Toda esta mierda inició cuando encontré esa pequeña nota.
En un papel cuadrado que encontré al fondo de una caja que estaba sacando de mi sótano, decía «¿Hola? Por favor, respóndeme». No tenía idea de cuánto hacía que ese papel estaba ahí, esas cajas habían estado guardadas en mi sótano desde que me mudé. Lo ignoré hasta la mañana siguiente, cuando abrí mi cafetera para limpiarla y dentro de ella había un papel empapado que decía «¡Por favor, respóndeme! ¡Por favor, ayúdame!». Pensé que quien sea que estuviera haciéndome esa broma sin sentido lo había puesto en mi cafetera, porque cuando hice el café la nota no estaba dentro.
Encontré más notas: debajo de mi almohadilla para el mouse, dentro de mi computadora cuando quise repararla, entre las capas de mi rollo de papel higiénico, debajo de la bandeja de mi reproductor de DVD. Lugares en los que nadie buscaría, lugares en los que nunca pensarías en poner una nota porque… ¿cuándo la verían?
Pero siguió sucediendo, y todas decían lo mismo. Me rogaban responder y ayudar a quien las estuviera dejando. Siendo el estúpido que soy, un día simplemente me harté cuando encontré una dentro de un vaso en mi lavavajillas. Escribí en la parte de atrás «Hola. Estoy respondiendo. Explícame tu situación» y la deslicé en una raja que tenía mi tina de baño.
Tan pronto como dejé el baño encontré otro pedazo de papel, flotando en la superficie del vaso de gaseosa que dejé en mi sala de estar.
Con cuidado levanté mi bebida y leí «Gracias», y en mayúsculas, «ESTOY ATRAPADO».
Lo sacudí para secarlo un poco y volví a escribir en la parte de atrás: «¿Dónde estás atrapado? ¿Cómo es que me estás enviando estas notas?», y, falto de creatividad, solamente la tiré detrás de mi sofá. Esperé y busqué, pero no vi ninguna otra nota por el resto del día.
Al día siguiente revisé mi correo. Dentro de una carta estaba la siguiente nota: «EN LA SEGUNDA DIMENSIÓN, DEBAJO DE TI». Me apresuré a responder: «Quien quiera que seas, esta broma es estúpida. Para ya». Y la tiré fuera de la casa; el viento se la llevó.
La siguiente nota que encontré era más larga que las anteriores, y también estaba escrita en mayúsculas, pero quien la escribió se las arregló para que entrara en el pequeño trozo de papel: «LA PRIMERA DIMENSIÓN ES UN PUNTO DEFINIDO EN EL ESPACIO. LA SEGUNDA DIMENSIÓN —esto se encontraba subrayado— ES CUALQUIER COSA QUE EXISTA CON ALTURA Y ANCHURA, Y LA TERCERA AGREGA PROFUNDIDAD. LA CUARTA INCLUYE EL TIEMPO Y LA QUINTA ES POSIBILIDAD, EXISTE EN UN POTENCIAL INFINITO». Todo a partir de esa oración estaba demasiado amontonado como para ser legible. Rodé la mirada y respondí «¿Cómo puedes leer esto si estás en la segunda dimensión? ¿Cómo puedes existir?». Puse esta nota en mi tostadora.
Mi respuesta llegó cuando la saqué de entre mi cabello la mañana siguiente, antes de ducharme: «LA ESCRITURA ES EN SEGUNDA DIMENSIÓN. LA VISIÓN ES EN SEGUNDA DIMENSIÓN. POR ESO PUEDO LEER Y ESCRIBIR».
Aquello realmente no me aclaró cómo se suponía que podía «ayudar» a esta persona, lo que dejé explícito en mi siguiente nota, la cual arrojé por el drenaje.
«HAZME TRIDIMENCIONAL» fue todo lo que había en el nuevo pedazo de papel que encontré en una barra de chocolate que desenvolví, más tarde. Cómo era que este idiota escondía las notas en productos sellados estaba más allá de mi comprensión, pero decidí seguirle la corriente, quizás era algún tipo de broma, de algún programa de televisión.
«¿Cómo lo hago?» fue lo que respondí. Recuerdo exactamente dónde lo puse, porque fue la última cosa que escribí en mucho tiempo. Lo puse en el espacio que había entre mi espejo y la pared. No vi más notas por medio año.
Una mañana, mientas me vestía para el trabajo, fui a mi pieza y me ajusté la corbata y la camisa frente al espejo (el mismo en donde había dejado la nota, sólo que lo había cambiado de lugar). Mientras me miraba noté un pequeño cuadrado detrás de mí, en la pared. Me volteé para verlo… no había nada. Pensaba que quizás se había caído, pero sin embargo el mensaje seguía ahí cuando miré nuevamente el espejo. Toqué el vidrio pensando que era una especie de ilusión óptica, pero no lo era.
Levanté el pasado espejo del suelo y caminé lentamente hacia atrás con él, acercándome al mensaje. Cuanto más me acercaba, más claro se veía el mensaje en la pared. Me detuve ya estando atrapado entre la pared y el espejo y miré el papel. Decía «HAZTE BIDIMENSIONAL».
Me mudé de esa casa lo más rápido que pude; me deshice del espejo, la tostadora y todo lo que alguna vez había tocado esas notas. Mi corazón todavía da un vuelco cuando veo cualquier trozo de papel perfectamente cuadrado tirado en el suelo.
Ahora reviso todas mis cosas. Constantemente. También dejé de tomar café.
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