sábado, 15 de junio de 2013

Entre Zombis

Entre zombis
Ramiro, lo que quedaba de él, estaba devorando el brazo de un infeliz, que la turba de zombis había alcanzado. De repente, mientras tragaba, observó el reloj que el brazo tenía en la muñeca, un reloj igual al que le regaló su padre; y entonces, recuperó la conciencia de sí mismo, de forma espontánea. Dejó caer el brazo. Todos los recuerdos llegaron a él, incluso el recuerdo de cuando se convirtió en zombi.

Estaba rodeado de zombis: algunos seguían avanzando por la calle, otros se peleaban por los últimos trozos de carne del tipo que habían agarrado; pasaban a su lado, algunos salían de los edificios, hordas de ellos. Ahora deseaba no haber recuperado la conciencia. Su situación era aterradora, peor que cuando huía de los zombis, ahora estaba rodeado por ellos. ¿Y si se daban cuenta de que era diferente? Aquel pensamiento lo aterró aún más, bastaba que sólo uno de ellos se diera cuenta. Pensaba en ello cuando uno de los zombis volteó hacia él. Enseguida comprendió que tenía que dejar de pensar. De alguna forma recordaba cómo era ser un zombi. Al dejar la mente en blanco, fue como si el zombi lo perdiera de vista, y después de lanzar unos sonidos guturales, se unió a la horda que avanzaba por la calle.

Un mar de muertos vivientes lo obligó a marchar junto con la horda. Tenía que concentrarse para no pensar. Apenas se le cruzaba un pensamiento por la mente, los que estaban al lado de él giraban, como buscando algo. Seguía junto a la horda tratando de que no lo descubrieran, moviéndose como ellos, gimiendo y haciendo un esfuerzo para no pensar. De a poco se fue separando, hasta que pudo doblar en un callejón y se escondió detrás de un contenedor de basura. Escondido, tuvo tiempo para pensar, la horda se había ido. Se observó las manos y se palpó el rostro; no estaba tan deteriorado, se había infectado con una mordedura en el brazo. Se tanteó el pulso, sin dudas estaba muerto.

Comenzaba a pensar que su situación no era tan mala. Podía infiltrarse entre los muertos vivientes cuando lo necesitara. Ya no iba a enfermar ni sufriría por una lesión. Prácticamente era inmortal, sólo si le destrozaban la cabeza dejaría de existir. Seguía calculando su situación cuando escuchó que detrás de él rechinaba una puerta.

No tuvo tiempo de voltear, un sobreviviente lo vio meterse en el callejón, y al no estar la horda, decidió dispararle en la cabeza.

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