pasó aquella noche; pero te contaré lo que hasta ahora sé, para que tengas cuidado.
Ellos se encuentran en todas partes, en ningún lugar estás exento de ser su víctima. Eligen a una persona, no sé bien cómo o en qué características se basan, pero una vez que te eligen no cambiarán de opinión: te vigilan, te estudian y estudian a todas las personas que conoces. Día tras día te observan cuidadosamente sin que tú te percates de su presencia.
Y esperan la noche en que su víctima esté sola, es en ese momento cuando todo empieza.
Aquel día llegué alrededor de las 8:00 p.m. a su casa. Sus padres habían salido desde temprano y él había preparado todo lo necesario para pasar jugando toda la noche. Al día siguiente no habría clases, así que yo regresaría a mi casa por la mañana. Pasamos un buen rato jugando, el tiempo pasó tan pronto que cuando nos dimos cuenta ya era la una de la madrugada. Nos habíamos llevado algunos sustos con el juego, así que comenzamos a hacer bromas con la situación; ahí fue cuando todo se puso raro. Empezamos a escuchar ruidos extraños afuera de la habitación, que al principio pensábamos que no era nada importante, e hicimos algunos chistes en relación a lo que jugábamos. «Deben ser los zombis», nosotros sólo reíamos. Pero nos comenzamos a poner tensos cuando el sonido se oía más claro: eran pisadas, se escuchaban pisadas por todo el pasillo de afuera.
—¿Crees que tus padres hayan regresado? —le pregunté, a lo que él respondió que sus padres regresarían hasta el día siguiente, por la tarde. Además, el número de pasos que se escuchaban eran demasiados como para ser sólo sus padres.
De pronto, luego de oír todos esos pasos acercándose cada vez más a la puerta, hubo un profundo silencio.
—¿Hay alguien afuera?… ¿Quién está ahí? —comenzamos a preguntar, nerviosos. Estábamos seguros de que había alguien afuera, pero esos sonidos… ¿quién podría ser? En la habitación en la que estábamos había una computadora que mi amigo había encendido desde que comenzamos a jugar, era una costumbre suya. Se escuchó un sonido que provenía de ella, un sonido familiar, pero que por el miedo que teníamos en ese momento nos provocó una reacción de sobresalto a ambos. Era sólo un correo electrónico que le había llegado, pues también había dejado la ventana de su correo abierta. Ver esto nos dio algo de sosiego, y hasta reímos un poco; sin embargo, la tensión volvió a nosotros al notar que la dirección de quien lo enviaba era irreconocible, una combinación aleatoria de números y letras. Dudamos abrirlo, pero mi amigo decidió hacerlo. Quedamos completamente paralizados tras leer lo que decía el correo:
«Pase lo que pase, no abras la puerta».
Con tan sólo leer esas palabras, una sensación completamente rara invadió mi corazón. En ese momento realmente sentía pánico, pero el mensaje decía más.
«Ellos están afuera. Por favor, hagas lo que hagas, escuches lo que escuches, no abras la puerta. Intentarán convencerte de que lo hagas, tienen muchos métodos; pueden fingir ser alguien que conoces, un familiar, un amigo, y sus voces sonarán igual. Tal vez te pidan ayuda, te dirán que están lastimados, te suplicarán que abras la puerta. Pero escuches lo que escuches esta noche, no abras. Trata de ignorarlos, trata de dormir, mañana todo estará bien. Ellos jugarán con tu mente; no lo permitas. Por favor, créeme, ¡no abras la puerta!».
Cuando terminamos de leer yo no sabía qué pensar. Tal vez era una broma tonta de alguien, tal vez incluso era mi amigo quien me jugaba una broma… pero él tenia esa expresión, estaba tan asustado como yo, lo pude sentir. Ahora sabíamos que había alguien ahí afuera, tras la puerta. De pronto, llegó el momento más aterrador que nos pudimos esperar; en ese instante un escalofrió recorrió todo mi cuerpo y me dejó paralizado. Una voz se escuchó, provenía de atrás de la puerta. Mi amigo estaba seguro y yo lo puedo corroborar: la voz era la de su madre.
—Hijo por favor ábreme, tu padre y yo tuvimos un accidente en el auto, estamos muy lastimados… por favor, abre, ayúdanos. —Al escuchar esto mi amigo sólo retrocedió un paso. Aún puedo recordar esa expresión en su rostro, estaba en shock. Estoy seguro de que ninguno de los dos lo creíamos ni sabíamos qué hacer.
—Hijo por favor, abre, ¿qué esperas? Necesitamos tu ayuda… —Sin lugar a dudas, ésa era la voz de su padre. Eran las voces moribundas de sus padres tras la puerta, clamando por ayuda. Mi amigo y yo permanecimos sin reacción por algunos segundos, después él se volteó lentamente, y me dijo:
—Esos realmente son mis padres. Necesitan ayuda, abriré la puerta.
Se propuso dirigirse hacia la puerta, pero lo detuve.
—Recuerda el correo, lo que nos dijo que pasaría, ¿no se te hace extraño?, ¿qué tal si es verdad y ellos no son tus padres? —Él lo único que hizo fue hacer que lo soltara. «No digas tonterías», me dijo. «Tú los escuchaste, ésas eran las voces de mis padres. El correo debe de ser una estúpida coincidencia». Se dirigió a la puerta sin que pudiera hacer nada.
La verdad, no sé qué me hizo hacerlo, pudo ser el miedo que me invadía… pero al verlo dirigirse a la puerta, lo único que pensé fue correr hacia el armario en donde mi amigo guardaba algunas de sus cosas y esconderme ahí. No sabía lo que pasaría, pero en verdad tenía miedo.
Lo que escuché a continuación aún no lo olvido, y hasta el día de hoy tengo pesadillas con ello. Él abrió la puerta, y después sólo pude escuchar sus gritos. Eran unos gritos desgarrantes, llenos de dolor y terror; yo no pude hacer nada más que permanecer inmóvil, hasta que después de unas horas me quedé dormido.
Al despertar por la mañana, me extrañó ver el lugar en que me encontraba, y luego lo recordé todo. Salí del armario y en la habitación no había nadie. Noté de inmediato que ya era de día y que la puerta estaba abierta, así que decidí salir. Busqué por toda la casa esperando encontrarlo y que me dijera que todo había sido una broma, pero mi amigo no estaba. En la tarde llegaron sus padres y les conté lo sucedido, llamaron a la policía y lo buscaron por días, pero él nunca apareció. El correo que le había llegado esa noche también desapareció, y para ser honesto creo que nadie creyó nada de lo que les había contado.
Aunque… no importa que nadie me creyera, yo sé lo que pasó esa noche y sé que ellos estaban ahí afuera. También sé que no debí haber estado ahí, que no debería saber que ellos existen.
Aún no sé por qué lo hacen, creo que sólo tratan de divertirse con las personas, con su pánico… alguna especie de juego. Cada día lo analizo y trato de aprender más de ellos; sé que sólo llegan en la noche y que pueden imitar cualquier voz, que si no abres la puerta se irán y también creo que siempre recibirás ese extraño mensaje de advertencia, debe ser parte de su macabro juego.
No debí estar ahí ese día, y no debería saber que ellos existen. Sé que algún día regresaran por mí, pero pase lo que pase, no abriré la puerta.
domingo, 6 de julio de 2014
El Jardinero
Nose si fue una horrible pesadilla o un dia cualquiera, lo unico que se es que desde ese dia algo cambio dentro de mi , desde ese dia ya no soy el mismo.
Era un dia cualquiera todo "normal" lo unico que era diferente es el nuevo jardinero que contrato mi madre,al principio era de mi agrado , un hombre alto y flaco tambien un hombre de pocas palabras y al pasar de los dias era todo muy normal hasta que uno de los dias de una manera perturbadora grito tan fuerte fue el grito que se escucho por todo el vecindario,yo y madre fuimos corriendo a ver que sucedia llegamos al patio nos topamos con el jardinero algo horrible le sucedio le faltaba un brazo y sangre salia chorros se corto con las tijeras mi madre lo llevo al hospital y yo me quede en mi hogar note que la sangre que derramo el jardinero mancho las rosas blancas de mi madre,sinceramente es la primera que me quede solo en mi casa y estaba un poco asustado al regresar mi madre me comento que el jardinero no vendria por un mes a trabajar y eso no me daba una buena impresion de el,mi madre les fue a dejar sus herramientas y volvio al caer la noche me fui a dormir,me quede dormido muy rapido pero unos golpes en la ventana me despertaron prendi la luz de mi habitacion y empeze a observar en la ventana y de pronto vi una sombra aterradora y las tijeras del jardinero tiradas en el piso y me aterro profundamente me tape con las sabanas y cerre mis ojos luego escuche el sonido de las tijeras escucho como se abrio y como se cerro 2 veces,como si alguien quisiera matarme de inmediato pense en el jardinero pero me parecio un hecho imposible ya que no podia mover el brazo.
Pero no segui llenando mi cabeza de ideas le pedi a mi madre que le fuera devolver las tijeras al jardinero,en el corto plazo que mi madre fue a devolver las tijeras escuche la radio una noticia esa noticia decia que hubo un crimen horrible con unas tijeras y en la escena del crimen habian 2 rosas junto al cadaver,agarre el telefono para llamar a la policia y acusar al jardinero como sospechoso del crimen pero antes de llamar a la policia se me corto la luz y tambien la linea telefonica estaba totalmente perturbado me asome a la ventana para ver si mi madre habia llegado pero vi algo que jamas se me olvidara lo que vi en el patio era lago de sangre y una sombra oscura con unas tijeras en el muro sali corriendo de la casa en la calle parecia un pueblo fantasma todo estaba vacio no habia autos ni una persona estaba ahi y yo no sabia lo que estaba pasando no sabia si era un sueño o la realidad hasta que vi un taxi le grite que se detuviera se detuvo y me subio al coche y el conductor me pregunto donde queria ir y yo le dije lo mas lejos que pueda pero muy alejado de aca me contesto "esta bien" pero con la condicion que le subiera unas maletas y yo acepte abrio el maletero y estaba vacio subimos la maleta y seguimos con el camino nos detuvo en un callejon oscuro y me pidio que el ayuden a bajar una maleta y otra vez abrio el maletero y encontre a mi madre dentro del maletero su cuerpo estaba lleno de sangre y su boca estaba destruida es dificil de explicar de esto y al lado del frio cadaver habia unas tijeras y dos rosas cerca de ella , me fije bien en el rostro del conductor y que era el jardinero se cubria con una gorra negra sali corriendo hasta al fondo del callenjon las lagrimas se me salian como nunca traumazitado vi una cuerda en el suelo,una silla y un faro alto me desmaye al dia siguiente cuando empeze a escribir me di cuenta que no era una simple pesadilla todo esto es real ya no tengo motivo para vivir el jardinero se esta riendo estaba al frente a la otra esquina prefiero acabarlo yo mismo a que otra persona lo haga por mi.
BASADO EN HECHOS REALES:
En 1978 un niño encontrado colgado en el fondo de un callejon con una nota y dos rosas al lado de el
Era un dia cualquiera todo "normal" lo unico que era diferente es el nuevo jardinero que contrato mi madre,al principio era de mi agrado , un hombre alto y flaco tambien un hombre de pocas palabras y al pasar de los dias era todo muy normal hasta que uno de los dias de una manera perturbadora grito tan fuerte fue el grito que se escucho por todo el vecindario,yo y madre fuimos corriendo a ver que sucedia llegamos al patio nos topamos con el jardinero algo horrible le sucedio le faltaba un brazo y sangre salia chorros se corto con las tijeras mi madre lo llevo al hospital y yo me quede en mi hogar note que la sangre que derramo el jardinero mancho las rosas blancas de mi madre,sinceramente es la primera que me quede solo en mi casa y estaba un poco asustado al regresar mi madre me comento que el jardinero no vendria por un mes a trabajar y eso no me daba una buena impresion de el,mi madre les fue a dejar sus herramientas y volvio al caer la noche me fui a dormir,me quede dormido muy rapido pero unos golpes en la ventana me despertaron prendi la luz de mi habitacion y empeze a observar en la ventana y de pronto vi una sombra aterradora y las tijeras del jardinero tiradas en el piso y me aterro profundamente me tape con las sabanas y cerre mis ojos luego escuche el sonido de las tijeras escucho como se abrio y como se cerro 2 veces,como si alguien quisiera matarme de inmediato pense en el jardinero pero me parecio un hecho imposible ya que no podia mover el brazo.
Pero no segui llenando mi cabeza de ideas le pedi a mi madre que le fuera devolver las tijeras al jardinero,en el corto plazo que mi madre fue a devolver las tijeras escuche la radio una noticia esa noticia decia que hubo un crimen horrible con unas tijeras y en la escena del crimen habian 2 rosas junto al cadaver,agarre el telefono para llamar a la policia y acusar al jardinero como sospechoso del crimen pero antes de llamar a la policia se me corto la luz y tambien la linea telefonica estaba totalmente perturbado me asome a la ventana para ver si mi madre habia llegado pero vi algo que jamas se me olvidara lo que vi en el patio era lago de sangre y una sombra oscura con unas tijeras en el muro sali corriendo de la casa en la calle parecia un pueblo fantasma todo estaba vacio no habia autos ni una persona estaba ahi y yo no sabia lo que estaba pasando no sabia si era un sueño o la realidad hasta que vi un taxi le grite que se detuviera se detuvo y me subio al coche y el conductor me pregunto donde queria ir y yo le dije lo mas lejos que pueda pero muy alejado de aca me contesto "esta bien" pero con la condicion que le subiera unas maletas y yo acepte abrio el maletero y estaba vacio subimos la maleta y seguimos con el camino nos detuvo en un callejon oscuro y me pidio que el ayuden a bajar una maleta y otra vez abrio el maletero y encontre a mi madre dentro del maletero su cuerpo estaba lleno de sangre y su boca estaba destruida es dificil de explicar de esto y al lado del frio cadaver habia unas tijeras y dos rosas cerca de ella , me fije bien en el rostro del conductor y que era el jardinero se cubria con una gorra negra sali corriendo hasta al fondo del callenjon las lagrimas se me salian como nunca traumazitado vi una cuerda en el suelo,una silla y un faro alto me desmaye al dia siguiente cuando empeze a escribir me di cuenta que no era una simple pesadilla todo esto es real ya no tengo motivo para vivir el jardinero se esta riendo estaba al frente a la otra esquina prefiero acabarlo yo mismo a que otra persona lo haga por mi.
BASADO EN HECHOS REALES:
En 1978 un niño encontrado colgado en el fondo de un callejon con una nota y dos rosas al lado de el
domingo, 8 de junio de 2014
Pendiente de olvidar
Fueron raros sucesos, sucesos que mi mente no ha podido procesar, aunque, sólo quiero olvidar…
Mi nombre es Diego, estoy por entrar al segundo semestre de preparatoria. Les contaré mi situación, con la ayuda de un diario que encontré. Intenten comprender, intenten explicarlo.
Estábamos un amigo y yo, recién pasamos a preparatoria y apenas eran vacaciones de verano (antes de clases). Nos entusiasmaba la idea de entrar a una escuela con gente y profesores nuevos, todo era diferente para nosotros. Todo estuvo bien, en vacaciones nos veíamos, salíamos, jugábamos videojuegos y tocábamos música, ya que él tenía una batería y yo unas guitarras y un bajo, los cuales nos turnábamos para tocar. Fueron de esos días en los cuales no ves el tiempo pasar, sólo te diviertes… a quién no le gusta divertirse así de bien.
El tiempo se acabó, y con su fin, llegó el tiempo de estudiar. Las clases comenzaron más rápido de lo esperado, no nos dimos cuenta, pero nuestro entusiasmo hizo que no nos importara. La noche anterior al primer día de clases nos quedamos en su casa para conversar sobre lo que nos esperaba. La plática empezó conmigo.
—Oye, Alan, ¿qué crees que vaya a pasar?
—¿De qué hablas?
—Pues, entramos a esto, que es como un nivel superior en nuestra vida, creo que tienes algo en mente de lo que nos espera.
—Pues claro que tengo algo en mente.
—Dime qué es.
—No, olvídalo…
—Anda, dime.
—Es que… no quiero hablar de eso.
—¿Por qué no? Habías estado muy emocionado.
—Si, lo sé…
—Entonces, ¿qué ha cambiado?
—Fue…. fue este sueño que tuve ayer.
—¿Qué fue?
—Pues…. no te burles. Verás, yo estaba en un lugar extraño, lleno de gente, apenas se podía caminar. Después me di cuenta de que era… era una iglesia, y todos vestían formal. No conocía a nadie. De ponto, se acerca una persona, no se acerca mucho, sólo lo suficiente para hacerme saber que me estaba viendo, inmóvil, en ese sitio. El sujeto comenzó a reír, era como una risa sarcástica, y yo no entendía por qué. Me aterró demasiado ver y escuchar a esa persona, sentí todo el cuerpo entumecido, fue un terror, como si no fuese un sueño. Luego, se fue alejando, y junto con él la multitud, dejándome completamente solo…
—¿Quién era él?
—No tengo idea, sólo veía su silueta negra y unos ojos blancos mirándome.
—Y… ¿eso cambió tu forma de pensar sobre lo que nos espera?
—Es que no entiendes, no creo que sean buenas señales, eso me inquieta.
—Por favor, no creas en todo lo que ves en los sueños… o en lo que crees que significan.
—Está bien.
—Bueno, vayamos a dormir. Tenemos que levantarnos temprano en la mañana si queremos llegar a tiempo a nuestro primer día de clases.
Al día siguiente, había llegado la hora de ir a clases, pero Alan decía que se sentía mal, por lo que faltaría a las primeras horas. Pensé que quizás fue por lo de su sueño, pero no quise decirle nada y me fui a la escuela.
Cuando por fin llegó a clases, no se veía mejor, un tanto más serio de lo común, no se arregló bien… Me dio la impresión de que sólo iba por compromiso, ya había perdido el entusiasmo del todo, así que me le acerqué y pregunté:
—Oye, ¿estás bien? —Era obvio que no lo estaba.
—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —contestó Alan, con un tono ligeramente nervioso.
—Te ves mal, no parece que estés bien.
—Es sólo que no quiero estar aquí, hay mucha gente.
—Lo sé, es una escuela… Mira, terminando las clases te acompaño a casa, búscame en la salida, ¿de acuerdo?
—Claro, no hay problema. —Sólo que para la salida, no lo vi por ningún lado, nunca me buscó.
Al terminar unos pendientes que tuve, fui a su casa para ver qué le pasaba. Al llegar, pregunté por él, me dijeron que había salido justo después de llegar a la escuela. Supuse en dónde estaría.
Alan y yo teníamos un lugar para relajarnos, platicar un rato, perdernos del mundo. Era una bodega, que tenía tiempo sin uso y estaba algo alejada, en un lugar donde no hay mucho movimiento, sólo algunas otras bodegas alrededor. No usábamos la bodega completa, sólo un espacio, como una oficina, muy espaciosa en la cual habíamos metido unos sillones y un par de escritorios para guardar unos cuantos juegos de mesa y cuadernos de dibujo; estos últimos eran míos, me gusta mucho dibujar. Sobre uno de los escritorios había una televisión vieja, la cual conectábamos a un generador y a veces jugábamos videojuegos en ella, y en las paredes había algunos pósters de bandas musicales pegados, eran dos de Nirvana, uno de Misfits, otro de los Ramones y uno de los Beatles, que era el preferido de Alan.
Como lo imaginé, él estaba sentado en uno de los sillones que teníamos en el lugar. Estaba sentado y parecía que dormía como de costumbre cuando descansamos en ese lugar. Me acerqué a él, pero por un momento, algo me detuvo, un aire denso y la sensación de que alguien más estaba en la habitación; volteé para todos lados y no había nadie. Fue raro para mí, sentí miedo y lo sigo sintiendo al recordar esa sensación. De pronto Alan dio un salto del sillón y gritó muy asustado.
—Alan, calma, soy yo.
—Ya veo… lo siento.
—No, yo lo siento, al parecer te di un buen susto.
—Claro, pero no fue tu intención…
—Oye, no me buscaste al salir de clases, ¿qué pasó?
—Pues, me sentía mal, así que me apresuré y fui a mi casa.
—Es aún por los sueños, ¿cierto?
—Es que, no lo entiendes, me inquietó bastante, sobre todo… Oye, mejor vayámonos de aquí.
—¿Qué ocurre?
—Es… es que ya estuve mucho tiempo aquí dormido y quiero caminar.
—Está bien.
Parecía que el miedo era intenso, no podía verlo ni un segundo sin sentir su inquietud. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué. Al día siguiente lo llevé a un parque, en donde se pudo relajar. Platicamos como siempre, él estuvo un tanto menos inquieto, logré distraerlo un poco, pero después de un rato me dijo que tenía cosas que hacer y se fue muy rápido del lugar.
Pasaron los días, tres semanas para ser precisos, hasta que Alan volvió a tener esos sueños. Ahora se veía más asustado y nervioso que antes, así que le dije que iría a su casa a pasar la noche. Al llegar su tono de voz me inquietó un poco, no se escuchaba para nada bien, pareciera que estaba a punto de romper en llanto, mas nunca lo hizo. Temblaba lo suficiente como para darme cuenta y parecía que no había dormido en algunos días.
—Hola, ¿qué tal?
—Vamos Diego, como si no pudieras notar cómo estoy.
—Lo siento, sí te ves mal.
—Eso dijo mi madre, piensa que estoy enfermo, pero yo sé que no.
—Me puedo imaginar, sÍ lo pareces, pero tenemos que cambiar eso.
—Sólo necesito dormir un poco, llevo tres días sin poder dormir, de verdad estoy cansado.
—Eso se nota, quizás deberías ir con alguien que te ayude con eso.
—¿Hablas de un psiquiatra?
—Eso creo… si esos sueños son la causa.
—No, no creo que sea necesario, se me pasará, como antes.
—Pero ahora parece que tienes más miedo que antes.
—Sí, así es, pero no puedo hacer nada, sólo esperar que el miedo desaparezca. Oye, tengo que hacer algo, espera en mi habitación, enseguida voy.
—Está bien, te espero.
Así que fui a su habitación a esperarlo. Entonces, encontré un cuaderno que se asomaba por debajo de su cama; estaba un poco gastado, pero se veía que lo usaba mucho, entonces me puse a leerlo. Me sorprendió bastante, hablaba sobre sus sueños, sobre cómo se sentía, todos eran apuntes escritos por fechas. Al leerlos, debo admitir que me aterraron un poco sus apuntes, y en unas de las primeras páginas hubo unos que especialmente me alteraron un poco:
“Septiembre 3:
No sé quién o qué era, pero al verlo me sentí aterrado, era una presencia que no quisiera volver a ver, me hizo sentir un terror inimaginable. Desde entonces rezo para que no vuelva a aparecer en mis sueños”.
Supe al instante de qué hablaba, era aquella persona que vio en su primer sueño, sobre el cual me contó antes de nuestro primer día de clases. Unas páginas después hablaba de nuevo de esa persona.
“Septiembre 18:
Aún tengo presente la imagen de ese sujeto, no puedo olvidar su risa tan escalofriante, me hace sentir miedo cada vez que lo recuerdo. Me siento solo, vulnerable, está observándome quizás, pero cómo deseo que no sea así… sólo quiero olvidarme de él”.
Y así fueron algunos de sus apuntes, uno escrito cada vez con más miedo que el anterior. Al leer podía sentir cómo era que se sentía. Es como si guardara todas esas sensaciones en cada palabra del cuaderno. Seguí leyendo, hasta que de nuevo me topé con otro de esos en los que este tipo aparecía, pero era reciente, de hace dos días.
“Noviembre 22:
Lo he vuelto a ver, estoy aterrado, es como si me observara retorciéndome del miedo, es como si disfrutara mi sufrimiento, me tortura, lo disfruta cada vez más. Lo escucho reírse de mí, ahora son carcajadas, con esa misma mirada fija, fría. Cada vez está más cerca, lo siento. Siento que está conmigo en las noches, cada vez que me encuentro solo, siento su presencia, me observa de cerca. Se esconde, pero sabe que siento su presencia y que me atemoriza. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué le es tan placentero aterrarme así? No lo sé, y quizás no lo sepa, sólo sé que no quiero que se acerque más, quiero que se vaya”.
En ese momento sentí cómo se entumeció todo mi cuerpo, no me pude mover y sentí a alguien detrás de mí. “¿Será…? No, no puede ser…”, pensaba con un temor tan grande. Pero por más que quisiera mentirme, sabía quién era. Me armé de valor, solté el cuaderno y volteé tan rápido que me dio vueltas todo. Entonces, ¿qué fue lo que vi?
Al momento no supe exactamente lo que pasaba. Fueron tantas sensaciones y sentimientos en un solo momento. Tanto miedo que no lograba mantenerme firme, no pensaba con claridad. ¿Qué fue lo que vi? Detrás de mí sólo había un espejo. Me dije a mí mismo, “¿que, habrá sido sólo el espejo?”, pero ¿cómo iba a ser el espejo? Aunque no había nada, lo sentí. Entonces fue cuando llegó Alan, muy alterado. Volteó a ver el cuaderno y me dijo:
—No lo has leído, ¿verdad?
¿Cómo decirle que no? Eso era lo que había hecho, y por como me vi en el espejo, no creo que denotara lo contrario.
—Sí, lo he leído, perdona si te ha molestado.
—No tenías que haber leído eso, no tenías que…
—Al leerlo comprendí cómo te sientes, eso es…
—¡No entiendes! ¡No tenías que hacerlo!
—Pero, ¿qué pasa?
—Lo siento, Diego, no llegué a tiempo, no debí dejarte solo en mi habitación…
—¿De qué hablas?
—En serio lo siento.
—Por favor, para de pedir perdón y explícame.
—Ha sido él, me ha hecho escribir desde la primera vez.
—Pero para…
—¡Eso es lo que quería! ¡Quería que alguien lo leyera después, todo ha sido por él!
—¡¿Para qué quería que…?!
—¡Detente! No nos merecemos esto, por favor, ¡para! ¡Deja de reír!
—Oye, ¿a quién le hablas?
Entonces lo vi, mientras Alan se retorcía y se tapaba los oídos, lo vi por mí mismo, parado en una esquina de la habitación, con esos ojos blancos que penetran en tu mente, esa silueta oscura oculta en las sombras. Era él, no había duda. Entonces comencé a escuchar su risa escalofriante. Ya sabía por qué sufría tanto, y lo digo sinceramente, no creo que nadie soporte tal cosa, no es lo mismo hasta que lo ves con tus ojos.
Aquel momento fue la media hora más larga de mi vida. No recuerdo el momento en el que me fui de ahí, pero recuerdo haber llegado a mi casa tanta intranquilidad que mi madre se asombró demasiado.
—Por Dios, ¿estás bien? —me preguntó preocupada.
—Sí madre, sólo… sólo estoy cansado.
—Pues, ve a descansar, que te ves muy mal. Pero primero date un baño.
—Está bien, lo haré enseguida…
Estaba tan trastornado por aquellas imágenes en mi mente que no podía pensar en nada más, sólo en el miedo que seguía presente desde aquel momento, aquel ser tan escalofriante.
Al día siguiente, sin haber superado lo ocurrido, me encaminé a la escuela. A la mitad del camino, mi madre me llamó al celular diciéndome que volviera, que tenía que hablarme de algo. Le pregunté qué era y me dijo que era sobre mi amigo, Alan. Al regresar, mi madre me esperaba en la sala, un tanto desconcertada, esperando que llegara.
—¿De qué quieres hablarme?
—Llamaron antes de que te fueras a la escuela.
—¿Quién era?
—La madre de Alan… resulta que… es duro decirlo, pero, Alan falleció.
—¿De qué hablas? Recién lo vi ayer en la tarde.
—Parece que se ha suicidado… Lo encontraron en su cuarto por la mañana.
—Pero… no puede ser verdad, madre, no bromees así conmigo…
—Lo siento, quisiera que no fuese verdad, pero…
—¡No, madre! ¡No puede ser verdad!
—Espera, su madre ha pasado hace unos minutos y te ha dejado esto. Parece que es una carta de Alan, es para ti.
En ese momento tomé la carta y me fui corriendo de la casa. Fui a la casa de Alan, no lo podía creer, no podía ser verdad que mi amigo estuviera muerto. Al llegar a su casa, vi a la policía estacionada afuera; eso tenía que significar que había ocurrido algo grave. Mi madre decía la verdad, al parecer… Alan estaba muerto.
Me traumatizó bastante haber vivido eso, no lo soporté, entonces huí a nuestro lugar, a la bodega que sólo nosotros visitábamos; tenía que alejarme de los demás. Al llegar, sólo vi cosas, recuerdos, que me daban nostalgia. Mi amigo, mi mejor amigo estaba muerto y no podía hacer nada al respecto. Me senté a llorar en uno de los sillones, no lo soportaba, era un dolor inmenso; pero lo recordé, Alan me dejó una carta, tenía que leerla, entonces lo hice.
“Diciembre 7:
Lo siento Diego, esto es tanto sufrimiento, espero que no te haga lo mismo que a mí, es que es tan terrible, no lo soporto, espero que no te enojes conmigo. No me disculpo por lo que haré, sino por lo que te hice esta tarde, te entregué a él. No fue mi intención, él me hizo hacerlo, no sabes cómo es… aún. Me hizo escribir cada sentimiento, sensación, cada visión que tenía, me hizo plasmar todo en esa estúpida libreta, la cual, un día antes, me dijo que tenías que leer. Por eso te dejé en mi habitación a solas, para darte el tiempo de hacerlo, pero un rato antes de que llegaras me había decidido a no mostrártela, entonces la arrojé al suelo, debajo de mi cama. Pero al llegar el momento no pude, no pude contra él. Ten cuidado, se adentra en lo más profundo de la mente y te hace sentir cosas horribles, nunca te lo hubiera deseado, ni a nadie. Se esconde en las sombras, en el ruido, hasta en tu reflejo del espejo y te observa, te causa un miedo insoportable. Me disculpo por eso, me siento tan arrepentido. No podía irme sin explicártelo, ya es muy tarde como para que pueda hacer algo para evitarlo, está hecho, él quería que lo leyeras para así poder entrar en tu mente, te he condenado, ahora sólo huyo de este horror. Te quiero, en serio… perdóname. —Alan”.
Me destrozó leer eso, no fue su intención, y ese sujeto provocó su muerte. Estaba tan enojado, no me podía contener, pero… de pronto tuve esa sensación, estaba conmigo. Era esa entidad que había llegado por mí, ahora yo sería a quien torturaría. Lo vi ahora más cerca, se estaba acercando a mí y me hacía ver visiones aterradoras, y lo escuchaba reírse de mí; era insoportable, tanto miedo y enojo se juntaban en mí, era terrible.
Pasé semanas enteras de miedo constante, me torturaba cada vez que quería, tuve los mismos sueños horrendos que aterrorizaban por las noches a Alan. Comencé a liberar mis miedos dibujando… creo que no fue lo mejor, ya que los dibujos fueron como aquella libreta.
Temo decir que él me ha obligado a escribir esto. Ahora me toca a mí decir “Lo siento”, porque no me pude negar, lo entenderás, ya has leído lo suficiente como para que él entre en tu mente. Ahora te toca a ti, en serio lo siento, yo tampoco le deseaba esto a nadie, pero no tengo opción. No trates de ocultarte, será en vano; está en las sombras, oculto, está en cada ruido que escuchas, se convierte en tu reflejo del espejo, incluso podría estar justo detrás de ti en este momento. Sólo espero que no sea tan terrible lo que te hará, quizá se canse de hacernos sufrir… esperemos que algún día pase.
Mi nombre es Diego, estoy por entrar al segundo semestre de preparatoria. Les contaré mi situación, con la ayuda de un diario que encontré. Intenten comprender, intenten explicarlo.
Estábamos un amigo y yo, recién pasamos a preparatoria y apenas eran vacaciones de verano (antes de clases). Nos entusiasmaba la idea de entrar a una escuela con gente y profesores nuevos, todo era diferente para nosotros. Todo estuvo bien, en vacaciones nos veíamos, salíamos, jugábamos videojuegos y tocábamos música, ya que él tenía una batería y yo unas guitarras y un bajo, los cuales nos turnábamos para tocar. Fueron de esos días en los cuales no ves el tiempo pasar, sólo te diviertes… a quién no le gusta divertirse así de bien.
El tiempo se acabó, y con su fin, llegó el tiempo de estudiar. Las clases comenzaron más rápido de lo esperado, no nos dimos cuenta, pero nuestro entusiasmo hizo que no nos importara. La noche anterior al primer día de clases nos quedamos en su casa para conversar sobre lo que nos esperaba. La plática empezó conmigo.
—Oye, Alan, ¿qué crees que vaya a pasar?
—¿De qué hablas?
—Pues, entramos a esto, que es como un nivel superior en nuestra vida, creo que tienes algo en mente de lo que nos espera.
—Pues claro que tengo algo en mente.
—Dime qué es.
—No, olvídalo…
—Anda, dime.
—Es que… no quiero hablar de eso.
—¿Por qué no? Habías estado muy emocionado.
—Si, lo sé…
—Entonces, ¿qué ha cambiado?
—Fue…. fue este sueño que tuve ayer.
—¿Qué fue?
—Pues…. no te burles. Verás, yo estaba en un lugar extraño, lleno de gente, apenas se podía caminar. Después me di cuenta de que era… era una iglesia, y todos vestían formal. No conocía a nadie. De ponto, se acerca una persona, no se acerca mucho, sólo lo suficiente para hacerme saber que me estaba viendo, inmóvil, en ese sitio. El sujeto comenzó a reír, era como una risa sarcástica, y yo no entendía por qué. Me aterró demasiado ver y escuchar a esa persona, sentí todo el cuerpo entumecido, fue un terror, como si no fuese un sueño. Luego, se fue alejando, y junto con él la multitud, dejándome completamente solo…
—¿Quién era él?
—No tengo idea, sólo veía su silueta negra y unos ojos blancos mirándome.
—Y… ¿eso cambió tu forma de pensar sobre lo que nos espera?
—Es que no entiendes, no creo que sean buenas señales, eso me inquieta.
—Por favor, no creas en todo lo que ves en los sueños… o en lo que crees que significan.
—Está bien.
—Bueno, vayamos a dormir. Tenemos que levantarnos temprano en la mañana si queremos llegar a tiempo a nuestro primer día de clases.
Al día siguiente, había llegado la hora de ir a clases, pero Alan decía que se sentía mal, por lo que faltaría a las primeras horas. Pensé que quizás fue por lo de su sueño, pero no quise decirle nada y me fui a la escuela.
Cuando por fin llegó a clases, no se veía mejor, un tanto más serio de lo común, no se arregló bien… Me dio la impresión de que sólo iba por compromiso, ya había perdido el entusiasmo del todo, así que me le acerqué y pregunté:
—Oye, ¿estás bien? —Era obvio que no lo estaba.
—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —contestó Alan, con un tono ligeramente nervioso.
—Te ves mal, no parece que estés bien.
—Es sólo que no quiero estar aquí, hay mucha gente.
—Lo sé, es una escuela… Mira, terminando las clases te acompaño a casa, búscame en la salida, ¿de acuerdo?
—Claro, no hay problema. —Sólo que para la salida, no lo vi por ningún lado, nunca me buscó.
Al terminar unos pendientes que tuve, fui a su casa para ver qué le pasaba. Al llegar, pregunté por él, me dijeron que había salido justo después de llegar a la escuela. Supuse en dónde estaría.
Alan y yo teníamos un lugar para relajarnos, platicar un rato, perdernos del mundo. Era una bodega, que tenía tiempo sin uso y estaba algo alejada, en un lugar donde no hay mucho movimiento, sólo algunas otras bodegas alrededor. No usábamos la bodega completa, sólo un espacio, como una oficina, muy espaciosa en la cual habíamos metido unos sillones y un par de escritorios para guardar unos cuantos juegos de mesa y cuadernos de dibujo; estos últimos eran míos, me gusta mucho dibujar. Sobre uno de los escritorios había una televisión vieja, la cual conectábamos a un generador y a veces jugábamos videojuegos en ella, y en las paredes había algunos pósters de bandas musicales pegados, eran dos de Nirvana, uno de Misfits, otro de los Ramones y uno de los Beatles, que era el preferido de Alan.
Como lo imaginé, él estaba sentado en uno de los sillones que teníamos en el lugar. Estaba sentado y parecía que dormía como de costumbre cuando descansamos en ese lugar. Me acerqué a él, pero por un momento, algo me detuvo, un aire denso y la sensación de que alguien más estaba en la habitación; volteé para todos lados y no había nadie. Fue raro para mí, sentí miedo y lo sigo sintiendo al recordar esa sensación. De pronto Alan dio un salto del sillón y gritó muy asustado.
—Alan, calma, soy yo.
—Ya veo… lo siento.
—No, yo lo siento, al parecer te di un buen susto.
—Claro, pero no fue tu intención…
—Oye, no me buscaste al salir de clases, ¿qué pasó?
—Pues, me sentía mal, así que me apresuré y fui a mi casa.
—Es aún por los sueños, ¿cierto?
—Es que, no lo entiendes, me inquietó bastante, sobre todo… Oye, mejor vayámonos de aquí.
—¿Qué ocurre?
—Es… es que ya estuve mucho tiempo aquí dormido y quiero caminar.
—Está bien.
Parecía que el miedo era intenso, no podía verlo ni un segundo sin sentir su inquietud. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué. Al día siguiente lo llevé a un parque, en donde se pudo relajar. Platicamos como siempre, él estuvo un tanto menos inquieto, logré distraerlo un poco, pero después de un rato me dijo que tenía cosas que hacer y se fue muy rápido del lugar.
Pasaron los días, tres semanas para ser precisos, hasta que Alan volvió a tener esos sueños. Ahora se veía más asustado y nervioso que antes, así que le dije que iría a su casa a pasar la noche. Al llegar su tono de voz me inquietó un poco, no se escuchaba para nada bien, pareciera que estaba a punto de romper en llanto, mas nunca lo hizo. Temblaba lo suficiente como para darme cuenta y parecía que no había dormido en algunos días.
—Hola, ¿qué tal?
—Vamos Diego, como si no pudieras notar cómo estoy.
—Lo siento, sí te ves mal.
—Eso dijo mi madre, piensa que estoy enfermo, pero yo sé que no.
—Me puedo imaginar, sÍ lo pareces, pero tenemos que cambiar eso.
—Sólo necesito dormir un poco, llevo tres días sin poder dormir, de verdad estoy cansado.
—Eso se nota, quizás deberías ir con alguien que te ayude con eso.
—¿Hablas de un psiquiatra?
—Eso creo… si esos sueños son la causa.
—No, no creo que sea necesario, se me pasará, como antes.
—Pero ahora parece que tienes más miedo que antes.
—Sí, así es, pero no puedo hacer nada, sólo esperar que el miedo desaparezca. Oye, tengo que hacer algo, espera en mi habitación, enseguida voy.
—Está bien, te espero.
Así que fui a su habitación a esperarlo. Entonces, encontré un cuaderno que se asomaba por debajo de su cama; estaba un poco gastado, pero se veía que lo usaba mucho, entonces me puse a leerlo. Me sorprendió bastante, hablaba sobre sus sueños, sobre cómo se sentía, todos eran apuntes escritos por fechas. Al leerlos, debo admitir que me aterraron un poco sus apuntes, y en unas de las primeras páginas hubo unos que especialmente me alteraron un poco:
“Septiembre 3:
No sé quién o qué era, pero al verlo me sentí aterrado, era una presencia que no quisiera volver a ver, me hizo sentir un terror inimaginable. Desde entonces rezo para que no vuelva a aparecer en mis sueños”.
Supe al instante de qué hablaba, era aquella persona que vio en su primer sueño, sobre el cual me contó antes de nuestro primer día de clases. Unas páginas después hablaba de nuevo de esa persona.
“Septiembre 18:
Aún tengo presente la imagen de ese sujeto, no puedo olvidar su risa tan escalofriante, me hace sentir miedo cada vez que lo recuerdo. Me siento solo, vulnerable, está observándome quizás, pero cómo deseo que no sea así… sólo quiero olvidarme de él”.
Y así fueron algunos de sus apuntes, uno escrito cada vez con más miedo que el anterior. Al leer podía sentir cómo era que se sentía. Es como si guardara todas esas sensaciones en cada palabra del cuaderno. Seguí leyendo, hasta que de nuevo me topé con otro de esos en los que este tipo aparecía, pero era reciente, de hace dos días.
“Noviembre 22:
Lo he vuelto a ver, estoy aterrado, es como si me observara retorciéndome del miedo, es como si disfrutara mi sufrimiento, me tortura, lo disfruta cada vez más. Lo escucho reírse de mí, ahora son carcajadas, con esa misma mirada fija, fría. Cada vez está más cerca, lo siento. Siento que está conmigo en las noches, cada vez que me encuentro solo, siento su presencia, me observa de cerca. Se esconde, pero sabe que siento su presencia y que me atemoriza. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué le es tan placentero aterrarme así? No lo sé, y quizás no lo sepa, sólo sé que no quiero que se acerque más, quiero que se vaya”.
En ese momento sentí cómo se entumeció todo mi cuerpo, no me pude mover y sentí a alguien detrás de mí. “¿Será…? No, no puede ser…”, pensaba con un temor tan grande. Pero por más que quisiera mentirme, sabía quién era. Me armé de valor, solté el cuaderno y volteé tan rápido que me dio vueltas todo. Entonces, ¿qué fue lo que vi?
Al momento no supe exactamente lo que pasaba. Fueron tantas sensaciones y sentimientos en un solo momento. Tanto miedo que no lograba mantenerme firme, no pensaba con claridad. ¿Qué fue lo que vi? Detrás de mí sólo había un espejo. Me dije a mí mismo, “¿que, habrá sido sólo el espejo?”, pero ¿cómo iba a ser el espejo? Aunque no había nada, lo sentí. Entonces fue cuando llegó Alan, muy alterado. Volteó a ver el cuaderno y me dijo:
—No lo has leído, ¿verdad?
¿Cómo decirle que no? Eso era lo que había hecho, y por como me vi en el espejo, no creo que denotara lo contrario.
—Sí, lo he leído, perdona si te ha molestado.
—No tenías que haber leído eso, no tenías que…
—Al leerlo comprendí cómo te sientes, eso es…
—¡No entiendes! ¡No tenías que hacerlo!
—Pero, ¿qué pasa?
—Lo siento, Diego, no llegué a tiempo, no debí dejarte solo en mi habitación…
—¿De qué hablas?
—En serio lo siento.
—Por favor, para de pedir perdón y explícame.
—Ha sido él, me ha hecho escribir desde la primera vez.
—Pero para…
—¡Eso es lo que quería! ¡Quería que alguien lo leyera después, todo ha sido por él!
—¡¿Para qué quería que…?!
—¡Detente! No nos merecemos esto, por favor, ¡para! ¡Deja de reír!
—Oye, ¿a quién le hablas?
Entonces lo vi, mientras Alan se retorcía y se tapaba los oídos, lo vi por mí mismo, parado en una esquina de la habitación, con esos ojos blancos que penetran en tu mente, esa silueta oscura oculta en las sombras. Era él, no había duda. Entonces comencé a escuchar su risa escalofriante. Ya sabía por qué sufría tanto, y lo digo sinceramente, no creo que nadie soporte tal cosa, no es lo mismo hasta que lo ves con tus ojos.
Aquel momento fue la media hora más larga de mi vida. No recuerdo el momento en el que me fui de ahí, pero recuerdo haber llegado a mi casa tanta intranquilidad que mi madre se asombró demasiado.
—Por Dios, ¿estás bien? —me preguntó preocupada.
—Sí madre, sólo… sólo estoy cansado.
—Pues, ve a descansar, que te ves muy mal. Pero primero date un baño.
—Está bien, lo haré enseguida…
Estaba tan trastornado por aquellas imágenes en mi mente que no podía pensar en nada más, sólo en el miedo que seguía presente desde aquel momento, aquel ser tan escalofriante.
Al día siguiente, sin haber superado lo ocurrido, me encaminé a la escuela. A la mitad del camino, mi madre me llamó al celular diciéndome que volviera, que tenía que hablarme de algo. Le pregunté qué era y me dijo que era sobre mi amigo, Alan. Al regresar, mi madre me esperaba en la sala, un tanto desconcertada, esperando que llegara.
—¿De qué quieres hablarme?
—Llamaron antes de que te fueras a la escuela.
—¿Quién era?
—La madre de Alan… resulta que… es duro decirlo, pero, Alan falleció.
—¿De qué hablas? Recién lo vi ayer en la tarde.
—Parece que se ha suicidado… Lo encontraron en su cuarto por la mañana.
—Pero… no puede ser verdad, madre, no bromees así conmigo…
—Lo siento, quisiera que no fuese verdad, pero…
—¡No, madre! ¡No puede ser verdad!
—Espera, su madre ha pasado hace unos minutos y te ha dejado esto. Parece que es una carta de Alan, es para ti.
En ese momento tomé la carta y me fui corriendo de la casa. Fui a la casa de Alan, no lo podía creer, no podía ser verdad que mi amigo estuviera muerto. Al llegar a su casa, vi a la policía estacionada afuera; eso tenía que significar que había ocurrido algo grave. Mi madre decía la verdad, al parecer… Alan estaba muerto.
Me traumatizó bastante haber vivido eso, no lo soporté, entonces huí a nuestro lugar, a la bodega que sólo nosotros visitábamos; tenía que alejarme de los demás. Al llegar, sólo vi cosas, recuerdos, que me daban nostalgia. Mi amigo, mi mejor amigo estaba muerto y no podía hacer nada al respecto. Me senté a llorar en uno de los sillones, no lo soportaba, era un dolor inmenso; pero lo recordé, Alan me dejó una carta, tenía que leerla, entonces lo hice.
“Diciembre 7:
Lo siento Diego, esto es tanto sufrimiento, espero que no te haga lo mismo que a mí, es que es tan terrible, no lo soporto, espero que no te enojes conmigo. No me disculpo por lo que haré, sino por lo que te hice esta tarde, te entregué a él. No fue mi intención, él me hizo hacerlo, no sabes cómo es… aún. Me hizo escribir cada sentimiento, sensación, cada visión que tenía, me hizo plasmar todo en esa estúpida libreta, la cual, un día antes, me dijo que tenías que leer. Por eso te dejé en mi habitación a solas, para darte el tiempo de hacerlo, pero un rato antes de que llegaras me había decidido a no mostrártela, entonces la arrojé al suelo, debajo de mi cama. Pero al llegar el momento no pude, no pude contra él. Ten cuidado, se adentra en lo más profundo de la mente y te hace sentir cosas horribles, nunca te lo hubiera deseado, ni a nadie. Se esconde en las sombras, en el ruido, hasta en tu reflejo del espejo y te observa, te causa un miedo insoportable. Me disculpo por eso, me siento tan arrepentido. No podía irme sin explicártelo, ya es muy tarde como para que pueda hacer algo para evitarlo, está hecho, él quería que lo leyeras para así poder entrar en tu mente, te he condenado, ahora sólo huyo de este horror. Te quiero, en serio… perdóname. —Alan”.
Me destrozó leer eso, no fue su intención, y ese sujeto provocó su muerte. Estaba tan enojado, no me podía contener, pero… de pronto tuve esa sensación, estaba conmigo. Era esa entidad que había llegado por mí, ahora yo sería a quien torturaría. Lo vi ahora más cerca, se estaba acercando a mí y me hacía ver visiones aterradoras, y lo escuchaba reírse de mí; era insoportable, tanto miedo y enojo se juntaban en mí, era terrible.
Pasé semanas enteras de miedo constante, me torturaba cada vez que quería, tuve los mismos sueños horrendos que aterrorizaban por las noches a Alan. Comencé a liberar mis miedos dibujando… creo que no fue lo mejor, ya que los dibujos fueron como aquella libreta.
Temo decir que él me ha obligado a escribir esto. Ahora me toca a mí decir “Lo siento”, porque no me pude negar, lo entenderás, ya has leído lo suficiente como para que él entre en tu mente. Ahora te toca a ti, en serio lo siento, yo tampoco le deseaba esto a nadie, pero no tengo opción. No trates de ocultarte, será en vano; está en las sombras, oculto, está en cada ruido que escuchas, se convierte en tu reflejo del espejo, incluso podría estar justo detrás de ti en este momento. Sólo espero que no sea tan terrible lo que te hará, quizá se canse de hacernos sufrir… esperemos que algún día pase.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)