miércoles, 6 de febrero de 2013

Casas de muñecas “No son juego de niñas”


¿Jugamos?
Una de las principales caracteristicas de las personas es precisamente la ambigϋedad existente entre la ternura y la faceta oscura que todos poseemos y de ello no podía escapar Frances Lee Glessner(1878 – 1962)

Ella una dulce abuelita procedente de una acaudalada familia de Chicago y que por las restricciones impuestas por su familia no pudo ingresar a la universidad sino hasta 1930, cuando contaba con 52 años, es a partir de allí que comienza una carrera que la lleva desde colaborar en la creación del departamento de ciencias forenses de la universidad de Harvard hasta convertirla en capitán honoraria del departamento de Policia de New Hampshire, siendo la primera mujer en ostentar dicho título en Estados Unidos.

La señora Glessner no sería sino otra de las tantas historias de superación que existen en todo el mundo de no ser por sus dos aficiones: las casas de muñecas y la ciencia forense las cuales ella decide combinar, es así como aproximadamente en 1943 crea una nueva manifestación de arte “Los asesinatos en cáscara de nuez”.

Su trabajo consistente en una serie de 18 dioramas que representan la escena de crimenes en ese entonces sin resolver y cuyo propósito fundamental era enseñar a los investigadores a hacer una minuciosa observación de todos y cada uno de las cosas que se encontraban en los escenarios de los sucesos; de allí que en dicho trabajo sea posible observar hasta los más escabrosos detalles del ámbito en que éste sucedio, ello unido al hecho que para su elaboración utilizó cáscaras de nuez añade un realismo macabro a estas “casas de muñecas”

Asi mismo para garantizar la exactitud de los detalles contó con colaboradores entre los que se contaban la compañia Tvnie Toy, tejedoras, carpinteros y cerrajeros entre otros.

En ellas es posible observar desde las condiciones en que fue encontrada la victima hasta detalles como papas a medio pelar, botellas quebradas, cigarrillos a medio terminar, y todo lo que podamos y no podamos imaginar.

La perfección de estos diseños fue tal que de todos los reconstruidos por la señora Glessner solamente cinco no lograron ser resueltos.

Después que se cerró el laboratorio de ciencias forenses de Harvard la colección fue trasladada a Maryland, Baltimore por el Dr. Russell Fisher en donde es usada hasta hoy día en seminarios de ciencia forense.

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