viernes, 30 de agosto de 2013

El demonio en mi interior

Era sobre la media noche y todavía me faltaba un poco para llegar a mi destino. La chica que había recogido hace unas horas estaba dormida en el asiento a mi lado. Era una autoestopista. No podía dejar a una adolescente sola a la mitad de la noche bajo esa lluvia torrencial, tenía que llevarla. Se vio feliz de que alguien por fin le diera un aventón.

No sabía su nombre real, sólo que sus amigos le decían «Jen». Se veía tan tranquila, tan serena. Su cabello marrón oscurecía la mitad de su bello rostro y sus labios formaban una sonrisa casi imperceptible. Debía de estar teniendo un sueño agradable.

Traté de recordar el último sueño que yo había tenido, pero no pude. Luego, lo sentí; un sentimiento que no había tenido en mucho tiempo. Un sentimiento terrible y sucio. Volteé a la chica mientras conducía, con la esperanza de que su sonrisa me ayudase a deshacerme de él y que no cediera al demonio en mi interior… pero podía sentirlo pujar, desesperado por salir.

No quería hacerlo. No podía. Necesitaba sacar a la chica de mi auto, pero eso me tomaría demasiado tiempo. Pasaría antes de que pudiera hacerlo.

Continué oponiendo resistencia, riñendo una batalla interna. Luego… no. No pude contenerlo. Sucedió: dejé escapar el pedo más monstruoso que me había tirado jamás. Fue legendario. El tipo de cosas que los niños contarían a niños más pequeños para aterrarlos.

Volteé renuentemente para ver si la bestia que había evacuado mi cuerpo despertó a la chica. No lo hizo, pero la sonrisa se había ido y ahora parecía que estaba teniendo pesadillas.

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