lunes, 21 de enero de 2013

El Ángel de la Muerte

Todos describen a los ángeles como seres cuya belleza es majestuosa y que su canto es lo más dulce del universo. Después de lo que me sucedió, no puedo estar de acuerdo con eso…
Era una fría noche de julio, y estaba yo solo en mi casa, y como de costumbre, sentado en mi computadora haciendo mis cosas. Eran aproximadamente las 3 de la madrugada cuando escuché un ruido en la planta baja, era un golpe seco. No le di mucha importancia y seguí haciendo mis cosas. Al cabo de un rato se escuchó otro golpe seco, todavía más fuerte, así que decidí bajar a ver. Nunca debí haberlo hecho…
Apenas salí de mi cuarto, la puerta se cerró sola detrás de mí y todas las luces se apagaron. Era una oscuridad absoluta. En ese momento empecé a sentir un frío congelante en mi cuerpo, por lo que empecé a tiritar. Seguí bajando por las escaleras. Cuando casi llegaba a la planta baja, se escucharon ruidos de cristales rompiéndose. Cada estruendo me provocaba un dolor inimaginable en la cabeza, hasta que de pronto volvió la electricidad. Escucho que la puerta de mi cuarto se abre, lentamente, haciendo un sonido que me crispó tanto los nervios que decidí salir corriendo de mi casa. Corrí incansablemente hasta estar bastante alejado de mi casa. Cuando me di vuelta, allí estaba, parado en la puerta una silueta oscura de lo que parecía ser un ángel. Cometí la terrible estupidez de quedarme viéndolo. Se estaba acercando a mí a una velocidad considerable. A este ángel se le veía sólo la cara, que era bellísima, y además, cantaba con una voz tan dulce que me relajó al instante.
Pero a medida que se acercaba, su cara se volvía cada vez más horrible, y su canto se convertía en gritos desgarradores. Ahí es cuando decidí correr con todas mis fuerzas, lo más lejos que pude, hasta que en un momento tropecé, y gracias al fuerte golpe que me di en la cabeza, me desmayé
Cuando me desperté, no estaba en mi casa, si no en casa de mi tío, que vive cerca de mi casa. Él me dijo que me encontró tirado en la calle con un moretón en la cabeza mientras venía del trabajo y decidió llevarme a su casa. Desde ese día, no he vuelto a asistir a una iglesia, y cuando veo la imagen de un ángel, me pongo muy nervioso y empiezo a convulsionar. Ahora, para evitar problemas, vivo encerrado en la casa que pertenecía a mi difunto padre, y nunca más voy a volver a mi
 casa.

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