miércoles, 27 de febrero de 2013

William


Hay quienes tienen la habilidad de ser ventrílocuos y pueden hacer hablar a un títere.
Pero siempre me han dado miedo esos muñecos, y más ahora que contare una historia real de brujería.
Lucía era una anciana que vivía con su familia, pero con el pasar del tiempo, la enviaron a un geriátrico. Sus nietos no iban a visitarla, a menos que sea para pedirle dinero, y solo hacían visitas para fechas festivas.
Días antes de morir, Lucía le regaló a su nieta Yani el títere William, que tenía una maldición.
Cuando lo llevaron a casa, inmediatamente sentaron a William en la silla mecedora de su abuela que estaba ubicado entre el pasillo y las escaleras que llevaban a las habitaciones. Pasaron los días sin que nadie le diera importancia. Pero una noche Iván, el más chico de la familia, bajó a medianoche a tomar un vaso con agua y le llamó la atención que William estuviera a 3 metros de la silla y boca abajo. Quedó mirándolo fijo 10 minutos hasta que decidió ir corriendo, saltarlo y subir las escaleras.
La noche siguiente, Yani bajó las escaleras porque escucho un ruido que venía del pasillo. Inmediatamente gritó de horror cuando vio al títere sonriendo, con los ojos abiertos y la mano en la boca con la señal de “silencio”. Sus padres bajaron y encontraron a Willam sentado como de costumbre. Su hija Yani hasta el día de hoy, nunca apareció.

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