lunes, 13 de enero de 2014

No hay lugar como el hogar

Aquellas personas, los ignorantes. Ignorancia, ¡una enfermedad!
Todas los chicos de mi escuela son exactamente iguales, todos desean ropas costosas y están dispuestos a hacer pagar a sus padres precios ridículos, en el caso de las chicas, por diminutos pedazos de tela que apenas cubren lo suficiente para que no las multen por exhibicionismo, por los cuales pasan días sin dejar que una sola migaja pase por sus labios sólo para que las delgadas cuerdas de un pedazo de tela se ciñan a sus torsos y no se suelten.
Pues bien, yo soy diferente lo que me ha llevado a una leve marginación social que me sorprende sea tan poca. Aunque, claro, todas esas zorras semi desnudas no pueden evitar criticarme a causa de mi aspecto raro y descuidado: ropa ancha, grande y gastada, no me peino mucho y uso poco maquillaje, además cabe decir que aun en contra de lo que dice mi madre compro la ropa en tiendas de segunda mano.
Pero poco a poco sus palabras ignorantes me hicieron estallar, fue su culpa, me tentaron, no las obligué a despertar a Milla, mi faceta asesina dentro de mi pequeño desorden de personalidades fracturadas.
No hay lugar como el hogar.
-Sólo quieres parecer mala-dijo una zorra con voz ridículamente burlona, un intento de parecer superior-. Pero no eres capaz con nadie.
Me quedé en silencio y sonreí, de verdad me causaba gracia. Empecé a reírme como loca, ¡era hilarante! Ellas me miraron demostrando que pensaban que era anormalmente rara.
-¿Ahora que le pasa a esta friki?-dijo una de ellas con las manos cruzadas y disimuladamente hacía esfuerzos sobrehumanos para que su diminuto pecho izquierdo no se saliera de la apretada blusa que se había puesto con el objetivo de verse seductora. Sólo era una niña jugando a ser prostituta.
Yo seguía riendo a más no poder. Pero finalmente me repuse. Saqué una navaja de mi bolsillo y le corté la blusa a la chica cuyos pechos estaban a punto de salirse de la tela, un corte y un jalón tan fuerte que le solté el sujetador y sus pechos quedaron al descubierto con una ligera marca de corte que le acababa de hacer. Todos la miraban, pero posaron su vista en el sujetador relleno de papel higiénico.
-¿Divertido? Mátalos-dije en voz alta.
Corrí hacia mi bolso y saqué un bidón de gasolina, lo regué con rapidez en el salón de clase mientras corría, y al llegar a la puerta encendí con agilidad un cerillo y un encendedor y todo se prendió fuego. Cerré la puerta y corrí a la mesa de la mujer que se encargaba de cerrar y abrir los salones de clase. No había nadie, fue rápido, agarré las llaves y de forma acelerada trabé la puerta del salón en llamas. No había escapatoria, era un segundo piso y esa habitación sólo tenía una ventana llena de barrotes tan cerca el uno del otro que ni una modelo que se mata de hambre pasaría por allí. Con el bidón recorrí el pasillo dejando hojas sobre la gasolina derramada frente a cada puerta de los salones de clase. No los mataría, pero al menos serían presas del pánico. Trababa las puertas y finalmente le prendí fuego a las hojas empapadas en gasolina que se encendieron de forma rápida, tanto que hasta me quemé levemente en la pierna. Corrí de nuevo a la puerta más grande que había allí y la cerré con llave. Hice lo mismo con las otras tres salidas.
Ya afuera, me detuve frente a la ventana de mi salón de clase, en el que mis compañeros de clase hacían de todo por evitar las llamas y estaban amontonados como hamsters en la ventana gritando. Yo, empapada en sudor por la adrenalina y por haber corrido tanto, comencé a reírme de ellos.
-¡Yo soy inofensiva, Incapaz de herir a alguien!-grité desde abajo en medio de risas hacia ellos. Encendí un cigarrillo que la había robado a uno de los chicos de la clase y expulsé el humo con mueca burlona-. ¿Ya son suficientemente ardientes, chicas?
Me reí y me fui del lugar mientras fumaba. Para evitar problemas me fui por un lugar poco usado. Tuve que escalar de forma complicada una malla metálica, pero lo valía. Entré a casa en silencio, quemé en el sótano todo lo de ese día. Si alguien preguntaba, yo me había quedado el día en cama por enfermedad.

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