sábado, 6 de julio de 2013

¿Bailamos?

Escuchar pisadas no es algo raro cuando estás sentado en un sótano, así que no pienso sobre ello al oír leves golpeteos viniendo del pasillo de arriba. Asumo que es mi hermano y retomo cual fuera la improductiva actividad que me encontraba haciendo al momento. Pero continúan por otro par de minutos, y me empiezo a irritar. Se hacen más y más ruidosos en lo que suspiro, pensando en qué podría hacer mi hermano a estas horas por la noche. Mantengo mi posición, sin poder concentrarme con todo ese alboroto.

Aún sentado, escucho cómo el repiqueteo se hace más rápido y frenético. Sólo continúa oyéndose, casi empezando a tomar ritmo. Va todavía más rápido y mucho más frenético y parece provenir desde toda la sala principal. Me doy cuenta de que sea lo que sea quien lo provoca, no es humano. Ningún humano se puede mover así.

—¡¿Qué carajos?! —finalmente grito. Después de eso, todo el golpeteo se detiene. El ambiente sigue en calma por un rato, y luego escucho una serie de pasos más tranquilos en dirección a la puerta del sótano. La puerta se abre ligeramente, y los pasos se detienen una vez más. Presto atención a mi respiración por los siguientes tres minutos, y suspiro, pensando que terminó. Resulta que algo más estaba escuchando, también. De repente las pisadas descienden por las escaleras y vuelco la silla en la que estaba sentado por la prisa de levantarme. Comienzo a correr hacia el armario más cercano, justo a tiempo para ver la grotesca y desprovista de cabello criatura de cuatro patas, bailando hacia mí, haciendo sonar sus inflamados pies en un ritmo fascinante. Entro en el armario y cierro la puerta de golpe. Una pausa de medio segundo y escucho el mismo ritmo desde el otro lado del armario.

Sólo continúa y continúa sonando sin pausas, sin descansos, sin alivio. Ha estado en ello por horas, y yo me encuentro intentando seguir el ritmo de la canción con el chasquido de mis dedos. Pero entonces, así de súbito como inició, todo acaba. Espero por unos momentos, y luego miro hacia afuera: se ha ido. Me tumbo en mi silla y enciendo la lámpara a un lado. Estoy a salvo. Me relajo y pienso unos minutos; y de la nada noto a mi pie golpeteando el suelo. Quizá la canción no es tan mala, hasta casi me gusta lo suficiente como para bailarla… Siempre...

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