jueves, 31 de enero de 2013

Bajo Un Cielo Rojo – Parte 1

- Oh…

- ¿Sucede algo amor?

- Creo… creo que está pateando…

Cid miró con cariño a Susana y acarició como pudo su panza redondeada. Afuera del cubículo, bajo un Cielo Rojo, Los Iracundos corrían sin sentido, buscando de forma irregular a través de las calles y las casas destruidas, algún alma desafortunada, para prepararla, rasgarla o morderla.

De reojo se aseguraron de que los Iracundos más imbéciles no se percataran de su presencia, y salieron corriendo del lugarcito ese, en el que llevaban ya más de una hora.

El Mundo venia ya en decadencia; naciones dominando a costa de tecnología y guerras civiles, el agua escasea y todo lo que sirve para vivir vale más que tu propia vida. Y ha hace una semana, la gente empezó a correr y gritar y gruñir sin razón alguna. El cielo estaba teñido de rojo carmesí, no había noción de día o de noche, de tiempo o espacio. Seres alados volaban y estruendos brillantes reventaban en los cielos. Metales, chirridos, gente poseída, corriendo.

Antes de que las cosas se salieran de control, se había establecido que el “Virus” no era contagioso, pero que no era seguramente un Virus como tal. Luego todo se fue al carajo.

Quedaban pocos lugares en donde esconderse. Había un calor de mil demonios y todo se derrumbaba de a poco. Susana corría de forma cautelosa, con tal de cuidar al bebe que llevaba colgando de su pancita. Cid solo rezaba por que algún milagro limpiara el aire del azufre y aclarara los cielos del fuego celestial, o infernal, o lo que sea.

- Psst – Se escuchó desde un pequeño callejón.

Susana detuvo a su apresurado esposo y apunto hacia el callejón aquel. De entre el humo y la tenue luz, un viejito con bata negra los llamaba haciendo gestos disimulados.

- No confío en el, amor.

- Es preferible confiar, amor. Además, si fuera uno de ellos, ya se nos habría lanzado.

El tiempo apremia, así que avanzaron raudos hacia la callecita.

Una vez allí, caminaron lento. El Viejito carraspeó y levantó la mirada para hacer contacto visual.

- Sobrevivientes, ¿eh?

- No nos haga desconfiar de usted en estos momentos.

- Los ayudaré, no se preocupen. Síganme rápido.

En el callejón había una puertecita justo en medio, protegida en la oscuridad de la sombra del edificio. Tocó tres veces y luego dos más, a ritmo pausado. La puerta se abrió rechinando, dando paso a un pasillo con una luz al final.

Cid volteó a mirar el apocalipsis una vez más.

Pequeños temblores sacudían los cimientos del lugar. Nadie sabía con certeza el alcance de las cosas que pasaban. Nadie tenía certeza de nada, salvo que se sentía como el fin del mundo, si es que no lo era. Por las calles se podía ver a gente mutilada, gente pidiendo algo de comer, a algunos en sus casas, protegiéndolas en vano. El Azufre, el oxido hacia el aire casi irrespirable, todo se caía a pedazos, todo ardía de forma furiosa… pero extrañamente, la gente solo desfallecía por culpa de otra gente. Hambre, asesinatos, desmembraciones, todo eso era causal de muerte, menos el aire o el fuego. Cid trataba de encontrar respuestas en vano, repasando todo esto en su cabeza, una y otra y otra vez. Susana solo lo miraba con ternura y le besaba la mano.

Llegando al final, se oían canticos y la acústica se hacia mala.

- ¿…una iglesia?

- Si – Dijo el viejito – , una iglesia.

Inmensa y ya empezando a caerse, un grupito alababa al Señor mientras la gran mayoría tenia en su poder palos, fierros, algunas armas de bajo calibre y alimentos a medio comer. Cid no soltaba a Susana en ningún momento, y miraba al Viejito pidiendo explicaciones.

- Considérense afortunados. Estamos preparando una huida hacia la Catedral, a unos 5 Kilómetros de aquí. Sabemos lo que pasa, lo que pasará. Vamos en grupo para hacer el viaje más… seguro, por decir algo.

- Pues es el fin del Mundo, ¿No es así?

- Lucifer y Hazazel se están peleando la tierra. Dios ya desde hace rato nos abandonó y los Ángeles Abandonados a su suerte pelean por quedarse con el bando que eligieron.

Cid miraba incrédulo al Viejito, mientras bajaban con los demás. Esperaron a sentarse por ahí y consumir unos cuantos alimentos casi expirados.

- No creo. Es imposibl-

- Nada es imposible, hijo. Mira el cielo, mira la ciudad, mira a los Iracundos. Aquellos pecadores, violadores pedófilos, asesinos sin corazón… todo ellos se convierten en eso, una pesadilla con piernas, buscando saciar la sed de ira en sus almas… y por supuesto, para en lo posible disminuir la población, para hacer la transición más fácil. Tienen suerte.

La multitud se inquietaba, silenciosa. Todos se miraba los unos a los otros y solidarizaban de la forma que podían. Se oían gritos fuera del lugar y la tierra temblaba con un poco más de intensidad. El Viejito tragó saliva y de una Maletita en su asiento, sacó una Walther P99 y se la entregó a Cid.

- La necesitaras, yo tengo la mía.

- Viejo, tengo una esposa, esta embarazada y debo buscar aun a mi Ex, quien tiene dos pequeños míos. Dígame que pasará, no entiendo nada…

- No hay tiempo, si pasamos esto, te juro que explicare bien las cosas…

Aun sin saber que era exactamente lo que iba a pasar, paso la bala y cerró los ojos. El ruido afuera se hacia más fuerte, el Viejito murmuraba una oración y la poca luz del Lugar se empezaba a desvanecer.

De pronto, una voz se le hizo familiar.

- ¿Cid…?

El Muchacho volteó y boquiabierto, balbuceó.

- ¿… Michelle?

Su Ex esposa había logrado sobrevivir, y se encontraban en el mismo lugar. Le extrañaba la contundente herida en el hombro y la Broken Butterfly en su mano derecha.

- Así que es en tu casa donde estaba mi Mágnum… ¿Donde están los niños?

- Creo que no es momento, Cid.

- Oh, claro que es momento…

Susana y Michelle también cruzaron miradas, curiosas y algo recelosas, pero el lapsus fue interrumpido por un fuerte olor a Azufre y ruidos, gritos, lamentos…

Y las puertas se encendieron. Fuego furioso carcomía la vieja madera y dejaba entrever un futuro no muy prometedor. Los golpes empeoraban el ambiente. Cid volteó la atención a su asustada esposa Susana y le apretó su mano, fuerte. Michelle, por su parte, agarraba con fuerza la Mágnum y miraba su hombro lastimado.

Horror fue lo que se sintió al ver que había aguardando, detrás de las puertas de la Iglesia.

Solo quedaba correr…

Continuará.

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