Todos los pueblos, por pequeños que sean, tienen sus propias leyendas. De hecho, cuanto más pequeños y rústicos sean, más probabilidades tienen de que existan leyendas. Una de ellas tiene que ver con una pequeña población de Badajoz llamada Táliga, y que algunos dicen que tiene muchos puntos en común con otra llamada la leyenda de la Serrana de la Vera, en este caso de la zona de Cáceres. La leyenda en cuestión tiene el nombre de la Tía Cabalganta.
Esta vecina de Táliga era una mujer de extraordinaria belleza, que durante las fiestas populares conoció a un forastero que la engañó y consiguió engatusar con falsas promesas, pero que la abandonó. Desde ese momento los vecinos la miraban de muy mala manera, y su carácter antes afable y simpático se torno arisco y rudo.
La mujer decidió abandonar Táliga y vivir en un molino abandonado junto a la rivera, alimentando su odio hacia todos los demás seres humanos. Los pastores y agricultores la veían recoger frutos del campo para comer, aunque también aseguraban haberla visto por las noches removiendo un gran caldero y haciendo pócimas.
Tal fue el odio que sentía hacia los forasteros, que incluso habilitó una estancia en el molino para alojarlos, pero ninguno salió con vida de allí. La tía Cabalganta los mataba y los enterraba en un huerto cercano.
Una noche de tormenta la mujer desapareció, algunos dicen que por un rayo y otros por la crecida del rió.
Algún tiempo después, algunos vecinos aseguraron haber visto en el huerto donde enterró a sus víctimas a una mujer hermosa y con la ropa hecha trizas siendo perseguida por los espectros degollados de los cuerpos que no encontraban descanso al haber sido asesinados tan vilmente, y que están condenados a vagar eternamente persiguiendo a la mujer que los mató.
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