Saliendo de clase, en la facultad, decidí ir a explorar el edificio, ya que debía esperar una hora más hasta la próxima.
Era un edificio viejo y arruinado por el tiempo, subí las escaleras hasta el cuarto piso y por su aspecto, se notaba que hace bastante habían dejado de visitar aquel lugar, incluso las porteras.
Todo el piso cuatro estaba compuesto por madera hinchada por la humedad, las aulas eran enormes y estaban completamente abandonadas y destrozadas. Todas las puertas estaban abiertas, salvo una.
Sola y además curiosa, me atreví a intentar entrar a aquella aula, pero era inútil, estaba cerrada, así que espié por la ranura, pero solo logre ver un fondo negro. Me di media vuelta, ya estaba por irme a tomar un café, avancé un par de pasos lejos de la puerta y sentí como el dinero de mi bolsillo caía al suelo, di media vuelta nuevamente para recogerlo y la sangre se me heló cuando vi como la puerta que estaba semiabierta se cerraba de golpe, un golpe seco que me dejo en shock. Una persona normal se iría corriendo luego de lo sucedido, pero yo no, no significa que yo no lo sea, si no que algo me impulsaba a hacerlo. Yo intente abrir la puerta otra vez, pero esta vez con más fuerza, tiraba y tiraba pero algo jalaba más del otro lado, se abría unos centímetros pero se volvía a cerrar.
La adrenalina o, lo que sea que tenía en el momento, desapareció y un frío subió por mis piernas, un terror intenso por estarme enfrentando algo desconocido, corrí hasta las escaleras y antes de llegar a ellas, sentí como se abrió la puerta bruscamente y escuche un “Aquiiii” que provenía del aula, era una voz chillona, enfermiza y escalofriante que me erizo la piel, su presencia estaba en mi espalda, y era aterrador, no quería mirar atrás, porque seguía oyendo las íes de ese “Aquiii” tan largo, comencé a bajar las escaleras y escuche un portazo desde arriba. Lo más horrible fueron las marcas de tres garras en mi espalda que noté cuando llegue al primer piso.
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