martes, 18 de junio de 2013

UNA SALA DE HOSPITAL

Mariano metió su camión dentro del terreno de un hospital. Uno de los hombres que trabajaba con él bajó para guiarlo con señas, porque tuvo que estacionarlo marcha atrás y el camión era grande y el espacio reducido. Después de algunas maniobras resoplaron los frenos de aire y el vehículo quedó quieto. Mariano bajó y miró unos segundos la fachada del edificio: era grande, viejo, gris, y se parecía más a un castillo que a un hospital.
Traían unas cajas con delicados aparatos médicos. Mariano entró al hospital para averiguar dónde tenían que dejarlos. Preguntando llegó hasta la oficina del director. Éste parecía muy ocupado, y tapando con una mano el micrófono del teléfono que estaba atendiendo, le indicó a Mariano la ubicación de la sala donde debían dejar las cajas. Mariano le dejó una lista y un acuse de recibo:

- Después que bajemos todo usted tiene que firmar esto, y alguien tiene que controlar… -dijo Mariano.
- Sí, enseguida llamo a alguien -afirmó el director, y siguió atendiendo la llamada.

A Mariano le pareció poco seria la actitud de aquel tipo. Como él sí era responsable y tenía mucha experiencia, antes de ordenar que bajaran las cajas buscó la sala para conocer el corredor, las dimensiones de la puerta y algún posible obstáculo.
Dobló a la derecha como le indicaron y salió en un corredor solitario. Caminó bajo unos tubos de luz mortecina y titilante. Saturaba el aire del lugar un olor raro. Mariano volteó para ver si venía alguien; no quería andar solo allí, pero no andaba nadie. Se detuvo frente a una puerta grande y ancha y supuso que aquel sería el lugar; mas enseguida escuchó algo que lo hizo creer que se había equivocado. Tras la puerta se arrastraban pasos lentos, se emitían gemidos y sonidos guturales.
Mariano asoció aquellos ruidos a la actividad de gente dopada, y se imaginó a un grupo de enfermos mentales arrastrando los pies por la sala, chorreando saliva por la boca abierta y balbuciendo incoherencias. Aquello tenía que ser siquiatría, pensó, la habitación que él buscaba tenía que ser otra. Pero el lugar era demasiado lúgubre como para seguir solo; entonces se alejó de allí.
Regresó después junto a sus empleados y el conserje del hospital. Grande fue su sorpresa cuando vio que el conserje se detuvo frente a la puerta de los ruidos y la abrió. Y de estar sorprendido pasó a sentir terror al ver que la habitación se hallaba vacía.

- ¿Qué… qué funcionaba aquí antes? -preguntó Mariano al conserje, mirando aquel lugar amplio y vacío con los ojos muy grandes.
- Durante muchos años aquí estuvo la morgue -le contestó.

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