viernes, 15 de febrero de 2013
La ultima oportunidad.
Caminaba entre las sombras sin la más mínima idea de lo que me esperaba. Era como si una fuerza desconocida se encargara de mover cada musculo de mi cuerpo para hacerme avanzar.
No estaba seguro de si era un sueño ó era real, tal vez no era ninguno.
Estaba perdido en medio de un paisaje desconocido; era un enorme espacio abierto, el cielo era de un color rojo allura y a lo lejos alcanzaba a ver formaciones rocosas, todo a mi alrededor se veía muerto y gris y no sentía deseos más que de caminar; caminar por ese sendero cubierto con cráneos humanos. Cada uno de mis paso crujía al pisar los huesos en mi camino, pero no me importaba era como triturar con los pies las hojas de otoño. Si no me sintiera tan vacio y carente de sensaciones lo disfrutaría en verdad.
Así seguí caminando hasta que alcance a distinguir una extraña silueta con una capa que la cubría totalmente. Me detuve hasta estar exactamente frente a ella.
-Sígueme. – dijo con calma su voz, era la de un varón.
Seguimos un rato aun me sentía un poco indiferente a todo eso, pero a medida que nos acercábamos a un destino que no conocía recobraba algo de conciencia.
-¿Qué es este lugar? –pregunté a mi lúgubre guía, volteo hacía mi, bajo su capucha que le cubría; era un hombre con gafas de media luna de facciones delicadas y cabello largo y rojo.
-Veo que estas despertando, al fin- sonrió de una forma jovial - La mayoría despiertan después de llegar, otros nunca lo hacen – concluyo divertido.
-¿Llegar? ¿A dónde? – pregunte desconcertado, me sacudí, sentí como una marea de pensamientos revoloteaban en mi mente.
-¡Vaya! Me sorprendes, estas recobrando muy rápido el sentido, eso lo hará divertido. – Me extendió la mano y me dio una paleta de caramelo rojo, la guarde sin decir nada.
Seguimos caminado, baje la mirada y vi los cráneos que había a mis pies, me sentí horrorizado, llegamos un lago rojo como la sangre, había un puente de madera y del otro lado una casona antigua.
-¡Al fin! – Dijo el encapuchado – tomo mi muñeca para que lo siguiera hacia la entrada de la casa saco una pequeña llave de su túnica y abrió la puerta, se hizo a un lado y me indico con su mano que pasara.
-Adelante, pasa. – Entre y camine por el recibidor era un lugar abandonado, todo estaba cubierto por una capa de polvo y telarañas, no había casi nada de luz, pasando el espacio del recibidor había unas viejas y sucias escaleras. Mire hacia atrás y vi al hombre con la capa, me miro.
- Solo recuerda: esta es tu última oportunidad – cerro la puerta con llave. ¿A que se refería con “mi ultima oportunidad”?
-¡Espera! Necesito una respuesta…
Decidido a averiguar de qué se trataba todo eso, comencé a explorar la casa, era más grande del tamaño que ofrecía desde afuera.
Primero avance hacia el lado izquierdo era como una pequeña sala, los muebles estaban cubiertos por sabanas blancas al avanzar escuche un crujir bajo mi pie; había pisado un fragmento de vidrio, seguí. Mire hacia abajo; de lo al parecer era un viejo sofá vi una pequeña carita sucia que se asomo de la esquina. Era un niño no mayor de cuatro años, volteo a verme, lucia muy triste y tenia abrazado algo, sin miedo y un poco desconcertado me acerque a el que estaba sentado al lado del sofá y abrazaba algo con sus tiernos bracitos.
-mami.- Subió su cabeza para mirarme y vi que aquel objeto que tan celosamente abrazaba era la cabeza decapitada de una mujer. Tal visión me horrorizo, retrocedí dejando a ese pequeño solo en la oscuridad.
No me siguió posiblemente esperaba que su madre se pusiera bien, camine del otro lado era un comedor polvoso había unos candelabros en la mesa, por un momento me imagine como sería este lugar en sus buenos tiempos, seguí avanzando en la mesa había una nota que parecía ser reciente.
“En cuanto encuentres la llave de la puerta trasera serás libre, busca las notas. Recuerda esta es tu ultima oportunidad”
Debía ser del hombre de antes, no cabía dudas. Guarde la nota en el bolsillo y avance a lo que parecía una cocina, todo estaba oscuro, aunque escuche un ruido curioso era como un zumbido, busque hasta que caí en cuenta que era el reloj del horno marcaba 2 minutos y retrocedía ¿Dos minutos para que?
Camine había un pequeño almacén y al abrir la puerta vi una masa oscura que iba hacía a mi; eran miles de cucarachas que corrieron hacia donde yo estaba, comenzaron a trepar por mis piernas, trate de sacudirlas pero era inútil, comencé a sentir mucha desesperación al sentir como rondaban por mi cuerpo y trataban de entrar por mis oídos, nariz y boca, como se enredaban en mi cabello, vi el reloj ya marcaba solo un minuto ¡el horno! Abrí el horno y dentro había…
-¿una lata de insecticida? –la tome y estaba casi vacía ¿acaso era un chiste? comencé a usar la lata tan bien como me fue posible hasta que recordé algo, me quite los insectos del rostro y saque la paleta del bolsillo la arroje al lado contrario de la alacena al instante como si supieran de lo que se trataba los insectos corrieron hacía ella dejándome libre. Entre a la alacena y encontré otra nota “¿Te gusto la paleta? Te daré tu siguiente pista: Búscala, ella esta siempre en la cama, sin estar enferma” Se me ocurrió que se trataría de una mujer, pero no sabía que esperar, me lleve la lata y un encendedor plateado y reluciente que convenientemente estaba en la mesita de la cocina.
En la planta baja no había más que un corredor que daba hacia la puerta trasera y la entrada al sótano, por alguna razón todo me parecía extrañamente familiar, aun así subí las escaleras en busca del dormitorio, sentía el crujir de cada escalón y un horrible hedor llego hasta mi nariz; olía como carne en putrefacción, aun así seguí vi una puerta de madera gire la perilla y abrió emitiendo un rechinido macabro.
Abrí la puerta y encontré la recamara, al parecer de una niña, había una cama pequeña en una esquina y televisor encendido sin señal y sentada en una pequeña silla frente a el la silueta de una pequeña niña rubia.
-¿Hola? – pregunte dudando un poco, la niña giro la cabeza de un modo imposible su rostro era monstruoso; era como si alguien le hubiere tirado acido a la cara, algunas porciones de piel estaban a carne viva, y tenía un cuenca vacía de la que escurría sangre, solo basto un instante ella se levanto con la cabeza en esa anormal posición, no sabía que iba a pasar mi cuerpo temblaba y un sudor frio me escurría de la frente, me quede inmóvil, ella seguía mirándome fijamente. En ese momento recordé la nota y caí en cuenta, me acerque a la cama la pequeña no me quitaba la vista de encima, y tome la almohada “Búscala, ella esta siempre en la cama sin estar enferma” Con nerviosismo revise la funda de la almohada y efectivamente encontré otra nota doblada en dos como las anteriores. La guarde sin mirarla, primero quería salir de aquella habitación, al hacerlo la niña volteo y siguió mirando el monitor.
Desconcertado y un tanto confundido desdoble la nota “veo que ya conociste a los niños, encantadores ¿verdad? Bien eso es solo un pequeño aperitivo, lo mejor aun esta por venir” No decía nada más ¿a que se refería?
Cerré la puerta de la habitación de la niña con mucho cuidado y camine había tres habitaciones más abrí la puerta contigua lo que vi ahí lejos de asustarme me dio mucha tristeza; era la recamara de un bebé pero todo lucía deteriorado las cortinas estaban descolgadas como si hubieran sido arrancadas había biberones de vidrio rotos, algunos muebles y en la esquina opuesta de la ventana una pequeña cuna con un móvil de estrellas y lunas, No quería mirar pero tenía que hacerlo, me acerque y puse mi mano en el barandal de la cuna, mire la cuna vacía, no había nota ni bebé.
Me sentí aliviado, justo salía de la habitación cuando la puerta se cerro frente a mi de golpe, el móvil comenzó a moverse y los muebles junto con todo en la habitación comenzó a temblar y a sacudirse de forma violenta, caí al suelo entre aquel estrepito y sentí un dolor punzante; me había herido con los vidrios del suelo, hubo un momento donde esto me parecía tan irreal, intente abrir la puerta sin éxito, no habían una pista ni nada que pudiera ayudarme, un pequeño ropero cayo cerca de mi retrocedí y me cubrí la cabeza con las manos, una loca idea me paso por la mente.
-a la ro-ro niño, a la ro-ro ya duérmete mi niño – comencé como pude a cantar con la mejor voz que me permitía aquella situación, me hice a un lado pues una viga cayo muy cerca de donde estaba – duérmeteme ya – todo se detuvo, tosí un poco a causa del polvo y me limpie el antebrazo herido por los vidrios, me incorpore como pude y abrí la puerta que no opuso ninguna resistencia. Por más que pensaba y trataba de recordar nada llegaba, no sabía quien era, ó cual era mi nombre, es más ni siquiera conocía mi rostro debido a que no había visto mi reflejo, eso me dio una idea, tal vez al mirarme recordaría quien soy yo, camine la segunda puerta estaba abierta era la recamara de un matrimonio, no me moleste pues no había nada anormal en primera instancia y mi urgencia antes de encontrar la llave era la de recordar quien era.
Seguí adelante y abrí la otra puerta era una recamara pequeña, si no me equivocaba debía pertenecer al niño de la sala, al fin lo vi la puerta tenia una ventana de vidrio con un vitral de colores no cabía duda era el baño, puse mi mano en la perilla plateada , justo al girarla algo me detuvo era una mano en mi hombro, al voltear observe un hombre un poco más alto que yo, con una bata blanca de doctor y un cubre bocas, sus manos estaban enfundadas por guantes de cirujano. Por la forma en la que me miro supe que sonreía a pesar de no poder ver su boca.
Retrocedí y el saco un jeringa de su bolsillo y le saco el aire a lo alto, estaba justo al final del pasillo, franquee la perilla y caí de espaldas atemorizado retrocedí como pude mientras aquel hombre se acercaba a mi mire hacia arriba había una tina de baño y de ella emergieron dos brazos delgados y ensangrentados que me sujetaron por los hombros, el hombre vestido de doctor se puso en cuclillas y me inyecto el brazo, en ese instante todo se nublo frente a mi.
Desperté me encontraba en lo que parecía una sala de quirófano, intente soltarme pero fue inútil, un cinturón de cuero me mantenía atado a una cama, a mi lado había una mesa metálica repleta de instrumentos médicos y muchos aparatos que parecían algo viejos, la única luz que había era la de la lámpara que estaba justo encima de mi. Intente zafarme estaba vestido con una bata de hospital, de pronto la puerta se abrió y parado en el umbral de la puerta estaba él; parado ahí, sin decir una sola palabra, mirándome como quien mira un lienzo vacio.
-por favor, déjeme ir necesito encontrar la llave para salir de aquí, me dijo, el me dijo que era mi ultima oportunidad ¡déjeme ir! Por favor ¡quiero vivir! – lloraba y suplicaba mientras este hombre alistaba sus instrumentos quirúrgicos.
El dolor fue insoportable, mis heridas ardían igual que la sangre que manaba de ellas, solo sentía como hacía numerosos y profundos cortes en mi cuerpo era como si hurgara dentro de mi, pero lo peor no había llegado de pronto escuche un sonido mecánico, era una sierra quirúrgica, reluciente y plateada. Cerré los ojos y apreté mis puños tanto como pude, un grito de agonía rasgo mi garganta, mi respiración era débil, de pronto vi al doctor con un frasco en su mano y unas pinzas en la otra se acerco a mi y con las finas pinzas extrajo una luz azul pequeña y escurridiza de mi pecho, inhale por ultima vez y el dolor se fue, al fin.
*Epilogo*
Abrí los ojos sorprendido todo el espacio a mi alrededor era blanco me levante de un suelo que me parecía un poco frio, al hacerlo me di cuenta que traía puesta la bata blanca, toque mi cuerpo, no había ni un solo rasguño ni herida, ni dolor, mire a mi alrededor, no había nadie. Me quede ahí parado hasta que escuche unos paso que venia de la lejanía, era el hombre encapuchado del principio, que llego hasta mi.
-Te dije que era tu última oportunidad – reclamo con serenidad como un patrón hablando con su empleado por haber llegado tarde.
-¿Qué? ¿Oportunidad para que? no entiendo nada ¿Y la casa? ¿Y el loco con bata de doctor?
Me miro con un poco de impaciencia.
-Antes de morir, los seres humanos tienen, si lo desean, una última oportunidad para vivir para regresar en su momento. Pero esa oportunidad no se les regala, no. La ganan, según cada ángel de la muerte es la prueba, algunos simplemente les preguntan otros analizan sus recuerdos…
- ¿todo lo que pase fue tu prueba? – interrumpí sintiendo una ira dentro de mi.
-Enm, así es, tome algunos de tus recuerdos (tus hijos, el hombre que no pudo salvarte) y cree aquel escenario. –dijo en tono dubitativo, retrocediendo un poco.
No pude contener mis impulsos y cuando me di cuenta le había dado un puñetazo tan fuerte que le rompió la nariz.
-No es la primera vez que sucede- dijo tocándose la nariz no parecía molesto en absoluto – pero eso no cambia nada ahora ya sabes ve había la luz – y me indico un camino largo y luminoso frente a mi.
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