viernes, 13 de diciembre de 2013

Mi Avistamiento De Herobrine

Herobrine no es un juego , Herobrine no es chiste de mal gusto , les puedo comentar que Herobrine es real , yo antes pensaba lo mismo que tu , un creepypasta , tan solo un creepypasta cualquiera , al parecer no era tan falso . Les contare mi experiencia propia .

Yo antes era un gran fanático del juego "Minecraft"  un día  fui a picar una gran y ancha mina , bueno todo bien cuando me fui de esa mina había un lag impresionante tanto lag que era casi imposible jugar en moverse de demoraba casi 4 segundos , eso no lo tome un bajón de FPS  no es tanto . Saque el juego por mientras bueno mi computador se reinicio automáticamente , ok no era la gran sorpresa yo vino en un pequeño pueblo es muy común que pase estas cosas , aburrido una noche aproximadamente eran las 02:00 AM estaba en Internet sin nada que hacer todas las noches jugaba minecraft en la mañana no podía , bueno aparecía  en mi mundo totalmente normal hasta que escuche unos ruidos era imposible descubrir ese misterioso sonido , luego escuche un escalofriante grito de una mujer yo con total certeza escuche ese chillido venia de mi patio era totalmente extraño , debo admitir que ese momento tenia mucho miedo y sin exagerar empece a investigar que había pasado como 15 minutos y nada , ok , seguí jugando en la mina anterior justo cuando se me termino mis antorchas vi unos cuadros blancos muy luminosos me acerque a ellos mi sorpresa es que había muerto , yo quede en estado de shock estuve un cuantos segundos unos cuantos largos y eternos segundos , después trate de olvidar el tema pero era casi irresistible el caso tuve meses sin jugar minecraft lo elimine totalmente quería que no haya ningún rastro de ese juego.


Pasaron los meses me compre minecraft premium quería hacerlo todo de nuevo , nickname (nombre de usuario) , era la versión 1.5.2 , puse " un jugador " esto jamas me lo espere , ni lo pensé salia nada y menos que mi viejo mundo , cuando lo vi casi me levanto de mi silla de un salto y lo apreté y salia mi casa quemándose por el fuego  por instinto saque velozmente el juego , pero la curiosidad me gano abrí mi mundo y me atreví a jugar avance corriendo y me encontré un cartel que decía "¿porque no estas muerto" al leer esto se me me puse pálido el rostro , se me puso fría la sangre , yo antes era muy escéptico a estas cosas pero cuando tuve esta experiencia no sabia en que creer , pero seguí adelante , sin ninguna explicación a todo esto empece a dar screenshots al juego , abrí en "paint" puse pegar y algo casi desesperante estaba todo en negro , puse otra vez pegar y jamas mande un grito tan fuerte lo que decía algo totalmente siniestro "te observo desde la sombras estoy lo mas cerca de ti" en ingles el juego se abrió de golpe y salia steve muerto se levanto empezó a hacer sonidos raros y perturbadores , ruidos jamas oí en mi vida cuando se levanto apareció una espada de diamante con sangre y me miro fijamente y se salio ahora nadie me cree tengo que decir la verdad sobre esto , informales que esto es cierto y no bromas estúpidas , quiero hacer una investigación sobre este ser , si tu tienes información por favor no dudes en contactarme .

sábado, 9 de noviembre de 2013

descargar Dot.exe

Dot.exe es un creepypasta pero se comenta que es totalmente maldito , totalmente sencillo pero siniestro , no aptos para gente con epilepsia o gente nerviosa
ADVERTENCIA:
NO LE COPIO A ITOWNGAMEPLAY SOLO TENGO ESTE LINK
http://www.mediafire.com/download/bcobhyrn7cmpkck/DOT.EXE.rar

¿ Te atreves a jugar 99 rooms ?

99 ROOMS un juego totalmente gratuito lo puedes encontrar en Internet el juego es completamente sencillo se trata de salir de habitación a habitación , relatos y gameplays dicen que se sienten amenazados otros dicen que solo una tontería y aburrida , otros se sientes observados , pero algo misterioso tiene juego algo extraño , nadie por ahora sabe su significado y yo por ahora no encuentro habitación 99 , tu , ¿te atreve a jugar ?
descriptio...

Marginal Media - El árbol de la ahorcada


Canal : http://www.youtube.com/user/MarginalMedia?feature=watch

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El Amigo Imaginario

Una niña llega con su familia a su nuevo hogar, una gigantesca casa con un jardín enorme en el que hay una casita en el árbol. Pronto la niña se volverá más solitaria y sólo querrá pasar el día jugando con su amiga imaginaria…

Casandra era una tímida niña de seis años que prefería la compañía de sus muñecas a relacionarse con otros niños. Por este motivo no le resultó muy duro cambiar de casa y dejar atrás su antiguo barrio y colegio cuando sus padres decidieron mudarse.

Sus padres estaban preocupados por el cambio, pero sabían que con el tiempo acabaría disfrutando de su nuevo hogar. Una vieja mansión que tenía un gran jardín, con un columpio, un tobogán e incluso una pequeña casita de madera en el árbol.

La niña se acostumbró enseguida a su nuevo hogar. Pero tener tanto espacio para jugar la volvió incluso más retraída y solitaria. Casandra solía subir con sus muñecas a la casa del árbol y pasaba allí varias horas hablando sola, según ella con su amiga Ana. Los padres no le dieron mucha importancia pues sabían que a esa edad eran comunes los amigos imaginarios. Las vacaciones de verano pronto acabarían y con el nuevo curso escolar haría nuevos amigos en clase.

Los días pasaban y el comportamiento de la niña cada día era más extraño, casi no hablaba con sus padres y aprovechaba cualquier momento para “refugiarse” en su casita del árbol. Los padres podían escucharla hablar durante horas con su amiga Ana. Pero lo que más les preocupaba era que cada vez conciliaba peor el sueño, hablaba dormida y parecía sufrir pesadillas pues era habitual que entonara frases como “tengo frío”, “no puedo ver” o “ayúdame”. Una noche la madre sintió pasos en el pasillo, asustada avisó a su marido, quien salió a ver y se encontró a Casandra caminando sin rumbo, la niña parecía sonámbula y, cuando su padre la llamó, se despertó totalmente aturdida y sin saber qué hacía de pie fuera de su habitación.

Cada vez las incursiones nocturnas de Casandra eran más atrevidas y se alejaba más de su cuarto. Sus padres tenían miedo de que la niña saliera a la calle, sola y por la noche. Así que decidieron llevarla a una clínica del sueño en la que podrían “monitorear” sus hábitos de sueño para tratar su sonambulismo. Pero tras pasar dos noches no se detectó nada extraño, de hecho en ambas ocasiones Casandra durmió plácidamente toda la noche. El psicólogo tampoco ayudó mucho, únicamente les confirmó lo que ellos ya sabían, que tenía una amiga imaginaria que se llamaba Ana y que tenía su misma edad. El psicólogo le restó importancia al hecho y les dijo que era relativamente frecuente , y más teniendo en cuenta que la niña prácticamente no tenía amistades. Les recomendó que pasaran más tiempo con ella y que trataran de relacionarla con más niños de su edad para que Casandra fuera, poco a poco, olvidando a Ana y centrándose en sus amistades reales.

Los padres siguieron al pie de la letra las indicaciones del psicólogo, pasaban cada vez más tiempo con ella y la dejaban poco tiempo libre para que fuera a “charlar” con Ana en su casa del árbol. Pero eso no hizo más que empeorar su ataque de sonambulismo, parecía como si el tiempo que ya no pasaba con su amiga imaginaria por el día lo compensara por la noche. Sus sueños parecían cada vez más vívidos y en un par de ocasiones el padre la encontró a punto de salir al jardín. La niña cada vez parecía más agotada y con el cansancio acumulado era como si cada noche perdiera más el control y pasara más tiempo sonámbula.

Una noche el padre sintió como alguien bajaba la escalera, al ver a su hija en la puerta de casa un frío le recorrió la espalda. Al contrario que en otras ocasiones, cuando llamó a Casandra la niña pareció ignorarle y solamente le dedicó una mirada fugaz antes de abrir la puerta y salir al jardín. Los ojos de su hija parecían otros, era como si no la reconociera. Asustado, bajó las escaleras y salió corriendo detrás de ella mientras la niña avanzaba en dirección a la casita del árbol; cuando estaba a pocos metros del lugar, la niña se agachó mientras balbuceaba algo que su padre no podía entender.

Casandra comenzó a escavar el suelo con sus manos, su padre al llegar a su lado la escuchó decir “tengo que salir”, “aquí hace mucho frío”. Su padre la abrazó y sintió que su hija estaba congelada, era como si no respondiera y luchaba por seguir cavando, sus pequeños dedos estaban ensangrentados por arañar la tierra y golpearse con las piedras que había en el suelo. Se había roto un par de uñas y aún así parecía no despertarse. El padre no sabía qué hacer mientras la niña pataleaba y le pedía que la soltara y la dejara continuar.

De repente, como si se le encendiera una luz en la cabeza, el padre dejó de llamarla por su nombre y la llamó “Ana”, en ese momento la niña se giró y dejó de luchar mientras se le quedó mirando.

- Ana, ¿eres tú?. – dijo el padre.

La niña le miró fijamente con unos ojitos que imploraban que la ayudasen, un par de segundos después se desmayó, al instante abrió nuevamente los ojos y esta vez Casandra con su propio cuerpo miró asustada en todas direcciones como intentando comprender dónde estaba y por qué le dolían tanto las manos. Su padre la llevó dentro de casa, donde su madre se quedó limpiando sus heridas, el daño no era tanto como parecía en la oscuridad de la noche, pero el padre sabía que tenía un asunto pendiente en el jardín, así que mientras su hija se reponía con su mujer, bajó con una linterna y una pala.

Al llegar al mismo lugar donde Casandra había escavado, volvió a sentir un escalofrío. Pero no era momento de tener miedo, empezaba a intuir el motivo por el que su hija no podía descansar por las noches y quería acabar de una vez por todas con el problema. Clavó una y otras vez la pala, hasta que pudo ver algo que le llamó la atención. Una pequeña manita huesuda apareció bajo la tierra. Era tan pequeña como la de su hija y al verla sintió una tristeza tan profunda que se puso a llorar. El padre entre llantos entró a su casa y le pidió a su mujer que no saliera al jardín bajo ningún concepto mientras él realizaba una llamada.

Menos de veinte minutos después un coche de policía y un forense llegaron para levantar el cadáver de una niña de unos seis años. Investigaciones posteriores demostraron que se trataba de Ana, una niña que había desaparecido hace un par de años en uno de los pueblos cercanos. La niña al parecer había sido asesinada, pues su cadáver mostraba signos de violencia. El anterior propietario de la casa la había enterrado en su jardín, sabiendo que nadie podría investigar en una propiedad privada sin una orden judicial.

Ana nunca más se comunicó con Casandra; parece que, al desvelarse su asesinato y detenerse a su asesino, por fin pudo descansar. Pero Casandra siempre guardaría el escalofriante recuerdo de cuando hablaba con un espíritu que no podía descansar.
amigo_imaginario

Terror en el Quirofano

Pocas veces en la vida se pasa tanto miedo como en el momento en el que tú mismo, un familiar o ser querido debe ser hospitalizado e intervenido quirúrgicamente. Durante minutos, o incluso horas, uno es completamente vulnerable y la vida pende de un hilo, sabes que cualquier error médico te puede costar la vida o dejarte con graves secuelas. No es por eso de extrañar que existan tantas leyendas urbanas en relación a los hospitales, los errores médicos y las operaciones que salieron mal. ¿Pero cuánto hay de verdad y qué es falso en los relatos que casi todos hemos escuchado alguna vez?


Despertar en medio de una operación

Por desgracia es un peligro real y se estima que, una de cada 1.000 personas que son intervenidas quirúrgicamente en el mundo, se despierta durante la operación. Normalmente no se recupera totalmente la conciencia y sólo se recuerdan fragmentos de la conversación del personal sanitario o un leve malestar. Las técnicas han avanzado mucho y cada vez existen más métodos de monitorear al paciente; por lo que, cuando se detecta que está recuperando la conciencia, simplemente se aumenta la dosis de anestesia.

Pero existen multitud de testimonios de individuos que sentían como su cuerpo permanecía inmóvil; incapaces de avisar que estaban despiertos, no podían gritar, ni tan siquiera llorar, y nadie parecía darse cuenta de que sentían dolor cuando cortaban sus cuerpos y urgaban en su órganos. Incluso los que no sentían dolor, podían percibir claramente cómo manipulaban su interior, y escuchar con claridad cómo su carne se desgarraba. Sin duda una de las mayores agonías que se pueden vivir.

Ejemplo: Erin Cook se sometió a cirugía para la extirparle un tumor en su ovario. Recuerda haberse dormido con la anestesia, pero minutos después despertó con un intenso dolor al sentir cómo cortaban su cuerpo. Se sintió atrapada en su cuerpo, incapaz de moverse o respirar. El hospital le informó después que un gas había estado cayendo durante la operación y sólo recibió el 5% de la anestesia necesaria.



Objetos olvidados en tu interior

Durante una intervención quirúrgica se usa diverso material que es necesario para la operación, como bisturís, gasas, pinzas, tijeras, etc. En algunos casos, por descuido de médicos o enfermeras este instrumental se ha olvidado en el interior del paciente y se ha cosido su cuerpo con esos objetos anómalos dentro. Esto puede provocar gran dolor al paciente, fiebre, inflamación o incluso causarle una infección que le puede costar la vida.

Ejemplo: Nelson Bailey dejó la sala de operaciones con una gasa de 30 centímetros de largo por 30 de ancho dentro de su abdomen. Cuando los médicos descubrieron su error y abrieron nuevamente su herida, la gasa estaba podrida y había perforado sus intestinos.



Operar al paciente equivocado

Esta negligencia médica es la que más historias urbanas ha generado, y es que es aterrador pensar que un error al verificar la identidad del paciente puede ocasionar que se le practique una operación que no le era necesaria. Una de las leyendas urbanas que más frecuentemente he escuchado es la del hombre que despertó con una operación de cambio de sexo porque le confundieron con otro paciente con nombre similar, pero no es la única, y en algunos casos el relato cambia y lo que se le hizo fue amputar una pierna u operar a un paciente sano.

Ejemplo: A Kerry Higuera se le practicó una radiografía de rayos X en el abdomen, a pesar que tenía tres meses de embarazo. Los médicos la confundieron con otra paciente del mismo nombre. Este procedimiento aumentó el riesgo del bebé de padecer leucemia o defectos de nacimiento. Afortunadamente su hijo, Nathan, nació bien.



Operar el lado equivocado

Conocido médicamente como “error de lateralidad”, se podría considerar una negligencia médica relativamente común por la cantidad de noticias reales que circulan por la red . Casos como el de un anciano peruano al que se le amputaron ambas piernas porque inicialmente se equivocaron de lado, gente que queda ciega tras ser operada de un ojo sano o incluso testimonios de personas a las que se les extirpó un riñon sano obligándoles a vivir conectados a una máquina de diálisis hasta que reciban un trasplante (si tienen esa suerte).

Ejemplo: Jorge Villanueva Morales (un anciano peruano de 88 años) se quedó sin ambas piernas en enero del 2010, cuando le fue amputada su pierna izquierda por error; según su historia médica, debía habérsele cercenado la pierna derecha.



Abusos sexuales mientra se está sedado

Son varios los casos probados y en los que se ha sentenciado a varios años de prisión a médicos y enfemeros que, aprovechando que los pacientes estaban bajo los efectos de la anestesia, violaron a sus víctimas, la mayoría nunca supieron nada o no podían probar lo sucedido pues ni ellas mismas sabían si había pasado realmente, ya que seguían atontadas después de la intervención .

Ejemplo: Paul Patrick Serdula, un enfermero anestesista, fue descubierto casi por casualidad cuando una empleada de una clínica dental encontró una cámara oculta en el baño de mujeres. Cuando la policía fue a su casa, encontró cientos de cintas en las que se le podía ver violando, sodomizando y manoseando a varias paciente mientras estaban bajo los efectos de la anestesia, una de ellas tan sólo tenía quince años. Fue sentenciado a cadena perpetua más 25 años.



Robo de órganos en la sala de operaciones

Esta es la única leyenda urbana en la que no he podido encontrar casos reales probados. La historia contaría el caso de personas, a las que por ejemplo, se les saca un riñón sano alegando que era necesaria la operación para posteriormente trasplantar el órgano a una persona que pagaría grandes cantidades de dinero a los médicos.

Pero éste no es el caso más escalofriante, otras versiones de la leyenda aseguran que incluso muchas víctimas morirían en la mesa de operaciones en intervenciones quirúrgicas que eran teóricamente rutinarias (como una apendicitis) o simplemente no eran necesarias. De este modo, médicos sin escrúpulos podrían extraer los órganos de la víctima en las condiciones óptimas, en un ambiente esterilizado y sin despertar muchas sospechas.
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La Santa Compaña

Probablemente la leyenda urbana más conocida y escalofriante de cuantas hay en la tradición oral en España. La Santa Compaña es una procesión de muertos que vagan por la noche reclamando el alma de los vivos…

Álvaro llevaba años sin poner los pies en el pueblecito de Galicia donde creció; pero, la grave enfermedad que sufría su padre, le obligó a desplazarse a la zona rural donde se crió para darle un último adiós. Por desgracia su padre tenía las horas contadas.

Angustiado por el ambiente familiar que había en la que antes fue su casa, decidió salir a pasear para despejarse un poco. No le importó que ya hubieran pasado las 2 de la madrugada, tenía que separarse de sus hermanos, unos insensibles que como parásitos ,y con su padre aún con vida, se repartían la herencia como hienas despedazan la carroña.

Distraído y con la mente en otro lado, caminaba por los abandonados caminos que llevaban a la ermita del pueblo, una pequeña iglesia que se cerró varios años atrás por el grave deterioro que había sufrido su tejado en una lluvia de granizo. La ermita antes era la última escala en la procesión del pueblo, que finalizaba llevando la imagen de un Cristo desde la Iglesia que había cerca de la plaza hasta allí. Pero cada vez eran menos los habitantes de la comarca y el pueblo parecía una fantasmagórica visión de lo que Álvaro recordaba de su niñez, por lo que la ermita nunca fue restaurada.

Cuando se encontraba a escasos metros del tramo final, escuchó una especie de cánticos, su curiosidad le llevó a acercarse aún más, pero algo en su interior le decía que debía esconderse. Un frío indescriptible parecía metérsele en los huesos y comenzó a sentir un fuerte olor a cera quemada.

Instintivamente decidió ocultarse tras unos arbustos para contemplar aterrado lo que parecía una romería fantasmal precedida por un hombre que con la cara demacrada portaba una cruz en la mano; los demás integrantes eran aún mucho más aterradores, pues claramente podía verse que ya estaban muertos y sus rostros eran poco más que unas calaveras que movían sus escalofriantes mandíbulas mientras entonaban un rosario. Todos los muertos portaban una vela en su mano y su lento paso parecía dirigirles directamente a la casa del padre de Álvaro.

Álvaro, tan asustado como intrigado, decidió seguir a distancia a la cadavérica procesión, que cada vez se acercaba más a la que fue su casa, el lugar donde sufría la agonía de una lenta enfermedad su padre. Hasta que sorprendentemente su padre apareció caminando y, sin mediar palabra, uno de los esqueletos envuelto en una túnica se le acercó y le ofreció una de las velas. Su padre, como hipnotizado, alargó la mano y la recogió, y tal y como había aparecido se esfumó en ese instante. El resto de integrantes de esa Santa Compaña también parecieron evaporarse en una extraña niebla. Todos menos el portador de la cruz, el primer integrante de la procesión de muertos que quedó tendido en el suelo durante unos segundos. Pasado ese tiempo se levantó, y con la cara totalmente descompuesta por el cansancio y como si su misma vida fuera gradualmente absorvida por la compañía de los muertos, como un sonámbulo comenzó a caminar en dirección al pueblo.

Álvaro estaba tan petrificado por el miedo que no podía moverse, sólo el grito desgarrador de una de sus hermanas le despertó del shock en el que se encontraba. Casi sin darse cuenta había caminado siguiendo a la Santa Compaña hasta escasos metros de la casa de su padre, y el grito confirmó sus más temidas sospechas: la procesión de muertos había venido a reclamar el alma de su padre.

Corrió tan rápido como pudo hasta la habitación donde yacía su padre ya sin vida, prácticamente toda la familia se encontraba con él en el momento que su alma abandonó su cuerpo, Álvaro entendió en ese momento que la imagen que vio de su padre no era más que su alma uniéndose a una Santa Compaña con la que vagaría eternamente reclamando el alma de otros moribundos.
santa_compana

Niebla


No podía creer la hora que era, pasaban de las 2 de la madrugada. Salí rápidamente del estacionamiento del edificio de oficinas en el que trabajaba. Aun me sorprendía el hecho de que el tiempo se me hubiese esfumado, aunque no era de sorprender, este proyecto ya me estaba cansando y lo único que quería era terminarlo.

A pesar de lo tarde que era, mantuve una velocidad baja, por varios aspectos de seguridad, pero sobre todo por niebla de mi pueblo, ya podía divisar a la distancia aquella característica visión, en la cual solo podías ver unos cuantos metros frente a ti, en donde una fría y sutil llovizna golpeaba contra los vidrios.

No solía conducir de noche y si lo hacía me aseguraba que el clima fuera favorable, cosa improbable en mi ciudad, en cierta forma me daba temor la niebla, por esto decidí tomar un camino alternativo a mi ciudad, ya que había menos vehículos y la carretera a esta hora suele ser peligrosa.

Mi vehiculo avanzaba lentamente, siempre prestando atención a lo que tenía en frente, me sabía de memoria el camino, cada bache, cada curva, pero con este clima no tenía una buena visión como para ver a los peatones en la calzada o si habían animales demasiado cerca del camino.

Había perdido la noción del tiempo frente al volante, me estaba inquietando ni siquiera me había topado con otros automóviles, quite la vista del camino por unos segundos para mirar la hora en el celular, ya eran las 3:01 de la madrugada. Al volver la vista al camino vi como algo estaba en el medio del camino, trate de esquivarlo, pero sentí como mis neumáticos derechos aplastaban algo.

Me detuve a unos cuantos metros, con mis manos firmes en el volante debatiéndome sobre lo que iba a hacer, mire por el espejo retrovisor y por lo que me permitía ver la niebla era como un bulto. Trague saliva, no sabía que hacer, era demasiado tarde como para llamar a algún familiar o conocido, no podía distinguir lo que había aplastado, podría ser un animal o algún tipo de bolso, incluso una persona. Si era una persona tenía la obligación de prestar ayuda.

Mire al frente y a mis costados, no veía absolutamente nada, todo estaba inmerso en la niebla, ni siquiera tenía la seguridad de saber donde estaba. Me baje lentamente del automóvil y cerré la puerta, manteniendo firmemente mis llaves en mi mano derecha, imaginando que ese era el único escudo que me podría proteger.

Me acerque lentamente hacia el bulto, conteniendo la respiración, no era un animal, tenia ropa y podía ver una mancha bajo el.

Dios mío…- susurré, pensando que había atropellado una persona, antes de acercarme más comencé a teclear en el teléfono, con la intención de llamar una ambulancia, cuando escuche un suave crujido frente de mi. Mi corazón se acelero, preste atención y no había ni un sonido… nada, cosa extraña considerando que aquel camino estaba rodeado de árboles y vegetación, al menos deberían escucharse los grillos.


Di unos pasos atrás, sintiendo la fría llovizna en mi rostro y mire a aquel bulto… que ahora me observaba, solo podía distinguir un par de ojos rojos que me miraban fijamente, comencé a retroceder rápidamente sin atreverme a quitar los ojos de esa cosa, que de momento no se movía solo podía ver esos ojos y el vaho de su respiración. Llegue a la puerta de mi auto cuando este ser se incorporo, logré entrar antes de que me alcanzará, puse el seguro a las puertas, demasiado aterrorizado aun para moverme lo vi frente a mi auto, las luces delanteras le daban de lleno… esa cosa no tenía nada de persona, tenía como mí estatura aunque estaba encorvado, su rostro a pesar de la luz estaba ensombrecido resaltando solamente sus ojos. No sabía que hacer, encendí el motor, dispuesto a dar reversa, pero cuando mire por el espejo retrovisor, esa cosa estaba tras mi auto, gire al frente pero seguía ahí, entonces… habían más de esas cosas, observe mis costados y esos ojos rojos me rodeaban. No tenía opción… acelere a fondo esperando que esa cosa se quitará, pero no lo hizo, la arrolle de lleno, di un grito de terror al ver sus facciones, no tenía nariz y su boca solo era un agujero, pero sus ojos parecían inyectados en sangre que brillaba con ira. Llegue a una curva  gire el volante sin bajar la velocidad y aquella cosa cayo dando un horrible alarido, la perdí de vista debido a la niebla.

Observe la hora nuevamente en mi celular y viendo con sorpresa que casi eran las 5 de la madrugada, podía ver ya a unos cuantos metros el acceso a mi ciudad, suspire lleno de alivio, estaba listo para virar cuando mire por el espejo retrovisor… viendo esos ojos.
Dando un grito aceleré a fondo de nuevo dejando la criatura tirada en el pavimento, que fue tragada por la niebla.

Al otro día acompañado de un amigo recorrí nuevamente aquel camino, obviamente mi amigo se reía de mi torpeza, aduciendo lo vivido la noche anterior a un simple fruto de mi imaginación debido al cansancio.

Comencé a reír nerviosamente, no creía que mi imaginación fuera tan fértil como para crear algo así,  mire al frente del camino y vi una gran mancha, baje la velocidad y me detuve.

Creo que fue aquí- le dije a mi amigo y baje del auto, a plena luz del día y aun envueltos en la niebla observamos una negruzca mancha en el pavimento.

¿Es una broma?, esto puede ser aceite o cualquier cosa- Mi amigo se río más fuerte de mí.

Si quizá tengas razón, aunque no entiendo como paso tanto tiempo, te juro creí que era real- Un silencio reino en el camino, mi amigo me miro fijamente, yo temblada de nuevo, juró que había algo oculto en la niebla tras el.

Vámonos- le dije volviendo rápido al auto.

Vamos, no seas cobarde- mi amigo miro sobre su hombro y creo que también vio algo, ya que en un segundo estaba dentro del auto junto conmigo.

No esperé más y aceleré, jurando no volver a ocupar ese camino, mi amigo asustado miraba hacía atrás… viendo como esos ojos nos observaban desde la niebla.

La niña fantasma del baño

Laura tenía 8 años cuando cursaba la primaria en el turno vespertino, la hora de salida era a las 6 cuando empezaba a oscurecer faltaba media hora para salir, a Laura le dio la necesidad de ir al baño, todos se encontraban en sus salones y todo estaba muy calmado, cuando Laura se estaba lavando las manos para regresar a su salón escucho la voz de una niña que la llamaba, pero Laura como era una niña muy callada no le contesto pero algo la hizo que se detuviera a seguir escuchando aquella voz que parecía de una niña menor que estaba muy asustada, la cual le decía a Laura que si podía hablar con ella que ella sabia quien era, Laura se inquieto mucho así que decidió ir a ver quien era pero no habia nadie en el baño, Laura se asusto mucho apenas pudo salir de ahí pero cuando llego a la puerta de la salida se escucho una risa escalofriante que jamás pudo olvidar.
La niña fantasma del baño

El Origen de Scream

Seguramente conoces la película de Scream pero seguro no sabes que está basada en una historia espeluznante y real que sucedió en Yorkshire, Inglaterra. Así es, dos adolescentes propinaron un buen número de puñaladas a uno de sus compañeros su abogado afirmó a que ambos creyeron recibir mensajes de un asesino.

Una Noche de Verano

Una noche de verano, entre sueños recito imágenes de dioses de otros mundos y inimaginables a la mente humana cuando mi cuerpo empieza a sentir un calor anormal incluso en esta época del año. El calor me hace despertar súbitamente. Me tomo un minuto para observar mi alrededor, una cama ajena y desconocida, un florero extraño, con una flor morada que jamás en mi vida hubiera siquiera imaginado que existiera. Me levanto lentamente, gracias al miedo que expresa el hecho de que tal vez mis piernas no sostengan mi propio peso. mi sorpresa es mucho mayor cuando me veo apoyado en la pared junto al florero. Al parecer mis piernas resisten un poco, pero no puedo poner demasiada carga sobre ellas, al menos no por ahora. Y ahí observo algo, una ventana única en su tipo, demasiado grande para mi gusto, su tamaño la hace extraña, casi grotesca. Por ella observo solo obscuridad,nada más sin embargo, siento que algo me observa a través de la ventana, no le presto atención... puede que sea solo mi imaginación ¿o no? Me esfuerzo en gritar, pero solo mi eco responde mis lamentos, al parecer resido solo en esta habitación. Todo me es tan extraño, tan desconocido, pero sin embargo, no siento miedo, si no curiosidad,más aún sigo sin poder quitarme esa sensación de ser observado. Me apoyo en la pared, para buscar un interruptor, quiero expulsar esta obscuridad de la habitación. quiero asegurarme que no hay nadie mas aquí, conmigo. Consigo arrastrarme hasta una esquina de la habitación, busco desesperádamente un interruptor con la palma de mis manos durante algún tiempo, ¿15 minutos? ¿1 hora? Para ser sincero, nunca se me ha dado bien los tiempos, tal vez eso explique por que siempre llego tarde a todos los lugares. Consigo encontrar un pequeño interruptor, el cual parece podrido o oxidado, puesto que no consigo activarlo a la primera, si no que es necesario para mi ser aplicar una fuerza que en otros casos resultaría incluso ridícula! Consigo encender una luz azulada, muy tenue. Lo primero que he logrado observar es mi pierna izquierda, la cual no solo se encuentra débil, si no que observo cortadas y magulladuras en ella, como si un animal salvaje la hubiera roído mientras soñaba. Con determinación arranco un pedazo de mi camiseta, la manga derecha, específicamente, para tratar de cubrir la herida, puesto que ya no sangra, pero esta expuesta al medio ambiente, y esto podría traerme consecuencias después. Cuando termino con eso, observo la habitación alumbrada, mucho mas tranquila, con un papel tapiz rosado, bastante bonito diría yo, si no me encontrara en una situación como esta. La cama esta cubierta en sangre y sudor que traspasa las colchas, y se deja notar. el florero que había observado anteriormente, se encuentra en una mesita de noche bastante alta, pero me llama la atención algo en la mesita de noche, es una pieza de papel doblado..."¡Una nota!" pienso. Me arrastro de nuevo a través de la habitación, para ir hacia la nota. Le tomo tembloroso con la mano izquierda, y la abro con las dos manos para simplemente leer la frase "Buenos días, veo que al fin despiertas, quisiera comunicarte donde estas, pero esto iría en contra de las políticas de la empresa. buena suerte" Y de repente le veo, ¡una puerta! con su reluciente marco rosado, me lanzo hacia la puerta, sin importar mi pierna, y en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro junto a ella, levanto mi mano para abrir la cerradura, cuando de pronto, la puerta me azota y me lanza a lo lejos, doy un golpe estrepitoso contra la pared, mientras mi cabeza rebota en la pared, y mi vista se nubla, veo una sombra que no parece humana en el marco de la puerta, al ver esto pierdo la conciencia.

Despierto rodeado de un musgo extraño, en la orilla de un río. Esta noche no hubo sueños, no hubo exactamente nada. Me levanto de la tierra y lo primero que noto es mi pierna, al parecer mis heridas han sanado ó han sido sanadas de manera extraña. mis últimos recuerdos son de como esa cosa me estrello contra la pared, y me desvanecí. Me paro, y noto también que mi ropa es diferente, ahora visto una vestimenta de un trono café ó gris, no importa mucho. al estar de pie y examinar mi entorno descubro que ahora estoy en un bosque con arboles bastante extraños, algunas tan altos y con un tronco tan liso que podría treparse o otros arbustos tan bajos que pueden ser pisados con levantar un poco el pie. Merodeo por unos minutos por el bosque, yendo río arriba mientras busco una señal de donde podría estar. y de repente le oigo, un aullido que no es humano, pero dudo que animal podría producir algo así, es como el sonar de mil cuervos devorándose los unos a los otros combinados con risas maquiavélicas de otros reinos astrales, todo esto en un solo rugido. Esto me asusta, corro río arriba, corro como nunca lo he hecho antes. corrí durante horas y horas, intentado alejarme de lo que sea que hubiese hecho ese ruido. cuando por fin creía que estaba a salvo, me paré y en vano trate de trepar a un árbol, para ver que podría haber sido, de que estaba huyendo de manera tan siniestra, saber el que provoco una muestra de horror tan humana en mi. Cuando arriba de el árbol le vi. La peor bestia que puedas imaginarte con 6 pies, dos bocas, un pelaje rojo como la sangre y unos ojos negros y cristalinos como el agua de un arroyo puro. Era tan impresionante y a la vez tan grotesca que no pude evitar soltar un grito ahogado. al parecer, ella lo escucho, y me vio... hizo ese rugido otra vez, aturdiendome, haciéndome caer del árbol. Por el rugido, podría decir que es hora de comer.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Payaso en la Ventana

Mi nombre es Alex Pierce. Esta historia ocurrió en 1992, cuando tenía unos 11 años de edad. Vivíamos en 18.970 Bechard Place en Cerritos, CA, en una casa de dos pisos de dos niveles donde yo y mi hermano (Dylan) dormía en las habitaciones vecino de arriba. Mi hermano era conocido por su gran imaginación y que constantemente inventar historias, pero en realidad estaba durmiendo cuando ocurrió este incidente en particular.

Antes de entrar en detalles explicando lo que pasó esa noche, te diré que mi hermano en realidad afirmó que no tenía un "payaso" amigo imaginario y constantemente se refería a él como si fuera un humano real, incluso ofreciéndole comida en la cena. Normalmente me pareció como un mero gesto infantil a mi y mi madre.

7 de febrero-Viernes

Mi hermano me despertó en medio de la noche, alegando que un payaso estaba "jugando al escondite" con él desde la ventana de su dormitorio y me dijo que era "más divertido con más gente". No tenía ni idea de lo que estaba hablando y estaba sinceramente asustado, pero yo sostuve su mano, encendí las luces, y entré en su dormitorio.

"¡Mira!" -exclamó, señalando a la ventana. "Es el payaso!"

Él se quedó allí, apuntando, riendo, pero yo estaba completamente estupefacto.Nadie estaba en la ventana y, aún cuando afirmó el payaso estaba hablando, yo no podía oír nada. Supuse que era más que dormir, hablando y le hizo señas a la cama, asegurándole que no había nadie allí.

Poco más de media hora más tarde, entró en mi habitación y se quedó en la puerta sin moverse. Cuando rompí con él, saltó hacia atrás y afirmó una vez más que un payaso estaba en la ventana y que necesitaba mi ayuda, porque al parecer no lo dejaba en paz. En este punto, yo estaba un poco más molestaba que asustado.

Entré en su habitación de nuevo y dijo en broma ,"Be Gone! Usted no es querido aquí, payaso !"

De repente, sin embargo, hubo un fuerte golpe en la ventana, que posteriormente se despertó mi hermano. Los dos de nosotros tanto se apresuró a bajar la escalera, como el estruendo continuó. Nuestras voces asustadas, de repente se despertó mi madre, que se sentó en la cama cuando los dos entraron en la puerta del dormitorio.

"¿Qué pasa?" -preguntó con nerviosismo.

Los dos tratamos de explicar el incidente, pero estábamos sin aliento y demasiado asustados para hablar coherentemente. En cambio, la arrastró por la habitación y exigimos que vienen arriba con nosotros.

Para entonces, sin embargo, los golpes ya había terminado. Los dos nos explicó lo que había sucedido en este punto y nos dio una expresión de preocupación . Ella nos explicó que cuando tenía nuestra edad, sus hermanas mayores jugaron una broma a ella por acarreo a bajar al sótano. Cuando ella había relevado a sí misma de pánico y se dejó caer en el suelo, un payaso apareció de repente, mirando sobre ella desde una ventana lateral, y comenzó a murmurar en voz baja.

Los Escalofríos me atravesaron como ella nos contó su encuentro y, para ser honesto, esta fue la primera vez que he tenido tanto miedo sin esperanza. Salimos poco después y nunca he tenido ningún incidente desde entonces, pero los dos estábamos bastantemente en estado de shock .

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Post 700

Gracias a todas las personas y miembros del blog a pesar de todo lo que ha pasado de no publicar mucho pero jamas lo abandonare se lo aseguro , ¡GRACIAS POR LLEGAR A TAN LEJOS !

Ten cuidado en la oscuridad

Por las noches esa pequeña me despierta, cantándome en la oscuridad, veo sus ojos entre las tinieblas, sus brillantes y horribles ojos amarillos.

Cuentan que una pequeña enferma de la mente se suicidó hace algunos años luego de haber cometido una locura, algo a lo que solo un demente se atrevería.

Se llamaba Ana. Esa pequeña era hermosa, como de 9 años de edad. Tenía el cabello negro y corto, le llegaba por el cuello y tenía unos ojos azules que te cautivan. Sus padres murieron en un accidente y quedó huérfana a cargo de su tía, quien le cantaba por las noches esa canción, siempre la misma canción, la que ahora me canta ella a mí. En una casa grande al estilo victoriano y con muchos dormitorios. Su único amigo era un gato callejero que la visitaba de vez en cuando para que lo alimentara.

Al tiempo, Ana enloqueció. Su cordura se había perdido luego de haberlos escuchado. Ellos le hablaban y la torturaban con su aguda voz por las noches, al principio creyó que era el gato golpeando su ventana, pero ese maldito día todo cambió.

Mató a su tía mientras esta dormía, se sacó los dientes y las uñas y los reemplazó por pedazos de cuchillos que rompió con sus propias manos dejando horribles cicatrices en su cara, manos y brazos mientras se reía como solo un demente se atrevería. Esperó a que el gato regresara, entonces le sacó los ojos al minino y luego se los sacó ella, entonces tomo los ojos del gato y se los incrustó en su cara.

No sé si podré seguir escribiendo esto, me falta coraje y creo que ella me está observando en este mismo instante. ¡Esa canción! ¡No lo aguanto más! ¡Cállate pequeña demente!

Esa misma noche, Ana se atravesó la frente con una estaca, pero ella sigue cantando esa canción cuando duermo…

Esa canción…

“Y cuando vayas a dormir

Ten cuidado en la oscuridad

Eso te puede ver

Entonces el sol no verás nunca más”

Cada noche me atormenta, pero a veces creo que no debí de comprar esta casa al estilo victoriano jamás.

¿El gato sin ojos? El sigue vivo en algún lugar…

http://mlcreepypastas.blogspot.com/2013/07/el-gato-sin-ojos.html 

Sueño o Ilusión

Es de noche, las calles reposan en un profundo silencio, y al mismo tiempo, algunas nubes de tormenta se precipitan sobre el cielo nocturno de la ciudad. De forma centellante, las nubes dan origen a algunos rayos, iluminando en parpadeos luminosos los altos edificios del centro de la ciudad, transformándolos en siluetas proyectadas en el horizonte nocturno.

El silencio es interrumpido por el estruendoso rugir de un trueno a lo lejos, el cual abre paso a una ligera llovizna.

En ese mismo instante, una chica duerme tranquilamente es su cama, indiferente al naciente caos nocturno que da inicio en ese momento. Un segundo trueno se escucha a lo lejos, haciendo vibrar los muros y cristales de la habitación, despertando a la chica por causa de su intensidad.

La chica se incorpora en su cama, algo confundida y des orientada por el abrupto despertar, esto provoca por un instante que se pierda en la profunda oscuridad de su habitación, talla sus ojos en un intento por aclarar su visión, ya que la vista dentro de su habitación está limitada a simples siluetas, las cuales son proyectadas por una luz tenue, producida por algunas lámparas externas, la cual se cuela a través de sus delgadas cortinas. Una vez acostumbrada a la poca luz de su entorno, la chica deja su cama y camina al interruptor de la luz, al accionarlo no sucede nada, lo acciona un par de veces más, pero el resultado es el mismo, no insiste más y se retira algo molesta, atribuyendo el des perfecto a una posible falla en algún transformador cercano. Abre la puerta y se interna en aquel oscuro pasillo que fuera de su habitación, atravesándolo con pasos ligeros, procurando no golpear alguna de las mesitas con sus pies desnudos, al cabo de unos pasos, experimenta una sensación extraña, parecida a un tirón en la altura de la nuca, la intensidad de la sensación es tanta, que incluso se tambalea un poco, con su mano toca su nuca, pero no le da mucha importancia que lo relaciona con el desequilibrio provocado por la profunda oscuridad. Tras unos pasos, llega a las escaleras que conducen a la planta baja, la cual es iluminada por una destellante luz que se cuela al interior, por una ventana de la sala, la chica baja las escaleras y toma rumbo a la cocina, toma un vaso con agua, bebe un poco y lo vuelve a llenar, y entre destellantes parpadeos , toma rumbo de nuevo a su habitación, justo a mitad de las escaleras, experimenta nuevamente esa extraña sensación de tirón en la nuca, detiene sus pasos y lentamente jira su mirada a sus espaldas, solo para asegurarse que ha sido solo una sensación, y no lo que su mente comienza a maquinar como producto por el temor emergente provocado por la inmensa oscuridad.

Recorre nuevamente el oscuro pasillo con un paso más acelerado, llegando a la puerta de su habitación rápidamente, y al tocar la perilla de la puerta, experimenta nuevamente la extraña sensación con mucha más intensidad, abre la puerta, y sus ojos son testigos de algo abrumadoramente irreal, su mirada se fija en lo que parece ser ella recostada en su cama, y sobre de ella una escalofriante figura encapuchada flotando muy cerca del techo, la chica sorprendida suelta el vaso que sujetaba con su mano, el cual se quiebra al contacto con el piso, el ruido provoca que la entidad volteé a donde se encuentra ella, en sus manos se aprecia una especie de hilo luminosos el cual sujeta con firmeza, mismo que empieza a morder frenéticamente, al mismo tiempo que mantiene su mirada fija en ella, al momento que empieza a mordisquear el hilo luminoso, la chica experimenta nuevamente la extraña sensación, coloca su mano en la nuca, y se percata de algo que no había notado, con sus dedos detecta algo que no debería estar ahí, con su mano sigue lo que acaba de detectar hasta la altura de su cintura, y con sus ojos contempla el mismo hilo luminoso, el cual sigue con la mirada hasta las manos de la entidad, y de sus manos a la frente de la chica que yace acostada en su cama, la chica aterrada, libera un grito por lo que en ese momento contempla y por el inexplicable miedo que experimenta al percatarse del hilo. En un parpadeo la chica se encuentra en su cama, tras revisar su frente y su nuca, atribuye todo lo sucedido a un mal sueño, aun agitada y bañada en transpiración, deja su cama, motivada por la necesidad de refrescar su cara, al momento que abre la puerta de su recamara, la impresión la derriba, haciendo que caiga al piso conmocionada por la impresión provocada por lo que sus ojos contemplan. En el piso, fuera de su habitación, yace el vaso de agua quebrado.

sábado, 26 de octubre de 2013

Vision periférica

¿Alguna vez has tenido un vistazo de algo fuera de la esquina de su ojo? Es un simple movimiento atrapado en su visión periférica. La mayoría simplemente llega a considerar esto como una sombra provocada por una vela encendida, o tal vez una mascota saltando de un mueble. Noventa y nueve de cada cien veces, estas personas tienen razón.
Pero hay una mas evasiva, también puede ser explicada por las razones anteriores, pero hay algo mas... Uno se siente incomodo, o puede llegar a sentir un leve dolor en la columna, incluso se puede olvidar completamente de lo que estaba pensando.
Si alguno de estos síntomas se siente, debe ser motivo de preocupación. Nuestra visión periférica está diseñada para detectar movimientos, incluso en la oscuridad. Esta se utilizó para defenderse de los depredadores en nuestros primeros días, y como con muchos aspectos de nuestra naturaleza humana, se ha mantenido, pero se debilitó.
La visión periférica aun nos alerta de posibles depredadores, y aunque los depredadores han caído en la lista de peligros que se pueden enfrentar hoy en día, todavía existen. Si alguna vez siente ese escalofrío en la espalda, trate de no concentrarse en esa sombra que vio en la esquina de su ojo.
Tal vez seria mejor no mirar atrás.

La Mujer del Horno

Durante el verano de 1983, en una ciudad tranquila, cerca de Minneapolis, Minnesota, el cuerpo carbonizado de una mujer fue encontrado dentro de la estufa de la cocina de una granja pequeña. Una cámara de vídeo también se encontró en la cocina, de pie sobre un trípode y apuntando al horno. Ninguna cinta fue encontrada dentro de la cámara en el momento.

Aunque la escena fue etiquetada originalmente como un homicidio por la policía, una cinta VHS sin marcar fue descubierta más tarde en el fondo del pozo de la finca (que al parecer se había secado hasta principios de ese año).

A pesar de su condición usada, y el hecho de que no contiene audio, la policía todavía puede ver el contenido de la cinta. Se mostraba a una mujer a sí misma frente a la grabación de una cámara de vídeo (al parecer con la misma cámara que la policía encontró en la cocina). Después de colocar la cámara para incluir tanto a ella como a su estufa de la cocina en la imagen, la cinta mostró a la mujer encender el horno, abrir la puerta, y arrastrarse al interior, a continuación, cerro la puerta detrás de ella. Ocho minutos en el vídeo, el horno puede ser visto sacudido violentamente, tras lo cual se podía ver el espeso humo negro salir de la estufa. La cámara siguió filmando al horno durante otros 45 minutos hasta que las baterías al parecer se acabaron.

Para evitar molestar a la comunidad local, la policía nunca publicó ninguna información sobre la cinta, o incluso el hecho de que se encontró. La policía tampoco fue capaz de determinar quién puso la cinta en el pozo.

O por qué la mujer que se ve en la cinta era mucho mas pequeña que la encontrada dentro de la estufa…

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Debajo de Tus Pies

No les ha pasado que cuando van caminando por calles solitarias y no hay rastro de algún ser vivo.

Pues a mi si….

Todo comenzó un viernes ya era tarde y Salí de la escuela camino hacia mi casa yo en ese tiempo estudiaba en el turno vespertino me había despedido de mis compañeros ya encaminado a un callejón que pasaba por mi casa empecé a sentir un olor a rata quemada por una corriente de electricidad muy fuerte y empecé a escuchar pasos atrás de mi, pasos muy fuertes como alguien que estuviera muy enojado volteé a ver hacia atrás y no vi señal alguna de alguien caminado ni un solo perro o gato había mucha neblina como en las mañanas de frio, me puse un poco nervioso al saber que alguien caminaba junto a mi pero no lo lograba ver de repente escuche como un susurro muy leve me dijo “no mires debajo de tus pies” me espante y corrí mis piel se puso de gallina sentía un frio en mi cuerpo muy penetrante como si una placa de metal estuviera adentro de mi piel seguí corriendo hasta ya no poder mas, recuerdo que ese callejón estaba más corto pero de alguna manera sentía que al correr no avanzaba nada y seguí corriendo hasta el cansancio mi mente solo pensaba en una cosa, en llegar a casa con mi familia y de nuevo otro susurro “ ya no corras” yo sentí como de golpe me detuve como si esa persona me hubiera agarrado con toda su fuerza para evitar que no corriera volteé para todos lados en busca de alguien que me ayudara pero ni los más fuertes gritos se oían supuse que si miraba mis pies algo malo pasaría y no quería eso me atrapara no podía moverme pero si podía mover mi cabeza luego mira hacia atrás y vi a una persona vestido de traje rojo con una capucha y la mire y le dije “¿Que quiere de mi usted?” siguió como si nada, se acerco mas a mí y lo único que sabía es que este era el fin pero algo extraño sucedió…otro susurro “mira a tus pies” me comía la curiosidad y mire y para mi sorpresa me encontré un foto de mi era extraño.

La foto que ahora cargaba en mis manos era de mi de chico yo no sabía qué hacer con el… de repente el hombre se quedo parado dejo de caminar, extendió su mano y otro susurro “dale la foto” se la entregué y de la nada se esfumo. Volví a mi casa todavía con una intriga de que fue lo que paso. Hace más de un mes que tengo pesadillas acerca de ese momento terrible que pase pero lo único que sé a ciencia cierta es, que esa voz o susurro que me decía que hacer hizo que ahora en este preciso momento este vivo…por ahora… lo único que les digo es que nunca pero por nada del mundo volteen corran si es posible porque él se alimenta de tu miedo y lo más importante de todo es…. Nunca veas debajo de tus pies…

Debajo de tus pies

sábado, 5 de octubre de 2013

Esperen , No Me Dejen Aqui

Nabor que en paz descanse, se dedicaba a la venta de servicios funerales y fue supervisor de un grupo en el que trabajaba. El señor que no era de mucha plática nos sorprendió cuando muy serio comentó:

Cementerio

- Fue en uno de esos días que me toco llevar un féretro al cementerio en compañía de cuatro compañeros.
- ¿Por qué cuatro, si para manejar la carroza solamente se necesita una persona? – le pregunte interesado.
- Pues resulta que para cargar un ataúd se necesitan cuatro hombros – agregó sonriente -, el difunto hacia unos meses había perdido esposa e hija y se encontraba solo, por lo que decidió quitarse la vida.
- Dicen que el que se suicida, jamás encuentra el descansó eterno – comente tratando de hacer la charla mas interesante.
- No te adelantes que yo soy el que esta narrando la historia – me comento con severidad -;
Pues resulta que el difunto era de complexión delgada, no muy alto que digamos, pero es el más pesado que he cargado. El sepelio fue muy extraño, los familiares lloraron muy poco, por no decir que nada. El sol ya se estaba ocultando cuando regresamos a la carroza, para nuestra sorpresa observamos las cuatro llantas sin aire, las habían rasgado con tanta saña que era imposible la reparación.
Después de haber sido quienes fueran al frente de aquel desfile fúnebre que se dirigía al cementerio, terminamos pidiendo un aventó para llegar al poblado mientras que el velador nos despedía con un saludo muy serio.
- El velador seguramente fue el que le amoló las llantas – comentó mi amigo Antonio desde el lugar en que se encontraba y continuó trabajando sin darle mucha importancia a las palabras del viejo.
- El no fue – contestó muy serio el señor -; resulta que regresamos al cementerio con las llantas para la carroza, nos habían dicho que en ese lugar se acostumbraba robar los carros, pero no destruirlos. Ya muy cerca de la media noche, todos nos encontrábamos listos para irnos. De pronto me percate que un compañero faltaba, lo esperamos por un breve instante, mientras nuestra intranquilidad crecía y no tardo mucho tiempo para que fuéramos en su busca.
Nuestras voces fueron la causa de que el velador saliera del cementerio como un muerto viviente y nos preguntara que era lo que sucedía. Brevemente le explicamos que no encontrábamos a Guadalupe. El velador se puso muy serio y nos preguntó que si nosotros éramos los de la carroza. Después de contestarle que si, suspiro con preocupación y externo que esperaba que no fuera nada grave.
La búsqueda de Guadalupe continúo y cuando más desesperados no encontrábamos, lo observamos frente a la reja del cementerio, parecía dominado por una fuerza sobrehumana. Apenas logro señalar el lugar donde habíamos enterrado al difunto, el pálido reflejo de la luna hacia blanquear las tres tumbas de aquella familia que nuevamente se encontraba junta como en los días felices.
Me pareció mirar unas sombras con forma de ser humano, pero no le preste atención hasta que Guadalupe pudo tartamudear y decir:
“Mi mi mi miraste e e eso”
“ E e e escuchaste su su voz.”
No mire ni escuche nada, le comente con la intención de calmarlo. Mi argumentó no era suficiente para desvanecer aquellas tres figuras que se encontraban en el interior del cementerio. Son ellos, comentó el velador.
De pronto se de dejo escuchar unos gritos que decían:
¨Esperen, no me dejen aquí.¨
El velador nos clavo una mirada de interrogación, insinuando si se trataba de compañeros nuestros. Con un movimiento negativo de cabeza le dije que no. En lo particular me encontraba a acostumbrado a tratar al difunto encontrándose en la caja, pero no enterrado, todo lo contrario al velador que vivía rodeado de esqueletos.
Acompáñenme para investigar que es lo que sucede nos sugirió el velador. Sin muchos ánimos aceptamos y comenzamos a recorrer los silenciosos pasillos del cementerio, con la única intención de conocer quien era el que nos hablaba. Las linternas que temblaban en nuestras manos no iluminaban lo suficiente como para explorar detalladamente el terreno, aún así lograron verificar que nadie se encontraba en este lugar, solamente un enorme búho con su fúnebre canto se dejaba escuchar.
- Casi ni te creo – comentó mi compañero que ya se encontraba escuchando la platica.
-, ¿Y porque e de mentir? – Interrogó Nabor -; nada gano con ello, además ya no son unos niños.
- Te creo – intervine para que continuara con su relato.
- Estábamos ahí adentro – continuo el anciano -; aún con la duda de lo que habíamos escuchado, buscamos sin encontrar al gracioso que nos llamo.
Dispuestos a marcharnos dimos media vuelta, pero a nuestras espaldas, nuevamente escuchamos:
¨Esperen, no me dejen aquí.¨
En esta ocasión no era un simple grito, se lamentaban desgarradoramente. Más nerviosos que nunca comenzó nuevamente la búsqueda, pero en esta ocasión mucho mas detallada y nos dispersamos en los diversos pasillos examinando todo rincón de las lapidas que se encontraban alrededor y no encontramos a nadie. Imaginando trataban de jugar una broma, acordamos irnos, y aprisa salimos del cementerio y de la misma forma subimos a la carroza, pero cuando todos nos encontrábamos dispuestos a marcharnos observamos en el interior del cementerio a tres sombras que nos hacían señas y nuevamente nos decían:
¨Esperen, no me dejen aquí.¨
El Velador que no había querido abandonar su centro de trabajo, salió corriendo y nos pidió que le diéramos un aventón a su casa. En el trayecto nadie hablaba del asunto pero todos teníamos en mente lo que habíamos escuchado.
- Algún gracioso que los quiso asustar – externó mi compañero.
Don Nabor guardo silencio por lo que comprendimos que hablaba con la verdad y existen espíritus que no saben que han muerto y se quedan penando, por un tiempo indefinido hasta que alguien le dice que ya murieron.
Si, “Esperen, no me dejen aquí” Pueden ser tus ultimas palabras después de muerto.

viernes, 4 de octubre de 2013

Lo que no debe saberse

En la noche, siempre tengo la condenada rutina de tomar agua a medianoche. Y normalmente enciendo una luz, al menos la del baño.
Cuando la enciendo, aparece una sombra que no es la mía entrando en la cocina. Obviamente pienso que es un ladrón o algo así. Entro y no veo nada. Tomo mi vaso de agua como siempre y regreso al baño. Cuando regreso, veo al espejo y noto que hay algo detrás de la cortina, una sombra de alguna persona, quieta. El baño en sí estaba frío, pero afuera hacia calor. Corro la cortina y no hay nada. Vuelvo la mirada al espejo y detrás mío estaba una chica de traje negro, piel gris y ojos amarillos. Su cabello cubre su cara excepto sus ojos que me miran con ferocidad e ira. Miro detrás de mi hombro pero no hay nada.
Por unos segundos creo que es mi imaginación y entré a mi cuarto. Y como siempre apago la luz y trato de conciliar el sueño. No pude dormir esa noche, porque siempre de lograba dormir, sentía que alguien respiraba en mi cara. Abro los ojos y no hay nadie.Esa noche no pude dormir. Creí que lo que leí me jodió la imaginación, así que seguí como si nada, solo que esta vez no me inmuté en escribir la novela.
Esa noche no me paso nada raro, pero a la hora de regresar a la cama, esta vez sentía que me asfixiaba. Algo me apretaba el cuello, y no eran las sábanas porque esa noche dormía sin ellas. Ni siquiera pude mover ni un dedo mientras mi cuello seguía estrechándose.
-No vuelvas a buscarme. -Susurra una voz fría a mi oído. -Vuelve a averiguar sobre el mundo de los muertos, y la próxima vez que nos encontremos, te llevaré a mi mundo… -abro los ojos (que estaban cerrados) y la joven estaba sobre mí, con sus manos en mi cuello
Admito que sigo investigando, pero ahora pido permiso antes de hacerlo. En las noches, la misma joven me sigue vigilando. Si me pongo a investigar a fondo de nuevo, ella misma será quien me mate.Lo que encontré sobre los fantasmas del espejo, eran todos sobre ella... La mismísima Ver...
Basado en Bloody Mary

sábado, 21 de septiembre de 2013

El Despertar

Te despiertas de un sueño sin sueños, debido a un fuerte ruido que escuchas en el pasillo. Tus ojos se abren rápidamente y se fijan de manera instantánea en la puerta. ¿Qué fue lo que hizo ese ruido? Respirando fuertemente, y con el miedo que empieza a llenar tu mente, te das cuenta con un escalofrío que pateaste tu cobertor en tu sueño. Rápidamente lo agarras, te lo colocas a tu alrededor y de manera inconsciente lo enredas alrededor tuyo fuertemente mientras te acurrucas, dejando ninguna parte expuesta. Te conviertes en una bola cálida y segura:  dejando solamente un pequeño espacio entre el colchón y tu cobertor para que puedas ver. Las almohadas se convierten en escudos entre tu cabeza y la pared. Momentáneamente te acuerdas de tu niñez, escondiéndote del “Coco” u “Hombre de la bolsa” imaginarios. Pero esto se siente más palpable, más… peligroso.



Escuchas otro golpe. Esta vez, parece más fuerte, más profundo, viniendo desde afuera. Tratando de mantener la calma, piensas en todas las cosas que pudieran ser: Las tuberías en la pared, las cuales han sonado desde hace semanas, con un incremento de frecuencia y urgencia (Nunca habían sonado así de profundo o fuerte). La Persiana en el baño, la cual se este azotando por alguna ventana abierta (A pesar de que revisas las puertas y ventanas todas las noches). Quizá es que tus padres llegaron tarde y borrachos (Aunque se supondría que no regresarían del viaje hasta la otra semana). Tu gato, paseando por la casa en la noche (… Lo dejaste fuera por la tarde). A pesar de todas tus apresuradas suposiciones, empiezas a sentir como el miedo se convierte en pánico y colocas el cobertor más pegado hacia ti, reduciendo tu campo de visión a una pequeñez.

Escuchas otro golpe. El más fuerte hasta ahora, a solo centímetros de tu puerta. Tu cerebro revuelto empieza a conjurar imágenes sacadas de las pesadillas de tu niñez – Psicópatas enmascarados, criaturas sin forma: Criaturas de hueso y tendones, arrastrándose por el piso, abriendo con sus retorcidos miembros la perilla de tu puerta, para después barrenar tu cuerpo con horribles garras a tu indefenso cuerpo.

Entonces escuchas otro más. Tu respiración es difícil y profunda. Bocanadas de aire en tu repentino cuello seco, tus pulmones se cierran, y sientes calambres en tu estómago. Tus ojos están totalmente abiertos y fijos. Tu cobija sigue totalmente pegada a tu alrededor, con solo pulgadas de algodón entre ti y sea lo que sea que esta a punto de entrar.

De repente, en un momento de iluminación, recuerdas cual es la fuente del sonido: El librero viejo, que se esta deshaciendo que esta en el pasillo. Una de las patas debió vencerse, y la inclinación esta tirando los libros uno por uno en el piso. Mientras escuchas con cuidado, escuchas el calmado hojeado de las páginas mientras otro libro cae al suelo. Deberá haber otro azotón y… Si. Desciende una vez más el silencio, y con el una gran calma.

Mientras caes nuevamente en el sueño, miras alrededor de tu cuarto, todavía en tu pequeño refugio, viendo las figuras vagas que se definen mientras tu visión mejora. Tu escritorio, tu silla y televisión emergen de la oscuridad, imponiendo un realidad buena y cuerda desde el vacío de la noche. Entonces, justo antes de que cierres tus ojos, ves algo que hace que sientas un horrible vacio desde lo más profundo de tu estómago.



En el piso, tirado, está tu cobertor.

 Tus gritos son silenciados.


Herobrine

Ya todos conocen este creepypasta , pero lo pongo igual para cualquier persona que las quiera leer .
Recientemente "Spawnee" en un nuevo mundo single player de Minecraft. Todo era normal al principio, así que comencé a talar arboles y a crear items en mi cajita para crear items (Workbench). Me di cuenta que algo se movía en la densa niebla (Tengo un computador muy lento, así que tengo que jugar con una pequeña "Render Distance" (Mientras mas baja esta opción, menos ves a tu alrededor, más niebla). Pensé que era una vaca, así que la perseguí, esperando poder tomar algo de cuero para la armadura.

No era una vaca. Mirándome estaba otro personaje con el skin default, pero sus ojos estaban vacíos. No vi pop-up con su nombre (o sea, el nombre que sale arriba de uno cuando juegas en línea), y doble chequee para asegurarme que NO estaba en el modo multiplayer. El no se quedo mucho tiempo, me miro y rápidamente corrió hacia la niebla. Lo perseguí por curiosidad, pero ya se había ido.

Continué con el juego, no seguro de que pensar. Mientras me expandía por el mundo vi algunas cosas fuera de lugar para lo que un "Random Map" (Mapa al azar, el juego te crea mapas al azar en cada partida) pudiese hacer. Túneles de 2x2 en las rocas, pequeñas pirámides perfectas hechas de arena en el océano y arboledas de arboles con todas sus hojas cortadas. Yo constantemente pensaba que había visto al otro "jugador" en la profunda niebla, pero nunca tuve otra buena vista de el. Intenté incrementar mi "render distance" pensando que podría ver, pero fue en vano.

Guarde el mapa y me fui a los foros para ver si alguien más había encontrado a este "Pseudo-jugador". No había nadie. Cree mi propio tema contando sobre el hombre y preguntando si alguien había tenido una experiencia similar. El post fue borrado antes de los cinco minutos. Intente otra vez, y el tema fue borrado aún más rápido. Recibí un PM de un usuario llamado "Herobrine" que contenía una palabra: "Detente". Cuando quise mirar el perfil de "Herobrine", la pagina era 404 (Típico error 404, pagina no encontrada).

Recibi un email de otro usuario del foro. El dijo que los moderadores pueden leer los mensajes de los usuarios en el foro, así que estábamos seguros usando email. Este usuario decía que el había visto al misterioso jugador también, y tenia un pequeño "directorio" de otros usuarios que decían haberlo visto también. Sus mundos estaban llenos con obvias construcciones "hechas por hombres" también, y describían que el misterioso jugador no tenia pupilas.

Cerca de un mes paso hasta que oí noticias de mi informante también. Algunos jugadores que se han encontrado al hombre misterioso echaron una mirada al nombre "Herobrine" y encontraron que ese nombre era usado frecuentemente por un jugador sueco. Después de recopilar más información, descubrimos que era que el hermano de Notch, el desarrollador del juego. Personalmente le envié un mail a Notch, y le pregunte si el tenia un hermano. Tomo un tiempo, pero el me respondió de vuelta con un mensaje muy corto:

"Tenia, pero el ya no está con nosotros"
- Notch.

No he visto al hombre misterioso desde nuestro primer encuentro, y no he notado otro cambio en el mundo mas que los que yo he hecho. Presione la tecla "Print Screen" (Para sacar foto) cuando lo vi por primera vez. Aquí está la única evidencia que tengo de su existencia.
La leyenda de Herobrine el hermano muerto de Notch

El Ascensor

-El Ascensor.

Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las farolas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.

Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante el ordenador, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.

Me calcé unas zapatillas de deporte, me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del cubo y le hice un par de nudos. Tras cerciorarme de que no olvidaba llaves, mechero ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.

Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los cubos, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.

Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España. Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.

Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con un chalet en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.

Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal. Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la vagancia pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el habitáculo.

Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos chismes cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave. El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.

Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?

Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Cabezota de mí, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.

En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1. Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.

Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.

Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.

-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.

A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi mechero y abandoné la protectora luz del ascensor.

Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. Mosqueado, continué avanzando hacia la oscuridad.

El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas. Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.

La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi mechero al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.

Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las farolas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi mechero. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.

Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.

Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del mechero mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el mechero al gran objeto.

El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadaver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Reprimí una arcada mientras permanecía en cuclillas, ante aquella dantesca escena.

De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.

El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por muñones violáceos, y extrañas deformidades y bultos recorrían su tronco, dándole un aspecto monstruoso.

Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.

Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.

Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del mostruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el mechero se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.

Mientras palpaba el suelo en busca del mechero, oí cómo crujían los muelles del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Cejé en mi empeño de hacerme con el mechero y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.

Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la disposición de aquella planta, temiendo tropezar o dar de bruces con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oir cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos. Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.

Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca.

Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía.

De repende, se hizo el silencio. Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se agarrotaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad y una pericia insólitas. Venía hacia mí, mientras gruñia, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, agité mi pierna ante él, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento. En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó su ascenso.

Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, etcétera. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sanguinolenta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar el dorso de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.

Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el váter y vomitar la cena. Me di una ducha más larga de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.

A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos. Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.

Esperé su llamada intranquilo y, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.

-No pienso volver a coger ese ascensor en mi puta vida. Eso fue lo que me dijo. Y la verdad es que su opinión coincidía al cien por cien con la mía.

A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un ajado anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores. El régimen franquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los inmuebles en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).

Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.

Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia. El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.

Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto. Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.

-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.

-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.

Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.

Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.

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Recomendados:
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Una guía del juego :
http://www.3djuegos.com/foros/tema/12780527/0/guia-lone-survivor-guia-completa-del-superviviente-actualizada-al-85/

El hombre de aglomerado

James Thomas Fischer siempre había sido un apasionado de la parapsicología. De hecho, su biblioteca cobijaba decenas de colecciones sobre revistas esotéricas que había adquirido a lo largo de su vida. Ahora, con treinta y cuatro años recién cumplidos, echaba la vista atrás y reparaba en que, a pesar del tiempo, algo siempre había prevalecido: James jamás creyó las historias que le contaban, aquellas de apariciones escalofriantes siempre protagonizadas por espectadores inconexos, aquellas que debías creer por el mero hecho de que un conocido te las explicaba. El filósofo David Hume lo dijo una vez, «Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», y James estaba completamente de acuerdo. El mismo efecto lo experimentaba cuando leía todos aquellos artículos sobre fantasmas, demonios y avistamientos. ¿Hasta qué punto se podía corroborar aquella información? ¿Por qué parecía ser el único que no había experimentado ese tipo de sucesos? Por esta y muchas otras cavilaciones llegó a la conclusión de que, por más que buscara, no se encontraría con ningún suceso inexplicable. Debía planteárselo de otra manera, en realidad decidió hacer justo lo contrario.

James se convirtió en un falso médium y se publicitó en distintos medios como un experto del ocultismo capaz de solucionar cualquier problema a un precio muy asequible. De este modo, tan sólo debía esperar sentado en el sofá de su casa a que los casos fuesen llegando. Hubo muchas llamadas y visitas a domicilio; sin embargo, la mitad de las incógnitas podían solucionarse con una simple respuesta racional y la mitad de sus clientes carecían de un saludable estado mental. La frustración por no vislumbrar con sus ojos nada en absoluto acrecentó su escepticismo y sostuvo su argumento sobre que todo era mentira. Tal fue su desengaño que decidió acabar con la estafa y quitarse la máscara. Pero justo cuando estaba empaquetando su librería para dejarla abandonada en el contenedor de basura más cercano, una llamada captó su atención de nuevo.

Su nombre era Ellen Gilbert y vivía en una urbanización en Reidsville, Carolina del Norte. En un principio, dado su inseguro tono de voz, James se adelantó suponiendo que sería un caso más por sugestión mental y que se alejaría de lo que él pretendía encontrar. Sin embargo, a medida que describía los sucesos, la curiosidad crecía en su interior. Se llegó a interesar tanto en su historia que al cabo de unos días se desplazó para hacerle una visita.



El coche abandonó la carretera que comunicaba con Reidsville y entró en un camino de tierra. El territorio era mucho más sombrío, más salvaje que el que había dejado atrás. Los árboles se cernían sobre el sendero entrelazando sus ramas con los del otro lado y formando una cúpula que impedía la filtración de la luz del sol. Al cabo de unos minutos, en tanto el vehículo brincaba a causa de los baches de la tierra, vislumbró el tejado de una casa. Detuvo su coche frente a la residencia de dos plantas y la observó; la parcela donde había sido construida era una pendiente, el terreno que la rodeaba descendía inclinado varios metros detrás de ella y finalizaba en los límites que daban paso al bosque. Antes de que pudiera seguir indagando una mujer apareció por la puerta de entrada y saludó con la mano. Mediante señas le indicó que descendiera por la rampa de hormigón y que aparcara junto a su todo-terreno Cuando lo hizo le dio la bienvenida y lo invitó a entrar en su domicilio.

—No llevo demasiado tiempo viviendo aquí —empezó a explicar Ellen—, por eso no sabría decirte si siempre ha estado sucediendo.

James depositó la taza de té en la mesita que había situada frente al sofá en el que permanecían sentados.

—Por teléfono me explicaste que los vecinos también han sufrido fenómenos parecidos.

—Sí, bueno… Hay otra casa más arriba, hablé con su mujer y me dijo que desapareció uno de sus animales.

—Entonces es posible que se trate de un coyote.

—No en mi caso, señor Thomas. Mis perros han aparecido con cortes por todo el cuerpo, pero no como si un animal los hubiera rasgado, a algunos de ellos les faltaban secciones de piel en el lomo.

James frunció el entrecejo y dio otro sorbo a la taza de té.

—Ningún coyote podría hacer algo así —añadió ella.

—¿Por qué crees que se trata de un suceso paranormal? Detrás de esto podría haber una persona desequilibrada, quizás el responsable sea de esta urbanización.

—Aún no se lo he explicado todo —siguió con una mirada acongojada por la situación.

James se cruzó de brazos y, girándose hacia ella, esperó impaciente.

—Antes dejaba a mis tres perros afuera por la noche porque en el jardín tienen una caseta donde pueden dormir, pero dada la situación decidí meterlos en el sótano.

—¿Tiene un sótano? —preguntó él.

—Bueno, no es del todo un sótano. Si se ha fijado, la casa está nivelada en la pendiente porque debajo hay una especie de planta baja que la sostiene. Dentro de ese hormigón nos quedó un espacio que aprovechamos para instalar la caldera y guardar toda clase de herramientas.

Ellen se detuvo, miró hacia las ventanas que rodeaban el comedor y continuó con su explicación.

—Hace dos noches me desperté a causa de los ladridos. Supuse que los perros habían olido a alguien así que me asomé a una de esas ventanas —señaló Ellen—. Como estaba muy oscuro decidí coger una linterna y desde aquí arriba iluminé el terreno.

Ellen agachó su cabeza con una mirada de absoluto terror y, mientras parecía visualizar lo que estaba explicando, sus manos comenzaron a temblar.

—Tranquila —dijo James, apoyando su mano sobre el hombro de ella—. ¿Qué pasó después?

—Vi algo acercándose a la casa —siguió con un tono de voz frágil.

Segundos después se detuvo de nuevo.

—Ellen, dime, ¿qué viste? —insistió.

—Es muy difícil describirlo.

—Inténtalo.

—Al principio no vi nada, pero al desplazar la luz de la linterna por el terreno descubrí que algo se movía.

Tras decir esto se puso en pie, avanzó unos pasos y se situó junto a las ventanas.

—Estaba ahí —Señaló cuando James se asomó junto a ella—. ¿Ves ese camino de tierra que sale del bosque y llega hasta aquí? Pues lo estaba siguiendo, aproximándose cada vez más.

—¿Quién era? —preguntó impaciente.

—No era nadie, señor Thomas. Cuando lo alumbré vi que algo blanco se había detenido en el camino, era una efigie humana. Aunque ni siquiera podría describirse así, era como pasta blanca, arrugada y alargada.

—¿Cómo si llevara una sábana encima?

—No, no tiene nada que ver. Era más bien como una figura acartonada, como el resultado que se obtiene al secar el papel mojado; rugoso y amorfo —Ellen se llevó la mano a la cabeza a causa de la ansiedad, después se situó un molesto mechón de pelo tras la oreja y finalmente se cruzó de brazos resguardándose del escalofrío que le provocaba aquel recuerdo—. Me quedé paralizada cuando lo vi, intenté asimilar que era aquello que había en mi parcela. Lo miré una y otra vez con la intención de catalogarlo en algún lugar, pero no podía; la figura blanquinosa no tenía extremidades. Por un momento noté algo de humano en él: de sus supuestos hombros, una prolongación ovalada parecía semejarse a una cabeza, sin cuello, sin volumen, era aplanada y arrugada como el resto de su complexión.

—Entonces, fuese lo que fuese… ¿se mantuvo quieto mientras lo iluminabas?

—Sí, pero no por mucho tiempo. Cuando hice un amago para ir a buscar el teléfono y desplacé unos centímetros la linterna de él, comenzó a moverse. Fue horrible, señor Thomas, en cuanto lo hizo intuí un sobrecogedor rostro en aquella cabeza, era una imagen muy difusa, pétrea, como si hubiese impreso el rostro de un retrato antiguo sobre aquello. Dios mío, esa cosa tenía tan poco volumen, era tan delgado, que se balanceaba mientras avanzaba, caminaba torciéndose hacia un lado, lentamente, mientras su cuerpo se contorsionaba con cada pliegue que desplazaba por el suelo.

—Ellen, ¿cómo estás segura de lo que viste? No te ofendas por lo que te digo, pero… ¿no pudo ser una pesadilla?

Tras esas palabras la mujer sonrió con ironía. Cabizbaja se dirigió a la puerta de entrada, y con un «sígueme» lo condujo afuera. Ambos se dirigieron al lateral de la residencia, descendieron unos metros por la pendiente y se situaron frente a una puerta de metal instalada en el muro que nivelaba la casa.

—Aquí es donde escondí a mis perros —dijo, sacando unas llaves de su bolsillo.

Una vez la abrió entraron, y casi al instante un hedor putrefacto asaltó el olfato de James.

—¿Qué es esta peste? —preguntó, llevándose las manos a la boca.

Ellen avanzó unos pasos y presionó un pequeño interruptor instalado en la pared.

—Aún sigues pensando…

Una pequeña bombilla se encendió en el techo alumbrando con luz tenue la enorme caldera que resonaba en toda la habitación, también mostrando una multitud de herramientas de campo, y sobre todo dejando al descubierto los cuerpos despellejados y en carne viva de tres perros muertos.

—¿…que pudo ser un sueño?



El perturbador caso resucitó aquel sentimiento de adrenalina frente a lo desconocido que tantas veces había disfrutado mientras leía todas aquellas revistas. Quizás la causa de su curiosidad se debía a que su imaginación no lograba dibujar en su mente lo que Ellen le había descrito. También resultaba intrigante pensar cómo los perros habían sido asesinados si la puerta estaba cerrada. ¿Acaso se trataba de una presencia fantasmal capaz de atravesar cualquier obstáculo? ¿Por qué cometía esos asesinatos?

A pesar de que su deseo por creer la duda siempre había disipado sus fantasías, necesitaba pruebas, de lo contrario descartaría la existencia de tal suceso. Por esa misma razón decidió visitar a los vecinos de Ellen, aquellos mismos de los que había hablado sin demasiado interés y que parecían haber sufrido un incidente similar. A diferencia de su cliente, la familia Dahmer vivía en una casa destartalada y su jardín se encontraba consumido por las malas hierbas. Una señora mayor, descuidada en cuanto a aspecto y con rostro poco afable, abrió la puerta y preguntó quién era. James se presentó muy cordialmente y para su sorpresa, lo invitó a entrar. Grethel se sentó junto a él en un clásico sofá de estampados granates y le ofreció unas galletas de un tarro de porcelana.

—Cuénteme qué sucedió aquella noche.

—Lo recuerdo como si fuese ayer —dijo la mujer desviando su mirada hacia nada en concreto—. Los gatos pueden ser muy ruidosos cuando están en peligro, ¿sabe? Negrita se había quedado preñada y algunas veces el padre la había acechado a causa de los celos. Los había escuchado pelear en varias ocasiones, pero aquella vez fue distinta.

James asintió con la cabeza, demostrándole que estaba atento a sus palabras.

—Agarré este bastón —dijo, golpeando el extremo contra el suelo— y salí fuera para ahuyentarlo. Busqué a mi gata, pero no la encontré; la llamé por su nombre pero no acudió a mí. Ya no había nadie en el jardín.

La expresión de Grethel decayó aún más, y con ojos tristes observó la fotografía que tenía situada sobre el mueble del comedor.

—La encontré a la mañana siguiente, sin pelo y con el vientre abierto. Habían sacado a todas las crías y las habían despellejado también.

James miró hacia el cuadro que contemplaba y pudo ver a dos personas posando para la cámara junto a ella.

—¿Son su marido y su hijo? —preguntó.

Grethel asintió.

—¿Dónde están? Creía que vivía con ellos.

—Él me dejó hace unas semanas, también se llevó a mi niño.

—Vaya… bueno, se debe sentir un poco sola —supuso James—. Pero se ven de vez en cuando, ¿verdad?

Lamentablemente la señora Dahmer no respondió esta vez, permaneció con la mirada perdida y con su mente en otra parte.



El sol se había ocultado tras las montañas y James decidió pasar la noche vigilando a través de la ventana de la casa de Ellen. En su mano derecha sostenía la linterna que le había prestado, alumbrando con regularidad el exterior mientras permanecía sentado en una incómoda silla. Al principio la demora se hizo amena, ella le daba conversación estirada desde el sofá de la casa mientras observaba los chasquidos de la madera en la chimenea. Sin embargo, al cabo de unas horas se quedó dormida, y James sintió que la noche se desplomaba sobre su espalda. Intentó concentrarse en lo que estaba haciendo y se esforzó por no dejar de alumbrar hacia el oscuro camino de tierra que conducía al bosque; lamentablemente, al cabo de unos minutos de absoluto silencio, el peso de sus párpados pudo con su empeño.

La linterna cayó contra el suelo formando un gran estruendo. James abrió los ojos y, desorientado, descubrió que se había quedado dormido. Inmediatamente la buscó a sus pies y pudo ver que la carcasa se había abierto y que una de las pilas había rodado hasta el sofá. Procurando no formar más escándalo, la recogió con cuidado y, una vez la recompuso, enfocó hacia el exterior de nuevo.

—¡Joder!

De pronto Ellen se desveló a causa del sobresalto.

—¿Qué pasa? —preguntó incorporándose de medio lado.

—He visto algo.

—¿Qué? ¿Qué has visto?

—Había alguien ahí fuera. Acaba de meterse corriendo en el bosque.

—Dios mío, ¿viste lo que era?

—No, estaba demasiado oscuro.

—¿Qué podemos hacer?

—Voy a buscarlo —dijo James, poniéndose en pie.

—¿Qué? ¿Lo dices en serio?

—¿Cómo si no vamos a descubrir lo que está pasando?

—Pero… sabemos que es peligroso, ha matado a mis perros. ¿Estás seguro de lo que haces?

Haciendo caso omiso a su pregunta, James se dirigió con rapidez hacia el dormitorio de invitados en donde había dejado sus pertenencias. De mientras, Ellen, completamente asustada, miró hacia la ventana y se estremeció al presenciar la absoluta negrura que rodeaba la casa. Al cabo de unos segundos James regresó al comedor sosteniendo una videocámara en sus manos.

—¿A dónde vas con eso? —preguntó ella con los nervios a flor de piel.

—Voy a grabarlo todo, necesito demostrar al mundo y a mí mismo que esto realmente está ocurriendo.

—Por favor, llévate algo para protegerte.

—No te preocupes, filmaré y volveré enseguida.

—¿Y yo que tengo que hacer? —preguntó de forma insistente.

—Tú tienes que quedarte aquí hasta que yo vuelva.

Sin nada más que decir, se dirigió a la salida, atravesó la puerta de entrada y con cámara en mano salió al exterior. Una vez fuera el frío de la noche caló sus huesos y el vaho se manifestó en su respiración; en el silencio de la montaña lo primero que pudo escuchar fue el chirrido de los grillos, pero una vez que encendió la linterna también percibió el tétrico canto de un búho lejano. Sin perder un solo segundo más caminó hacia el lateral de la casa, después descendió por la maleza, evitando resbalar a causa de la humedad de la noche, y ya situado en la parte trasera de la residencia echó la vista al primer piso. Como suponía, Ellen se encontraba vigilando a través de la ventana; tan sólo podía vislumbrar su silueta recortada en el fondo del comedor, pero podía intuir la expresión de incertidumbre que debía mostrar su rostro.

James continuó con su trayecto, alcanzó el camino de tierra y descendió hacia la arboleda. Sus pasos se escuchaban en aquel suelo salvaje, sobre la broza se hacían visibles y a medida que se desplazaba temía ser delatado por ellos. La luz de la linterna se plasmaba sobre los troncos de los árboles, deformándose a causa de las protuberancias en la corteza. Podía escuchar el crujir de las ramas, aquellas que no alcanzaba a ver, aquellas que se balanceaban solemnes en la oscuridad. La vegetación desarrollaba con facilidad su imaginación, recreando formas humanas y escalofriantes efigies como la que Ellen le había descrito. Sí, lo asumía, aquel lugar le producía respeto, y los sucesos que le habían explicado durante el día ahora resurgían en su mente sugestionándole.

«Tengo que tranquilizarme», se dijo a sí mismo.

Sin embargo, cuando se dispuso a recobrar la calma, cuando hizo un esfuerzo por no dejarse llevar por el miedo, de repente, un infernal alarido se escuchó desde lo más profundo del bosque. James se detuvo al instante, con los ojos completamente abiertos y con el palpito del corazón resonando en sus oídos. ¿Qué había sido aquello? ¿Acaso también había formado parte de su imaginación?
Un segundo grito respondió a su pregunta, demostrándole de nuevo la seriedad del asunto.
No hubo lugar para más cavilaciones, había decidido que aquel sería el caso definitivo, aquel que determinaría si debía creer en lo desconocido.

James se armó de valor y aceleró sus pasos hacia la fuente de sus temores. Corrió hacia aquellos gritos inhumanos, quejumbrosos chillidos que se repetían una y otra vez encogiéndole el corazón. Necesitaba saber qué era, qué estaba sucediendo, debía descubrir qué de cierto había detrás de aquello. Lo descubrió al alcanzar un pequeño claro en el bosque, un lugar donde un círculo de árboles rodeaba lo que parecía ser los restos de un animal muerto. El cuerpo de un jabalí completamente desangrado y sin pelaje yacía en el suelo, con las patas traseras atadas; junto a él, Grethel permanecía agachada con un machete en su mano.

—¡James! —gritó ella tan sólo al verle.

—¿Grethel? ¿Qué coño está pasando aquí?

Antes de que pudiese recibir una aclaración por su parte, algo cayó sobre la mano con la que sostenía la videocámara, y desconcertado observó que también había salpicado parte del objeto. Acercándoselo a la cara, lo examinó, y completamente horrorizado se percató de que se trataba de sangre.

—¡Salió de mi cabeza! ¡No pude ayudar a mi familia, no pude salvarles!

Alzó sus ojos lentamente, condujo su camino con la luz de la linterna y separó sus labios como un presagio a la sorpresa. El foco de luz se arrastró distorsionándose sobre la costra de los árboles, en dirección a sus copas, perdiendo su intensidad en la lejanía. Fue allí arriba donde la descubrió, bajo un cielo terriblemente estrellado, a unos diez metros de distancia, la brutal escena asaltó todos sus sentidos. Decenas de grotescas pieles se encontraban enrolladas en los troncos de los árboles, extendidas repugnantemente alrededor de la madera y tiñéndola de rojo. La sangre chorreaba aún fresca de uno de ellos, dejándose caer sobre su rostro, derramando por sus labios su vomitiva espesura.

James se deshizo de aquella asquerosidad limpiándose con la manga de la chaqueta, e inmediatamente salió corriendo.

—¡No te vayas, déjame explicártelo!

Con el pulso a cien ascendió por la montaña lo más rápido que pudo. A medida que la linterna bailaba en la oscuridad del bosque, pudo escuchar los amenazantes gritos de Grethel. Podía imaginarla correr tras él, alzando el machete sobre su cabeza, intentando alcanzarle para exponer su piel en aquella perturbadora galería de muerte. Para su suerte, finalmente alcanzó la parcela, y una vez llegó a la puerta, Ellen lo recibió para auxiliarle.

A la mañana siguiente encontraron el cuerpo sin vida de Grethel en su propio domicilio, sobre el sofá de estampados granates, y sosteniendo entre sus brazos la fotografía de su familia. Según les explicaron, se había suicidado seccionándose la garganta con el machete. El detective Fuller también les comentó que en la residencia de la señora Dahmer hallaron todo tipo de material enfermizo relacionado con las ciencias paranormales, lo que confirmaba su desequilibrado estado mental. Las pieles fueron analizadas por el forense y, como supusieron desde un principio, algunas de ellas correspondían a su hijo y marido, desaparecidos desde hacía más de tres semanas.

Por otro lado, James y Ellen decidieron pasar el día alejados lo máximo posible de aquel sitio. Concretamente hicieron un picnic en el parque estatal Haw River, donde también practicaron senderismo y tiro al arco, con el fin de distraerse de lo ocurrido. Aquella sería la última noche que Ellen pasaría en la casa de Reidsville; se lo planteó cuando acontecieron los primeros incidentes, pero después de lo ocurrido decidió llevarlo a cabo. Prefería vivir en una ciudad bulliciosa que aislada de la civilización, donde no necesitaba coger el coche para ir a comprar el pan. «El bosque es un lugar precioso, pero difícil para vivir solo», dijo cuando se lo explicó. Tal era su aversión por aquella casa ahora que le suplicó que se quedase una noche más, no quería volver a estar sola en aquel lugar. James aceptó sin pensárselo dos veces, pero por una razón muy diferente. Su amabilidad se veía justificada por el deseo de confesarle sus sentimientos. James había finiquitado su interés por el mundo de la parapsicología y ahora quería continuar con su vida. En realidad, sentía la necesidad de recuperar el tiempo perdido, un tiempo que tan sólo confirmó lo que desde pequeño había supuesto, que todo era mentira. Ahora quería conducir su existencia a lo común, quería adquirir un trabajo, disfrutar de una relación y formar una familia.



James se despertó de repente en la cama y pestañeó desorientado. Miró a su alrededor y finalmente se situó: se encontraba en el dormitorio de invitados de la casa de Ellen. Con el cabello completamente empapado de sudor, se giró de medio lado e intentó conciliar el sueño; sin embargo, algo lo había desvelado y la razón permanecía en su subconsciente inquietándole. «¿No había sido una pesadilla?», se preguntó desconcertado. ¿Qué lo había despertado?

James miró sobre su cabeza y observó la ventana que daba al exterior. No estaba lloviendo, ni siquiera el viento hacía retumbar el cristal. Entonces, ¿por qué tenía la sensación de que algo había ocurrido? Se detuvo unos segundos más, cerró sus ojos y cuando estuvo a punto de dormirse de nuevo, su cuerpo comenzó a temblar. Lo recordaba, sabía cuál había sido la causa, y cuanto más lo pensaba más real se volvía en sus tímpanos. El sonido de un grito de Ellen había alcanzado su habitación, había retumbado por sus paredes y lo había despertado. Instantáneamente el caso regresó a su mente y puso en duda sus evidencias.

¿Por qué Ellen insistió en que vio algo paranormal? ¿Qué sentido tenía que Grethel cometiera todos aquellos asesinatos?

«¡Salió de mi cabeza! ¡No pude ayudar a mi familia, no pude salvarles!».

James abrió sus ojos con sorpresa al recordar esa frase y en la situación en la que se encontraba cuando la escuchó. Algo no tenía sentido, y la policía lo había pasado por alto. ¿Cómo había logrado Grethel cubrir aquellos troncos con las pieles a más de diez metros de altura? Era prácticamente imposible.

De repente, unos crujidos provenientes del mismo cuarto lo distrajeron de sus pensamientos; eran parecidos al sonido que se obtiene al comprimir una lata de aluminio, pero sin ese eco metálico. James se arrastró entre las sábanas y, asomándose con cuidado, buscó cuál era la causa. El gélido pánico se manifestó en su interior al percibirlo entre la oscuridad: bajo la puerta del dormitorio, en el insignificante espacio que queda entre el suelo y la madera, algo estaba entrando en la habitación. La entidad se filtraba con dificultad mediante convulsiones esporádicas y acompañadas por el escalofriante crepitar que lo había alertado. Podía contemplar cómo, a medida que se deslizaba, también se curvaba, alzándose hacia el techo, adquiriendo aquella forma que Ellen se esforzó en describir. «Así lo había hecho», dedujo él, «así había entrado en el sótano donde escondía a sus perros».

A pesar de sus pensamientos, James se había quedado paralizado, su mente se encontraba demasiado ocupada en asimilar lo que estaba presenciando; resultaba tan surrealista como terriblemente sobrecogedor. Podía ver cómo se formaba, cómo sus pliegues se retorcían sobre sí mismos, contorsionándose y adquiriendo una apariencia semejante a la humana. Sin embargo, lo peor de la situación llegó cuando comenzó a acercarse: fue entonces cuando James reaccionó, incorporándose en la cama. La luz de la luna iluminó su acartonada cabeza cuando se inclinó hacia él, y una vez la dejó al descubierto, James gritó con horror. Lo podía ver con sus ojos, aquello no era un ser etéreo, era completamente palpable, su cuerpo era como el cartón, un aglomerado de todas las pieles que había adquirido durante años, y su rostro era la suma de todas las caras que arrancó de sus víctimas.

«¡James, no te vayas, déjame explicártelo!».

Ahora lo comprendía; mientras cientos de cortes desgarraban la piel de su carne, descifró las palabras de Grethel. Cómo ella misma se había encargado durante semanas de satisfacer al hombre de aglomerado facilitándole animales, con la única intención de alejarlo de la gente y de evitar que sufrieran el mismo destino que su familia.

A pesar del brutal dolor que experimentaba a medida que estaba siendo despellejado, James sintió la satisfacción de finalmente haber encontrado respuestas a su eterna curiosidad, de poder afirmar con seguridad que realmente existía lo paranormal. Lamentablemente nadie jamás lo sabría, porque él ya no viviría el tiempo suficiente para poder explicarlo.